lunes, abril 17, 2017

AQUILINA MARÍA MORTERERO FELIPE, MAESTRA DE ATIENZA




AQUILINA MARÍA MORTERERO FELIPE,
MAESTRA DE ATIENZA


Tomás Gismera Velasco

   No lo tenían fácil las maestras de la Serranía de Atienza en los años finales del siglo XIX y los comienzos del XX para dar educación alas jóvenes de nuestros pueblos; enseñarles las cuatro reglas y, por supuesto, a leer y escribir. Eran tiempos en los que la idea fija de nuestros mayores, por encima de convencionalismos sociales estaba  en que la mujer no tenía mucha necesidad de aprender. La mujer, por encima de todas aquellas cosas que a los hombres les parecían un mundo, estaban destinadas a la casa. Las mujeres tenían muchas cosas que aprender, desde luego, pero no de los libros. Tenían que aprender a coser, a atender al marido, a los hijos y, por supuesto, a guisar.

   Muchas de aquellas maestras que recorrieron los pueblos, no sólo de la Serranía de Atienza, sino de la mayoría de los pueblos de España, tuvieron que enfrentarse a una sociedad que se les ponía en contra. A las autoridades locales y, por qué no decirlo, a los padres de sus alumnas.

   Llevar a las mujeres a la escuela en poblaciones pequeñas fue un logro de muchas de las mujeres con coraje que pisaron nuestros pueblos. En Atienza de los Juglares ya hemos podido leer alguna de las historias que dejaron escritas las maestras de Cantalojas, Romanillos, Bochones, Miedes o Casillas, y si por encima de otras muchas hemos destacado la figura de Isabel Muñoz Caravaca, porque fue quizá quien más alboroto dejó  por esas tierras a costa de sus escritos, no podemos olvidar a algunas otras, entre ellas a doña Aquilina María Morterero Felipe, una de sus sucesoras.




   Doña María, como fue conocida en el mundo docente, llegó a Atienza para ocuparse de la escuela de niñas en 1910. De una escuela que a lo largo de los tres años que permaneció en Atienza, de donde salió en 1913, estuvo errante de local en local ya que la de niñas, a la que venía destinada, acababa de hundirse, como vaticinase doña Isabel unos años antes, ya que las autoridades municipales no se pusieron de acuerdo para evitar su ruina. Se encontraba, como bien sabemos, en el antiguo caserón de los Bravo de Laguna, en las cercanías de donde en la década de 1960 se levantó el Grupo Escolar Pardo Gayoso.

   Doña María nació en Trijueque en 1879. En el seno de una famiia en la que, como era habitual, no faltaron los maestros, en esta ocasión la maestra era una de sus tías que ejercía la profesión en Navarra, donde nuestra maestra llevó a cabo sus estudios y en cuya capital alcanzó la reválida, para continuarlos posteriormente en Zaragoza. Allí se le expidió el título de Maestra en 1899.

   Su primer destino estuvo en la escuela de Villagordo, en la provincia de Jaén, como interina. De aquí pasó a Irún, El Ciego (La Rioja) y Astesau, desde donde en el mes de abril de 1910 llegó a Atienza.

   Coincidió en el tiempo con uno de los más prestigiosos maestros que tuvo la villa, don Isidoro Almazán, hombre de muchas iniciativas y cofundador a su vez de la primera Mutualidad Escolar conocida en la provincia, y una de las primeras de España, instituida por don Isidoro, doña María y algunos maestros más del partido, en Atienza. A pesar de ello, fue una de las últimas en incorporarse a la Nacional, ya que carecía de Estatutos propios. No obstante, dieron un considerable avance al reconocimiento de la profesión y a que la educación de las mujeres fuese tenida muy en cuenta, tanto en Atienza como en la comarca, logrando que las maestras perdiesen el miedo a enfrentarse con unas autoridades que, por extraño que nos parezca, en muchos casos, como ya con anterioridad decimos, no las facilitaban, como debieran hacerlo, su labor docente.

   Logró doña María que a su clase de niñas acudiesen la mayoría de las chiquillas del pueblo, cifrándose su número en unas setenta alumnas comprendidas entre los seis y los doce años. Logrando que definitivamente se aprobasen los planos para edificar el nuevo edificio de la Escuela de Niñas que se proyectó en tiempos de doña Isabel Muñoz Caravaca y que, a pesar de todo, no abriría sus puertas hasta 1920. El edificio parejo a la que sería escuela de niños en las antiguas casas de los Veladíez. En la prolongación de la calle de Cervantes.




   Doña María dejó la escuela de Atienza al concluir el curso de 1913 para ocuparse de la de Brihuega, de donde pasaría a su  pueblo natal y de este a Guadalajara capital, ya en 1929. Capital en la que concluiría su labor docente tras la Guerra Civil y la consiguiente depuración a que fue sometida, puesto que por sus ideas fue, al igual que otros muchos maestros y maestras de la época, de alguna manera perseguida.

   Como bien nos recuerda su biógrafo, Pablo Morterero, “fue la única mujer de la Junta Directiva de la Asociación de Maestros del partido de Atienza elegida en 1911, así como en la del partido de Brihuega en 1916. En la citada villa de Atienza obtuvo su único Voto de Gracia por parte de la Junta Local de 1ª Enseñanza, en 1912”. Que pareciendo poco, es mucho.

   Doña María se jubiló en 1947. Tras los muchos sinsabores que en ella dejaron los años de dura represión que siguieron a la guerra, en la que perdió a uno de sus hermanos. Falleció en Guadalajara, en 1959.

 
   Su trayectoria vital, con mayor extensión, se puede seguir en: 

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