martes, octubre 01, 2024

DON JUAN MANUEL, Y SUS CASTILLOS

 

DON JUAN MANUEL, Y SUS CASTILLOS

Hijo del Infante Don Manuel, nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X, gozó en la provincia de amplios señoríos

 

   Suele decirse que hubo un tiempo en el que, tan poblada se encontraba la Península, que una ardilla podía cruzarla de extremo a extremo saltando de árbol en árbol. Algo semejante podría decirse de don Juan Manuel, literato, guerrero, príncipe y nunca mendigo, quien pudo recorrer los reinos castellanos, en tiempos en los que los viajes podían llegar a durar varias semanas, o meses, durmiendo cada noche en uno de sus castillos o, quizá, sin salir de sus señoríos, puesto que sus posesiones fueron tan cuantiosas que rivalizaron con las reales, si acaso no las superaron.

   Ostentó entre sus títulos y hacienda los señoríos de Escalona, Peñafiel, Cuéllar, Elche, Cartagena, Lorca, Cifuentes, Alcocer, Salmerón, Valdeolivas…, como cabezas principales; a más de señorear sobre decenas de poblaciones, lugares, aldeas, villas… También por nuestra tierra de Guadalajara.

 


 

 

 

El Infante, que nunca lo fue

     Complejo resulta averiguar en qué momento don Juan Manuel se convierte en “Infante don Juan Manuel” para la literatura y la historia, puesto que en realidad don Juan Manuel no era infante por sí mismo, sino que era hijo de infante, de don Manuel, hijo a su vez de Fernando III, y como “hijo del infante don Manuel” figurará a través de las crónicas y el tiempo.

   Sus posesiones fueron inmensas, en tierras y castillos a lo largo y ancho del reino, afirmándose que podía ir desde Burgos hasta Murcia durmiendo, como arriba señalamos, cada noche en un castillo o villa de su propiedad. Entre la larga lista de las posesiones, que en tierras de Guadalajara se nos da cuenta de que fue poseedor en algún momento de su existencia, figuran las de Alcocer, Azañón, Cifuentes, Galve, Palazuelos, Salmerón, Trillo, Val de San García, y Viana de Mondéjar, en muchos casos con sus poblaciones aledañas, no por herencia, sino por compra, o apropiación por la fuerza, que tampoco faltó. Sin que se nos aclare mayor dato en cuanto al momento de su posesión, suponiendo que por compra fueron algunas; por herencia otras, y el resto por donaciones reales. Cuando no por el poder de la fuerza de su espada.

   Nació en Escalona (Toledo) en 1282, y murió en Peñafiel (Valladolid), en 1348, hijo del dicho Infante Don Manuel, hijo menor de San Fernando, y de su segunda mujer, Beatriz de Suabia. Siendo nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X. La desdicha de su vida lo llevó a quedar huérfano de padre con apenas un año de vida; de madre sin haber alcanzado los diez, por lo que, dados sus antecedentes familiares, no es difícil imaginar que se educó en la Corte, junto a los herederos a los tronos de Castilla o de León; tronos a los que, sin duda, nuestro genio aspiró.

 

Un hombre de armas tomar

   Sus biógrafos nos dicen que su vida reúne los elementos propios de un señor feudal, de los que estamos acostumbrados a ver en las películas americanas de grandes presupuestos, buenos guiones y geniales actores; inmerso en las luchas por el poder en los reinados y minoridades de Fernando IV y Alfonso XI. Nuestro historiador provincial por excelencia, Layna Serrano lo califica a su manera: “Trapisondista, enredador, ambicioso, informal y amigo de pleitos y querellas”, añadiendo: “don Juan Manuel pasó casi toda su vida promoviendo cuestiones y alterando la paz del reino con frecuentes rebeldías, unas veces por creerse postergado, otras por estimar mal pagados sus servicios; algunas llevado de su genio puntilloso y camorrista, pero las más a impulso de una ambición desmedida e insaciable, así de honores y predominio político, como de señoríos y riquezas, aunque unos y otras los poseía en gran cuantía y los acrecentó sin tardanza…” Sin duda, imaginando que algún día sobre su cabeza llevaría una corona.

    La misma “Crónica de Alfonso XI” nos da cuenta de cómo don Juan Manuel, en sus mejores años, se enemistó, en una de tantas ocasiones, con el monarca castellano, su sobrino, de quien fue tutor, refugiándose en Aragón, y regresando a Castilla, cuando el rey precisó de su colaboración.

   Fue intrigante en los matrimonios reales, y en los propios, pues hasta tres veces se casó: con la infanta Isabel de Mallorca; con Constanza, princesa de Aragón, y con Blanca de Lara, nieta de don Fernando de La Cerda, y en cuyos apellidos recaería el ducado de Medinaceli, entre otros; y sí, sobre la cabeza de sus descendientes se llegó a colocar la corona del reino; su hija Constanza, habida con Constanza de Aragón casó con el rey de Portugal, y su nieta, Juana de Portugal, o Juana Manuel, fue reina de Castilla por su matrimonio con Enrique II de Trastamara, aquel a quien sirvió don Beltrán Duglesclín, quien ayudó a su señor, en lugar de quitar o poner rey.

 

Entre libros y castillos

   A más de guerrero e intrigante, fue don Juan Manuel uno de los más significativos autores medievales, que también tuvo tiempo para dejar correr la pluma, dejándonos algunas de las obras literarias más significativas del remoto siglo XIV; aunque no fueron crónicas al uso, como entonces se acostumbraba; aficionado a la caza, cuando las intrigas se lo permitieron, nos legó a la historia su “Libro de la Caza”, en el que nos señala los mejores cazaderos, sino del reino, al menos de sus dominios; y el “Libro de los Estados”, al que puso fin en tierras seguntinas, sin duda de paso por su estados señoriales de Palazuelos, y buscando el sosiego, o el rumor de las arboledas del siempre apetecible lugar de Pozancos que pasó a la épica literaria de nuestro genio, a través de las últimas líneas de la obra: “Acabó don Johan esta primera parte deste libro en Pozancos, lugar del Obispo de Sigüenza, martes veynte et dos días de mayo, era de mili et trescientos et sesenta et ocho annos. Et en este mes de mayo, gienco días andados del, complio don Johan quarenta et ocho annos”. Que debió de ser por, si sus cuentas no nos fallan, el año de 1330. En Alcocer concluyó su “Conde Lucanor”, sobre 1335.

   Sin duda, cuando paró en Pozancos, debía de estar empeñado en levantar las torres de Palazuelos, obras que si comenzó, nunca concluyó; si bien es conocido que alzó en torno a Cifuentes su famoso castillo, cuando la vejez comenzaba a sentarle las ideas, o quitaba ambiciones; a pesar de que, por un ¡quíteme allá!, o un desacuerdo, cuando quiso adquirir Alcocer, la lio parda, arrasando por la Alcarria poblaciones enteras, porque la dueña de aquellas en lugar de a él, se las vendió a su primo, el infante don Pedro. Y es que don Juan Manuel también fue mal pagador y, a pesar del acuerdo de compra, a la hora del pago parece que se echó atrás, y de aquellos barros, los lodos que después llegaron. O al contrario.

   La historia cuenta que mantenía, de sus propias arcas, un ejército de más de mil hombres; que llegó a acuñar moneda; que legó a la posteridad ocho de las obras literarias de referencia en la historia castellana, o que, quizá cansado de andorrear de un lado para otro batallando, le alcanzó la muerte en tierras de Córdoba o de Murcia, que en ello no se pone muy de acuerdo la historia, cuando los huesos le doblaban, a los sesenta y seis años, más o menos. Después sus huesos fueron a parar a Peñafiel, donde en el convento de San Pablo, que él mismo mandó alzar, recibieron reposo. Todo un personaje para nuestra historia provincial que legó un buen dicho: “Nuestro señor Dios quiso que naturalmente o como por instinto, todas las criaturas hicieran tres cosas: llorar, temblar y apretar los puños”. Que él, las hizo.

  

  

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 27 de septiembre de 2024

 

 CIFUENTES, Historia, Crónica y Memoria

 

   Esta es una de las villas más antiguas y de mayor interés histórico de la provincia de Guadalajara. Puesta en el extremo oriental de la Alcarria y al pie de la sierra, debe su nombre a los abundantes manantiales que brotan generosos junto a sus muros por las fisuras de la roca conglomerada que forma el asiento de la villa. Desde esta hacía el Tajo, baja el terreno en pendiente bastante rápida, hasta tocaren el término de Trillo, famoso por sus baños. En aquel territorio se ven también las huellas de la civilización romana en las ruinas de Villavieja, en los barrancos de Ruguilla, en las viñas de Gárgoles y sobre las enriscadas cimas de las Tetas de Viana.

   Pero la verdadera importancia histórica de aquel rincón corresponde a la Edad Media. Cifuentes fue cabeza de aquellos lugares, aunque no del insigne monasterio de Ovila, escondido no muy lejos en un ameno repliegue del terreno, junto a las claras corrientes del Tajo. Pasó oscuramente aquella villa los primeros siglos de la reconquista formando parte del extenso término de Atienza, hasta que el amor quizá ya apagado de Alfonso X, la ofreció en señorío con otros lugares próximos a du dama Dª Mayor Guillén, en quien tuvo a Dª Beatriz, reina de Portugal. Ambas y una hija de esta, Infanta algo andariega, fueron señoras de Cifuentes, y por su parentesco próximo con los Reyes de Castilla, alcanzaron para aquel pueblo singulares mercedes.


 CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)

 

   Pasó luego aquel señorío al inquieto e ingenioso magnate D. Juan, hijo del infante D. Manuel, y a quien con poca exactitud suele llamarse infante D. Juan Manuel. No perdió Cifuentes con este Señorío, porque hay señales ciertas de que procuró por el bien de su villa, aunque también consta que esta sabía defender sus derechos y sus intereses ante los tribunales y aun ejercitando la fuerza. Todavía está en pie, aunque algo aportillado, el castillo que el célebre magnate levantó junto a la villa, e incrustado en uno de sus muros se ve amplia losa de piedra blanca donde se labraron aquellos blasones, cuyo simbolismo explicó D. Juan Manuel tan doctamente en uno de sus libros; como quedan fundaciones suyas de orden más social y provechoso.

   En aquel tiempo, y aun antes, se construyeron murallas y adarves, y aquella iglesia cuyo exterior ennoblece un pórtico cubierto de esculturas muy notables, y en cuyo interior se guardan con algunas obras artísticas los restos del obispo de Yucatán, Fr. Diego de Landa, escritor meritísimo que dejó incompleta la clave de la lectura de los jeroglíficos mayas, restos que tuve la fortuna de descubrir hace algunos años. Además de estos monumentos, se levantaron después otros por la generosidad de la casa de Silva, a la que fue el Señorío de Cifuentes, y que hizo de ella cabeza y título de un gran estado.

   Juan-Catalina García López

 

 


 CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)

 

 

 

 

SUMARIO:

 

Cifuentes

Pág. 9

 

-I-

Cifuentes. Situación, entorno y Geografía

Pág. 11

Cifuentes, cabeza de partido judicial; Demografía de Cifuentes; El Topónimo

 

-II-

Entre los tiempos remotos, y la reconquista

Pág. 23

 

-III-

El Señorío de Cifuentes

Pág. 33

Mayor Guillén de Guzmán, Señora de Cifuentes; Beatriz de Guzmán, reina de Portugal y Señora de Cifuentes; Don Juan Manuel; El Castillo de Cifuentes; Doña Constanza Manuel, Señora de Cifuentes

 

-IV-

El Condado de Cifuentes

Pág. 57

Los primeros condes de Cifuentes

 

-V-

Cifuentes hasta el Siglo XVI

Pág. 69

Las Relaciones Topográficas de Felipe II

 

-VI-

Cifuentes en el siglo XVIII

Pág. 81

Cifuentes y el Catastro de Ensenada; Otra visión de Cifuentes, la histórica de Antonio Carrillo de Mendoza; El día que tembló la tierra, el terremoto de Lisboa de 1755

 

-VII-

¡Guerra a los franceses!

Pág. 97

El 2 de mayo; Los condes del siglo XIX

 

-VIII-

Cifuentes, Siglo XIX

Pág. 119

Las Guerras Carlistas; La feria y mercado de Cifuentes; Cifuentes, con la Reina; Recuerdos y bellezas de España, Cifuentes, 1853; La visita del Obispo; El final de un siglo

 

-IX-

Cifuentes Siglo XX

Pág. 141

La visión del inicio del siglo; La feria en el siglo XX; El comercio en los primeros decenios; La crónica del primer decenio del siglo XX

 

-X-

El Crimen del Ermitaño

Pág. 163

 

-XI-

La gran riada de 1917

Pág. 183

Cifuentes, 1906; La riada de 1917

 

-XII-

Cifuentes, década de 1930

Pág. 209

Crónica del decenio de 1920; La Cueva del Beato, 1930; Los tristes días de 1936, Cifuentes en guerra

 

-XIII-

Cifuentes, El Viaje a la Alcarria, y su Cronista

Pág. 225

La Sociedad de amigos y simpatizantes de Cifuentes; Historia de la Villa condal de Cifuentes; Y la vida sigue

 

-XIV-

Cifuentes Monumental

Pág. 239

 

-XV-

Gentes de Cifuentes

Pág. 257

 

Anexos

Pág. 277

La Iglesia del Salvador de Cifuentes

 


 CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)

   Francisco Layna Serrano dio a la luz, en 1955, el hasta entonces mayor estudio histórico sobre Cifuentes, su “Historia de la Villa Condal de Cifuentes”, convertido a partir de entonces en referencia para cuantos autores se han introducido a contar, o descubrir, la historia de ayer y de hoy de Cifuentes.

   Con anterioridad a Layna Serrano se introdujo en las páginas de su historia el también cronista provincial Juan-Catalina García López, y entre ambos dejó páginas de estudio otro de los cronistas que dieron luz a la provincia de Guadalajara, don Manuel Serrano Sanz.

   De entonces a hoy han sido numerosas las crónicas e historias que han ido apareciendo, teniendo a estos tres autores como importante referencia a la hora de introducirnos en el glorioso pasado de la villa. También en esta obra encontrará el lector interesado las inevitables referencias a quien fue primer cronista oficial de la villa.

   En las páginas siguientes encontraremos historias, antiguas y modernas; crónicas cercanas y, ante todo, la esperanza de que, de estas páginas, surjan otras que añadan un poco más de conocimiento a la siempre por estudiar villa de Cifuentes.

 


 CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)

 

El libro:

  • ASIN ‏ : ‎ B09QP1Y7RF
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 299 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8405923444
  • Peso del producto ‏ : ‎ 517 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 15.24 x 1.91 x 22.86 cm

 

 

 

viernes, septiembre 20, 2024

EL DRAGÓN DE UCEDA

 

EL DRAGÓN DE UCEDA

La Batalla, entre la historia y la leyenda, del Capitán Bolea

 

   Se grabó en piedra, allá por los siglos XVII o XVIII, y como estampa de aquel tiempo puede contemplarse al día de hoy sobre la portada de la iglesia de Uceda lo que, sin duda, fue la gloriosa lucha que a brazo partido sostuvieron el capitán don Juan de Bolea, y la sierpe, o el dragón, que durante algún tiempo atemorizó a las buenas gentes de la hidalga Villa de Uceda.

   Junto a la lucha de Bolea con la sierpe se representa, centrando la escena, a la Virgen de la Varga, a cuya devoción se encomiendan la villa y circunvecinas, pues la inmensa mayoría de las poblaciones que rodean Uceda, y que fueron parte de su Común de Villa y Tierra, adquirieron en el siglo XVI el honroso título del villazgo.

   La Virgen de la Varga compite con la madrileña de la Almudena en cuanto a su aparición, puesto que fue encontrada tras el previo derrumbe, en un nicho de la muralla, iluminada pos sus centenarias lamparillas. Allí fue ocultada, como la madrileña patrona, en tiempos de la invasión árabe de esta tierra.

 

El Capitán Juan de Bolea

   Si la tierra de Uceda necesitaba un héroe al que distinguir en su historia, este no fue otro que don Juan Vela de Bolea, tal al parecer su nombre; en Uceda nacido y en Uceda, al parecer, enterrado llegado que fue el día. Entre su nacimiento y muerte el Capitán Bolea sirvió a dos reyes uno, además, Emperador; don Carlos I, y a su hijo don Felipe II.

   Fue, nos cuenta la historia, y así lo dejaron sentado los vecinos de la villa que dieron a Felipe II la relación histórica de la localidad en 1579, hombre de armas, palabra y arrestos, pues a nado, contaron, atravesó las frías aguas del río Elba, con la espada sujeta entre los dientes, a fin de tomar las barcazas del enemigo, y a través de ellas pasar los ejércitos del Emperador don Carlos, que dieron pie a la victoria de Mulberg y, sin duda, a que Carlos I se convirtiese en Emperador del Sacro Imperio, puesto que luchaba contra uno de sus más temerarios oponentes, el duque Juan Federico de Sajonia, cabeza de la Liga de Smalcalda.

   No únicamente aquí se distinguió Bolea, sino que continuó dando muestras de su arrojo en la Lorena y en San Quintín; que don Carlos I de España y V de Alemania fue, como buen rey-emperador de su tiempo, hombre dado a las batallas.

   De aquella del río Elba le quedó a don Juan de Bolea, por gracia de don Felipe II, su emblema heráldico: “nueve barcas asidas en tres órdenes a manera de puente, puestas en la ribera a la parte de los enemigos con gente de los enemigos en ellas que las guardaban, y la cabeza del dicho Capitán con una celada y la espada en la boca, que habiendo pasado a nado estaba asido a las tres primeras, y otras tres que se ardían y un molino junto a ellas, y en campo verde dos escuadrones de caballería y algunos arcabuceros del Ejército de S.M. que desde la ribera le hacían espaldas, y encima del escudo un yelmo abierto, y sobre el yelmo su brazo desnudo con una espada en la mano, y así trae las dichas armas en sus reposteros y divisas con una letra que dice: Quien huye de las batallas no goza de los despojos”.

 


 

 

Bolea y las once mil Vírgenes

   No solo a la batalla y la lucha contra la sierpe dedicó Juan de Bolea alguna parte de sus días, pues fue el mecenas que a Uceda trajo, con gran séquito y devoción, algunas de las reliquias que se conservaron en sus templos, pues Uceda llegó a tener tres, Santa María de la Varga, San Juan y Santiago. Aquellas fueron las reliquias de las cabezas de dos de las once mil Vírgenes que junto a Santa Úrsula sufrieron el martirio en aquellas tierras. La concesión de semejantes reliquias le llegó al capitán a través de la “Abadesa y Monjas del Monasterio de Santo Tomás, que son Carmelitas, junto a Groeninga, de la diócesis de Belduc de los estados de Flandes”.

   De entonces, a través del tiempo y a instancias del Capitán, Uceda guardó la fiesta de Santa Úrsula como una más en el calendario, junto a las Once Mil Vírgenes, cuyas reliquias recorren los cuatro puntos de Europa y parte de España; Guadalajara con ella, pues a más de Uceda, reliquias de ellas hubo en Córcoles, en Sopetrán y en Tendilla.

   Las reliquias las ordenó el capitán situar en la que había de ser su capilla de eterno reposo, en la antigua Santa María de la Varga, en 1574, “junto al altar mayor al lado del Evangelio, con una bóveda debajo para su enterramiento, con una fuerte y hermosa y bien labrada reja de hierro de valor para guarda de las Santas Vírgenes”.

 

Bolea y el dragón

   Debió de ser por los años de la década de 1570 cuando el Capitán Bolea regresó a su tierra cubierto de honores, privilegios y, probablemente, fortuna. Pues a partir de entonces comenzó su nombre a ser popular en el entorno, puesto que el concejo le dio poderes para negociar y plantar cara incluso al rey; cuando el rey, necesitado de fondos, quitó Uceda y sus villas a los arzobispos de Toledo, a quienes hasta esa década perteneció esta tierra, poniéndola en manos de don Diego Mexía de Ávila y Ovando, a quien la Majestad de don Felipe II dio el título de Conde de Uceda, a cambio de unos cuantos cientos de miles de maravedíes.

   Don Juan de Bolea fue el encargado de negociar la exacción de Uceda, que salió al tanteo para comprar su libertad señorial. Lo que se logró, tras duro empeño, en 1593. Muy a pesar de que, tiempo después, Uceda se convirtiese en Ducado, siquiera representativo, en la cabeza de don Cristóbal de Rojas Sandoval.

   Fue don Sinforiano García Sanz quien nos contó, hace cosa de sesenta años, producto tal vez de su inventiva, la famosa lucha de don Juan de Bolea y el dragón de Uceda que, noche a noche, devoraba los rebaños que se le ponían por delante, y aún, en algún descuido, a algún ucedano que ajeno a los peligros se aproximase a la cueva del Reguerillo, donde la tradición cuenta que dormitaba la fiera.

   Don Juan Catalina García López, en los inicios del siglo XX, cuando elaboró sus inacabadas notas para dar pie a la gran obra que había de ser el Catálogo Monumental de España, también nos dejó algún rastro de lo ocurrido, teniéndose el suceso como uno más de los milagros de Nuestra Sra. de la Varga, recogidos por el erudito historiador local Bernardo Matheos que dio a la imprenta la no menos erudita historiadora Lupe Sanz Bueno.

   La épica de García Sanz nos sitúa a nuestro Capitán Bolea, en función de San Jorge, en su enfrentamiento contra el dragón.

   Sucedió esto en época inconcreta; se encomendó Juan de Bolea a la Santísima Virgen de la Varga, salió de Uceda a lomos sin duda de su mejor caballo, armado de adarga y embutido en su armadura; se plantó ante la boca de la cueva del Reguerillo, y aguardó. Salió la fiera y, tras largas horas de batalla, finalmente, la cabeza de la sierpe, o el dragón, entró en Uceda sobre la pica del Capitán, convertido, a partir de aquí, a más de devoto y hombre de justicia, en héroe de la población.

   Des entonces a hoy su figura, venciendo a la sierpe bajo el amparo de la Varga, unida a todos aquellos hechos de guerra que le dieron fama, campea sobre la hermosa portada de la iglesia parroquial de Uceda, para gloria del capitán, y delos ucedanos.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 20/09/2024

UCEDA (Guadalajara) Una Villa en la Campiña

 

   UCEDA es, al día de hoy, una población en crecimiento, de la provincia de Guadalajara, bañada por el río Jarama, y a la sombra del que fuese uno de los castillos más enigmáticos que se conocieron por estas tierras; levantado sin duda en tiempos de la dominación árabe.

   El autor, a través de los testimonios escritos a lo largo del tiempo por cronistas e historiadores, entre los que cabe destacar a Francisco Layna Serrano, Juan-Catalina García López, en su recorrido por los pueblos de Guadalajara, nos adentra en el ayer de Uceda y su castillo; tomando los textos publicados por aquellos, junto a otros muchos, para darnos cuenta de la importancia que Uceda y su tierra alcanzaron a través de los siglos; acompañando la obra con los textos de aquellos quienes, cada uno en su sentir, opinó en torno a lo que admiraron sus ojos y conocieron en su debido momento.

   Puede, en ocasiones, parecernos confuso el discurrir del texto de unos y otros; ha de ser el lector quien, observando y analizando, llegue a la conclusión que las páginas siguientes buscan.

   Junto al castillo, y como parte de la propia obra, el autor nos lleva a conocer, siquiera de manera somera, los acontecimientos históricos del entorno; así como de las costumbres que acompañaron la vida de esta parte de la provincia de Guadalajara; empleando investigaciones y fuentes propias.

   Sin duda, las páginas siguientes, como otras anteriormente publicadas, nos acercan a un entorno que siempre merece una atención; una detenida mirada…

   La del cronista Layna Serrano, nos dice:

   “Lame el río Jarama el altísimo acantilado en que por allí termina la meseta alcarreña, hendiéndola estrecho desfiladero que asciende hasta la noble villa de Uceda, asomada antaño al precipicio y hoy extendida en el altollano, dejando yermos los solares de la antigua población; ésta se apretaba en la tenaza que forman el borde recto de la meseta y el sinuoso barranco por donde trepa el intransitable camino, barranca llamada Cuesta de la Varga. En el punto más avanzado del espolón, en el más inexpugnable y desde donde mejor podía atalayarse la ancha vega del Jarama, estuvo el poderoso castillo tan codiciado en la Edad Media y tenido en tanta estima por los arzobispos toledanos a quienes lo donara el tercero de los Fernandos; y digo “estuvo”, porque de él no queda sino un ruinoso torreón cuadrado y algunas hiladas de piedra al ras del suelo. La obra destructiva del tiempo, el abandono, el pillaje y la incomprensión de los hombres, han dado al traste con la vetusta fortaleza; de ella puede muy bien decirse que apenas queda el recuerdo”.

   El lector tiene la ocasión de descubrir la propia…

 

Francisco Layna Serrano

El Derruido Castillo de Uceda

Castillos de Guadalajara/1933

 

 


 El libro de Uceda, pulsando aquí


SUMARIO:

-I-

La tierra, la geografía y el entorno /11

-II-

Entre los tiempos remotos, y la reconquista / 19

-III-

Uceda, en el siglo XVI /39

-IV-

El Siglo XVIII, en Uceda /53

-V-

Guerra por una Independencia

El Siglo XIX / 73

-VI-

¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey! / 97

-VII-

La vida social y municipal / 105

-VIII-

El mundo de la agricultura / 125

-IX-

La casa y la tradición / 137

-X-

En torno a la Iglesia / 157

-XI-

Testimonios de Uceda en el Siglo XIX / 181

-XII-

El Patrimonio Histórico, en el Catálogo Monumental del Siglo XX / 187

 

Apéndices / 203

 

 

 

 

Detalles del libro

  • ASIN ‏ : ‎ B0D4L3XD3X
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published 
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 239 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8326013231
  • Peso del producto ‏ : ‎ 372 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 1.52 x 21.59 cm

 


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