jueves, marzo 28, 2024

COFRADÍAS EN ATIENZA

 

COFRADÍAS EN ATIENZA

Llegó a contar con, al menos, dos docenas de cofradías o hermandades cívico-religiosas

 

     Como no hace mucho tiempo escribíamos en estas mismas páginas, puede que esté Atienza entre las poblaciones en las que más florecieron las cofradías o hermandades. Numerosas de ellas surgidas en tiempos medievales como resto de aquella especie de fraternidad que buscaba la defensa de intereses de los miembros del mismo gremio.

   También las hubo destinadas al culto, claro está. La mayoría, al día de hoy, han desaparecido o quedado reducidas a un mero testimonio. Lo que sí nos queda es el informe que en el siglo XVIII se envió desde Atienza al Intendente General de Soria, del que en algunos aspectos dependía la villa, dando cuenta de las principales hermandades, fines y gastos, a fin de ofrecer el informe al Conde de Aranda quien, como Presidente del Consejo de Castilla, ordenó dicho censo. Su curiosidad llenaría varios libros. La información testifical sobre las cofradías y hermandades existentes entonces lo elaboraron los justicias del concejo, entre los que se encontraban Juan Antonio Lozano Manrique, Félix Ramón de Fuenmayor, Blas de Villavieja, Antonio de Hijes, Lucas Gil del Olmo o Nicolás Joseph Sanz; alguno de ellos, como Gil del Olmo, clérigo, sin duda Abad del Cabildo, y párroco de la Iglesia de San Juan del Mercado. Firmándolo el 20 de octubre de 1770. Ellos nos hacen relación de alguna de las cofradías, en cada una de sus entonces iglesias abiertas al culto.

 


 

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La iglesia de San Juan

   Existió en la iglesia de San Juan del Mercado la Cofradía del Glorioso San José “que no tiene más productos ni rentas que las entradas de los hermanos, con las que los Priostes pagan por sus funciones al Cura y beneficiados cincuenta y ocho reales y medio, treinta de la limosna del sermón del santo y cuatro al Sacristán, que todos importan noventa y dos reales y medio, sin tener gasto alguno el Prioste, y está bajo la aprobación del ordinario eclesiástico”.

   Así como la del Santo Rosario; y, por supuesto, la Santa Veracruz, poseedora de una casa puesta a renta con cuyos réditos mantenía el culto de Jueves y Viernes Santo; oficios por vivos y difuntos; misas rezadas en la ermita del Humilladero; procesiones y Semana Santa, acompañando con doce lámparas a “las Santas efigies de Nuestro Señor Jesucristo, durante once días”, además de los “pasos”.

 

Iglesia de la Trinidad

   Por supuesto que aquí la más antigua y significativa era la Cofradía de la Santísima Trinidad, encargada de la celebración de cincuenta y dos misas anuales; gastando en refrescos, comidas y hermandades de sus miembros la nada despreciable cifra de cuatrocientos reales.

   La del Santísimo Sacramento se encargaba de las misas de minerva los domingos terceros de cada mes. La del Sagrado Corazón de Jesús se fundó muy poco tiempo antes, el 12 de junio de 1752, celebrando doce festividades anuales; y la de Santa Catalina, patrona de carreteros, oficiaba hasta cuarenta misas rezadas, todo costeado por sus cofrades, hermanos o congregantes.

 

Iglesia de San Salvador

   En la parroquial de San Salvador, la de su titular: del Señor San Salvador que no tiene rentas y solo las entradas de los hermanos y se celebran por los curas y beneficiados dos fiestas, una el día de San Salvador y al otro día un oficio por los hermanos vivos y difuntos”.

   Así como otra más del Santísimo Sacramento: que ahora está vacante y consiste en doce minervas que se celebran los domingos terceros, la fiesta del Corpus y un oficio que se hace por los hermanos difuntos que pagan los priostes de su dinero (cuando los hay, y hoy por no haber priostes por ser voluntario el servicio hacen y celebran de limosna y devoción otras funciones los referidos cura y beneficiados sin que tenga ordenanzas ni aprobación real ni eclesiástica”.

   Y la de Santa Quiteria: “que consiste en dos festividades por los hermanos vivos y difuntos y se dan de limosna dos ducados y también treinta y cinco o cuarenta misas rezadas, su limosna a dos reales, que se pagan de las entradas de los hermanos y del caudal de ciertas reses de lana que suele tener esta Cofradía”.

   Tras el Corpus, celebraba en esta iglesia su principal festividad una congregación, bajo el amparo del Sagrado Corazón, mucho más antigua que la de la Trinidad, todo costeado con la limosna de los vecinos del barrio, mayoritariamente, de Portacaballos. Al igual que con Ntra. Sra. de Belén.

   Junto a estas se encontraba la de Ánimas, con un capital de mil quinientos reales de rentas de heredades, curiosa en todos sus extremos, y, como poderosa, generosa en sus gastos de refresco.

 

 


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Iglesia del Val

   En la iglesia de Nuestra Señora del Val, la de la Purísima Concepción: que consiste en treinta y seis misas por vivos y difuntos. Tres festividades, una misa cantada por Don Diego Oxejudo, ofrenda y cera, que asciende todo a ciento cinco reales, y más con otros gastos que por derecho se dan al manda, seis, abad y secretario, que con los refrescos que tienen en las juntas que celebran importan poco más o menos trescientos un reales; y así uno como otro por no tener rentas se escota entre los hermanos por igual”.

   Aparte de las anteriormente citadas, las de La Natividad de Nuestra Señora; San Ramón Nonato, patrono de las parturientas; San Crispín y San Crispiniano, patrono de los zapateros y trabajadores del cuero, poseedora de una tenería en la que se fabricaban suelas y cordobanes; y, por supuesto, la de La Piedad y Benditas Ánimas: “que consiste en la limosna que diariamente piden los hermanos de ella, por las calles y en las misas mayores de los días festivos y en lo que se allega en los cepos que hay de devoción en algunos puestos públicos  y en las iglesias, con las cuales limosnas se dicen todos los días de fiesta misa de alba y de doce y el día de San Clemente un oficio general de misa y sermón, y quedando sobrante de limosnas, se celebran misas por las benditas ánimas”

 

Y los Conventos

  Nada nos dice el informe de las iglesias de San Gil y San Bartolomé, en las que igualmente existieron cofradías, conservándose algunos libros de cuentas de la del Socorro y la Caridad de San Gil, sin que tengamos noticias de la que se dedicó al Arcángel San Miguel; en San Bartolomé estaba fundada la del patrono de la Villa, el Cristo de Atienza. Y sí que nos habla del Convento de San Francisco, donde estaba establecida la de “la Tercera Orden de Penitencia, que se reduce a oficios santos en la cuaresma, y los últimos domingos del mes procesión del Cordón, no teniendo más fondos que las entradas de los hermanos, que apenas alcanza para los gastos de la cera”.

   También hubo cofradía de Santa Gertrudis, en el convento de San Antón: “Más también hay fundada una congregación de Santa Gertrudis en la Casa y Real Hospital de San Antonio Abad que no tiene renta alguna y sus gastos se suplen de las entradas de hermanos y se distribuyen en nueve pláticas, novenario y un oficio con misa por cada hermano que muere; sermón y misa solemne el día de la función de la Santa”.

   En la actualidad la mayoría de ellas ha pasado a la historia, si bien se mantienen otras, como la de la Trinidad, San José, el Corazón de Jesús, la Vera Cruz, o de las Santas Espinas, fundada en 1849. Todas las existentes salen a las calles de la villa el Día del Corpus, en la procesión que recorre su nobiliaria calle de Cervantes. También en estos días, cruces, faroles y estandartes, sus señas de identidad, salen a la calle, a recordarnos que hubo un tiempo en el que cofradías y procesiones caminaban de la misma mano. Historia, y tradición, que son esencia de nuestros pueblos; y, también en fechas como las que vivimos, libro abierto a nuestra curiosidad.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 27 de marzo de 2024

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