viernes, octubre 11, 2019

POR CANTALOJAS, DE FERIA


POR CANTALOJAS, DE FERIA
La tradición y la fiesta se dan cita en la Serranía


  
   La de San José, de Atienza, fue sin duda de ninguna clase la feria por excelencia de la Serranía de Guadalajara, cuyos orígenes fácilmente pueden situarse en torno al siglo XIII, cuando la Serranía de Guadalajara, o la Tierra del Común de Atienza, comenzaban a despegar hacía la prosperidad ganadera que le dio fama, por la lana de sus ovejas, en toda Castilla, y más allá.


Por Cantalojas, de feria


   Compitió en el tiempo, en primer lugar, con dos de las ferias vecinas que le hicieron sombra, hasta ganar la partida, las de Berlanga de Duero y Almazán; y más tarde dos ferias más vinieron a llevarse un poco más de su ser, las de Sigüenza y Jadraque, sobre todo esta última que, gracias a la prosperidad del tren, terminó por llevarse lo poco que le iba quedando, a pesar de que a finales del siglo XVIII, quizá tratando de buscar nuevos mercados, solicitó y obtuvo la real licencia para establecer una nueva feria por San Mateo, que es santo feriante por excelencia. A celebrarse a continuación de las fiestas del Cristo de Septiembre, entre el 15 y el 23, con San Mateo por medio. Que poco hizo el santo, puesto que esta feria nunca despegó del todo y terminó sucumbiendo antes que la de San José, que llegó hasta la década de 1970 si bien, todo hay que decirlo, achicándose un poco más cada año. Algo bueno traía la feria de San José para Atienza: el agua. Aproximándose sus días raro era el año que los chaparrones no hacían acto de presencia.


   Claro está que también lo hicieron algunas novedades. Y es que para las ferias se dejaban las novedades de altura como fue, por ejemplo, la inauguración de la luz eléctrica, que tuvo lugar con motivo de las ferias de 1905.

   En el máximo apogeo llegó a reunir en sus feriales, de ganado lanar, vacuno, caprino, o equino, a varios miles de cabezas; además de juntar en sus plazas a los mejores pañeros de las provincias limítrofes; a los vendedores de baratijas e incluso a los amantes de lo ajeno, que nunca faltaron a fiesta de guardar en la que el gentío parece que se presta a dejarse birlar la cartera.

   Para los años medios del siglo XX las ferias habían comenzado a dejar de ser lo que fueron, al menos la de Atienza; sin embargo la de Jadraque mantenía su auge, como la de Sigüenza, y si nos fuésemos hacía la Alcarria, con Brihuega por bandera, las ferias formaban parte de los grandes fastos, no sólo de la capital de la Alcarria, también de Cifuentes, Tendilla e incluso Guadalajara.


   Fue para entonces, cuando el siglo XX comenzaba a partirse por la mitad, cuando surgió la nueva feria que habría de venir a poner en alto el nivel ganadero provincial, o serrano; cuando Cantalojas solicitó y obtuvo  licencia para celebrar una feria de ganado otoñal, del 12 al 14 de octubre. Lo solicitó en 1947 y celebró su primera feria en 1948. Queriéndose acercar a las segovianas de Riaza, Sepúlveda, Ayllón o Aranda de Duero, que en estas también hubo ferias celebradas y con estas villas tuvo Cantalojas parentesco, puesto que perteneció durante siglos a la tierra de Ayllón y a las provincias de Segovia y Burgos, cuando Guadalajara –capital-, le quedaba tan distante como le queda hoy.

   Por las mismas fechas se celebraban en la cercana Riaza las ferias de San Frutos, y para entonces se celebraban igualmente, y no sin poco éxito, los mercados de granos de Galve de Sorbe, Campisábalos y Miedes de Atienza, lo que nos da ejemplo de lo que era nuestra Serranía, mediado el siglo XX, un lugar lleno de actividad, de gente, de comercio; de vida.

   El anuncio oficial se dio a conocer a través de la prensa provincial el 2 de octubre de aquel año de 1948, mediante el que se daba cuenta de la resolución municipal de 28 de septiembre, en el que se nos decía que: Debidamente autorizada por la superioridad se celebrará por primera vez Gran Feria de Ganados en sus distintas clases (mayor y menor), en Cantalojas (Guadalajara), los días 12, 13 y 14 de octubre. Siendo esta zona ganadera de capital importancia, el Ayuntamiento, en nombre del pueblo, invita al país en general y muy en particular a la comarca, no deje de asistir a esta exuberante e importantísima feria, cuya presentación de ganado promete ser en número elevado.  Se dispone de hospedaje para las personas y albergues para los ganados; dándose toda clase de facilidades a los concurrentes. Es indispensable la presentación con sus ganados de la correspondiente guía sanitaria.

   Don Víctor Redondo fue el Alcalde que firmó la solicitud, y que tuvo el honor de presidir la feria aquellos primeros años, cuando Cantalojas rondaba el medio millar de habitantes.

   No pasó, en aquellos primeros años, de ser una feria comarcal, en donde la mayoría de las transacciones tenían lugar entre Cantalojas y los vecinos pueblos de Galve, Campisábalos, Villacadima y aledaños, sin alcanzar en ningún momento la categoría pretendida, y en donde a pesar de llevarse algunas compra-ventas de animales o cereales, siempre estuvieron muy por debajo de los centenares de tratos de Jadraque, Sigüenza o Atienza, perdiendo poco a poco visitantes al ritmo que aumentaba la despoblación en los pueblos vecinos, hasta desaparecer en la década de 1960, al igual que fueron desapareciendo de las poblaciones de mayor importancia, arrinconadas por la modernidad del campo y las explotaciones ganaderas intensivas.

   No obstante, y como un nuevo método de revitalizar la comarca en cuanto a su espíritu tradicional y ganadero, se retomó la celebración de la feria en 1985, año en el que volvió a celebrarse por vez primera tras el cese de la anterior, organizada por la Cámara Agraria Local en colaboración con la Diputación provincial de Guadalajara, al tiempo mismo que se promocionaba el recientemente declarado Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra. Reduciéndose la celebración a un solo día, 12 de octubre.

   La primera feria celebrada en 1985, sin alcanzar el éxito de lo que fueron las vecinas, o de la anterior celebrada en la población reunió, no obstante, a más de tres centenares de cabezas ganado, principalmente vacuno, llevándose a cabo 64 transacciones de ganado bovino y 16 de caballerías, según nos cuentan las crónicas.

   Para dar un mayor realce a la feria se establecieron a partir del segundo año de celebración (1986), concursos a los mejores animales presentados, al igual que se hizo tradicionalmente en la feria de Jadraque, estableciéndose premios llamativos, a fin de que la concurrencia fuese más elevada. Premios que en esta ocasión fueron a parar a José Sabido Ricote, en el apartado de vacas negras autóctonas (avileñas); el segundo premio en esta categoría fue para Francisco González.

   También hubo premios en vacas cruzadas –los cruces con razas más productivas estaban en pleno auge-, para el mejor ganado lanar; e incluso para las mejores cabezas de ganado caprino. Premios que fueron oscilando desde las 5.000 a las 30.000 pesetas en años sucesivos, que para su tiempo eran cantidades respetables.

   Descendieron las ventas a partir de 1991, del mismo modo que comenzó a reducirse el número de animales presentes, acudiendo los ganaderos de la comarca mayoritariamente en busca de los importantes premios que comenzaron a repartirse (50.000 y 25.000 pesetas).



   En la actualidad, sin pretender alcanzar la categoría que tuvieron este tipo de representaciones, está considerada como una fiesta alrededor del ganado; declarada de Interés Turístico Provincial, en la que tienen lugar representaciones folclóricas, exposiciones de tipo cultural, exhibiciones de animales, o mercado de productos tradicionales, reuniendo en torno a ella a centenares de personas.

   Es, junto con la de Hiendelaencina, la única que nos queda por estos rincones serranos. Feria de las de siempre, que ahora, como las setas en otoño, nos florecen por los cuatro puntos cardinales de la provincia las ferias medievales que nada tienen que ver con aquellas dulas de ganado que desde los pueblos vecinos, por ver de llevarse el premio, acudían al festejo.

   Todavía quedan viejas estampas de tiempos pretéritos en las que los grandes hatos de vacas llenan las laderas, como las llenarán, aunque sea de forma simbólica, en estos días en los que, a ritmo de fiesta, la Serranía comienza a festejar sus tradiciones; al compás de dulzaina y tambor y con son de palitroque de los danzantes de Galve y Condemios de Arriba, que alguno de ellos, seguro, no ha de faltar a la fiesta.

   Que es lo que nos dice que  nuestros pueblos todavía se mantienen vivos.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 11 de octubre de 2019

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