viernes, abril 30, 2021

LOS TIRADORES DE LUZAGA

LOS TIRADORES DE LUZAGA
Juan Ballesteros y sus descendientes tomaron el nombre de la población, en sus revueltas carlistas

 

    A Juan Ballesteros, natural de la población de Luzaga, se le dio el nombre de “El Tirador”, según cuentan, por la puntería de la que al parecer hacía gala en sus cacerías. Puesto que su historia nos dice que fue cazador. Tan buena puntería que era capaz de meter la bala por la boca de un cántaro disparando a cien metros de distancia.

   Fue uno de los muchos personajes que nos brindó la primera mitad del siglo XIX. Mitad revuelta, tanto o más que la segunda, a cuenta de la guerra contra los franceses, en primer lugar; contra la tiranía de un mal rey, en segundo; y finalmente unos españoles contra los otros en lo que fue la Primera Guerra Carlista que arrancó en los meses últimos de 1833 y sucumbió al final del decenio, con el feliz abrazo de Vergara. Por ver qué rey, o reina, nos debía gobernar.

   Luzaga era entonces en vida del abuelo Tirador, uno de los pocos pueblos que quedaban en la hoy provincia de Guadalajara recordándonos, junto a Luzón, que por aquí anduvieron los lusones, que fueron tribu celtíbera que buscó la cercanía de las aguas del río Tajuña, se mezclaron con los belos y los titos y, ya celtíberos todos, plantaron cara a los romanos desde, sin duda, los altos cantiles de su tierra. A pesar de que los romanos, muchos más en número, y mejor armados, se hicieron con ellos.

 

El Tirador de Luzaga

   Debió de nacer el bueno de Juan Ballesteros en los años últimos del siglo XVIII o los inicios del XIX, en medio de aquella España revuelta que gobernaron el rey Carlos IV y don Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, hasta que arribaron los franceses; tras estos, don Fernando VII de azarosa memoria y, al fin, la infantil Isabel.

   Luzaga era entonces cuando don Juan Ballesteros levantó el trabuco, lugar de 70 vecinos y poco más de 300 habitantes que contaron, a don Sebastián Miñano, firmante de su famoso Diccionario, que eran los herederos de los “luzbellos”, los habitantes de la importante “Luzbella”, ciudad que llegó a contar, al su decir, con más de 10.000 habitantes. Lo cierto es que en 1834, cuando Juan Ballesteros saltó a la fama era uno de los muchos municipios dependientes del Ducado de Medinaceli. El Duque era entonces don Luis Joaquín Fernández de Córdoba y Benavides, quien como diríamos hoy, ni sabía lo que tenía.

   Juan Ballesteros, poco después de que se proclamase reina de España a la infantil Isabel II, apenas tres añitos tenía la criatura, fue de los que pensaron que no a ella, si no a su tío, don Carlos María Isidro de Borbón, como varón, tocaba reinar, respetando la línea de sucesión que regía antes de que su hermano don Fernando VII la derogase.

   En su nombre, y con algunos mozos del pueblo partió de Luzaga el tirador Juan Ballesteros; alborotó con su cuadrilla por la Alcarria y entró en Sigüenza, con la sana intención de salir de allí dirigiendo un cuerpo de ejército, pues fue el seminario seguntino una buena mina de la que sacar hombres con los que combatir en nombre del pretendiente.

   No le fue bien, ya que por allí andaban los isabelinos, que lo persiguieron hasta dar con sus huesos en la cárcel, de la que únicamente debió de salir camino del cementerio, a juzgar por el testimonio de quienes lo persiguieron por los montes del ducado la triste noche del 11 de septiembre de 1834. Don Martín de Villota, Capitán de Minadores del Regimiento Real y Comandante de armas de la Ciudad de Sigüenza, dio cuenta del fin de la partida, cuyos integrantes quedaron muertos y heridos, al tiempo que prisionero y muy mal herido el comandante Juan Ballesteros, el que llevo a Sigüenza para que conozcan los ilusos que este jefe que tanto ha dado que hacer en todos estos pueblos y que se creía invencible, va a pagar sus crímenes en dicha ciudad…

 

Juan Ballesteros, el hijo del Tirador

   Un apellido poco habitual para nuestra tierra, llevaba el hijo del Tirador; su nombre, junto a sus dos apellidos, los llevó con cierta dignidad, puesto que su padre fue considerado como un héroe de las revueltas carlistas su hijo y heredero en aquello de las disconformidades hereditarias dentro de la monarquía del siglo XIX. Juan Ballesteros Rozalem, se llamó el mozo que tomó el testigo. Y que ya debía de estar en edad de combatir cuando desapareció el padre, conforme nos cuentan aquellas crónicas de remotos tiempos.

   El segundo “Tirador de Luzaga”, Juan Ballestros Rozalem, tomó el testigo. Por Luzaga, la Alcarria, y hasta Sigüenza, anduvo Juan Ballesteros II, a quien salieron a buscar por los montes del ducado los isabelinos de Sigüenza llevando como guías a varios vecinos de la localidad. Se cuenta que no dieron con él, y que fue el mismo Ballesteros quien se presentó ante las autoridades militares seguntinas para ponerse a su servicio y de su mano terminar con las partidas carlistas de la zona. Ello, a cambio del indulto general y poder regresar a su casa, cuando lo hiciera, con la cabeza alta y sin que se le tocase el patrimonio, como se solía.

TODO SOBRE ALCOLEA DEL PINAR, en las páginas de un libro (Aquí)
 

   Aquello lo conocíamos a través del Subdelegado del Gobierno provincial el 22 de junio de 1835, quien hacía la recomendación del indulto, y la entrega de honores, a quienes le acompañaron a desbaratar carlistas, y a nuestro hombre: el que más ha contribuido a la empresa es Juan Ballesteros, quien hasta hace pocos días ha estado vagando fugitivo de la justicia y del destacamento de esta ciudad, por haber pertenecido a la facción del cazador de Luzaga, su padre, habiéndose acogido a mi protección implorando el indulto, que espero de S.M. (Q.D.G.), a quien se lo tengo pedido…

 

Bruno Ballesteros, el Tirador Tercero

   Desconocemos si llegó o no el indulto para nuestro segundo Juan Ballesteros, o si el unirse a las tropas isabelinas en Sigüenza fue una estratagema que lo librase de la persecución y la muerte, ya que meses después lo encontramos de nuevo entre las tropas de Vicente Batanero, en sus correrías a través de los pueblos de la Alcarria. Sus últimas acciones de guerra, en la Primera Carlista, fueron el robo de los caballos de las postas de Torremocha y Almadrones.

   Después llegó la paz del abrazo de Vergara, el silencio para nuestro hombre, a quien en recompensa por los servicios prestados hicieron guarda de montes; y cuando el siglo XIX rebasaba su mitad, nos enteramos que por la primavera de 1860 volvió, Juan Ballesteros Rozalem, hijo del que fusilaron en Sigüenza, a las andadas. En esta ocasión fue por tierras de Zaorejas, donde los cabecillas carlistas tuvieron parte de sus cuarteles, a las cercanías de Beteta, en la provincia de Cuenca; y que por allá fue detenido desde donde, como al padre, lo mandaron a Sigüenza.

   El juicio, cosa de los tiempos, fue sumarísimo. En el mes de junio ya estaba condenado a prisión perpetua, como indultado de la última pena, pues como el padre fue sentenciado a morir a tiro de fusil. Tampoco cumplió la totalidad de la condena.

   Un mes después de ser sentenciado fallecía en el Hospital de San Mateo, víctima de unas fiebres tifoideas un día señalado, el de la festividad de Santiago, 25 de julio de 1869.

 

LUZÓN, ENTRE EL DUCADO Y EL SEÑORÍO. UN libro para conocer una tierra (pulsa aquí)
 

   Cuentan las crónicas de aquel tiempo que era Sigüenza, y su seminario, un foco de insurrectos y conspiradores carlistas; en un registro que se llevó a cabo por aquellos días en el seminario fueron hallados unos cuantos miles de cartuchos y varias decenas de miles de balas; algún fusil y unas cuantas cosas más que daban a entender que aquello estaba preparado para alzarse contra los liberales. Escaparon todos los que tenían algo que ver en el asunto: tres presbíteros catedráticos, el profesor de canto y el portero entre ellos, y don Alejo Izquierdo, entonces profesor de hebreo, y quien más tarde sería el secretario personal de su primo, don Narciso Martínez Izquierdo, primer obispo de Madrid. Lo condenaron, por conspiración, a cuatro años de cárcel.

   Claro está que con la muerte de Juan Ballesteros Rozalem no se terminó la saga. Desde Luzaga, y por los Ballesteros, levantó la bandera su sobrino, Bruno Ballesteros, quien con otra media docena de mozos de la tierra comenzó a recorrer los pueblos, al abrigo de la tercera guerra carlista, en 1873. Como a los anteriores, en lugar de por su nombre y apellido ya nos imaginamos cómo se le denominaba: “El Tirador de Luzaga”. Aunque esa es ya otra historia.

   Que en ocasiones los pueblos pasan a la posteridad por sus monumentos, sus tradiciones, sus paisajes, e incluso, por sus gentes.

 

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 30 de abril de 2021

 El estudioso de la trayectoria de "Los Tiradores de Luzaga", M. A. Ayuso Morales, me indica alguno de los errores cometidos en el anterior artículo, indicándome:

"Atraído por la figura de los tiradores, he recopilado sobre ellos cuanta información he podido obtener, por lo que a la vista de su artículo me permito puntualizarle lo siguiente:

El tío tirador, Juan Ballesteros Rozalen, era hijo de José, no de Juan. José Ballesteros, el primer tirador, era natural de Velilla de San Antonio y su hijo Juan, de Buendía. Sí serían originarios de Luzaga otros cinco, al menos, hijos/as de José y, por tanto, hermanos de Juan. Por eso el apellido Ballesteros, en este caso, no es de nuestra tierra pues los ascendientes de José (su padre Manuel Ballesteros y su madre María Torremocha), eran naturales de Alcázar de Huete y de Villamayor de Santiago, respectivamente, localidades conquenses.

Bruno, el tercero de los tiradores, era hermano de Juan, no su sobrino,  ambos fueron detenidos en 1847 en el departamento francés de Ariège, Juan entonces con el grado de capitán, cuando intentaban entrar en España para comenzar nuevos levantamientos carlistas".

Dicho queda, y sirva, para los seguidores de los Tiradores de Luzaga, de aclaración y puntualización necesaria.


 

EPISODIOS DE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA EN GUADALAJARA. La guerra y sus personajes. (El libro, pulsando aquí)
 

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