domingo, marzo 12, 2017

ATIENZA: LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD





ATIENZA:
LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Tomás Gismera Velasco


 Decir que la iglesia de la Santísima Trinidad es una de las más antiguas de Atienza, en sus orígenes, sería repetir lo ya escrito en torno al resto de iglesias de Atienza, puesto que la inmensa mayoría de ellas se levantaron en los dos siglos siguientes a la reconquista; esto es, entre los siglos XII y XIII. Interpretar entre cuál de ellas se situó, de las catorce o quince con que llegó a contar Atienza sería ya tarea imposible de descifrar puesto que libradas las dos o tres primeras, Santa María del Rey, Santa María del Val y quizá San Bartolomé, del resto no se tiene la más ligera noticia en cuanto a su antigüedad.




   No debió de estar, la de la Santísima Trinidad, entre las primeras que alzaron sus torres en torno al castillo puesto que otras con nombres más sonantes se aproximaron a la fortaleza, y sus clérigos al obispado.

   La iglesia en sí, que nació románica, no conserva de su primer periodo más que el ábside, una de las mejores piezas de la comarca y quizá de Atienza, rivalizando con el de San Gil:

   “Pertenece en su origen al siglo XII, pero sólo conserva de esta época íntegro un hermoso ábside de planta semicircular y el cuerpo paralelogrómico de la capilla mayor que remata con dicho ábside. Pero el resto de la construcción ha sufrido muchas restauraciones, sobre todo en el siglo XVI. Dicha parte antigua, románica, es sobria y elegante. Las tres ventanas que se ven desde el exterior son de arco de medio punto con archivolta de cabezas de clavo esculpidas en ella como único adorno y se apoya cada arco en dos columnillas de capitel de follaje”.

   La sencilla descripción de quien fuese cronista provincial, Juan Catalina García López, cuyas líneas son las más antiguas que conocemos, al margen de las anotaciones dejadas por el impreciso clérigo de Santa María del Rey en su “Breve Relación Historial de la Villa de Atienza”, tan mentada y extractada, fueron pilar sobre el que se sustentaron otras fuentes; las breves líneas de Toribio Minguella; las de Julio de la Llana o Francisco Layna, que han dado pie a cuantas interpretaciones han surgido con posterioridad.

   La descripción, no obstante, de Juan Catalina García, nos deja, a pesar de todo, una incógnita difícil de resolver. ¿Qué no vio nuestro cronista en la parroquia de la Santísima Trinidad para, pudiendo habernos legado una descripción más completa y acertada, nos dejó apenas unas líneas?:

   Tiene sencilla portada del renacimiento al mediodía y otra más sencilla aún y de la misma época al occidente.
   El interior consta de una sola nave. Bien revela que fue construida en principios del XVI con unas bóvedas combadas de ramaje de nervaduras o aristones.
   Poco ofrece de particular el interior para el arte. Los retablos pertenecen al churriguerismo o al periodo siguiente. Los cuadros e imágenes que los adornan tampoco merecen gran estimación.
   En el lado del Evangelio se abre una capilla con copulilla y enfrente otra más pequeña también con copulilla de casquete esférico. Aquella fue fundada por Juan de Ribera, según dice una lauda sepulcral del pavimento del tenor siguiente: Aquí está sepultado Juan de Ribera, contino ([1]) de la Casa del Rey Don Felipe II y primero fundador desta capilla. Falleció a 28 de septiembre de 1605. Se adora en ella un crucifijo de madera que quizá sea del siglo XIV ([2]).





    Próxima a esta capilla y separada de ella por la sacristía está la capilla de las veneradas Santas Espinas cuya historia es curiosa. Tampoco ofrece nada de particular sino la portada del renacimiento con labores del gusto de Berruguete o italiano. Por esta capilla se entra a la sala capitular y otras dependencias del antiguo cabildo de clérigos de Atienza. Allí hay un armario donde parece que está el archivo del cabildo. A pesar de mis deseos no pude verle porque no pareció la llave. Muchos documentos de este archivo estaban fuera y por eso pude verlos y extractar los de más interés.
   En esta iglesia hay una pila bautismal semejante a las de San Gil y San Bartolomé.
   La torre, muy robusta, es antigua, aunque reformada. En los paramentos de la escalera de caracol hay algunas marcas de canteros”.

   Algo más completa, y no menos confusa, es la descripción que se nos ofrece a través de la pluma de Julio García Sainz de Baranda y Luis Cordavias ([3]):

   “La de la Santísima Trinidad (la iglesia), tiene un ábside románico de la misma factura y siglo que el anterior (San Gil); su portada es renacentista muy sencilla, su interior ojival de fines del siglo XV. Está muy bien decorada; su altar mayor es de fines del siglo XVII y su tras altar está adornado con pinturas descollando entre ellas cinco hermosos cuadros de la escuela de Rubens, alguno deteriorado.
   En una de las paredes de la iglesia, colgado, se halla un cuadro de la Crucifixión de San Pablo de Ribera ([4]). Frente a la puerta de entrada está la Capilla de las Santas Espinas, con portada renacentista y reja de hierro forjado de muy buena composición y ejecución; en ella, además de estas preciadas reliquias, existe un soberbio Cristo del siglo XIV del tipo que llaman Majestad ([5]), y en la Sacristía un tríptico de marfil quizá de principios del siglo XVI y un cuadro de la Dolorosa ([6]) encristalado, de escuela italiana, que recuerda a la escuela de Vinci”.

   Anterior a este, y en la línea de Catalina García, quedan las breves líneas del obispo Minguella para su Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus obispos:

   El templo de la Santísima Trinidad es de los más antiguos, aunque está renovado en el interior. En una de sus capillas se veneran hoy dos espinas de la Corona del Señor…”

   Nuestro ya citado clérigo de Santa María del Rey, en las páginas del Diccionario de Tomás Madoz, dejó anotado:

   Sita en la parte superior de la  población, al sur del castillo, se ignora la fecha en que fue fundada, si bien conforme a un asiento o nota que hay en el archivo de la parroquia de San Juan parece que fue construida en 1537 ([7]). Es un hermoso edificio de piedra de sillería cercado de un gran atrio, y con una fuerte y elevada torre en la parte occidental; tiene dos portadas, una al sur con verjas de hierro y la otra hacía el O.; su extensión interior es de 114 pies de largo, 30 de ancho y 35 de altura; consta de una sola nave sostenida por arcos de piedra en forma de ramos, en que figuran distintas cruces, descansando los arcos sobre 10 columnas cilíndricas metidas entre las paredes;  y contigua a la set., (sacristía), se halla la sala donde el cabildo eclesiástico celebra sus sesiones y conserva su archivo; contiene 6 altares, 3 capillas, buena sacristía y un suntuoso coro para su órgano; facilitan el paso para las capillas arcos practicados en la pared del templo y en una de aquellas se conserva la reliquia de espinas de la corona de Jesucristo, que fueron trasladadas a ella después de la supresión del convento de San Francisco donde antes existían desde el 24 de diciembre de 1402 que las entregó a los frailes don Pedro de Rojas, marqués de Lanzarote bajo ciertas condiciones aprobadas después por el general de la Orden; el coro de que se ha hecho mérito está en la parte inferior de la iglesia sobre un soberbio arco de piedra de sillería con balaustrada de piedra y asientos de nogal; en las paredes de la iglesia hay buenas pinturas en lienzo, sobresaliendo entre ellas la que representa el martirio de San Pedro”.





   Francisco Layna ([8]) será quien con mayor detalle nos presente esta iglesia que, conforme fue avanzando el siglo XX, y el conocimiento en torno a ella, terminó considerándose como “un pequeño museo”. Detalle no obstante que continuará pareciéndonos escaso en su primera publicación:

   Incluida en el actual casco de la decaída Atienza, es esta parroquia la más linda, la mejor cuidada y la más interesante desde el punto de vista artístico de las iglesias con que cuenta todavía la histórica villa. ¿Cuál es su data? Cuando el año 1159 ([9]) los recueros de Atienza salvaron heroicamente a Alfonso VIII siendo niño, librándole de su tío Fernando II de León, que al querer encargarse de su tutela pretendía dominar Castilla, para conmemorar suceso tan honroso instituyeron una cofradía bajo la advocación de la Santísima Trinidad, hoy todavía subsistente con el nombre popular de La Caballada; el monarca como Hermano Mayor concedió a la cofradía el uso de una bandera aunque esta constituía un privilegio de los institutos armados.
   Es natural que existiera por aquel entonces un templo cuya advocación tomaron los recueros para su hermandad; pero ¿se trata del que ha llegado a nuestros días? Supongo que no. La iglesia corresponde por los elementos románicos que conserva a finales del siglo XII; hasta casi puede afirmarse comparándolos con los de Campisábalos que fue alzada casi al mismo tiempo que ésta última parroquia, quizá algo después y por los mismos alarifes.
   Alfonso VIII distinguió a Atienza muchísimo, la concedió un fuero especial, la visitó muchas veces y hasta hizo que su esposa Doña Leonor de Inglaterra permaneciera no poco tiempo en la villa el año 1200 para vigilar la construcción de la nueva muralla de cintura que abarcó los populosos arrabales surgidos a compás del crecimiento progresivo de la villa realenga; el mismo monarca otorgó a la cofradía de los recueros sucesivos privilegios y numerosas franquicias.
   ¿Resultará insensato atribuir a la liberalidad del monarca y a la religiosidad de su consorte la erección o reconstrucción de la iglesia de la Trinidad?
   Desde que se fundó la cofradía cuyas ordenanzas escritas en pergamino y letra del siglo XIII, las más antiguas de España, se conservan aun, esa iglesia guarda los evocadores girones de la bandera regalada por el vencedor de las Navas, y son los párrocos de La Trinidad abades natos de La Caballada, tales consideraciones me parecen interesantes para contribuir a que mi suposición merezca tenerse en cuenta.
      De la antigua iglesia quizá construida según dije por Alfonso VIII hacía 1200 queda solo el ábside románico de planta semicircular, sin duda el más elegante de Atienza y uno de los más bellos de la provincia. Tres ventanas rasgan el muro de bien labrados sillares y forman cada una dos arcos en degradación, moldurados, más otro profundo que convierte la ventana casi en una saetera; el exterior descansa sobre la media caña que suaviza la arista viva de las jambas; los extremos del segundo arco apoyan sobre columnillas exentas de fuste liso, pequeña basa ática y capitel exornado con hojas de acanto, de fina labra y retorcidas volutas en los muñones; una imposta decorada con tallos serpenteantes contornea el ábside a nivel de los capiteles sirviéndoles de cimacio ([10]) y otra idéntica corre paralela al pie de las ventanas.
 
    En los ábsides románicos es muy frecuente la presencia de columnas adosadas; en el de la Trinidad aparece más palpable ese carácter puramente decorativo pues sus cuatro columnas son casi exentas y no llegan al pie del muro; concluyen a la altura de la imposta interior apoyadas en pequeñas repisas bajo cuya moldura asoma la faz esculpida de una carátula. Estas semicolumnas llegan hasta la cornisa superior, que no es la primitiva, sino otra construida al reparar el templo en el siglo XV; faltan los típicos canecillos, y también los capiteles de aquellas”.

   Le faltó decirnos aquí, lo hizo en su “Historia de la Villa de Atienza”, que la iglesia de la Trinidad es amazacotada, sin belleza ni mérito artístico exterior excepto el ábside románico; pero gracias a su interior y su contenido, resulta el templo más lindo de Atienza.

   Por su parte, María Larumbe Martín y Carmen Román Pastor ([11]), nos añaden, en cuanto a la edificación externa e interna de la iglesia:
  
   Se conserva exclusivamente el ábside de planta semicircular, pues el resto fue destruido en el siglo XV, y rehecho posteriormente en un estilo gótico tardío. Del interior de esta cabecera nada podemos ver, pues lo impide un gran retablo barroco que lo oculta totalmente, pero su exterior es una cuidadísima obra de cantería.
   Su superficie está articulada por cuatro columnas adosadas, con la particularidad de que no arrancan desde el suelo, sino a media altura, apoyando en ménsulas decoradas. Esta articulación vertical se complementa con líneas de imposta horizontales a dos alturas, que marcan el arranque de las ventanas y el de los arcos de medio punto de  las mismas. Los tres vanos son iguales, con arquivoltas en bocelón ([12]) apeando en columnitas, y chambrana ([13]) lisa a modo de remate.
   La maestría del cantero se manifiesta tanto en la composición del ábside, como en la magnífica sillería de los muros, y en la rica y exquisita decoración de impostas y capiteles. Estos son de gusto clásico, al combinar motivos vegetales y volutas, mientras que en las impostas se desarrollaron temas de abolengo hispanomusulmán, como son los tallos en forma de roleos que van encajando palmetas de cuatro hojas en la inferior, o temas vegetales que dibujan círculos perlados en cuyo interior surgen flores de cuatro pétalos en la superior”.

   Destruida la primitiva iglesia tras la devastación a que fue sometida Atienza a lo largo del sitio llevado a cabo por las tropas castellanas durante la ocupación navarra de la población primero, y por el incendio posterior ordenado por el rey Juan II, ésta, como el resto de iglesias de Atienza debió de quedar prácticamente arruinada, salvo, como sucedería en la mayoría de las que hoy quedan en pie, el ábside.  Volvemos a Larumbe Martín y Román Pastor, quienes nos apuntan:

   “La villa de Atienza había quedado seriamente dañada tras el sitio puesto por Juan II y don Álvaro de Luna cuando los navarros se encastillaron en su fortaleza. El rey castellano antes de retirarse mandó quemar y destruir los muros y la villa de Atienza”.

   Para indicarnos a continuación que la nueva iglesia de la Santísima Trinidad se organizó de una sola nave que, con cierta seguridad en la afirmación, pudo ser una obra iniciada en los tiempos de Enrique IV, puesto que presenta en el primer tramo unos pilares góticos propios de esta época, al tiempo que nos indican que es muy posible que los trabajos se interrumpieran, algo entendible dados los avatares del reino, para continuar ya en el siglo XVI, lo cual se reflejaría en los soportes que definen el resto de los tramos, y en las magníficas bóvedas de crucería que cubren este espacio; y que algo más tarde debió de hacerse el coro alto a los pies de la iglesia con su escalera de acceso, cuya caja se manifiesta al exterior como un cuerpo independiente, adosado al muro y tratado con pilastras.

   Francisco Layna, tomando en parte algunos datos ofrecidos por los párrocos de la villa, y en parte por las publicaciones en las que ya quedaban algunas reseñas histórico-artísticas de Atienza, nos apunta en su Historia de la Villa de Atienza:

   “En 1537 se empezó a construir el nuevo templo de la Trinidad, sin respetar del antiguo más que la cabecera; la sencilla portada clasicista que resguarda un vulgar pórtico de medio punto con su verja (hecho en 1729) corresponde a finales de aquella centuria o comienzos de la siguiente, en la cual fue construida una torre campanera robusta y poco airosa; en el siglo XVII añadieron al edificio varios cuerpos como la sala capitular con el archivo del Cabildo, la sacristía y la capilla de los Ortega, y todavía en el XVIII se alzó, pegada al muro sur junto al presbiterio, la lindísima de la Concepción”.

   Año de inicio de las obras que como vemos toma del poco creíble apunte ofrecido por el Diccionario de Tomás Madoz a quien, como ya apuntamos, ofrece información el anónimo clérigo de Santa María del Rey autor de la igualmente compleja y poco fiable, en cuanto a fechas, “Breve Relación Historial de la Villa de Atienza”.

   Más acorde con el inicio de las obras es el apunte de que estas obras debieron de comenzar durante el reinado de Enrique IV, que fueron interrumpidas durante los avatares provocados por las guerras civiles que llevaron al trono a Isabel I y que una vez pacificado el reino, se reanudaron con el resultado que hoy conocemos y el añadido posterior, en el siglo XVIII de la capilla de la Inmaculada Concepción y, como nos apunta Layna, posiblemente la sala capitular del Cabildo de Clérigos, situada sobre la sacristía y la capilla conocida como del Cristo de los Cuatro Clavos.

  El resto de la iglesia quedó en el siglo XVI como lo conocemos en la actualidad y con sus seis altares, como se nos indica en el Diccionario de Madoz. Seis altares o capillas correspondientes a, de derecha a izquierda siguiendo la línea de la entrada: retablo del Sagrado Corazón de Jesús; Capilla de la Inmaculada; Altar Mayor; Capilla hoy conocida de los Ortega; retablo de Inocencio III; Capilla del Cristo de los Cuatro Clavos y baptisterio o bautisterio.





   José María Quesada y América Jiménez ([14]), escriben en cuanto a lo que se nos ofrece a la mirada:

   Según consta en los libros de fábrica del siglo XVI participaron un buen número de maestros (en la construcción), siendo bastante prolijo enumerarlos a todos. La iglesia es gótica, de una sola nave, con coro sobre elevado en los pies. Adosadas a los muros de la iglesia tenemos una serie de capillas de desigual tamaño. Las bóvedas están construidas siguiendo los esquemas compositivos de las bóvedas de nervios propias del siglo XV y XVI, es decir, bóvedas de tercelete con arcos combados. El interior es en cuanto a su decoración uno de los más refinados de Atienza, empezando por su retablo mayor”.

   Y, por último, Antonio Herrera Casado ([15])
   
   El interior del templo es de una sola nave, dividida en tres tramos. Su bóveda es de crucería, con nervaduras que descargan en capiteles a modo de ménsulas de tipo jónico. El alargado presbiterio se cubre de bóveda apuntada. A los lados de la nave se abrieron en los siglos XVI y siguientes diversas capillas”.

   Y debemos estar de acuerdo con Layna Serrano en que el altar ostentoso no desprovisto de mérito y belleza, la buena rejería del comulgatorio, la colección de pinturas de cierto interés que cuelgan de sus paredes, la sugestiva admiración que por varios conceptos producen algunas capillas, la cantidad y riqueza de sus ornamentos, etc., hacen de esta iglesia de la Trinidad un museo rico y variado dentro de la riqueza modesta correspondiente a una villa que vive casi sólo de recuerdos y pasadas grandezas; y para que no falte detalle, aquí se guardó el valioso y nutrido archivo del antiguo Cabildo de Clérigos, puesto que fue su sede, como la de otras antiguas y significativas cofradías gremiales y religiosas, entre las que cabe citarse, como más antigua, la de Arrieros y Recueros conocida como “La Caballada” y que lleva y llevó el nombre de la Santísima Trinidad en sus constituciones y ordenanzas; como más curiosa la de Santa Catalina; como más piadosa, tal vez, la de la Piedad y Benditas Ánimas; como más cerrada la Congregación del Sagrado Corazón y, como más moderna, la de las Santas Espinas.


[1] El contino era una especie de hombre de armas del rey. Algunos personajes de Atienza, entre ellos el capitán comunero Juan Bravo, fueron continos reales.
[2] El Crucifijo al que se refiere no es otro que el “Cristo de los Cuatro Clavos”, que entonces se encontraba en esta capilla, a la que había sido trasladado desde la que lleva su nombre, frente a la puerta de entrada, a la que regresaría en el primer tercio del siglo XX.
[3] Guía Arqueológica y de Turismo de la provincia de Guadalajara. Guadalajara, 1929.
[4] Hasta la década de 1960 en la que técnicos en Arte examinaron la obra, se citó a numerosos pintores como “padres” del lienzo. Una pintura admirable que en la actualidad se encuentra en la antigua capilla de Santa Lucía, del Museo de San Bartolomé.
[5] El citado Cristo de los Cuatro Clavos, que ya había sido trasladado a la capilla. Entre la crónica de Juan Catalina García y la obra de Sainz de Baranda y Cordavias habrían pasado cerca de 20 años.
[6] Actualmente en el Museo de San Gil.
[7] Observemos que, a pesar de lo erróneo de la data, el resto de autores, hasta la llegada de Marco Martínez y su obra en torno al retablo barroco en el obispado de Sigüenza, copiarán texto de ésta entrada.
[8] La arquitectura románica en Guadalajara. Madrid, 1935.
[9] Observemos en esta fecha otro dato curioso: Entonces se daba a este año como el del rescate por los arrieros de Atienza del Rey Niño Alfonso VIII; posteriormente se cambió la fecha a 1163 y después a 1162, sin que exista constancia cierta de en qué año sucedió. En el libro “La Caballada de Atienza paso a paso, guía para conocerla y entenderla”, ofrecemos la explicación de por qué se adoptó el año de 1162 como origen de los actos que conmemora La Caballada. A pesar de las múltiples incongruencias en torno a ello. En el pasado año 2012, mientras la cofradía trataba de celebrar con toda pompa el 850 aniversario de los actos, sus pasquines recogían que se originó en 1163.
[10] Moldura curva en forma de S.
[11] Arquitectura y Urbanismo en la provincial de Guadalajara: Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo 2004.
[12] Moldura.
[13] Moldura de adorno.
[14] El Arte en Atienza.
[15] Museo de Arte Religioso y de La Caballada en la iglesia románica de la Santísima Trinidad. Folleto explicativo con motivo de la apertura del Museo. Guadalajara 2003.

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