viernes, septiembre 18, 2020

LA OBRA DE LUCAS GONZÁLEZ DE MIEDES

LA OBRA DE LUCAS GONZÁLEZ DE MIEDES
Un benefactor en la Serranía de Atienza



   Si de algo ha podido presumir la Serranía de Atienza en el transcurso de su historia es de haber tenido entre sus naturales a gentes de gran talante que alcanzado el éxito en su profesión, dedicaron una parte de su vida, o de su fortuna cuando la lograron, a los demás. En el deseo de que, como  quienes alcanzaron el éxito, pudiesen lograrlo quienes no disponían de medios para iniciar el largo y en ocasiones tortuoso camino.



   Es por ello que no es infrecuente encontrarnos por las poblaciones aledañas a la villa castillera, con memorias y becas fundadas siglos atrás en poblaciones como Hijes, Ujados, Miedes, Campisábalos, Albendiego o Somolinos. Pueblos hoy que se quedaron a la vera del camino en aquello de conservar a sus habitantes, pues pertenecen a esa parte de la España vaciada tan en boga en nuestros días. Pueblos en los que gobierna el silencio y reina la despoblación.

   Miedes, hoy de Atienza y antes de Pela –por la sierra de su nombre-, fue hasta no hace demasiados años una de las poblaciones más representativas de la comarca serrana que por algún tiempo trató incluso de arrebatar protagonismo a la villa por excelencia de la comarca, Atienza. Uno de sus naturales, queriéndolo situar al mismo nivel que las grandes poblaciones provinciales, logró que fuese, aunque únicamente por unos cuantos meses, cabeza del partido judicial, quitándole la honra a Atienza. Quien lo logró fue uno de los muchos hidalgotes de la localidad, don José María de Beladíez (o Veladíez, que tanto da).

   Y es que, en Miedes, tuvieron su origen y se conservan sus hidalgos caserones; la sombra de los Beladíez se alargó por toda la provincia, más allá de Atienza, donde también levantaron palacete señorial.





   Miedes era entonces, desde los siglos XIV o XV, población de cierta entidad, convertida en cabeza de extenso señorío que se integró con el pasar del tiempo en el ducado del Infantado, luego de pertenecer a los López de Oroz y pasar por el ducado de Medinaceli.

   Su riqueza, centrada en la ganadería, propició que sus hidalgos se convirtiesen en personajes distinguidos dentro y fuera de la provincia, y que alguno de ellos continuase la labor emprendida por quienes trataron de favorecer a sus paisanos.

   Una cátedra de latinidad y gramática fundó en 1601 don Francisco Somolinos, en aquellos años cura párroco de su iglesia. Cátedra que llegó hasta los  primeros decenios del siglo XX, y fue la encargada de costear los jornales de los sucesivos maestros de la población; e igualmente llegó hasta avanzado el siglo XX la obra pía de don Pedro Montero, que todos los años costeaba los estudios, o aportaba una cantidad a modo de beca, a un estudiante destacado de la población, para acceder a estudios superiores. A ella podía acceder cualquier hombre varón, en edad de estudiar, de cualquiera de los dos pueblos en los que don Pedro Montero tuvo familiares, Miedes, Hijes y Ujados, pudiendo opositar a la cantidad asignada simplemente con solicitarlo en la Secretaria del Ayuntamiento de Miedes acompañando, claro está, toda una serie de documentos acreditativos de su naturaleza y estado.

   Hubo otras memorias y fundaciones, como la de Don Domingo Aparicio, para la que había un Patronazgo y Administrador de tierras, con cuyo fruto se debería dotar a dos mujeres del pueblo para que pudiesen casarse. A condición de que fuesen huérfanas de padre o madre


La fundación de Lucas González
   Otro de aquellos mecenas para los estudios de sus paisanos fue Lucas González, quien por su nacimiento en la localidad adoptó como segundo apellido el “Miedes” de su origen, por lo que ha pasado a la historia como Lucas González de Miedes. Siendo quizá uno de los hombres que más influyó en el siglo XVII para que sus paisanos accediesen a la cultura. No sólo los naturales de Miedes, también los de los pueblos aledaños, desde Hijes y Ujados, por cercanía, a Galve o Cantalojas, que sin ser en aquellos tiempos parte de la tierra de Guadalajara, algo debían de tener de familiaridad con nuestro hombre para permitir que alguno de sus naturales accediese al estudio gracias a su obra.

   Racionero de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla, donde pasó la mayor parte de su vida, falleció y fue sepultado, Lucas González de Miedes fundó y dotó en 1599, en Alcalá de Henares, el Colegio Menor de las Santas Justa y Rufina, para que en él estudiasen los hijos de su villa y de aquellos pueblos sobre los que tenía alguna jurisdicción.

   No es mucho lo que se conoce en torno a los orígenes, formación y estudios de Lucas González, apuntándonos en la reciente obra que hace unos años se publicó en torno al Colegio de las Santas Justa y Rufina de Alcalá de Henares, fruto de su fundación, que: “Junto a su nombre aparece siempre el título de Licenciado, grado que sin duda no adquirió ni en la Universidad de Alcalá, ni en la de Sigüenza, ni en Bolonia, pero tampoco tenemos la certeza de que lo hiciese en la Universidad de Sevilla, eso sí, a esta última Universidad se alude en las Constituciones del Colegio de las Santas Justa y Rufina, ya que en ellas se cita literalmente el colegio sevillano “Maestro Rodrigo” como modelo a seguir en su vestimenta por los nuevos “rufinos”. Por tanto sólo sabemos que el fundador pudo estudiar y obtener ese grado de Licenciado en el Colegio Maese Rodrigo, como era conocido el Colegio de Santa María de Jesús de la Universidad de Sevilla”.

   Más, si no se conocen demasiados datos en torno a su origen, sí que se sabe el lugar en el que reposan sus restos, que se encuentran en la catedral de Sevilla, delante de la capilla de la Estrella.
   El Colegio se funda a partir de las cláusulas testamentarias dictadas en Sevilla el 9 de junio de 1599:







   “E cumplido e pagado este mi testamento y las mandas y legados en él contenidas, dejo e nombro por mi heredero universal… se dote a un colegio para estudiar que yo desde luego fundo e instituyo para después de los días de mi vida en la villa de Alcalá de Henares… el cual se nombra e intitula de las vírgenes santas Justa y Rufina, mis patronas…”

   Un colegio al que debían de tener acceso, por encima de otros posibles estudiantes, y como solía ser costumbre, sus parientes en primer lugar, después sus paisanos, más tarde, el resto:

   y es mi voluntad que sean llamados a las dichas colegiaturas mis parientes, prefiriendo siempre el más cercano, y en falta de parientes se prefieran siempre los naturales de la villa de Miedes…” Tras los naturales de la villa de Miedes, el resto de estudiantes de los pueblos vecinos, hasta completar el cupo.

   El primer colegial, según ordena igualmente de su testamento, habría de ser su sobrino Juan Martínez, al que dejó los bienes de una capellanía que fundó por aquellas mismas fechas en Miedes con diecisiete mil maravedíes de capital, ordenando además que para ayuda de sus estudios, y de la administración de sus bienes, se le den anualmente otros cien ducados.








   El segundo colegial habría de ser también un natural de Miedes, de nombre Juan García, que al presente está en mi casa y es estudiante… Quien había llegado desde su localidad de origen para servirle como criado, y terminó siendo clérigo.

   La fundación efectiva no se materializaría hasta unos años después de su muerte, cuando los albaceas testamentarios, una vez fueron cumplidas las primeras disposiciones, formalizaron la institución el 3 de febrero de 1607, encontrándose vigente hasta el 14 de julio de 1781 en que se unió al llamado “Colegio de los Verdes”.

   Lo que está claro es que, a partir de la fundación, numerosos hijos de la localidad pasarán a este para llevar a cabo sus estudios, el primero de ellos, en 1617, su familiar, a la sazón residente en Sevilla, Mauricio Fernández de Burgos; más tarde, junto a numerosos alumnos sevillanos, por ser el lugar en el que falleció y residió el fundador, accederían naturales de otros lugares y, principalmente del entorno de Miedes y del obispado de Sigüenza. De Hijes, Galve, Atienza, Campisábalos, Bañuelos o Cantalojas.

   Hasta cerca de dos docenas de serranos pasaron por el colegio de las Santas Justa y Rufina de Alcalá, gracias a Lucas González de Miedes.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 18 de septiembre de 2020

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