ATIENZA:
LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Tomás Gismera Velasco
Decir que la iglesia de la Santísima Trinidad
es una de las más antiguas de Atienza, en sus orígenes, sería repetir lo ya
escrito en torno al resto de iglesias de Atienza, puesto que la inmensa mayoría
de ellas se levantaron en los dos siglos siguientes a la reconquista; esto es,
entre los siglos XII y XIII. Interpretar entre cuál de ellas se situó, de las
catorce o quince con que llegó a contar Atienza sería ya tarea imposible de
descifrar puesto que libradas las dos o tres primeras, Santa María del Rey, Santa
María del Val y quizá San Bartolomé, del resto no se tiene la más ligera
noticia en cuanto a su antigüedad.
No debió de estar, la de la Santísima Trinidad, entre las primeras que
alzaron sus torres en torno al castillo puesto que otras con nombres más
sonantes se aproximaron a la fortaleza, y sus clérigos al obispado.
La iglesia en sí, que nació románica, no conserva de su primer periodo
más que el ábside, una de las mejores piezas de la comarca y quizá de Atienza,
rivalizando con el de San Gil:
“Pertenece en su origen al siglo
XII, pero sólo conserva de esta época íntegro un hermoso ábside de planta
semicircular y el cuerpo paralelogrómico de la capilla mayor que remata con
dicho ábside. Pero el resto de la construcción ha sufrido muchas restauraciones,
sobre todo en el siglo XVI. Dicha parte antigua, románica, es sobria y
elegante. Las tres ventanas que se ven desde el exterior son de arco de medio
punto con archivolta de cabezas de clavo esculpidas en ella como único adorno y
se apoya cada arco en dos columnillas de capitel de follaje”.
La sencilla descripción de quien fuese cronista provincial, Juan
Catalina García López, cuyas líneas son las más antiguas que conocemos, al
margen de las anotaciones dejadas por el impreciso clérigo de Santa María del
Rey en su “Breve Relación Historial de la
Villa de Atienza”, tan mentada y extractada, fueron pilar sobre el que se
sustentaron otras fuentes; las breves líneas de Toribio Minguella; las de Julio
de la Llana o Francisco Layna, que han dado pie a cuantas interpretaciones han
surgido con posterioridad.
La descripción, no obstante, de Juan Catalina García, nos deja, a pesar
de todo, una incógnita difícil de resolver. ¿Qué no vio nuestro cronista en la
parroquia de la Santísima Trinidad para, pudiendo habernos legado una
descripción más completa y acertada, nos dejó apenas unas líneas?:
“Tiene sencilla portada del
renacimiento al mediodía y otra más sencilla aún y de la misma época al
occidente.
El interior consta de una sola nave. Bien
revela que fue construida en principios del XVI con unas bóvedas combadas de
ramaje de nervaduras o aristones.
Poco ofrece de particular el interior para
el arte. Los retablos pertenecen al churriguerismo o al periodo siguiente. Los
cuadros e imágenes que los adornan tampoco merecen gran estimación.
En el
lado del Evangelio se abre una capilla con copulilla y enfrente otra más
pequeña también con copulilla de casquete esférico. Aquella fue fundada por
Juan de Ribera, según dice una lauda sepulcral del pavimento del tenor
siguiente: Aquí está sepultado Juan de Ribera, contino ([1])
de la Casa del Rey Don Felipe II y primero fundador desta capilla. Falleció a
28 de septiembre de 1605. Se adora en ella un crucifijo de madera que quizá sea
del siglo XIV ([2]).
Próxima a esta capilla y separada de ella
por la sacristía está la capilla de las veneradas Santas Espinas cuya historia
es curiosa. Tampoco ofrece nada de particular sino la portada del renacimiento
con labores del gusto de Berruguete o italiano. Por esta capilla se entra a la
sala capitular y otras dependencias del antiguo cabildo de clérigos de Atienza.
Allí hay un armario donde parece que está el archivo del cabildo. A pesar de
mis deseos no pude verle porque no pareció la llave. Muchos documentos de este
archivo estaban fuera y por eso pude verlos y extractar los de más interés.
En esta iglesia hay una pila bautismal
semejante a las de San Gil y San Bartolomé.
La torre, muy robusta, es antigua, aunque
reformada. En los paramentos de la escalera de caracol hay algunas marcas de
canteros”.
Algo más completa, y no menos confusa, es la descripción que se nos
ofrece a través de la pluma de Julio García Sainz de Baranda y Luis Cordavias ([3]):
“La de la Santísima Trinidad (la iglesia),
tiene un ábside románico de la misma factura y siglo que el anterior (San Gil);
su portada es renacentista muy sencilla, su interior ojival de fines del siglo
XV. Está muy bien decorada; su altar mayor es de fines del siglo XVII y su tras
altar está adornado con pinturas descollando entre ellas cinco hermosos cuadros
de la escuela de Rubens, alguno deteriorado.
En una de las paredes de la iglesia,
colgado, se halla un cuadro de la Crucifixión de San Pablo de Ribera ([4]). Frente a la puerta de entrada está
la Capilla de las Santas Espinas, con portada renacentista y reja de hierro
forjado de muy buena composición y ejecución; en ella, además de estas
preciadas reliquias, existe un soberbio Cristo del siglo XIV del tipo que
llaman Majestad ([5]), y en la Sacristía un tríptico de
marfil quizá de principios del siglo XVI y un cuadro de la Dolorosa ([6]) encristalado, de escuela italiana,
que recuerda a la escuela de Vinci”.
Anterior a este, y en la línea de Catalina
García, quedan las breves líneas del obispo Minguella para su Historia de la
Diócesis de Sigüenza y sus obispos:
“El templo de la Santísima
Trinidad es de los más antiguos, aunque está renovado en el interior. En una de
sus capillas se veneran hoy dos espinas de la Corona del Señor…”
Nuestro ya citado clérigo de Santa María del Rey, en las páginas del
Diccionario de Tomás Madoz, dejó anotado:
“Sita en la parte superior de la población, al sur del castillo, se ignora la
fecha en que fue fundada, si bien conforme a un asiento o nota que hay en el
archivo de la parroquia de San Juan parece que fue construida en 1537 ([7]). Es un hermoso edificio de piedra
de sillería cercado de un gran atrio, y con una fuerte y elevada torre en la
parte occidental; tiene dos portadas, una al sur con verjas de hierro y la otra
hacía el O.; su extensión interior es de 114 pies de largo, 30 de ancho y 35 de
altura; consta de una sola nave sostenida por arcos de piedra en forma de
ramos, en que figuran distintas cruces, descansando los arcos sobre 10 columnas
cilíndricas metidas entre las paredes; y
contigua a la set., (sacristía), se halla la sala donde el cabildo eclesiástico
celebra sus sesiones y conserva su archivo; contiene 6 altares, 3 capillas,
buena sacristía y un suntuoso coro para su órgano; facilitan el paso para las
capillas arcos practicados en la pared del templo y en una de aquellas se
conserva la reliquia de espinas de la corona de Jesucristo, que fueron
trasladadas a ella después de la supresión del convento de San Francisco donde
antes existían desde el 24 de diciembre de 1402 que las entregó a los frailes
don Pedro de Rojas, marqués de Lanzarote bajo ciertas condiciones aprobadas después
por el general de la Orden; el coro de que se ha hecho mérito está en la parte
inferior de la iglesia sobre un soberbio arco de piedra de sillería con
balaustrada de piedra y asientos de nogal; en las paredes de la iglesia hay
buenas pinturas en lienzo, sobresaliendo entre ellas la que representa el
martirio de San Pedro”.
Francisco Layna ([8])
será quien con mayor detalle nos presente esta iglesia que, conforme fue
avanzando el siglo XX, y el conocimiento en torno a ella, terminó
considerándose como “un pequeño museo”.
Detalle no obstante que continuará pareciéndonos escaso en su primera
publicación:
“Incluida
en el actual casco de la decaída Atienza, es esta parroquia la más linda, la
mejor cuidada y la más interesante desde el punto de vista artístico de las
iglesias con que cuenta todavía la histórica villa. ¿Cuál es su data? Cuando el
año 1159 ([9]) los recueros de Atienza salvaron
heroicamente a Alfonso VIII siendo niño, librándole de su tío Fernando II de
León, que al querer encargarse de su tutela pretendía dominar Castilla, para
conmemorar suceso tan honroso instituyeron una cofradía bajo la advocación de
la Santísima Trinidad, hoy todavía subsistente con el nombre popular de La
Caballada; el monarca como Hermano Mayor concedió a la cofradía el uso de una
bandera aunque esta constituía un privilegio de los institutos armados.
Es natural que existiera por aquel entonces
un templo cuya advocación tomaron los recueros para su hermandad; pero ¿se
trata del que ha llegado a nuestros días? Supongo que no. La iglesia
corresponde por los elementos románicos que conserva a finales del siglo XII;
hasta casi puede afirmarse comparándolos con los de Campisábalos que fue alzada
casi al mismo tiempo que ésta última parroquia, quizá algo después y por los
mismos alarifes.
Alfonso VIII distinguió a Atienza muchísimo,
la concedió un fuero especial, la visitó muchas veces y hasta hizo que su
esposa Doña Leonor de Inglaterra permaneciera no poco tiempo en la villa el año
1200 para vigilar la construcción de la nueva muralla de cintura que abarcó los
populosos arrabales surgidos a compás del crecimiento progresivo de la villa
realenga; el mismo monarca otorgó a la cofradía de los recueros sucesivos
privilegios y numerosas franquicias.
¿Resultará insensato atribuir a la
liberalidad del monarca y a la religiosidad de su consorte la erección o reconstrucción
de la iglesia de la Trinidad?
Desde que se fundó la cofradía cuyas
ordenanzas escritas en pergamino y letra del siglo XIII, las más antiguas de
España, se conservan aun, esa iglesia guarda los evocadores girones de la
bandera regalada por el vencedor de las Navas, y son los párrocos de La
Trinidad abades natos de La Caballada, tales consideraciones me parecen
interesantes para contribuir a que mi suposición merezca tenerse en cuenta.
De la antigua iglesia quizá construida
según dije por Alfonso VIII hacía 1200 queda solo el ábside románico de planta
semicircular, sin duda el más elegante de Atienza y uno de los más bellos de la
provincia. Tres ventanas rasgan el muro de bien labrados sillares y forman cada
una dos arcos en degradación, moldurados, más otro profundo que convierte la
ventana casi en una saetera; el exterior descansa sobre la media caña que
suaviza la arista viva de las jambas; los extremos del segundo arco apoyan
sobre columnillas exentas de fuste liso, pequeña basa ática y capitel exornado
con hojas de acanto, de fina labra y retorcidas volutas en los muñones; una
imposta decorada con tallos serpenteantes contornea el ábside a nivel de los
capiteles sirviéndoles de cimacio ([10])
y otra idéntica corre paralela al pie de las ventanas.
En los ábsides románicos es muy
frecuente la presencia de columnas adosadas; en el de la Trinidad aparece más
palpable ese carácter puramente decorativo pues sus cuatro columnas son casi
exentas y no llegan al pie del muro; concluyen a la altura de la imposta
interior apoyadas en pequeñas repisas bajo cuya moldura asoma la faz esculpida
de una carátula. Estas semicolumnas llegan hasta la cornisa superior, que no es
la primitiva, sino otra construida al reparar el templo en el siglo XV; faltan
los típicos canecillos, y también los capiteles de aquellas”.
Le faltó decirnos aquí, lo hizo en su “Historia de la Villa de Atienza”, que la iglesia de la Trinidad es
amazacotada, sin belleza ni mérito artístico exterior excepto el ábside
románico; pero gracias a su interior y su contenido, resulta el templo más
lindo de Atienza.
Por su parte, María Larumbe Martín y Carmen Román Pastor ([11]),
nos añaden, en cuanto a la edificación externa e interna de la iglesia:
“Se conserva exclusivamente el
ábside de planta semicircular, pues el resto fue destruido en el siglo XV, y
rehecho posteriormente en un estilo gótico tardío. Del interior de esta
cabecera nada podemos ver, pues lo impide un gran retablo barroco que lo oculta
totalmente, pero su exterior es una cuidadísima obra de cantería.
Su superficie está articulada por cuatro
columnas adosadas, con la particularidad de que no arrancan desde el suelo,
sino a media altura, apoyando en ménsulas decoradas. Esta articulación vertical
se complementa con líneas de imposta horizontales a dos alturas, que marcan el
arranque de las ventanas y el de los arcos de medio punto de las mismas. Los tres vanos son iguales, con
arquivoltas en bocelón ([12]) apeando en columnitas, y chambrana
([13]) lisa a modo de remate.
La maestría del cantero se manifiesta tanto
en la composición del ábside, como en la magnífica sillería de los muros, y en
la rica y exquisita decoración de impostas y capiteles. Estos son de gusto
clásico, al combinar motivos vegetales y volutas, mientras que en las impostas
se desarrollaron temas de abolengo hispanomusulmán, como son los tallos en
forma de roleos que van encajando palmetas de cuatro hojas en la inferior, o
temas vegetales que dibujan círculos perlados en cuyo interior surgen flores de
cuatro pétalos en la superior”.
Destruida la primitiva iglesia tras la devastación a que fue sometida
Atienza a lo largo del sitio llevado a cabo por las tropas castellanas durante
la ocupación navarra de la población primero, y por el incendio posterior
ordenado por el rey Juan II, ésta, como el resto de iglesias de Atienza debió
de quedar prácticamente arruinada, salvo, como sucedería en la mayoría de las
que hoy quedan en pie, el ábside. Volvemos a Larumbe Martín y Román Pastor,
quienes nos apuntan:
“La villa de Atienza había quedado
seriamente dañada tras el sitio puesto por Juan II y don Álvaro de Luna cuando
los navarros se encastillaron en su fortaleza. El rey castellano antes de
retirarse mandó quemar y destruir los muros y la villa de Atienza”.
Para indicarnos a continuación que la nueva iglesia de la Santísima
Trinidad se organizó de una sola nave que, con cierta seguridad en la
afirmación, pudo ser una obra iniciada en los tiempos de Enrique IV, puesto que
presenta en el primer tramo unos pilares góticos propios de esta época, al
tiempo que nos indican que es muy posible que los trabajos se interrumpieran,
algo entendible dados los avatares del reino, para continuar ya en el siglo
XVI, lo cual se reflejaría en los soportes que definen el resto de los tramos,
y en las magníficas bóvedas de crucería que cubren este espacio; y que algo más
tarde debió de hacerse el coro alto a los pies de la iglesia con su escalera de
acceso, cuya caja se manifiesta al exterior como un cuerpo independiente,
adosado al muro y tratado con pilastras.
Francisco Layna, tomando en parte algunos datos ofrecidos por los
párrocos de la villa, y en parte por las publicaciones en las que ya quedaban
algunas reseñas histórico-artísticas de Atienza, nos apunta en su Historia de
la Villa de Atienza:
“En 1537 se empezó a construir el nuevo
templo de la Trinidad, sin respetar del antiguo más que la cabecera; la
sencilla portada clasicista que resguarda un vulgar pórtico de medio punto con
su verja (hecho en 1729) corresponde a finales de aquella centuria o comienzos
de la siguiente, en la cual fue construida una torre campanera robusta y poco
airosa; en el siglo XVII añadieron al edificio varios cuerpos como la sala
capitular con el archivo del Cabildo, la sacristía y la capilla de los Ortega,
y todavía en el XVIII se alzó, pegada al muro sur junto al presbiterio, la
lindísima de la Concepción”.
Año de inicio de las obras que como vemos toma del poco creíble apunte
ofrecido por el Diccionario de Tomás Madoz a quien, como ya apuntamos, ofrece
información el anónimo clérigo de Santa María del Rey autor de la igualmente
compleja y poco fiable, en cuanto a fechas, “Breve Relación Historial de la Villa de Atienza”.
Más acorde con el inicio de las obras es el apunte de que estas obras
debieron de comenzar durante el reinado de Enrique IV, que fueron interrumpidas
durante los avatares provocados por las guerras civiles que llevaron al trono a
Isabel I y que una vez pacificado el reino, se reanudaron con el resultado que
hoy conocemos y el añadido posterior, en el siglo XVIII de la capilla de la
Inmaculada Concepción y, como nos apunta Layna, posiblemente la sala capitular
del Cabildo de Clérigos, situada sobre la sacristía y la capilla conocida como del
Cristo de los Cuatro Clavos.
El resto de la iglesia quedó en el siglo XVI
como lo conocemos en la actualidad y con sus seis altares, como se nos indica
en el Diccionario de Madoz. Seis altares o capillas correspondientes a, de derecha
a izquierda siguiendo la línea de la entrada: retablo del Sagrado Corazón de
Jesús; Capilla de la Inmaculada; Altar Mayor; Capilla hoy conocida de los
Ortega; retablo de Inocencio III; Capilla del Cristo de los Cuatro Clavos y
baptisterio o bautisterio.
José María Quesada y América Jiménez ([14]), escriben en cuanto a lo que se nos
ofrece a la mirada:
“Según consta en los libros de
fábrica del siglo XVI participaron un buen número de maestros (en la construcción),
siendo bastante prolijo enumerarlos a todos. La iglesia es gótica, de una sola
nave, con coro sobre elevado en los pies. Adosadas a los muros de la iglesia
tenemos una serie de capillas de desigual tamaño. Las bóvedas están construidas
siguiendo los esquemas compositivos de las bóvedas de nervios propias del siglo
XV y XVI, es decir, bóvedas de tercelete con arcos combados. El interior es en
cuanto a su decoración uno de los más refinados de Atienza, empezando por su
retablo mayor”.
Y, por último, Antonio Herrera Casado ([15])
“El interior del templo es de una
sola nave, dividida en tres tramos. Su bóveda es de crucería, con nervaduras
que descargan en capiteles a modo de ménsulas de tipo jónico. El alargado
presbiterio se cubre de bóveda apuntada. A los lados de la nave se abrieron en
los siglos XVI y siguientes diversas capillas”.
Y debemos estar de acuerdo con Layna Serrano en que el altar ostentoso
no desprovisto de mérito y belleza, la buena rejería del comulgatorio, la
colección de pinturas de cierto interés que cuelgan de sus paredes, la
sugestiva admiración que por varios conceptos producen algunas capillas, la
cantidad y riqueza de sus ornamentos, etc., hacen de esta iglesia de la
Trinidad un museo rico y variado dentro de la riqueza modesta correspondiente a
una villa que vive casi sólo de recuerdos y pasadas grandezas; y para que no
falte detalle, aquí se guardó el valioso y nutrido archivo del antiguo Cabildo
de Clérigos, puesto que fue su sede, como la de otras antiguas y significativas
cofradías gremiales y religiosas, entre las que cabe citarse, como más antigua,
la de Arrieros y Recueros conocida como “La Caballada” y que lleva y llevó el
nombre de la Santísima Trinidad en sus constituciones y ordenanzas; como más
curiosa la de Santa Catalina; como más piadosa, tal vez, la de la Piedad y
Benditas Ánimas; como más cerrada la Congregación del Sagrado Corazón y, como
más moderna, la de las Santas Espinas.
[1] El contino era una
especie de hombre de armas del rey. Algunos personajes de Atienza, entre ellos
el capitán comunero Juan Bravo, fueron continos reales.
[2] El Crucifijo al
que se refiere no es otro que el “Cristo de los Cuatro Clavos”, que entonces se
encontraba en esta capilla, a la que había sido trasladado desde la que lleva
su nombre, frente a la puerta de entrada, a la que regresaría en el primer
tercio del siglo XX.
[3] Guía Arqueológica
y de Turismo de la provincia de Guadalajara. Guadalajara, 1929.
[4] Hasta la década de
1960 en la que técnicos en Arte examinaron la obra, se citó a numerosos
pintores como “padres” del lienzo. Una pintura admirable que en la actualidad
se encuentra en la antigua capilla de Santa Lucía, del Museo de San Bartolomé.
[5] El citado Cristo
de los Cuatro Clavos, que ya había sido trasladado a la capilla. Entre la
crónica de Juan Catalina García y la obra de Sainz de Baranda y Cordavias
habrían pasado cerca de 20 años.
[6] Actualmente en el
Museo de San Gil.
[7] Observemos que, a
pesar de lo erróneo de la data, el resto de autores, hasta la llegada de Marco
Martínez y su obra en torno al retablo barroco en el obispado de Sigüenza,
copiarán texto de ésta entrada.
[8] La arquitectura
románica en Guadalajara. Madrid, 1935.
[9] Observemos en esta
fecha otro dato curioso: Entonces se daba a este año como el del rescate por
los arrieros de Atienza del Rey Niño Alfonso VIII; posteriormente se cambió la
fecha a 1163 y después a 1162, sin que exista constancia cierta de en qué año sucedió.
En el libro “La Caballada de Atienza paso a paso, guía para conocerla y
entenderla”, ofrecemos la explicación de por qué se adoptó el año de 1162 como
origen de los actos que conmemora La Caballada. A pesar de las múltiples
incongruencias en torno a ello. En el pasado año 2012, mientras la cofradía
trataba de celebrar con toda pompa el 850 aniversario de los actos, sus
pasquines recogían que se originó en 1163.
[10] Moldura curva en
forma de S.
[11] Arquitectura y
Urbanismo en la provincial de Guadalajara: Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha. Toledo 2004.
[12] Moldura.
[13] Moldura de adorno.
[15] Museo de Arte
Religioso y de La Caballada en la iglesia románica de la Santísima Trinidad.
Folleto explicativo con motivo de la apertura del Museo. Guadalajara 2003.
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