viernes, noviembre 23, 2018

ATIENZA, GALDÓS Y EL ABUELO CALIXTO. Atienza es protagonista en la tercera parte de los “Episodios Nacionales”, de Pérez Galdós.

ATIENZA, GALDÓS Y EL ABUELO CALIXTO.
Atienza es protagonista en la tercera parte de los “Episodios Nacionales”, de Pérez Galdós.


   El 25 de noviembre de 1902, a pesar de que en Atienza o Guadalajara muy pocas personas lo conocieron, el nombre de la villa pasaba a formar parte de la historia de la literatura española. Antes del verano de ese año se puso a la venta el primer “Episodio Nacional” de la cuarta serie, que tanto éxito dio a uno de los mayores escritores que ha dado la tierra patria, Benito Pérez Galdós. El Episodio llevaba por título “Las tormentas del 48”, y en él aparecía, por vez segunda, el nombre de Atienza. En la ocasión anterior fue al hablar del Empecinado. En “Las tormentas del 48” se daba a conocer a los lectores que la familia del protagonista, José Fajardo, por parte materna, era de Atienza, y comienza a descubrirnos la historia de un pueblo contada, novelescamente, a su manera.

   Las manos de don Benito, hay que decirlo todo, debían de ser por aquellos años una especie de máquina de escribir. O su vida no se dedicaba a otra cosa que a eso, entintar folio con sus historias.

   Una parte de la prensa pudo devanarse los sesos tratando de atar cabos del porqué don Benito se fijó en la villa de Atienza para relanzarla a la fama novelesca. Ya la habían tomado como protagonista otros novelistas de su tiempo, y anteriores, como Manuel Fernández y González o José Muñoz Maldonado, y a don Benito le seguiría, en orden de importancia literaria, al margen de los naturales de la localidad, Pío Baroja con su ya más que famosa “Nave de los locos”.



   El devaneo se centraba en cuándo o cómo había visitado la villa el insigne escritor; o qué modelo le sirvió de base para entusiasmarse de tal manera con la población como para hacerla partícipe de sus historias. Una gloria que no está al alcance de cualquiera.

   Según algunos periódicos provinciales la visita de Pérez Galdós a la villa de Atienza se anunció para ese verano de 1902; para otros por ese tiempo se anunció la petición de documentos, historias y descripciones, al Excmo., e Ilmo., Ayuntamiento de Atienza por parte del novelista, como reseñó el semanario Flores y Abejas al advertir que solicitó información municipal sobre el estado de las murallas, conventos, fortificaciones y situación topográfica. En ninguno de ellos se decía, algo que ya contamos con extensión en Nueva Alcarria de 10 y 17 de marzo de 1995, que en el servicio de su casa se encontraban dos muchachuelas naturales de Atienza, Eusebia y Juana Lázaro de la Fuente.

   La vida de ambas, y de la familia, mereció figurar en alguna de las novelas costumbristas de don Benito ya que su padre, Calixto Lázaro Chicharro, fue protagonista de alguno de esos episodios que a Pérez Galdós tanto gustaba reflejar en sus obras.


   Era de profesión cedacero, el bueno del señor Calixto, y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos, Alejo y Remigia, y de su madre, María, después de que en una de aquellas, de las cosas que ocurrían  en la década de 1850, unos facinerosos asaltasen a su padre cuando regresando de vender cedazos en las ferias de San Lucas de Guadalajara, le saliesen al camino para robarle los cuatro reales de la ganancia. Y no sólo eso, sino que  le dieron tal paliza que lo encontraron difunto ocho días después de estar buscándolo.

   Tenía Calixto, como ya en Nueva Alcarria contamos, una tía que hizo en Madrid buen matrimonio, la tía María, quien llamó a su lado a las sobrinas, para que acompañasen a la prima Tomasa y con ella, en los albores del siglo XX, iniciaron Juana y Eusebia su “aventura”, en la puerta de al lado de doña Carmen Pérez Galdós, de donde pasaron a la casa de don Benito.

   Ni que decir tiene que quien es de pueblo de ello presume y su pueblo muestra, aunque sea en estampas costumbristas y mal contadas, como debieron de hacerlo las hermanas Lázaro de la Fuente, hasta el punto de interesar al novelista, quien ya conocía una parte de la provincia. Se había detenido en Sigüenza cuando cubrió el viaje triunfal del general Serrano de Madrid a Zaragoza en el mes de octubre de 1870; y había visitado en más de una ocasión el Jadraque veraniego de su buen amigo José Ortega Munilla y su no menos admirada poetisa asturiana Micaela Silva, cuando ambos acudieron a la localidad en busca de salud.

   La maestra entonces de Atienza, Isabel Muñoz Caravaca, despotricó lo habido y por haber en el diciembre de aquel año de 1902, después de haber leído y releído la obra de Galdós, aquel “Narváez” que la consagraba al mundo de la literatura. Doña Isabel, que no solía dejar títere con cabeza si a ello se ponía y en su particular gesto de “perdonavidas”, tituló su artículo de forma elocuente: “Pase por una vez”, y se puso a buscar lo que ella llamó “imperfecciones”, o defectos de forma entre el original y la copia. Entre la Atienza real y la retratada en su novela por Galdós. 




   En su análisis crítico-literario dio a conocer lo ya sabido de que el autor solicitó información al consistorio, ignorándose si obtuvo la respuesta solicitada, y que se anunció la visita para el verano anterior y nadie sabía con certeza si don Benito estuvo en Atienza o pasó de largo. En su escrito doña Isabel concluye como comienza: pase por una vez. Perdonando al gran novelista sus imperfecciones a cambio del lanzamiento literario urbi et orbi, de Atienza.

   La duda que ella expresaba del ¿por qué no vino?, estando anunciada su visita, quedaba aclarada, en que, sin ruido ni fanfarrias, don Benito ya había estado allí. En Atienza.

   Lo había hecho en los últimos meses de 1901 y lo repitió en la primavera de 1902; antes, el viaje lo llevó a cabo en el mes de abril, de que apareciese en las librerías su “Tormentas del 48”, y meses antes de su “Narváez”. Y había estado en Atienza en ocasiones anteriores y lo estuvo después.

   Y sí, en aquellas ocasiones se alojó en la casa de Calixto Lázaro Chicharro. Una casona a mitad de camino entre las labriegas y la de los artesanos medio acomodados, en el barrio de Portacaballos. Casas y calles que en aquel tiempo, y como bien nos dice don Benito, el empedrado reproducía los pavimentos del Purgatorio.

   El Purgatorio es un limbo que ya no sabemos certeramente si existe o no, de tantas interpretaciones como se nos hacen; la casa que fue de Calixto Lázaro Chicharro todavía se mantiene en pie y hasta no hace  mucho tiempo la familia mostró, a los curiosos por conocer, el cuarto en que  se alojó y la cama en que durmió el novelista que, a la moda de las capillas, y como si de una más se tratase, lucía como aquellas lucen la iconografía de su dedicatoria: un retrato a plumilla, dedicado, fechado y firmado por él, por don Benito Pérez Galdós.

   Muchos otros rastros quedan de la Atienza de Pérez Galdós. Hidalga como pocas se muestra la fachada de la casa del Cabildo de Clérigos de cuyos balcones Galdós colgó la bandera de la cofradía de los recueros; como la definió, la carnavalesca procesión del día de Pentecostés, y tantas cosas más que podían ser un atractivo más de visita turística hacía la villa, de haberlo sabido utilizar.

   Podían haber sido, las cartas cruzadas entre la familia Lázaro y don Benito, los retratos o los libros que el gran novelista mandó o dejó en Atienza, un reclamo más. O podían estar expuestos en biblioteca o sala aparente, que pocas poblaciones pueden presumir de tal legado. Pues unos cuantos recuerdos se trajeron las hermanas Lázaro, reclamadas por su padre, para casarse. Eusebia con el tío Guarín, un viudo que no levantaba cuatro palmos de estatura, y no hizo la mili porque no dio la talla, pero de bondad pareja a la santidad. Juana con el tío Polvorilla, Benito Sancho de Francisco. 



   En aquella ocasión no se decía, cuando con mayor extensión tratamos las estancias de Pérez Galdós en Atienza; digamos en esta que Eusebia  Lázaro de la Fuente fue la abuela materna de quien esto escribe y, por tanto, Calixto Lázaro Chicharro el bisabuelo. En alguna ocasión, con ese nombre, firmó el escribidor alguno de sus trabajos; e igualmente, de vez en cuando, hace un repaso por aquellos libros que, con Atienza al fondo, dejó para la historia de la villa el gran Pérez Galdós.

    Doña Isabel, la maestra cascarrabias, concluyó en que don Benito Pérez Galdós conocía Atienza, sin duda de ninguna clase, y nadie mejor que ella para afirmarlo, y bien sabía el por qué. Ningún periódico provincial, o nacional, se fijó en que Atienza tenía un papel principal en esta y en las obras siguientes del gran autor merecedor, sin duda, de mejor memoria en la siempre dormilona villa, como él la describió.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 23 de noviembre de 2018

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