POR CANTALOJAS, DE FERIA
La tradición y la fiesta se dan cita en la Serranía
La de San José, de Atienza, fue sin duda de ninguna clase la feria por
excelencia de la Serranía de Guadalajara, cuyos orígenes fácilmente pueden
situarse en torno al siglo XIII, cuando la Serranía de Guadalajara, o la Tierra
del Común de Atienza, comenzaban a despegar hacía la prosperidad ganadera que
le dio fama, por la lana de sus ovejas, en toda Castilla, y más allá.
Compitió en el tiempo, en primer lugar, con dos de las ferias vecinas
que le hicieron sombra, hasta ganar la partida, las de Berlanga de Duero y
Almazán; y más tarde dos ferias más vinieron a llevarse un poco más de su ser,
las de Sigüenza y Jadraque, sobre todo esta última que, gracias a la
prosperidad del tren, terminó por llevarse lo poco que le iba quedando, a pesar
de que a finales del siglo XVIII, quizá tratando de buscar nuevos mercados,
solicitó y obtuvo la real licencia para establecer una nueva feria por San
Mateo, que es santo feriante por excelencia. A celebrarse a continuación de las
fiestas del Cristo de Septiembre, entre el 15 y el 23, con San Mateo por medio.
Que poco hizo el santo, puesto que esta feria nunca despegó del todo y terminó
sucumbiendo antes que la de San José, que llegó hasta la década de 1970 si
bien, todo hay que decirlo, achicándose un poco más cada año. Algo bueno traía
la feria de San José para Atienza: el agua. Aproximándose sus días raro era el
año que los chaparrones no hacían acto de presencia.
Claro está que también lo hicieron algunas novedades. Y es que para las
ferias se dejaban las novedades de altura como fue, por ejemplo, la
inauguración de la luz eléctrica, que tuvo lugar con motivo de las ferias de
1905.
En el máximo apogeo llegó a reunir en sus feriales, de ganado lanar,
vacuno, caprino, o equino, a varios miles de cabezas; además de juntar en sus
plazas a los mejores pañeros de las provincias limítrofes; a los vendedores de
baratijas e incluso a los amantes de lo ajeno, que nunca faltaron a fiesta de
guardar en la que el gentío parece que se presta a dejarse birlar la cartera.
Para los años medios del siglo XX las ferias habían comenzado a dejar de
ser lo que fueron, al menos la de Atienza; sin embargo la de Jadraque mantenía
su auge, como la de Sigüenza, y si nos fuésemos hacía la Alcarria, con Brihuega
por bandera, las ferias formaban parte de los grandes fastos, no sólo de la
capital de la Alcarria, también de Cifuentes, Tendilla e incluso Guadalajara.
Fue para entonces, cuando el siglo XX comenzaba a partirse por la mitad,
cuando surgió la nueva feria que habría de venir a poner en alto el nivel
ganadero provincial, o serrano; cuando Cantalojas solicitó y obtuvo licencia para celebrar una feria de ganado otoñal,
del 12 al 14 de octubre. Lo solicitó en 1947 y celebró su primera feria en
1948. Queriéndose acercar a las segovianas de Riaza, Sepúlveda, Ayllón o Aranda
de Duero, que en estas también hubo ferias celebradas y con estas villas tuvo
Cantalojas parentesco, puesto que perteneció durante siglos a la tierra de
Ayllón y a las provincias de Segovia y Burgos, cuando Guadalajara –capital-, le
quedaba tan distante como le queda hoy.
Por las mismas fechas se celebraban en la cercana Riaza las ferias de
San Frutos, y para entonces se celebraban igualmente, y no sin poco éxito, los
mercados de granos de Galve de Sorbe, Campisábalos y Miedes de Atienza, lo que
nos da ejemplo de lo que era nuestra Serranía, mediado el siglo XX, un lugar
lleno de actividad, de gente, de comercio; de vida.
El anuncio oficial se dio a conocer a través de la prensa provincial el
2 de octubre de aquel año de 1948, mediante el que se daba cuenta de la
resolución municipal de 28 de septiembre, en el que se nos decía que: Debidamente autorizada por la superioridad
se celebrará por primera vez Gran Feria de Ganados en sus distintas clases
(mayor y menor), en Cantalojas (Guadalajara), los días 12, 13 y 14 de octubre.
Siendo esta zona ganadera de capital importancia, el Ayuntamiento, en nombre
del pueblo, invita al país en general y muy en particular a la comarca, no deje
de asistir a esta exuberante e importantísima feria, cuya presentación de
ganado promete ser en número elevado. Se
dispone de hospedaje para las personas y albergues para los ganados; dándose
toda clase de facilidades a los concurrentes. Es indispensable la presentación
con sus ganados de la correspondiente guía sanitaria.
Don Víctor Redondo fue el Alcalde que firmó la solicitud, y que tuvo el
honor de presidir la feria aquellos primeros años, cuando Cantalojas rondaba el
medio millar de habitantes.
No pasó, en aquellos primeros años, de ser una feria comarcal, en donde
la mayoría de las transacciones tenían lugar entre Cantalojas y los vecinos
pueblos de Galve, Campisábalos, Villacadima y aledaños, sin alcanzar en ningún
momento la categoría pretendida, y en donde a pesar de llevarse algunas compra-ventas
de animales o cereales, siempre estuvieron muy por debajo de los centenares de
tratos de Jadraque, Sigüenza o Atienza, perdiendo poco a poco visitantes al
ritmo que aumentaba la despoblación en los pueblos vecinos, hasta desaparecer
en la década de 1960, al igual que fueron desapareciendo de las poblaciones de
mayor importancia, arrinconadas por la modernidad del campo y las explotaciones
ganaderas intensivas.
No obstante, y como un nuevo método de revitalizar la comarca en cuanto
a su espíritu tradicional y ganadero, se retomó la celebración de la feria en
1985, año en el que volvió a celebrarse por vez primera tras el cese de la
anterior, organizada por la Cámara Agraria Local en colaboración con la
Diputación provincial de Guadalajara, al tiempo mismo que se promocionaba el
recientemente declarado Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra. Reduciéndose
la celebración a un solo día, 12 de octubre.
La primera feria celebrada en 1985, sin alcanzar el éxito de lo que
fueron las vecinas, o de la anterior celebrada en la población reunió, no
obstante, a más de tres centenares de cabezas ganado, principalmente vacuno,
llevándose a cabo 64 transacciones de ganado bovino y 16 de caballerías, según
nos cuentan las crónicas.
Para dar un mayor realce a la feria se establecieron a partir del
segundo año de celebración (1986), concursos a los mejores animales
presentados, al igual que se hizo tradicionalmente en la feria de Jadraque,
estableciéndose premios llamativos, a fin de que la concurrencia fuese más
elevada. Premios que en esta ocasión fueron a parar a José Sabido Ricote, en el
apartado de vacas negras autóctonas (avileñas); el segundo premio en esta
categoría fue para Francisco González.
También hubo premios en vacas cruzadas –los cruces con razas más
productivas estaban en pleno auge-, para el mejor ganado lanar; e incluso para
las mejores cabezas de ganado caprino. Premios que fueron oscilando desde las
5.000 a las 30.000 pesetas en años sucesivos, que para su tiempo eran
cantidades respetables.
Descendieron las ventas a partir de 1991, del mismo modo que comenzó a
reducirse el número de animales presentes, acudiendo los ganaderos de la
comarca mayoritariamente en busca de los importantes premios que comenzaron a
repartirse (50.000 y 25.000 pesetas).
En la actualidad, sin pretender alcanzar la categoría que tuvieron este
tipo de representaciones, está considerada como una fiesta alrededor del ganado; declarada de Interés Turístico Provincial, en la que tienen lugar
representaciones folclóricas, exposiciones de tipo cultural, exhibiciones de
animales, o mercado de productos tradicionales, reuniendo en torno a ella a
centenares de personas.
Es, junto con la de Hiendelaencina, la única que nos queda por estos
rincones serranos. Feria de las de siempre, que ahora, como las setas en otoño,
nos florecen por los cuatro puntos cardinales de la provincia las ferias
medievales que nada tienen que ver con aquellas dulas de ganado que desde los
pueblos vecinos, por ver de llevarse el premio, acudían al festejo.
Todavía quedan viejas estampas de tiempos pretéritos en las que los
grandes hatos de vacas llenan las laderas, como las llenarán, aunque sea de
forma simbólica, en estos días en los que, a ritmo de fiesta, la Serranía
comienza a festejar sus tradiciones; al compás de dulzaina y tambor y con son
de palitroque de los danzantes de Galve y Condemios de Arriba, que alguno de
ellos, seguro, no ha de faltar a la fiesta.
Que
es lo que nos dice que nuestros pueblos
todavía se mantienen vivos.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
11 de octubre de 2019
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