viernes, octubre 02, 2020

LEYENDAS SERRANAS. Un libro recoge los cuentos y leyendas de la Sierra Norte de Guadalajara

LEYENDAS SERRANAS.
Un libro recoge los cuentos y leyendas de la Sierra Norte de Guadalajara

 

   A la luz de las velas, del oscilante baile de la lumbre cuando la luna se columpiaba en la oscuridad de los cielos y de rondón penetraba por la boca de la chimenea, estampándose contra el caldero de agua que bullía eterno y sin perder el aliento sobre las brasas. Con la oscuridad a las espaldas y las sombras rondando en el portal de la casa al que, al igual que por la chimenea, por las rendijas del portón penetraba el viento silbante.

   Ese era, sin duda, el mejor escenario para que las leyendas de nuestra tierra saliesen a relucir, noche a noche, cuando estas eran mucho más largas que ahora y no había para entretenerla mejor distracción que el relato, a veces tétrico, que contaban las abuelas, o los abuelos, o quienes vivieron o escucharon un cuento, o una historieta que se fue transmitiendo desde que nuestras gentes fueron capaces de retenerlas en la memoria.

 

CUENTOS Y LEYENDAS DE LA SIERRA NORTE DE GUADALAJARA. Aquí lo puedes conocer. Aquí lo puedes conocer

 

  Los cuentos comenzaban casi siempre por lo mismo, por aquel “érase una vez”; las leyendas, que en ocasiones espantaba escuchar, podían comenzar por cualquier frase. Al término de la narración salir al portal o asomarse a la calle en medio de la noche era algo que sólo acometían, como guerreros de lanza en astillero, los más valientes. Porque podía escucharse el aullido del lobo; el lamento de una campana, el ulular de la lechuza; el tintinear de un cencerro, la voz tenebrosa que llamaba desde las entrañas de la tierra y, ¡cómo no!, el agua saliendo a borbotones, y amenazante, de entre las peñas; aunque no lloviese.

   Y es que la Guadalajara serrana, esa que se pierde entre cumbres por donde la provincia comienza a perder su nombre, está llena de cuentos, de leyendas, de historias..., de las de toda la vida. De esas que nos hablan de los tiempos de… Sin duda, ni las leyendas ni los cuentos tienen edad.

   Aquellos, aquellas, son cuentos, leyendas e historias que se cosieron a un paisaje donde el roble, propicio a ello, ocultándose entre los algodones de la niebla, hizo crecer un mundo de fantasía que alcanza a nuestros días.

   Un rosario de cuentas de pueblos que nos parecen de cuento, untados en el pellejo negro-plata de la pizarra, nos salen al camino por los del Ocejón y el Alto Rey, que son cumbres de misterio; pueblos que se nos ruborizan rojizos por las sierras del Bulejo, Pela y Cabras. Pueblos que se nos han ido quedando dormidos al silencio de su despoblación, por Villacadima, Morenglos, Yñesque o Vesperinas; pueblos que se nos sumergen en las mágicas aguas del Dulce o del Bornoba, de las aguas que manan de nuestras cumbres y embrujaron las noches de Alcorlo o el Atance.

   La leyenda, el cuento, la narrativa que emplearon nuestros mayores para relatarnos lo que sintieron, vivieron o les contaron, en la actualidad ha sido barrida por ese aparato tan entretenido y quitasueños que se llama televisión.

   ¡Cosas del ingrato mundo!, Villacadima, que fue uno de los primeros pueblos en quedar desiertos cuando el siglo XX hacía cuentas para su jubilación, fue el primero en contar con un televisor público en la provincia; y a La Bodera, que se comenzaba a adormecer, le mandaron los señores de la televisión uno de aquellos aparatos entonces casi mágicos para que entretuviesen sus noches, y se dejasen de cuentos.

   Recuperar aquellas leyendas, aquellas imágenes que a quienes vamos teniendo una edad nos contaban nuestros mayores, no es tarea fácil en la actualidad, pues quienes las conocieron se nos han ido adormilando a la edad y el paso de la vida.

 

EL VALLE DE LA SAL. LA NOVELA QUE DESCUBRE UNA TIERRA (Pulsando aquí)

 

   Hubo, en la provincia de Guadalajara, buenos maestros a la hora de recoger algunas de las más jugosas historias que se fueron trasmitiendo por nuestros pueblos; a la memoria nos vienen, como más recientes, los nombres de Sinforiano García Sanz o de José Sanz y Díaz, quienes por la Campiña y el Señorío Molinés fueron anotando historias de extraños dragones, misteriosas apariciones, siniestras noches nupciales o calderos mágicos en lagunas encantadas. De tiempos mucho más lejanos también quedan nombres como los de Luis Cordavias, Gabriel María Vergara, Isabel Muñoz Caravaca, Antonio Velasco o el doctor Benito Hernández, quien también anotó alguna de aquellas historietas que a modo de leyenda le contaron en sus viajes por la provincia, y no faltaron, a la hora de dejar constancia de dichos y sucedidos desde el propio historiador Francisco Layna Serrano a quienes formaron, y forman, parte de la nómina literaria de este periódico, desde Salvador Embid –en el recuerdo-, a Luis Monje, en el presente.

   Ahora es quizá uno de los mayores conocedores de nuestras serranas tierras, Francisco Martín Macías, o Paco de La Vereda, como muchos lo conocemos, quien ha dedicado tiempo y oficio a recopilarlas en un jugoso tomo literario que ha de estar presente en todas las bibliotecas provinciales; quien se ha dedicado a compilar, para hacerlas presentes y que no se nos pierdan en el olvido, todos aquellos cuentos y leyendas que recorrieron la Sierra Norte desde que la memoria de nuestras gentes, como decíamos, fue capaz de retenerlas.

   Y es asunto de mucho mérito haber logrado reunir, cuando nuestros pueblos se van quedando sin gente, varias decenas de relatos que forman parte de nuestra historia. Historias también tenemos en el libro, desde alguna que otra relacionada con el Monasterio de Bonaval, del que Martín Macías es uno de los mayores conocedores, al que pudo ser gran monasterio de Tamajón, que se levantó, quizá por motivos de leyenda, en El Escorial; de leyenda y, cuentan las viejas lenguas, de alguna mala mujer, alguna tusona de aquellos tiempos, tal las nombraban, que por aquí se pavoneaba.

   Cuenta Martín Macías en el preámbulo de la obra que el objetivo es divulgar los cuentos y las leyendas de dentro, fuera de esta tierra. Para que el visitante las conozca y que con la visita, siempre llena de interés y no dudamos que de expectación también, se lleve el recuerdo de lo que vio, y el de lo que por aquí se vivió.

   Porque en contra de lo que nos pudiera parecer, la Sierra, como Paco nos dice, es rica en historias y en leyendas, en ocasiones compartidas, a su manera, por numerosos pueblos del entorno, cada uno de ellos añadiendo la sal propia a su ensalada.

   A través de las páginas de libro, próximo a los tres centenares, desfilan aquellas historias que surgieron de la Fuente de La Mierla; historietas de mores serranos; de luna lunera; de damas aparecidas en la espesura de nuestros pinares; de sagradas montañas en cuya panza se ocultan incontables tesoros; de misteriosas bodas o bandoleros famosos, que por aquí también los hubo, como aquel famoso de apellido Santamera.

   Desfilan por el libro los nobles Mendoza y el Arcipreste de Hita, Cristóbal Colón y aquel pamplonés que se cubrió desde Hiendelaencina de plata; Canrayao y sus bodas; El Cid y la Virgen de los Enebrales, cuya ermita siempre se mantuvo abierta; los dinosaurios de la Sierra, las serpientes del Jarama o los dragones del Vado. De todo tenemos en nuestra mágica tierra.

 

GUADALAJARA EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA, EL LIBRO

 

   Seguro que no hay mayor disfrute que hacerlo recordando lo propio, o reviviéndolo por los caminos que nos traza el libro. El otoño que comienza, que suele traer colores mágicos a nuestros pueblos, a las árboledas de nuestros montes es, sin duda, una de las mejores épocas para vivir momentos de gloria leyendo, mirando a través de la ventana cuando la niebla asciende desde el valle y se mece por las alturas albardando las cimas del Ocejón y Alto Rey.

   El libro, que está al alcance de todo lector que se precie, a través de las nuevas plataformas literarias y editoriales, que estos tiempos todo lo ponen en nuestras manos, es indispensable para cuantos aman esta tierra; para cuantos la sienten palpitar.

   Es sin duda una obra necesaria, de esas que se adquieren se leen y se guardan, para releer a la luz de la luna, o del candil, en noches en las que, como antaño, nos parezca que la lumbre relame los troncos; aúlla el lobo en la profundidad del bosque y alguna de nuestras abuelas, con voz entrecortada, comienza a relatarnos sus andanzas, lo que escuchó, lo que vivió, lo que sintió…

   Escuchar siempre agrada: Mientras nieva en la calle y silba el viento helado, agradan las historias de lobos si quien las oye o cuenta está junto a buena hoguera y bajo techo. Recuerdo que no pocas veces, siendo niño, algunas noches invernales mi padre nos refería episodios de su vida en Galve en tanto aguardábamos al amor de la lumbre la hora de la cena… Me contó Francisco Layna Serrano.

   Francisco Martín Macías nos enseña en su obra que Guadalajara, y su Sierra, tienen muchas cosas por contar, y muchas por descubrir. Descubrámoslas.

  

Tomás Gismera Velasco

Guadalajara en la Memoria

Periódico Nueva Alcarria

Guadalajara, 2 de octubre de 2020

 


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