AQUILINA MARÍA MORTERERO FELIPE,
MAESTRA DE ATIENZA
Tomás Gismera Velasco
No lo tenían fácil las maestras de la Serranía de Atienza en los años
finales del siglo XIX y los comienzos del XX para dar educación alas jóvenes de
nuestros pueblos; enseñarles las cuatro reglas y, por supuesto, a leer y
escribir. Eran tiempos en los que la idea fija de nuestros mayores, por encima
de convencionalismos sociales estaba en
que la mujer no tenía mucha necesidad de aprender. La mujer, por encima de
todas aquellas cosas que a los hombres les parecían un mundo, estaban
destinadas a la casa. Las mujeres tenían muchas cosas que aprender, desde
luego, pero no de los libros. Tenían que aprender a coser, a atender al marido,
a los hijos y, por supuesto, a guisar.
Muchas de aquellas maestras que recorrieron
los pueblos, no sólo de la Serranía de Atienza, sino de la mayoría de los
pueblos de España, tuvieron que enfrentarse a una sociedad que se les ponía en
contra. A las autoridades locales y, por qué no decirlo, a los padres de sus
alumnas.
Llevar a las mujeres a la escuela en
poblaciones pequeñas fue un logro de muchas de las mujeres con coraje que
pisaron nuestros pueblos. En Atienza de los Juglares ya hemos podido leer
alguna de las historias que dejaron escritas las maestras de Cantalojas,
Romanillos, Bochones, Miedes o Casillas, y si por encima de otras muchas hemos
destacado la figura de Isabel Muñoz Caravaca, porque fue quizá quien más
alboroto dejó por esas tierras a costa
de sus escritos, no podemos olvidar a algunas otras, entre ellas a doña
Aquilina María Morterero Felipe, una de sus sucesoras.
Doña María, como fue conocida en el mundo
docente, llegó a Atienza para ocuparse de la escuela de niñas en 1910. De una
escuela que a lo largo de los tres años que permaneció en Atienza, de donde
salió en 1913, estuvo errante de local en local ya que la de niñas, a la que
venía destinada, acababa
de hundirse, como vaticinase doña Isabel unos años antes, ya que las
autoridades municipales no se pusieron de acuerdo para evitar su ruina. Se
encontraba, como bien sabemos, en el antiguo caserón de los Bravo de Laguna, en
las cercanías de donde en la década de 1960 se levantó el Grupo Escolar Pardo
Gayoso.
Doña María nació en Trijueque en 1879. En el
seno de una famiia en la que, como era habitual, no faltaron los maestros, en
esta ocasión la maestra era una de sus tías que ejercía la profesión en
Navarra, donde nuestra maestra llevó a cabo sus estudios y en cuya capital
alcanzó la reválida, para continuarlos posteriormente en Zaragoza. Allí se le
expidió el título de Maestra en 1899.
Su primer destino estuvo en la escuela de
Villagordo, en la provincia de Jaén, como interina. De aquí pasó a Irún, El
Ciego (La Rioja) y Astesau, desde donde en el mes de abril de 1910 llegó a
Atienza.
Coincidió en el tiempo con uno de los más
prestigiosos maestros que tuvo la villa, don Isidoro Almazán, hombre de muchas
iniciativas y cofundador a su vez de la primera Mutualidad Escolar conocida en
la provincia, y una de las primeras de España, instituida por don Isidoro, doña
María y algunos maestros más del partido, en Atienza. A pesar de ello, fue una
de las últimas en incorporarse a la Nacional, ya que carecía de Estatutos
propios. No obstante, dieron un considerable avance al reconocimiento de la
profesión y a que la educación de las mujeres fuese tenida muy en cuenta, tanto
en Atienza como en la comarca, logrando que las maestras perdiesen el miedo a
enfrentarse con unas autoridades que, por extraño que nos parezca, en muchos
casos, como ya con anterioridad decimos, no las facilitaban, como debieran
hacerlo, su labor docente.
Logró doña María que a su clase de niñas
acudiesen la mayoría de las chiquillas del pueblo, cifrándose su número en unas
setenta alumnas comprendidas entre los seis y los doce años. Logrando que definitivamente
se aprobasen los planos para edificar el nuevo edificio de la Escuela de Niñas
que se proyectó en tiempos de doña Isabel Muñoz Caravaca y que, a pesar de
todo, no abriría sus puertas hasta 1920. El edificio parejo a la que sería
escuela de niños en las antiguas casas de los Veladíez. En la prolongación de
la calle de Cervantes.
Doña María dejó la escuela de Atienza al
concluir el curso de 1913 para ocuparse de la de Brihuega, de donde pasaría a
su pueblo natal y de este a Guadalajara
capital, ya en 1929. Capital en la que concluiría su labor docente tras la
Guerra Civil y la consiguiente depuración a que fue sometida, puesto que por
sus ideas fue, al igual que otros muchos maestros y maestras de la época, de
alguna manera perseguida.
Como bien nos recuerda su biógrafo, Pablo
Morterero, “fue la única mujer de la
Junta Directiva de la Asociación de Maestros del partido de Atienza elegida en
1911, así como en la del partido de Brihuega en 1916. En la citada villa de
Atienza obtuvo su único Voto de Gracia por parte de la Junta Local de 1ª
Enseñanza, en 1912”. Que pareciendo poco, es mucho.
Doña María se jubiló en 1947. Tras los
muchos sinsabores que en ella dejaron los años de dura represión que siguieron
a la guerra, en la que perdió a uno de sus hermanos. Falleció en Guadalajara,
en 1959.
Su trayectoria vital, con mayor extensión,
se puede seguir en:
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