sábado, abril 06, 2024

JULIÁN BIEL, EL CANTOR DE LA MARQUESA

 

JULIÁN BIEL, EL CANTOR DE LA MARQUESA

Alcanzó fama mundial en el mundo de la ópera

 

   No nació, Julián Biel Gómez, el personaje de quien hacemos memoria, en la provincia de Guadalajara, si bien aquí pasó una gran parte de su vida, desde la más tierna infancia; de aquí salió al mundo para triunfar en los escenarios, como intérprete de ópera a quien se consideró como sucesor en este arte del gran Julián Gayarre, pues se apagó la voz del cantor del Roncal y, como por arte de magia, surgió la del alcarreño-aragonés. Y aquí, en el Santuario de la Antigua, dejó inscrito su nombre, con el resonar del eco de su voz.

   Sus padres Fidel Biel y María Loreto todavía no estaban casados cuando Julián nació, aunque ello no fue obstáculo para ser reconocido por el padre, en unos tiempos en lo que todo se miraba con cuatro ojos. Apenas nacido el chiquillo, desde Zaragoza donde se encontraba, la familia se trasladó a Guadalajara, donde estuvieron al servicio de la familia de los Marqueses de Villamejor y de los Condes de Romanones. Aquí en nuestra capital, pasó Julián su infancia, comenzó a gorgojear al mundo de la música, y demostró sus dotes para el bello canto.

   Una infancia que discurrió como la vida de sus padres, en la humildad que acompaña el duro trabajo de la vida, ejerciendo de chico de los recados en una de las más afamadas pastelerías de nuestra capital, desde que apenas levantaba cuatro palmos del suelo. Más adelante se colocó como pintor de brocha gorda en la capital del reino, hasta que sus conocidos le recomendaron entrar en el orfeón madrileño con el fin de educar la voz; un orfeón cuya fundación se debió a otro alcarreño de grata memoria, don José Flores Laguna, natural de Las Inviernas. Corría el año de 1892, y nuestro hombre se distinguía, más que por su trabajo diario, por la potencia de la voz con la que acompañaba sus quehaceres. Lo hizo, claro está, sin abandonar el oficio, puesto que de alguna parte tenían que salir las pesetas con las que pagar academias, profesores y estudios.

 


 

 

La primera oportunidad

   Tras las primeras dudas en torno al mundo del espectáculo, abandonar los estudios y regresar a ellos, no sin esfuerzo logró hacerse un hueco en el coro del Teatro Real, hipotecando lo poco que tenía para conseguir llegar a él, y teniendo finalmente que dejarlo, porque había que comer y de la música, entonces, no se podía vivir. Se colocó en una compañía impresora de cilindros musicales, el antecedente de los conocidos discos de vinilo que después se popularizaron; allí continuó desarrollando lo que comenzaba a ser una pasión: la ópera. El espectáculo en torno al cual se reunía día tras día la alta sociedad de la época, para la que parecía ser el espectáculo, más que para obreros.

   Su oportunidad, primera y de categoría, le llegó en 1899, en los Jardines del Retiro, un tanto lejos de los escenarios de los grandes teatros pero que, a fin de cuentas, le valió para acceder a ellos. Allí cantó algunas arias de obras famosas y a quienes lo escucharon les encandiló su voz.

   Los periódicos provinciales nos dirían de él, y de su inicial éxito en tan espectacular lugar: “En los jardines del Buen Retiro ha debutado con gran éxito nuestro joven paisano Julián Biel, cosechando nutridísimos aplausos y los más calurosos elogios del público”. Por supuesto, en estos días a Biel se le consideraba natural de Guadalajara. Del éxito se hacían eco no sólo los periódicos de la provincia, también los madrileños y, con más énfasis, los cántabros, pues Biel se había integrado, como medio de ganarse la vida y salir adelante en el mundo del cante, en el famoso Orfeón Cantabria. Nuestro hombre interpretó algunas piezas de la famosa ópera “La Africana”, de Giacomo Meyerbeer, figurando en el papel de Vasco da Gama, que le acompañaría exitosamente a lo largo de su carrera.

 

El triunfo de Guadalajara

   Estaba por este tiempo próximo a inaugurarse el Santuario de la Virgen de la Antigua y, miel sobre hojuelas, se pensó en nuestra capital que nadie mejor que Julián Biel para interpretar la parte musical que correspondiera en tan solemne jornada.

   La bendición solemne tuvo lugar el sábado 4 de noviembre de 1899, en parte, gracias a los auspicios de doña Ana de Torres, Marquesa de Villamejor y madre de nuestro más que afamado Conde de Romanones, don Álvaro de Figueroa, quien financió una importante parte de las obras. La inauguración no pudo ser más grandiosa, si bien se llevaría a cabo en dos partes; la bendición propiamente dicha del Santuario, que tuvo lugar a las nueve de la mañana, y el traslado de la Patrona a su nueva casa, que se llevó a cabo con solemne procesión a partir de las cinco de la tarde, desde el convento de Santa Clara, con unas calles atiborradas de gente, lo mismo que la capilla de Santa Clara, y el Santuario de la Antigua, en donde, por supuesto, no faltó nuestro Julián Biel. La crónica de aquel día nos decía que “Al llegar la procesión a la plazuela de la Antigua, era poco menos que imposible poder dar un paso, donde toda la población se agolpaba deseosa de penetrar en el templo para oír al incomparable tenor Julián Biel”. Quien cantó, con voz prodigiosa y elegante estilo, la Salve del maestro Eslava. Al día siguiente, en la función mayor, con asistencia igualmente de la Sra. Marquesa, Biel interpretaría la Misa compuesta por el italiano Saverio Mercadante. Y Guadalajara se rindió a los pies del gran tenor.

   A Julián Biel se le comenzó a comparar con el gran Enrico Tamberlick, con Gaetano Fraschini, con Julián Gayarre, con… el Olimpo de la ópera. Eso sí, cuantos lo comparaban con los grandes, le aconsejaban estudiar y educar la voz un poco más. Y lo hizo, en la meca de la ópera italiana, en Milán. Los estudios, los viajes, la estancia…, todo, lo costeaba quien quedó impresionada con su voz, la marquesa de Villamejor que era, en este tiempo, una de las grandes mecenas de la ciudad.

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Un éxito Real

   A Italia marchó a fines de aquel año de 1899, regresando a España un año después, con contrato para presentarse ante el gran público en el Teatro Real, en la apertura de la temporada. El gran debut tuvo lugar el 17 de noviembre; y aquella tarde-noche Julián pisó el escenario con la tranquilidad y arrogancia que tanto caracteriza a sus paisanos, y el éxito fue apoteósico. Llegaba Julián de obtener un grandioso éxito en Bolonia, con su interpretación en “El Trovador”; de Roma, donde lo hizo con la ópera de “Hernani” y, en Madrid, nuevamente, se presentaba como el Vasco de Gama de “La Africana”, y… el teatro se llenó para escucharle. Y no defraudó, cuando apareció en el escenario el público lo recibió con una salva de aplausos; aplausos que continuaron, incluso, al término de la representación.

   A partir de aquí se abrirían las puertas de los grandes teatros; de los principales escenarios de España, Francia, Italia, Inglaterra, o Rusia; viajó por Europa, y, finalmente, se estableció en América, para triunfar en los escenarios argentinos, chilenos y brasileños. Pasó a ser el tenor con mayor caché de las plateas nacionales, a rivalizar artísticamente con Enrico Caruso; a ser leyenda viva de la ópera española, hasta que la voz se le apagó.

   Regresó a Guadalajara en las fiestas patronales de 1918, para recordar aquel primer éxito de años atrás, y cantar nuevamente ante la Virgen de la Antigua; fue, sin duda, su última representación, pues había abandonado los escenarios para establecerse en Barcelona al frente de una modesta academia de música, que le permitió vivir hasta el día de su muerte, prácticamente en el silencio y el olvido, el 5 de agosto de 1948.

   Y es que, aunque no lo parezca, también a música de ópera, suena Guadalajara.

 

 

   Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 5 de abril de 2024

 


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