sábado, marzo 24, 2018

LA VIRGEN DE LOS DOLORES, PATRONA DE ATIENZA


Se cumplen 350 años, de su llegada a la villa


   Trescientos cincuenta años cumple la venerada imagen de la Virgen de los Dolores, de Atienza. Trescientos cincuenta años que bien podríamos decir no son nada, porque el tiempo vuela; y si pasados todos estos años cualesquiera de quienes intervinieron en que la talla de la patrona llegase a la villa estuviese entre nosotros, seguro que nos lo confirmaba.

La Virgen de los Dolores, Patrona de Atienza


   Fue un capricho especial de uno de aquellos hijos de Atienza que mejorando su estado pasó a la Corte, a Madrid, para emplearse como cerero en el alcázar real, don Juan de las Huertas se llamaba; de la familia “de los Vienvistas”, que ya por aquellos años el apodo estaba a la orden del día. La talla era una imagen única, puesto que se trataba de una copia de la tallada por Gaspar Becerra para el convento madrileño de la Victoria, aquella por encargo de la reina Isabel de Valois con una leyenda añadida que nos lleva a los sueños del autor, y al milagro que lo llevó a tallar una imagen que rompió moldes para su época, ya que aquella, como la nuestra, es una imagen de las llamadas “de vestir”, es decir, que únicamente son talla las manos y la cara. La de Gaspar Becerra fue la primera de estas características. Una imagen que desapareció de la madrileña iglesia de Santiago, a donde fue a parar tras la demolición del convento de la Puerta del Sol, y de donde se perdió para siempre en aquellos aciagos días de 1936.

    Y si conocemos casi todos los pormenores en cuanto hace a la llegada de la imagen a Atienza, nos falta un dato importante: el nombre del autor. Que sin duda hubo de ser, dada la calidad de la talla y de los intervinientes, de  renombre. No aventuraremos nombre, por no errar. Aunque es digna de un Mena, o un Montañés. También es la primera talla de estas características en la provincia de Guadalajara; y la primera en contar con un Rosario de Faroles de Cristal que hoy cumple ciento ocho años de edad; salieron por vez primera en la procesión de Atienza el 18 de marzo de 1910.

La Virgen de losDolores, Patrona de Atienza, el libro, aquí


   La imagen, recibida por el párroco de la iglesia de San Juan del Mercado a la que iba destinada, don Juan Sancho del Olmo, llegaba como “Nuestra Señora de la Soledad”, nombre con el que era conocida la madrileña. Fue convertida en “Nuestra Señora de los Siete Dolores” casi cien años después, al tiempo que el entonces Concejo de Atienza la tomó por patrona celebrando su festividad el 17 de septiembre. Hasta entonces fueron patronos de la imagen, y de su capilla, o altar, la familia de lo “Vienvistas”, los Huertas, y después los Paniagua, los Madrigal y, los últimos, los Ruilópez, don Bruno Pascual y su hermana Francisca, quienes la dotaron con todo lo dotable, incluido el famoso Rosario de Cristal que la acompaña en su procesión nocturna por las calles de la villa. Justo es decir que cuando la imagen llegó a Atienza la iglesia de San Juan todavía se encontraba en proceso de unas obras que se prolongarían durante casi cien años y dejaron a la iglesia, por falta de fondos, sin torre campanera.

   La imagen llegaba con un completo equipamiento: una corona de plata, un manto de damasco de seda con frontales bordados y cuatro pares de cortinas; unas de tafetán morado, otras de raso bordado en blanco, unas negras para la cuaresma y las últimas de tafetán encarnado; a lo que se añadió, a la moda de Madrid, un completo vestuario que de alguna manera, y modernizado a través del tiempo, ha llegado hasta nosotros; puesto que la imagen primitiva, la de Gaspar Becerra, fue vestida con los ricos ropajes de viuda de la condesa de Ureña, dando paso a la costumbre de que las damas nobles de la corte donasen sus vestiduras para las imágenes religiosas, casi siempre en dos colores, blanco y negro; los colores del luto de la nobleza, componiendo el vestuario de nuestra patrona una falda negra, una mantilla de paño, un velo blanco de la cabeza a los pies y sobre este, un mantón negro (no olvidemos que llegaba como Virgen de la Soledad). Y de aquella manera se vistieron las tallas de “La Soledad”.

La Procesión concluye a las puertas de la iglesia


   Ocupa en la iglesia de San Juan del Mercado su actual emplazamiento desde mediados del siglo XVIII, cuando ya era una de las imágenes de mayor devoción de la villa y pueblos vecinos; tanta devoción que, desde esa época, cuenta con una de las reliquias más significativas de la provincia: un pedazo de velo auténtico de la Virgen María y un lignun crucis (ajeno al conocido de la reliquia de las Santas Espinas), donados por un confitero de Albendiego, Mariano Núñez de nombre. Con auténtica papal desde 1786.

   Del mismo modo que el altar fue poco a poco dotándose con nuevas donaciones, entre las que destacó un niño Jesús Nazareno con dos vestidos, uno de terciopelo encarnado con faldones de oro y otro de damasco morado con guarnición carmesí, junto a una cestilla pequeña de "firigrana", en la que se conservaban una pequeña cruz, unos clavos, un martillo y "aquello otro que hace referencia a la Santa Pasión". Esta pequeña talla, que pasado el tiempo sería conocida como San Juanito, fue sustraída de su altar en la década de 1990.

  En 1770, Rosa de Paniagua, desde Madrid, envió también para el altar de la Virgen, unas sacras de plata, una cortina portuguesa, doce ramos de plata, y setecientos reales que habían de emplearse en hacer una mesa de altar a la romana "toda dorada". La hizo el atencino Lorenzo Forcada, y el dorado lo llevó a cabo el también atencino José de la Fuente.


   Por éstos años no fueron los únicos que dotaron a la imagen. Isabel de Madrigal, en 1737, pagó 400 misas en su altar, y el 26 de abril de 1764, "Bentura del Castillo y Aguilar, natural de Atienza y avecindado en Madrid, envía desde la Corte una sabanilla de tela con encaje, para la Virgen de los Dolores". Existen otras muchas donaciones y pago de misas ante aquella imagen, sin embargo la donación hecha por Ventura del Castillo y Aguilar tiene el aliciente de que a la Virgen de la Soledad se le da el título de Virgen de los Dolores. O de los Siete Dolores, como anteriormente decíamos, nombre que le impone el entonces cura de la iglesia de San Juan, don Joaquín de Iturmendi, coincidiendo con la visita que a la villa hacen don Andrés Cano, obispo de Azadén, y don José de la Cuesta, obispo de Sigüenza, al tiempo de la inauguración de la actual capilla del Santo Cristo, patrono de la Villa.

   Su devoción, tanto como su procesión son, y fueron, uno de los grandes acontecimientos de Atienza; antaño se acompañaba la procesión con disparo de cohetes y fusilería. Hoy con luces oscilantes en los faroles de su Rosario. Es, sin lugar a dudas, la reina de Atienza, por admiración y devoción. Trescientos cincuenta años se cumplen de la talla. A Atienza llegó el 12 de enero de 1669. El próximo año trescientos cincuenta de su llegada. Seguro que Atienza lo celebra por todo lo grande, o no. Lo veremos. Hoy toca disfrutar de un día festivo, y admirar una imagen, un Rosario de Cristal y una procesión, única en la provincia.

Tomás Gismera Velasco
Nueva Alcarria, 23 abril, 2018

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