sábado, agosto 21, 2021

FERMÍN SANTOS ALCALDE

 FERMÍN SANTOS ALCALDE
El pintor de las Alcarrias, y cronista artístico de Sigüenza


   Mucho antes de que su obra fuese admirada en el conjunto de España, a Fermín Santos Alcalde lo reconocieron, como pintor universal, los hombres de la cultura de Guadalajara. Incluso el gran poeta de la Alcarria, José Antonio Ochaíta le dedicó unos versos en su “Voz de Angustia por la Alcarria”.


 

   Un poema a través del cual desfilan todos aquellos hombres que han dejado su nombre grabado en la cultura provincial, cuando la Alcarria, sus pueblos, comenzaban a experimentar aquello que entonces se llamaba emigración y han convertido a muchos de sus pueblos en parte de la hoy llamada “España vaciada”. Así pues, era un poema lleno de tristezas que el poeta jadraqueño declamó el 6 de diciembre de 1950 a los postres de una llamada “comilona”, que los alcarreños ya residentes en Madrid, el Gobierno Alcarreño en el exilio, lo designaron algunas autoridades provinciales, dedicaban a quien acababa de obtener un sonoro éxito pictórico en el llamado “Salón de Otoño”, de Madrid. La “comilona”, por supuesto, llevaba aromas alcarreños de pintura, comenzando por los entremeses, alcarreños; de primero: judías al óleo con cerdo y longaniza; de segundo: magras al temple con patatas de Yunquera; todo regado con vino de Illana, acompañado con miel de la Alcarria, nueces y frutas alcarreñas… Sí, también hubo aguardiente de Morillejo que llevó bajo el brazo don Antonio Aragonés Subero.

 

Un pintor, en sus comienzos

   Se celebró en la cafetería La Mezquita de la plaza de Alonso Martínez, de Madrid, y estuvo organizada por Sinforiano García Sanz con la colaboración de don José Sanz y Díaz y unos cuantos exiliados más. La lista de asistentes se completaba con la mayoría de quienes, tres años atrás, fundaron la tertulia “La Colmena”, que trataba de dar un aire de renovación a la cultura de Guadalajara. Entre los asistentes no podían faltar Francisco Layna; Claro Abánades, Alfredo Juderías, Isidoro Montiel, Castillo de Lucas… y un ciento más. Curiosamente, las autoridades provinciales declinaron la invitación. Don Juan Casas, Gobernador civil, por la hora en que terminaría; D. Enrique Fluiters, Alcalde de la capital, porque ese día había pleno en el Ayuntamiento; D. Felipe Solano, Presidente de la Diputación, no respondió; y D. Saturnino Santos, primer edil de Gualda, por circunstancias especiales.

   Claro, el homenajeado era don Fermín Santos Alcalde, un pintor guadalajareño, de Gualda, de treinta y nueve años a la sazón, y que había nacido a la pintura por devoción propia y en contra de la voluntad de su padre, que siempre quiso que terminase unos estudios y encontrase a través de ellos una buena posición económica. Nada ajeno a lo que cualquier padre desearía para los hijos.


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   En cambio Fermín Santos Alcalde, hijo de don Francisco Santos y doña Tomasa Alcalde, quería ser pintor; desde la más tierna infancia; incluso cuando sus padres emigraron a Madrid y el chiquillo apenas levantaba cuatro palmos del suelo. Se aposentaron en uno de aquellos pueblos-barrio de un Madrid en expansión, Tetuán de las Victorias, el barrio que se comió Chamartín de la Rosa y homenajeaba a aquella victoria en la que generales de la talla de Prim y O`Donell se laurearon frente a las tropas de Mohammed IV, Sultán de Marruecos.

   La de Fermín Santos Alcalde, hasta entonces, también fue una guerra, contra las circunstancias. Pero pudo más la pasión por los pinceles que las trabas que le impuso la vida. Su pasión por la pintura le llevó a compaginar trabajo de mozo de recados, y estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Y sobreponerse a las circunstancias de que la Diputación provincial, a su petición de ayuda, entonces la Diputación provincial convocaba becas de ayuda, lo pusiese en la lista de espera; el 3 de febrero de 1936 respondieron a su petición diciéndose que hace usted el número 9 de los aspirantes a bolsas de estudios y que automáticamente, cuando le corresponda por turno de vacantes, se le incluirá en nómina.

   Ni siquiera sus profesores de la Escuela de Pintura lograron saltar la barrera de la aparente indiferencia provincial, porque un par de meses después les respondieron lo mismo: a los profesores de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, que interesan la concesión de ayuda oficial al alumno Fermín Santos Alcalde, por creerlo acreedor a ella, que próximo a terminar el curso escolar, procurará en momento oportuno esta Corporación resolver sobre las becas y bolsas que resulten vacantes y tendrá en cuenta el informe de los mismos.

   El informe de la Escuela de Pintura lo firmaba don Marceliano Santamaría, uno de los más prestigiosos pintores de aquellos años; junto a Daniel Vázquez Díaz y unos cuantos más de esos nombres sonoros que hoy se escuchan en los museos.

 

De tales maestros, tal alumno

   Aquel año ya sabemos lo que sucedió. Un año que se multiplicó por tres, y al final sí; al final don Fermín Santos Alcalde sí que tuvo el patrocinio de la Diputación provincial de Guadalajara. En 1941 ya recibía, para ayuda de estudios, 2.000 pesetas; que al año siguiente se aumentaron a 3.000 y se prolongaron a lo largo de 1943, y continuaron hasta 1946, cuando el pintor de Gualda comenzó a darse a conocer en Madrid; a ganar premios y ser admirada su prometedora pintura. Entonces pintaba calles y plazas de Madrid y paisajes de Guadalajara, que le hicieron ganar ese último año el primer premio de la Exposición provincial de Guadalajara; cuando en Guadalajara comenzaban a sonar pintores como Regino Pradillo o Carlos Santiesteban; y en la pintura de Fermín Santos comenzaban a apreciarse los tenebrismos de Gutiérrez Solana, con los colores de Vázquez Díaz y el perfeccionamiento del burgalés universal, Santamaría. Entonces comenzaron los éxitos, unidos al mucho trabajo y una dedicación permanente, a Guadalajara y la Alcarria.

 

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   Se dedicó, Fermín Santos, a pintar la Alcarria; a pintar Jadraque por los cuatro costados; a retratar Sigüenza, a la que descubrió por casualidad y en la ciudad quiso ser uno más, de abajo arriba y desde todos los ángulos, hasta llegar a escribirse de él que: “Los cuadros de Fermín Santos han hecho famosa la ciudad de Sigüenza, fuera del ámbito provincial”. Y se le llegó a considerar “heredero del Goya de los desastres, con especial predilección por temas como los aquelarres, interiores de iglesias y las costumbres populares”.

 

El Cronista Artístico, de una ciudad inmortal

   Con razón Sigüenza lo nombró “Hijo Adoptivo” de la ciudad en la que residió, en la calle de San Roque número 13, por espacio de 60 años; y lo nombró “Cronista Artístico de la Ciudad”; porque hay pueblos y ciudades que son agradecidos con quienes las escriben, pintan y promocionan.

 

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   Contrajo matrimonio, suele ocurrir, con una pintora, Tomasa Viana Mayoral; y fueron padres de pintores; todos ellos se convirtieron en símbolos de la pintura Guadalajareña del siglo XX.

   Fermín Santos, ya don Fermín, se quedó a vivir para siempre en Sigüenza; el 29 de noviembre de 1997 entró definitivamente en la historia de los mitos; ochenta y ocho años después de su nacimiento, en Gualda, ya está dicho, el 18 de agosto de 1909.

   Su muerte trastocó la vida seguntina, y su entierro en la ciudad dejó que se sintiese en el ambiente el cariño que, en toda la provincia, se había ganado. Camino del cementerio desfilaron los paisajes alcarreños; los de su admirada Atienza; los tenebrosos de Jadraque; los paisajes lirondos y mondos que cantase Ochaíta; Sigüenza… Su dedicación a aquella Casa de Guadalajara en Madrid, para la que dibujó las cabeceras de sus artículos… Y las autoridades todas de Guadalajara, lo homenajearon.

   Aquel día, en el que Fermín Santos recibía el homenaje de los guadalajareños de Madrid, a Fermín Santos le creció su amor patrio, escuchando lo que Ochaíta cantaba; que la Alcarria, que Guadalajara, mientras Fermín la pintase, no se podía morir.

   Y así fue. La Alcarria, Guadalajara, a través de su pintura es, al día de hoy, como Fermín, como Ochaíta, como Layna, como tantos nombres más, eternidad.

   ¡Anda, Fermín!... Pinta y pinta la tierra nuestra, que es tuya. … ¡No dejes que se destruya, que aún puede quedar encinta! Dala igual, que no es distinta, con su divino latir, con el constante fenir de sus venas inextintas… ¡Anda, Fermín, que si pintas, no se nos puede morir!

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria, Guadalajara, 20 de agosto de 2021

 


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