viernes, agosto 28, 2020

ÁLVARO DE LUNA, SEÑOR DE LOS CONDEMIOS


ÁLVARO DE LUNA, SEÑOR DE LOS CONDEMIOS
Ostentó el Señorío de una importante parte de la provincia de Guadalajara


   Álvaro de Luna puede que sea uno de esos personajes míticos de la historia de Castilla. Personaje de novela por sus intrigas dentro y fuera de la corte, y por el poder que ostentó a lo largo de toda su vida. También por las circunstancias de su muerte, tras la caída en desgracia. Tan arraigado, su nombre, a la provincia de Guadalajara, a pesar de que fue nacido en la de Cuenca, en Cañete, en el lejano año de 1390 y muerto en Valladolid, el 2 de junio de 1453,  Condestable de Castilla, Gran Maestre de Santiago y valido del rey Juan II de Castilla, está enterrado en la capilla de Santiago, en la girola de la catedral de Toledo, en uno de los monumentos funerarios más buscados de la ciudad imperial.



   La historia de don Álvaro de Luna fue una constante de expulsiones de la corte por parte de facciones victoriosas, y de retornos a ella cuando la facción vencedora se disgregaba. De hecho, en uno de sus momentos de gloria, en 1423, logró que el rey abriera un proceso –amañado- al condestable Ruy López Dávalos. También fue, a su vez, solemnemente expulsado y desterrado a Ayllón en 1427 por los infantes de Aragón y una coalición de nobles descontentos con su favoritismo; para hacerle volver a la Corte un año después.

   Álvaro de Luna culminó de forma victoriosa una larga guerra con Aragón, iniciada en el verano de 1429, expulsando a los infantes aragoneses de Castilla.

   En 1431 se esforzó en emplear a los inquietos nobles castellanos en una guerra para reconquistar Granada. Aunque hubo algunos éxitos, como la batalla de La Higueruela, era imposible una política consistente, dado el carácter levantisco de los nobles y la indolencia del propio rey. Se dice, según unos, que no conquistó Granada por el terremoto de Atarfe –en los últimos días de julio de 1431-, según otros porque fue sobornado por los moros para que no conquistara la ciudad, entregándole un carro repleto de higos, cada uno de los cuales ocultaba una moneda de oro.

   En mayo de 1445 la facción de los nobles, aliada con los principales enemigos de don Álvaro, los infantes de Aragón, fue derrotada en la batalla de Olmedo. Allí fue malherido en una mano —de cuya infección falleció al poco-, el infante Enrique de Aragón; el favorito, Álvaro, que había sido nombrado condestable de Castilla y conde de Santiesteban en 1423, le sucedió en su título de Gran Maestre de la Orden de Santiago En ese momento su poder parecía incontestable, pero solo se basaba en el afecto que le dispensaba el rey. Eso cambió cuando la segunda esposa del monarca, Isabel de Portugal madre de Isabel la Católica, temerosa del inmenso poder del condestable y conocedora de sus intrigas, abusos y ciertos asesinatos dispuestos por el hidalgo de Cañete, urgió con insistencia a su marido a prescindir del favorito.

   Tomó parte en la reconquista de Atienza en el verano de 1446, después de que la villa fuese tomada por las tropas navarras a las órdenes de Rodrigo de Rebolledo, pasando a la historia como una de las batallas épicas de aquel siglo, cantada en los romances, y en donde Álvaro de Luna fue gravemente herido en la cabeza en uno de los ataques, junto a la desaparecida puerta de la Guerra.

   En Atienza, aquel verano, y en el mes de agosto, en uno de los descansos de la batalla y mientras se reponía de las heridas padecidas, puso punto final a su libro de “las claras e virtuosas mujeres”, en cuya última página puede leerse: e fue acabado e dado a publicación en el real de sobre Atienza entrada la dicha villa, catorce días de agosto diez e nueve calendas de septiembre. Año del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil cuatrocientos e cuarenta e seis años…





   Es precisamente a raíz de la batalla de Atienza cuando Álvaro de Luna, a juicio de los cronistas de su vida se distancia del rey, ya que a cambio de haber puesto sus hombres a disposición de la corona, y dirigido la  mayor parte de los combates, habría pedido al monarca castellano la concesión del Señorío de Atienza con sus amplios territorios, para unirlos a los que ya disponía  al otro lado de las sierras divisorias de las Castillas, centrados en Ayllón; creando de esa manera uno de los señoríos más amplios en extensión de toda Castilla alcanzando en sus pretensiones desde Atienza hasta San Esteban de Gormaz; motivo, la negativa del rey a concederle Atienza en señorío, por el que, tras la batalla y conquista, ordenaría demoler e incendiar la práctica totalidad de la villa. Siendo el gesto del Condestable en torno a Atienza uno de los puntos empleados en su condena, conforme relata la “Crónica de Álvaro de Luna”, de José Miguel Flores, que vio la luz en 1784:

   Que no se entregó (rindió) Atienza porque el Maestre (Don Álvaro), alzó el real tocando sus trompetas, indignado de que el Rey no le quiso hacer merced de aquella fortaleza; y así se hubo de retirar desairado.

   Más si temeroso a tan grandes poderes territoriales de Álvaro de Luna, se opondría el rey, finalmente le concedió mediante privilegio de 16 de enero de 1448, las tierras de Condemios de Arriba y de Abajo, Campisábalos, Albendiego y Somolinos:

  don Johán, por la grazia de Dios rei de Castilla [...], acatando e considerando los muchos e buenos e leales e mui altos e señalados servizios que bos, don Álvaro de Lu-na, maestre de la orden de la cavallería de Santiago e mi condestable de Castilla, me avedes fecho e fasedes de cada día, e en alguna hemienda e remunerazión dellos, bos fago merced e grazia e donazión pura e propia e perfecta e non revocable, por juro de heredad para siempre jamás, de las aldeas e lugares llamados Campisávalos e Cientmolinos e Alvendiego e Condemio de Bajo e Condemio de Arriba, los quales fueron de la mi villa de Atienza”.

   Tierras que no habría de disfrutar durante mucho tiempo, ya que las intrigas de sus enemigos le llevarán primero a perder sus tierras y más tarde a la muerte, cinco años después de que los Condemios se integrasen en sus señoríos.

   La muerte de Álvaro de Luna devolvió las tierras a la corona, ya que fue desposeído de ellas con anterioridad a su ejecución y, en poder nuevamente del rey, usó de las tierras de Condemios y poblaciones aledañas para entregarlas a otro de sus hombres de confianza, uniéndose estas tierras a las de Miedes, en lo que formaría una nueva tierra segregada del Común de Atienza: “La Tierra de Miedes”, que pasó a ser señorío y, en algunos documentos, señalada como “condadillo de Miedes”, integrada por la propia villa cabeza de esta tierra, junto a Campisábalos, Los Condemios, Somolinos, Albendiego, etc.

   El testimonio de la concesión a Gastón de la Cerda se referencia en diversos archivos, donde se da cuenta de que con fecha 3 de agosto de 1453, recibió el Señorío de Miedes por merced de Juan II: Por la que acatando los muchos servicios de don Gastón de la Cerda, conde de Medinaceli, su vasallo, e de su Consejo, le hizo Merced por juro de heredad para siempre jamás, para sus herederos y sucesores, de 300 vasallos y los lugares y villas de la tierra de Atienza, como  son Paredes, Rienda, Torderábano, Ymón, Solanillos, Bojelcaya (Bujal-cayado), Cercadillo, Alcolea, Barcones, Romanillos, Banuelos, Las Casillas, Bochones, Maseracovel (Marazovel), Miedes, Tordevicente (Torrevicente), Aminosa (La Miñosa), Cañamares, Alpedroches, Hijes, Sauquillo, Campisábalos, Albendiego, Somolinos, Los Condemios, Retortillo y Navarros (Naharros), los cuales por esta merced se apartan de la Jurisdicción de la Villa de Atienza y se declaran de la pertenencia de Don Gastón autorizado poner en ellos alcaldes, alguaciles, con la justicia civil y criminal, alta y baja…

   Don Gastón, hijo de don Luis de la Cerda y Mendoza, III conde de Medinaceli, y de Juana Sarmiento, contraería matrimonio en 1433 con Leonor de la Vega y Mendoza, quien aportó al matrimonio el señorío de Cogolludo; heredándole, en Condemios y sus tierras, su hijo Iñigo López de la Cerda el cual, tras su matrimonio con Brianda de Castro, uniría en el apellido los dos señoríos de Miedes (donde se incluía Condemios) y Mandayona, puesto que Brianda de Castro aportó este último, Mandayona, al matrimonio. A estos, y como tercer Señor de Condemios, les sucedería quien habría de convertir el título de conde de Medinaceli en ducado, a partir de 1479, por concesión de Isabel la Católica, Luis de la Cerda y de la Vega, primer duque de Medinaceli.

   Don Álvaro de Luna y los Condemios, de Arriba y de Abajo, con tanta historia por contar.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 27 de agosto de 2020

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