LOS CRISTOS DE LUIS SALVADOR CARMONA
Fue sin duda uno de los escultores más realistas del siglo XVIII
Los biógrafos de Luis Salvador Carmona, al hablar de sus “Cristos”, y concretamente del que talló para la capilla del Hospital de Santa Ana, de Atienza, nos dicen: “Se le brindó una segunda oportunidad cuando recibió el encargo de hacer otro ejemplar idéntico, destinado al Hospital de Santa Ana que se construía en Atienza, tan magnífico como el anterior”.
Aquel primer Cristo, del que saldrían las copias, fue tallado para la capilla del palacio de la Granja de San Ildefonso. Le fue encargado en 1749 por D. Juan Bartolomé quien con D. Gregorio González de Villarubia pertenecía al servicio de la reina Isabel de Farnesio y del Infante Luis de Borbón. El primer Cristo del Perdón conocido llegó a la Granja el 28 de febrero de 1751.
A punto de entregar esta obra, el escultor afirmaba que “sin que sea pasión sino conocimiento, le lleva muchas ventajas al que se venera en el convento del Rosario de esta Corte”, refiriéndose al que hizo en torno a 1648 el portugués Manuel Pereira, opinando que le ganaba en “espíritu compasivo, carnes, pañetes y túnica”, y expresaba su no disimulado orgullo por haberlo conseguido “para la mayor honra y gloria de Dios”. Como nos apunta Jesús Urrea, en su obra sobre Salvador Carmona, quien nos añade que para el escultor tuvo que representar un auténtico reto la ejecución, dada la devoción de que gozaba en la Corte el Cristo de Pereira, la popularidad que había alcanzado mediante las copias que se hicieron de él, y los epítetos de “prodigioso espectáculo”, “cosa portentosa”, o “soberana efigie”, que le dedicaron los estudiosos. Pereira había logrado trasladar a la realidad la imagen que Alberto Durero plasmó en estampa; su conocido “Cristo Varón de Dolores”, fechado en 1511.
Luis Salvador Carmona, el escultor
Nació Luis Salvador Carmona en la localidad de Nava del Rey, provincia de Valladolid, el 15 de noviembre de 1708, hijo de Luis Salvador, natural de la localidad, y de Josefa Carmona, nacida en Medina del Campo. De clase humilde, la familia vivió del cultivo de algunas viñas y del trabajo del campo, siendo aceptado el que Luis Salvador, desde muy joven, sintió cierta inclinación hacia las manualidades artísticas, tal vez siguiendo los pasos de su padre, cuya principal ocupación fue la de ebanista. Cuenta su biografía que fue un canónigo quien se fijó en sus trabajos para, con el consentimiento paterno, enviarlo a Madrid, al estudio del escultor asturiano Juan Alonso Villabrille en donde se formó entre 1723 y 1729. Estableciéndose posteriormente tras una breve asociación con el escultor segoviano José Galván, yerno de su maestro, con quien trabajó hasta 1731. Desde este último año hasta el final del decenio no se tienen noticias de su actividad, suponiéndose que se encontraba trabajando en la escultura en piedra que en aquellos momentos se llevaba a cabo en la Granja de San Ildefonso y sus monumentales fuentes, ya que Salvador Carmona se formó como escultor en piedra al lado de Villabrille, con quien igualmente colaboró en las estatuas que el maestro firmó para el famoso puente de Toledo de Madrid.
Abrió su taller primeramente en la calle de Hortaleza para después trasladarse a la de Santa Isabel, concluyendo en la de los Fúcares, en lo que hoy es el Barrio de las Letras, entre la calle de Jesús de Medinaceli y la del Gobernador.
El Cristo de Atienza
Tallado a continuación del realizado para La Granja, el escultor corrige aquí los pequeños defectos que llevó a cabo en aquel, haciendo de este una obra prácticamente perfecta.
Fue el atencino Baltasar de Elgueta el encargado de llamar a la Corte a pintores, escultores, u orfebres para que llevasen a cabo la decoración interior y exterior de palacio real de Madrid, enviando cartas a todas las provincias del reino a fin de que se presentasen a él, y a la Intendencia de Palacio, quienes se sintiesen capacitados para pasar a la posteridad dejando su nombre en la entonces más grande de las obras proyectadas en la capital del reino.
Entre quienes respondieron se encontró Carmona, de quien ya se conocía la obra, y a quien le fueron encargadas algunas esculturas de los reyes destinadas a coronar la balaustrada cimera, conforme al programa trazado por el padre Sarmiento. De su cincel salieron las esculturas de los reyes Ramiro I, Ordoño II, Doña Sancha, Fernando I y Felipe IV.
Las desavenencias que Salvador Carmona tuvo con Sarmiento fueron frenadas en múltiples ocasiones por Baltasar de Elgueta, tomando a Carmona bajo su protección, llevándolo junto a él a la fundación de Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y uniéndose finalmente ambos nombres en Atienza a través del Cristo Perdón. Baltasar de Elgueta era, en este tiempo, a más de intendente de obras de palacio, el encargado de llevar a la práctica los deseos testamentarios de la atencina Ana Hernando, de crear en su localidad natal un Hospital, y para su capilla, encargado por Elgueta, llegó el Cristo en torno a 1753.
El Cristo, arropado por la devoción popular, presidiría la capilla de dicho Hospital hasta su traslado, a la iglesia de San Juan primero, y a la de la Santísima Trinidad después, a punto de concluir el siglo XX.
El Cristo del Perdón de Atienza, pulsando aquí
El Cristo de Nava del Rey
Tras el Cristo de la Granja, y el de Atienza, nacería en el taller de escultura el Cristo de Nava del Rey; cuando ya el Cristo del Perdón de la Granja, como el de Atienza, se había hecho un lugar en la devoción segoviana, como patrono de determinados milagros. En 1753, por escasez de agua, se hizo una solemne rogativa al Cristo; y se cuenta que el mismo día premió la devoción del pueblo con abundante lluvia. De entonces data la fundación de la Real Esclavitud del Santísimo Cristo, de la que fue Hermana Mayor la Reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V. Más tarde, en 1774 la misma señora hizo construir dos retablos de mármol, uno para la imagen del Perdón y otro para Nuestra Señora de la Soledad, retablo en el que en la actualidad se encuentra.
El Cristo de Nava fue tasado en 3.600 reales en el inventario de bienes que se llevó a cabo de los que se hallaban en la casa del escultor, tras el fallecimiento de la primera esposa de Salvador Carmona, Custodia Fernández, y con motivo del matrimonio de su hija Andrea, a fin de llevar a cabo la correspondiente partición de bienes entre sus hijos.
Sin que se conozca con precisión si fue un encargo directo de la comunidad de monjas capuchinas a cuyo convento de Nava del Rey llegó, o intervino algún protector de las mismas. Lo cierto es que el Cristo de Nava del Rey se hallaba en el estudio del escultor, prácticamente concluido, a finales de agosto de 1756, fecha en la que se firmó el inventario dicho.
Y un Cristo más: el de Priego
Todavía, una vez fallecido el artista, conoceremos un nuevo Cristo del Perdón, cuarto de la serie, que bajo la denominación de Cristo de la Caridad, será labrado por su sobrino y discípulo José Salvador Carmona. La imagen fue tallada para el convento de San Miguel de las Victorias, de Priego, en la década de 1770, manteniendo la práctica totalidad de los detalles que su tío llevó a cabo en las tallas anteriores, si bien José Salvador distinguió su obra, tal vez para dotarla de identidad propia, con ligera diferencia en la talla del cuerpo, cabeza y manos.
Luis Salvador Carmona falleció en Madrid, el 3 de enero de 1767, prácticamente ciego. Sin embargo, había dejado para la posteridad algunas de las imágenes más prodigiosas que la vista humana puede contemplar.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 5 de julio de 2024
El Cristo del Perdón de Atienza, pulsando aquí
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