viernes, febrero 26, 2021

Memoria de don Román Atienza Baltueña. Un hombre que dejó huella en Guadalajara

Memoria de don Román Atienza Baltueña.
Un hombre que dejó huella en Guadalajara

       Una gran manifestación de duelo recorrió las calles de Guadalajara el martes 21 de julio de 1890. La práctica totalidad de los habitantes de la ciudad marcharon detrás de uno de aquellos elegantes coches fúnebres que, tirados por dos caballos negros empenachados, traspasó las tapias del cementerio mientras doblaban las campanas con toque de clamores.

   Había muerto un hombre sabio, médico y escritor que, por si fuera poco, ocupó en la ciudad los más altos cargos políticos, y que también estuvo al frente de su Ayuntamiento.


 

   El duelo oficial lo presidian el Alcalde de la ciudad y el Presidente de la Diputación, y a las honras fúnebres asistieron al completo los ediles del consistorio y los diputados.

    Por parte de la familia estaba presidido por el yerno del difunto, don Manuel Gautier Vila, Teniente Coronel de Ingenieros, y todo un caballero de la alta sociedad guadalajareña en cuya capital tenía establecida una de las más prestigiosas academias particulares a través de la que opositar a la entrada oficial en la Academia de Ingeniero Militares. Don Manuel Gautier estaba casado con doña Carmen Atienza López, quien también asistía a las honras junto a su hermana, doña Purificación, de estado soltera. El entierro era el de don Román Atienza Baltueña.

 

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   La comitiva partió de la plazuela de la Cruz Verde. Una plazuela recoleta como todas aquellas de la Guadalajara del siglo XIX; cuando en la capital de la provincia no había entrado todavía la piqueta y se respiraba provincianismo. La plaza llevaba aquel nombre porque en ella se levantó el Santo Tribunal de la Inquisición. Claro está que ya no funcionaba desde mucho tiempo atrás.

   Don Román había fallecido el día anterior, el lunes 20 de julio a eso de las nueve y media de la mañana a una edad que en la actualidad consideraríamos temprana, 63 años. Si bien para hace algo más de cien años, la edad anunciaba la ancianidad de nuestro hombre.

 

Esbozos de juventud

   Don Román vio la luz lejos de Guadalajara, en Valfermoso de la Monjas, en el hermoso valle del Badiel. Estudió en la capital; se hizo médico en Madrid y tornó a la capital de sus años mozos para desempeñar en ella toda una serie de cargos, médicos y políticos. Para ser un hombre apreciado, querido, admirado y, cuando le llegó la hora de la muerte, añorado.

   Por espacio de cuarenta años ejerció la medicina en la capital de la provincia, pues lo comenzó a hacer en el año de gracia de 1850. Años convulsos, pues la España de 1850, y siguientes, estuvo envuelta en ese sudario político anuncio de quebrantos, y vapuleada por una pandemia que se venía arrastrando desde hacía algo más de veinte años, el cólera morbo. Que se enredó en la provincia de Guadalajara en 1834 y lo volvió a hacer apenas nuestro hombre había alcanzado el grado de doctor y comenzaba a espabilar en el mundo de la medicina.

 

El cólera en Guadalajara

   La epidemia de cólera entró en Guadalajara –ciudad-, por la puerta grande, el 22 de junio de 1855 y salió por la puerta falsa después de 114 días, el 16 de octubre, llevándose por delante 236 muertos –cerca de 200.000 en el conjunto de España y poco menos de 10.000 en toda la provincia-, de una población, en la capital, de poco más de 5.000 habitantes. 

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   Durante aquellos días se puso a prueba la capacidad médica de don Román quien, junto a don Manuel González Hierro, fueron los principales encargados de combatir la epidemia, que llegó a afectar a una quinta parte de la población.

   Ya era, por aquellos días, diputado provincial y miembro de la Junta de Sanidad de la capital, a pesar de su juventud, pues apenas contaba con 28 años de edad; había nacido el 28 de febrero de 1827, y no sería la única vez que se enfrentaría al maleficio de la peste; lo volvería a hacer, como Alcalde de la ciudad, en 1865, y todavía tendría una tercera ocasión, en 1885, siendo Diputado provincial y delegado de Sanidad.

   Dicho lo anterior vamos viendo que don Román, aparte de ser un ilustrado médico compaginó su oficio de cura de cuerpos con el sano ejercicio de la política local y provincial. Todo hay que decirlo, sus medidas, una vez la epidemia de cólera llegó a Guadalajara, evitaron que los contagios y las muertes alcanzasen cifras mucho mayores. También hay que decir que sus atenciones médicas le granjearon la simpatía y el afecto de los hijos de la ciudad.

   Y, además de dedicarse a lo anterior sacó tiempo para ejercitarse en la escritura y en la historia, dejando para la posteridad algunos trabajos significativos, tanto para el conocimiento de la historia local como para el de la medicina.

 

Don Román historiador y Alcalde

   A su pluma se debe uno de los primeros trabajos históricos conocidos en torno a quien es tenido como conquistador de Guadalajara, Alvar Fáñez de Minaya, dado a la luz de la imprenta poco antes del fallecimiento de nuestro hombre; también una de las obras que dejan memoria de lo padecido en la ciudad durante aquellas epidemias anteriormente mencionadas, sus “Apuntes para la Estadística del Cólera en Guadalajara”; además de un sinfín de estudios médicos que vieron la luz en las más prestigiosas revistas a ello dedicadas por aquellos tiempos.

 

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      Llegó a la Alcaldía de Guadalajara en 1864, después de haber sido concejal desde años atrás. Durante su mandato como Alcalde, que llegó hasta el revolucionario año de 1868, se mejoró la traída de aguas, el servicio contra incendios o los lavaderos públicos, y durante su mandato fue un firme defensor de la instalación en Guadalajara de la Academia de Ingenieros, logrando que el Ayuntamiento bajo su mando aportase una importante cantidad económica para sus obras de adaptación. En la historia de la Academia dejarían inscrito su nombre algunos miembros de su familia, entre ellos su hijo, Román Atienza López de Cristóbal; su yerno, el Teniente Coronel don Manuel Gautier Vila, y sus nietos, Román y Manuel Gautier Atienza.

 

Presidente de la Diputación y algo más

   Como Presidente de la Diputación provincial, cargo al que llegaría años después, en 1882, tendría el honor de inaugurar el nuevo palacete –edificio actual- de la Diputación Provincial de Guadalajara, entre otros numerosos logros en bien de la provincia que le tocó gobernar.

   Figuró entre los fundadores del Ateneo científico, literario y artístico de esta ciudad, y por sus méritos y servicios fue nombrado comendador de las órdenes de Carlos III y de Isabel la Católica, otorgándosele la Cruz de Beneficencia. Además de ser académico de la Real de Medicina, y correspondiente de la Real de la Historia. También perteneció a la Sociedad Española de Higiene; a la Real Sociedad Económica Matritense; al Patronato de los Baños de Trillo; a la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio; a la de Instrucción Pública Provincial, y a una docena de entidades más.

 

    Juan Diges Antón, ilustre cronista de la ciudad, que conoció y trató a don Román, nos dejó dicho como era aquel sabio: … alto, enjuto de carnes, los ojos un tanto hundidos en sus órbitas, la frente espaciosa, la tez pálida, el pelo tirando a rubio, la cara siempre afeitada, la vista algo baja, como abstraído, cosa que jamás le impidió saludar con aquella amabilidad grave que le caracterizaba   A don Juan Diges le faltó decirnos que también perteneció al círculo de amistades de la monja más famosa de este tiempo, Sor Patrocinio, de la que fue médico personal.

 

 

EPISODIOS DE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (Pulsando aquí)

 

   Tuvo don Román Atienza la desdicha de perder a su mujer, Juana López de Cristóbal, en plena juventud, doña Juana falleció en Guadalajara el 3 de enero de 1871; la desgracia de ver morir a una de sus hijas, con apenas tres años de edad; y la de perder a su hijo Román cuando comenzaba a destacar en el mundo militar y era alumno aventajado, con el grado de alférez, de la Academia de Ingenieros.

   Tan querido era que poco después del funeral, el Alcalde de la ciudad, don Miguel Mayoral a la sazón, propuso que aquellas calle y plazuela de la Cruz Verde en la que vivió don Román pasasen a llamarse, y así fue en adelante, calle y plazuela del doctor don Román Atienza, un hombre que dejó huella.

 

Tomás Gismera Velasco

Guadalajara en la Memoria

Periódico Nueva Alcarria

Guadalajara, 26 de febrero de 2021

 

 


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