viernes, agosto 07, 2020

LA ATIENZA DE LOS BRAVO DE LAGUNA


LA ATIENZA DE LOS BRAVO DE LAGUNA
Fueron, sin duda, la familia hidalga por excelencia de la villa


   Los Bravo de Laguna y Medrano, como sus descendientes, fueron una de aquellas familias de batallar constante, según nos la dibujan los anales e historias que nos hablan del remoto pasado de Atienza, desde que doblado el siglo XV comenzasen a aparecer en la historia de la villa con aquel Garcí Bravo del que se nos cuenta fue Alcaide del castillo fortaleza y tal vez el origen de una saga que se mantuvo en la población desde entonces hasta los albores del siglo XVIII, dejando inscrito su nombre del lado de las hazañas de la vieja Castilla.



   Su centenaria casona, orlada con los emblemas del apellido, ya unido al de Mendoza, alzada en la entonces plazuela de la Reina, tal vez uno de los primeros arrabales de la Atienza medieval, nos hace presente la figura de Juan Bravo, el capitán comunero, a pesar de que la casa fue levantada cien años después del nacimiento de nuestro capitán; del mismo modo que los restos del ábside de San Francisco nos hablan, a poco que hurguemos entre sus piedras, de otros Bravo de Lagunas, sucesores en línea directa, y paterna en la mayoría de los casos, del cabeza de la casa, del primer Garcí Bravo que desde tierras sorianas, o seguntinas, que tampoco en ello se pone la historia de acuerdo, llegó para aposentarse en suelo atencino.

   Podemos igualmente remontarnos en el tiempo, a los albores del reinado en Castilla de la reina Isabel La Católica, para encontrarnos una Atienza dividida, como el resto del reino, entre la fidelidad al rey coronado o la posibilidad de una nueva reina, Isabel. Y si la historia es como se nos cuenta, o como la hemos leído, tendríamos que introducirnos en la noche oscura, o tal vez bañada en lunas, en la que el alcaide del castillo de Sigüenza, hechos tratos con algún criado de quien entonces lo era del castillo de Atienza, Pedro de Almazán, lanzó la escala para que por ella trepasen los hombres de Garcí Bravo y tomasen presos a quienes en su interior se encontraban manteniendo castillo y villa a la lealtad, si es que lo era, del rey destronado; colocándola bajo la corona de la reina Isabel. Aquel gesto le valió a nuestro García Bravo el título de Alcaide de la fortaleza, cuando corría el año de 1476. La crónica de Hernando del Pulgar nos pinta a Garcí Bravo como omme leal e de buen esfuerzo.

   Dice al respecto el historiador Layna, tomando nota de autores anteriores, que en la villa tuvieron los descendientes de Garcí Bravo no poca influencia.

   Por supuesto que aquel Garcí Bravo que llegó a Atienza para ocuparse de la Alcaidía de su castillo no llegó sólo, sino que lo hizo, como solía ser habitual, con toda su familia; esposa, hijos y yernos, en caso de que los hubiese. De aquella manera García Bravo llegó acompañado de, entre otros, su hija Magdalena Bravo de Lagunas y el marido de esta, Diego López de Medrano; y si hacemos caso a las crónicas genealógicas, a estos les acompañarían al menos tres hijos y dos hijas, Diego, Garci, Luis, Catalina e Isabel. En Atienza le nacerían al matrimonio, al menos, otros cuatro hijos.






   Eran aquellos los tiempos guerreros en pos de la conquista de Granada, en la que tantos personajes de las familias Mendoza, Bravo o Medrano, gentes de Guadalajara y Soria participaron, pues puestos a buscar parentesco, al final encontraríamos a todos unidos por algún vínculo familiar.

   Totalmente documentada a través de diferentes crónicas se encuentra igualmente la intervención en la Guerra de Granada de nuestro Garcí Bravo y de su yerno Diego López de Medrano, así como la muerte de ambos en los preliminares del cerco a Granada, en Gibralfaro, hoy provincia de Málaga, en 1487, según la crónica de Diego de Valera:  E los cristianos avían recibido muy gran daño en el comienzo, e fueron dellos muertos mas de cincuenta e otros feridos, entre los cuales murieron tres hombres principales: Garci Bravo, Alcayde de Atienza; e Diego de Medrano su yerno e Gabriel de Sotomayor, caballeros esforzados e de noble linaje…

   Por su parte, Hernando del Pulgar en su Crónica de los Reyes Católicos, ofrece la misma noticia en cuanto a la muerte de Garci Bravo y de su yerno, a pesar de que a Diego le da el nombre de Iñigo. Si bien también es cierto que en el epitafio de sus sepulturas en Atienza, a donde fueron trasladados los restos en 1494, de donde surgirá la duda del año de su muerte, figuraba que habían muerto en el cerco de Loja el 9 de junio de 1487.

   Constan igualmente en los árboles genealógicos de Diego de Medrano y de Magdalena Bravo de Lagunas la relación del nacimiento de sus hijos a través del testamento de doña Magdalena Bravo, dictado en 1531 en Atienza, y enterrada a su muerte en el convento de San Francisco, junto a su esposo, el señor de San Gregorio, así como del posterior de su hija, Catalina de Medrano, redactado igualmente en Atienza el 18 de enero de 1541. Larga estirpe:

    -Diego López de Medrano, heredero del mayorazgo paterno, y de la fortaleza de San Gregorio, en las cercanías de Soria. Nació el 30 de julio de 1477.
   -Garcí Bravo, heredero del mayorazgo materno, nació el 20 de noviembre de 1478.
   -Catalina de Medrano, dama de la Corte de Isabel la Católica, casada con Hernando de Rojas Sandoval. Nacida el 31 de octubre de 1479 y fallecida sin hijos, en Atienza, el 2 de diciembre de 1541, siendo enterrada en San Francisco.
  -Francisco de Medrano, nacido el 15 de mayo de 1481, sin que se conozca la fecha de su muerte.
  -María Bravo, nacida el 9 de mayo de 1492, monja en Soria, conforme al testamento de su hermana Catalina, sin que tengamos datos de su fallecimiento.
  -Leonor, la otra hermana monja, nació el 14 de junio de 1483, desconociéndose más datos en torno a ella.
   -Luisa de Medrano, nacida el 9 de agosto de 1484 y fallecida en torno a 1514.
  -Luis de Medrano, rector de la Universidad de Salamanca en torno a 1511-12, nacido el 9 de noviembre de 1485 y fallecido con anterioridad a 1527.
   -Isabel Bravo, nacida el 6 de enero de 1487 y fallecida después de 1531.

   Extensa prole que a la muerte temprana de don Diego  de Medrano quedará un tanto desamparada, hasta que, gracias a esa relación que desde tiempo atrás la familia Bravo de Laguna mantiene en la corte, y en la cercanía de la propia Isabel La Católica, los hermanos quedan al amparo de la reina.

   Son numerosos los datos que nos hablan de aquella relación, destacando quizá, de entre todos, a la anteriormente aludida Catalina, quien llegó a ser dama de la propia reina, y a quien igualmente se tiene por persona de elevada cultura para su época, de quien consta comenzó a servir a Isabel de Castilla en 1497, permaneciendo junto a ella hasta la muerte de la propia Reina, recibiendo por sus servicios 27.000 maravedíes anuales. Posteriormente Catalina junto a su marido, Hernando de Rojas Sandoval, participó en la custodia, o cuidado, de la reina Juana I en Tordesillas.

   También anduvieron por Atienza, por estos siglos en los que los Bravo de Laguna tintaron sus emblemas de gloria, unos cuantos alcaides delegados que en el castillo situó quien tuviese el nombramiento real, el conde de Cifuentes. A su sombra llegó hasta Atienza, y en Atienza desarrolló su arte literario, y médico, don Antonio de Aguilera a quien se tiene por natural de Yunquera, y sin embargo lo mayor y mejor de su obra se desarrolló, al parecer, en Atienza, donde ejerció la medicina y dio a la imprenta un importante texto La Exposición sobre las preparaciones del Mezul, impreso en 1565 y que como es lógico dedicó al conde de Cifuentes, del que se declaraba físico.



   De Atienza salía por esos tiempos Constantino del Castillo, para hacerse fraile de la orden de San Benito en el convento de Santa María de Huerta, donde escribió unas cuantas obras, casi siempre dedicadas a la enseñanza divina, y de las que destacó sus Exercicios para la hora de la muerte, y Práctica de la oración mental con avisos importantes para ella y efectos espirituales sacados de consideraciones de los principales misterios de la fé.

   También fraile hospitalario de San Juan de Jerusalén fue fray Andrés de la Mota, nacido en 1570 y que recorrió medio mundo antes de encerrarse entre los muros del convento madrileño de San Juan de Dios, donde escribió su vida, obra y milagros y donde quedó enterrado, en el altar mayor de aquella capilla.

   La Atienza, y el entorno, de los Bravo de Laguna, y Mendoza, de tan grata memoria.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 7 de agosto de 2020

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