viernes, noviembre 06, 2020

DOS SABIOS EN LA SERRANÍA. Gaspar Casal y Rodríguez de Luna

 DOS SABIOS EN LA SERRANÍA.

Gaspar Casal y Rodríguez de Luna

 

   Cuenta la historia que el 10 de agosto de 1759 se despidió del mundo, en Madrid, donde entonces se encontraba, uno de aquellos sabios que florecieron en el siglo XVIII, a quien hasta casi la mitad del siglo XX  se tuvo como hijo de la provincia de Guadalajara, don Gaspar Casal Julián, quien pateó a sus anchas las altas tierras serranas de Guadalajara, desde la villariega Atienza, hasta Somolinos. En ambas poblaciones tuvo asiento. De tal manera que alguno de los más ilustres hombres de letra y pluma, provinciales y nacionales, lo tuvieron como natural de la villa de los Bravo de Laguna, de aquella Atienza que floreció, como pocas otras localidades lo hicieron, a la historia y avances de ese siglo XVIII que tanto y bueno, para la cultura, la ciencia y la historia, dejó en la villa, desde que el siglo comenzó a dar sus primeros pasos hasta que las últimas campanadas anunciaron la entrada en el poco menos que patético siglo XIX.

 


   Al siglo XVIII de Atienza pertenecen los hoy poco menos que olvidados, y que tanto y bueno dejaron a la historia del reino, hermanos Elgueta. Don Baltasar, quien en el transcurso del siglo se ocupó de las obras del real palacio madrileño y cofundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; además de acercar hasta Atienza a genios del arte como Ventura Rodríguez o Luis Salvador Carmona, dejándonos en Atienza la magnífica talla del “Cristo del Perdón”, así como el hoy desaparecido “Hospital de Santa Ana”.

   Quizá sea don Baltasar de Elgueta quien más destacó en la Atienza del siglo XVIII, pues sus hermanos lo hicieron en lugares tan dispares como Murcia, donde don Antonio es historia viva del reino; en Chile, a donde don José llevó el apellido, para dejarlo a la posteridad de su patria de adopción; o en las salinas de la tierra de Atienza, donde quedó el de don Pedro, quizá el mejor y más historiado de los administradores reales que pasaron por ellas.


 BREVE HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA (el libro, aquí)

   Su casa hidalga, con el emblema de sus apellidos se mantiene en la calle más linajuda de Atienza, la que fuese Mayor, que adoptó el nombre de uno de los gremios más pujantes de aquellas tierras y que hoy, desde el mes de mayo de 1905 pasó a llamarse de “Cervantes”. También,  por aquello de querer estar a bien con todo el mundo, en el año 1925, dada la situación política por la que atravesaba España pasó a llamarse “Calle de la Dictadura”, un guiño a quien comenzó por aquellos tiempos a gobernar el reino; nombre que le fue confiscado una vez que don Miguel, marqués de Estella, marchó camino del exilio francés en el mes de enero de 1930.

 

Gaspar Casal Julián

   Sobre el origen atencino de don Gaspar Casal Julián, quizá uno de los médicos más eminentes, y puede que más humildes de su tiempo, nos decían:

  “Sin embargo, la circunstancia de que ya médico pasó a vivir al lugar llamado Somolinos, distante dos leguas de la villa de Atienza en donde residió durante seis años, hacen presumir que dicha villa de Somolinos, cuando no en el mismo Atienza, sean la patria de tan esclarecido varón, pues es lógico que terminados sus estudios, y estos pudieron serlo en la Universidad de Alcalá de Henares, pasara a ejercer el sacerdocio de la ciencia a su tierra natal, iniciándose en el ejercicio de la medicina allá  donde existieran sus padres y sus amigos”.

    Lo escribía, hace más de cien años, la pluma de Ángel Campos, quien por entonces mostraba la sapiencia de su conocimiento en numerosos medios periodísticos provinciales, entre ellos la revista que trató de cambiar el sentir atencino, acercándolo a la cultura con letras mayúsculas: “Atienza Ilustrada”.

   También es cierto que el mismo Gaspar Julián confundió a quienes trataron de averiguar el lugar en el que dio sus primeros pasos. 

EL CID EN TIERRAS DE GUADALAJARA
 

   Aquel hombre a quien tanto debe la ciencia como descubridor y primer descriptor del llamado “mal de la rosa”, actualmente conocido como pelagra, escribió en su única obra publicada: “Memorias de Historia Natural y Médica de Asturias”, que dio a la imprenta junto a Juan Manuel Rodríguez de Luna, en los primeros años del siglo XVIII; tuvo tanta familiaridad y sociedad con Rodríguez de Luna como si fuesen hermanos de padre y madre. Dándose por sentado que ambos compartieron estancia en la villa, al menos, entre los años que median entre 1706 y 1712. Año este último en el que Gaspar Casal dejó Atienza, en donde continuó residiendo, hasta algo después 1716, Rodríguez de Luna.

   Hoy sabemos que no nos nació por aquí, que lo hizo muy lejos de estas tierras, en Gerona, el último día de diciembre de 1680. Pero por aquí se dedicó a la ciencia y por aquí comenzó sus estudios en torno a la pelagra, o mal de la rosa, escorbuto o miseria. Puesto que Gaspar Casal dedicó su vida a la medicina, y al estudio de algunas enfermedades, hoy prácticamente erradicadas, y entonces mal de cada día. Si bien, a pesar de que su nacimiento tuvo lugar en aquella remota provincia, a los cuatro o cinco años ya se encontraba por aquí, por la provincia de Soria, ya que en Utrillas pasó parte de su vida hasta que llegó, apenas obtenido su título de doctor en Medicina, a la castillera y por él ensalzada villa de Atienza. De ahí la atribución de su  nacimiento.

   También contribuyó a la confusión, y no poco, el propio Gaspar, puesto que en algunos documentos manifestó pertenecer a la diócesis de Sigüenza, en cuya ciudad se formó, puesto que a la diócesis pertenecía en aquellos remotos tiempos una parte de la hoy provincia de Soria. En su testamento, dictado en Oviedo, se confesó catalán de nacimiento. La soriana tierra de Utrillas era, al parecer, la tierra natal de su madre. Don Gaspar contrajo primeras nupcias con María Ruiz, nacida en Retortillo.

   Nuestro hombre debió de llevar a cabo sus primeros estudios en Sigüenza, y ya médico ejerció su oficio por tierras de Somolinos, Atienza, Romanillos, Medinaceli, Barahona, Marazovel, Alpanseque, Riba de Santiuste, Valdelcubo, Miedes, Imón, La Olmeda… Y en Madrid se despidió del mundo, en su domicilio de la calle del Olmo, para ser enterrado en la misma iglesia en la que descansa a la eternidad don Lope de Vega, y entre cuyas losas tenemos a algún que otro guadalajareño más, la iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha.

 

Juan Manuel Rodríguez de Luna

   No menos confusa fue la vida de don Juan Manuel Rodríguez de Luna, quien alcanzó a ser, entre otras cosas, boticario, o farmacéutico personal del mismísimo Papa de Roma, a la sazón la Santidad de Inocencio XI. 


 JUAN BRAVO, ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA

   En Roma, y en la Italia a caballo de los siglos XVII y XVIII transcurrió la vida de este insigne farmacéutico hasta su llegada a Atienza y su paso a Somolinos. De Rodríguez de Luna escribe nuestro médico que fue el más excelente naturalista, botánico y químico, de cuantos conoció a lo largo de su vida, que debieron de ser unos cuantos en alguien que se dedicó a la sanidad y convivió con los botánicos, naturalistas y químicos de su tiempo.

   El propio don Gaspar, al hablar de tan eminente hombre de ciencias, nos dice: “¡Qué maravilla, pasar desde la ciudad de los Papas, a Atienza, para consumir su vida en el trabajo, enviando compuestos químicos a los boticarios de España, desde aquella rigurosa villa castellana!”

   Juan Manuel Rodríguez de Luna era aragonés de nacimiento, probablemente emparentado con aquellos papas que llevaron su apellido, y que con el papa al que servía, cuando el Papa llegó a Madrid para visitar al rey de las Españas, entonces Carlos II, en lugar de retornar a la ciudad eterna prefirió buscar la tranquilidad de aquella Atienza mundana a la que añadió su nombre y a la que unió, para la eternidad, al libro siempre inacabado de los nombres y hombres sabios en cualquier ciencia.

   Dos nombres, el de Gaspar Casal Julián y Juan Manuel Rodríguez de Luna, que añadir a la siempre inacabada y hermosa historia de esa Serranía que se enseñorea de una parte de la provincial Guadalajara.

 

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 6 de noviembre de 2020


 EL VALLE DE LA SAL. LA NOVELA

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