sábado, marzo 16, 2024

EL CAMPEÓN DE BALCONETE

 

EL CAMPEÓN DE BALCONETE

Juanito Ramos Pazos, de Balconete, llegó a ser Campeón Nacional de Cros, y a correr el de las Naciones en Londres y París

 

  No fueron muchas las ocasiones que, en los primeros años del siglo XX, saltó Balconete a las páginas de la prensa nacional; lo comenzaría a hacer en el cuarto decenio, principalmente después de que Juan Ramos Pazos, Juanito Ramos para el gran público, comenzase a destacar, a partir de los últimos años del decenio de 1920 e inicios del siguiente, como uno de los mejores corredores pedestres de España. Con anterioridad se habló de Balconete a raíz del triste y desgraciado suceso que acompañó la boda del Rey de España, don Alfonso XIII, con Doña María Victoria de Batemberg. En el brutal atentado que ensangrentó la jornada, a más de algunos vecinos de Guadalajara y su serranía, perdió también la vida un mozo de la población, Sebastián Sánchez Yélamos quien, como los soldados paisanos nuestros, se encontraba cumpliendo el servicio militar obligatorio en el Regimiento Wad Rás 50, que dejó para la historia unos cuantos de sus integrantes fallecidos. Pues sobre ellos cayó la dichosa bomba, con la mala suerte de que a ninguno de los muertos les tocaba estar allí. La desgracia, o la mala suerte, así lo escribieron. Les tocó.

      Sebastián Sánchez Yélamos no falleció, como sus compañeros, en el acto. Resultó herido de gravedad, mucha gravedad; tanta que, en lugar de dejarlo en el Hospital, lo trasladaron a su localidad de origen para que allí exhalase el último suspiro, y en Balconete falleció un mes después de la boda real, en los últimos días de junio de aquel desgraciado año de 1906.

   Balconete era, en este tiempo, uno más de los muchos pueblos de la provincia de Guadalajara y su Alcarria prácticamente olvidados del mundo, alejado de las principales carreteras y sin mayores medios de vida que la dedicación de sus gentes a la agricultura y la ganadería. Iniciándose en aquellos primeros decenios del siglo, a causa de ello, la gran emigración que concluiría en los años finales del siglo XX, cuando Balconete, con todas sus mejoras, había perdido lo principal de su capital: compuesto por la mayor parte de su población. Que, por supuesto, regresaría, como lo hace, año a año, para celebrar, como su fiesta mayor, la del Santísimo Cristo de la Agonía, cuya devoción e imagen se llevarían quienes partieron, prendida del corazón.

   Cierto, Balconete traspasó la frontera del tiempo por un dicho: “holgarás trotera, y no irás por brevas a Balconete”, y es que, cuenta la tradición, que por ellas fue hermosa mujer de pueblo vecino y…, el resulto es, sin duda, otra parte de la historia y de las muchas leyendas que se tejen a nuestra hermosa y venturada tierra.

 

 


 

 

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Nombres en la historia de Balconete

   Algunos nombres, dejó para la historia el alcarreño horizonte de Balconete, entre ellos el de don Nicolás Escudero y Martínez quien, aquí nacido en 1757, llevó a cabo, con indudable interés, estudios de Derecho en la Universidad de Alcalá y quien, tan sólo con 28 años de edad, sustituyó a sus profesores para ser él mismo catedrático en esa Universidad, explicando leyes, al tiempo que llegaría a ser prestigioso Abogado de los Reales Consejos.

   No menor fue la obra que desarrolló en el Escorial otro natural de la población, Fray Andrés de los Reyes, quien en el Real Monasterio se distinguiría como hombre versado en lenguas y, por supuesto, en archivos, pues la historia nos cuenta que fue nuestro hombre quien, en los primeros decenios del siglo XVII, los puso en orden, los archivos reales, siendo al tiempo su catalogador, del Archivo y de la Biblioteca, regida y ordenada en su día por otro de nuestros paisanos, Fray Bartolomé de Sigüenza.

   En Balconete fue maestro de primeras letras don Juan Pedro Elegido, cuyo apellido recorrió los cuatro confines del partido judicial de Brihuega, al que por entonces pertenecía. Don Juan Pedro se distinguió aquí como gran maestro, siendo padre de don Constantino, a su vez, Médico en Brihuega y quien sería padre de otro de los ilustres briocenses que dio el siglo, don Juan Elegido Millán, quien fue conocido como “El Profesor Max”, hombre de gran inteligencia, quien dedicó su vida al mundo del hipnotismo y el espectáculo. También fue, don Constantino, maestro en el arte de hacer sonar los tubos del órgano.

   También debiera figurar, entre los ilustres nombres de la población, doña Martina Sánchez quien, desde su molino de harinas ubicado en Irueste, trajo a Balconete la luz, prendiéndose por vez primera sus bujías, con el invento de la electricidad, el día de San Juan de 1913.

   Por supuesto, entre las figuras de este siglo no nos puede faltar Juan Ramos Pazos, o Juanito Ramos, como en su tiempo fue conocido.

 

 

 


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Juanito Ramos, el campeón de Balconete

   Poco más de diez años contaba Juanito Ramos cuando a Balconete llegó la electricidad; nació en la población en 1902, tiempos duros para muchos de los pueblos alcarreños, puesto que la mayoría de ellos ni con carretera contaban que los comunicase con sus vecinos.

   Por ello había que salir adelante con ingenio y espíritu de superación. Juan Ramos, indudablemente, gozó de ambas cosas, y desde temprana edad se dio cuenta que lo suyo estaba… en sus piernas. O mejor, en las zancadas que podían dar. En correr, de un lado a otro de la población, primero; y de España, después. En alguna ocasión lo contó, desde muy joven comenzó a destacar en eso de correr a través del campo, o de las calles, o de donde fuese: En el pueblo yo desafiaba a correr a todos los chicos, y siempre les ganaba… Solía contar, cuando los años se le echaron encima, y era ya una leyenda del deporte provincial.

   En aquellos años de la dura emigración, inicio de la década de 1920, tan gloriosa para algunos sectores y desdichada para muchas poblaciones, la familia Ramos, como tantas otras, tuvo que buscarse la vida en Madrid, ciudad que acogió a la inmensa mayoría de quienes en este tiempo dejaron sus pueblos para llegar Madrid a convertirse, como tantas veces hemos repetido, en el mayor pueblo de la provincia de Guadalajara.

   Aquí comenzó a destacar nuestro genio, en el mundo del deporte, gracias a su propia iniciativa, mediada esta década, dándose a conocer en las primeras carreras urbanas, sin ninguna profesionalidad, a partir de 1925. Cinco años después su nombre saltaba a las páginas de la prensa nacional, ya que en 1930 se convertía en Campeón de España de Cros; cuando el cros era apenas un entretenimiento, más que un deporte profesional. Por entonces su profesión oficial era la de guarnicionero, que compaginó con el atletismo, hasta que se dedicó por entero a llevar los nombres de Balconete y Guadalajara por los estrados de los triunfos. Con anterioridad a ser guarnicionero había estado empleado en Guadalajara, en la Hispano Suiza, desde donde saltó a Madrid.

   Y no fueron pocos los triunfos que dio al deporte nacional en aquellos años que mediaron entre 1930 y 1936, ya que también salió fuera de nuestras fronteras, para correr el Cros de las Naciones, en Londres, aquel año de sus grandes éxitos, el de 1930. Se tuvo que retirar, cuando iba en cabeza, sin llegar a concluir la carrera, a causa de un problema que le originó el cambio de alimentación. La comida inglesa, por aquel entonces, resulto indigesta para muchos deportistas.

   A pesar de ello, y tras algunos problemas con las autoridades deportivas, volvió a competir en España a partir de 1940, a ganar carreras y engrandecer su nombre y el de su localidad natal; hasta su definitivo retiro, cuando ya corría la década de 1970, en que comenzó el tiempo de los homenajes. Llegaron hasta su despedida del mundo, en una residencia de ancianos, en el mes de mayo de 1992. Gloria a nuestros campeones.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 15 de marzo de 2024

 

 

 

 

 


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viernes, marzo 08, 2024

GUADALAJARA CON NOMBRE DE MUJER

 

GUADALAJARA, CON NOMBRE DE MUJER

Mujeres que dejaron huella, y que se recuerdan en fechas como estas

 

   Sin duda, Ana de Mendoza, nuestra princesa de Éboli, es el nombre de mujer que a todos suena cuando de Guadalajara se trata. Sin embargo, muchos son los nombres que desde hace años se nos han ido uniendo a la larga lista de ilustres. Guadalajareños y guadalajareñas que pueblan, y lo han hecho desde distintos ámbitos de la vida, el libro de la historia provincial. Algunas de ellas nacieron fuera de la provincia, como Micaela Silva, que lo hizo en Oviedo el 8 de mayo de 1809, poeta de prestigio, que vino a apagar sus últimos años a la paz de Jadraque. Otras, a través de la pintura, trataron de dar el salto al mundo, como lo hizo Librada Pardo, quien vio la luz primera en Budia, en época de revueltas políticas, como lo fue el año de su nacimiento, 1869; para asentarse en Madrid a lado de su padre. No pocas son las que nos vienen al recuerdo en fechas como estas, en las que predominan, en los libros y revistas, nombres de mujer. Maestras y benefactoras, artistas y, ante todo, luchadoras en un mundo que en tantas ocasiones les fue adverso. Y muchos son los nombres que a todos nos vienen a la memoria; mujeres con nombres sonoros que ilustran calles y paseos; otras han quedado en el silencio de sus obras; también son dignas de recuerdo, entre ellas:

 

 

Mujeres en Guadalajara, un libro, y mil historias (Pulsando aquí)

 

Consuelo Sanz Villanueva

   Que nació por tierras molinesas en los inicios del siglo XX. Consuelo, o Consolación, estudió las primeras letras en Molina, trasladándose a Madrid, en cuya Universidad se licenció en Filosofía e Historia, una de las primeras mujeres de la provincia en hacerlo, en el curso 1927/28. Fue colaboradora de uno de los grandes paleontólogos de este tiempo, Hugo Obermaier. Consuelo acompañó al sabio científico en algunas excursiones, así llamadas entonces los viajes de estudios, cuando en 1928 lo Obermaier a Santander para conocer las cuevas de Altamira y llevar a cabo alguno de los primeros estudios seriamente conocidos en torno a tiempos primitivos. Tampoco faltó su mano y pluma a la hora de la búsqueda en Madrid de los restos de Lope de Vega, junto a Joaquín de Entrambasaguas. Sin duda, los tiempos que eligió para sus estudios no eran los más apropiados para labrarse un futuro, por lo que en 1929 hizo oposiciones a funcionaria en el Gobierno Civil de León, donde obtuvo plaza de oficial. Posteriormente se trasladó a Madrid, en cuya ciudad vivió a partir de 1939, alternando sus estancias con Santander, de donde fue Gobernador civil uno de sus hermanos. En Madrid falleció en la década de 1960.

   Escribió artículos sobre el arte rupestre en la prensa madrileña, habitualmente relacionados con la provincia de Guadalajara, e igualmente fue colaboradora de las entidades culturales provinciales surgidas en Madrid.

 

Felisa García Checa

   Molinesa de nacimiento fue también Felisa García Checa, quien vino al mundo en el año1878, destacando a muy corta edad en el mundo de la literatura; dejando volar su pluma e imaginación a través de los múltiples periódicos y revistas que desde Molina de Aragón salieron al mundo, uniendo su pluma a la de molineses ilustres, como Claro Abánades, Sanz y Díaz o Ángel Monterde, quien firmaba sus escritos como “Negra del Monte”, fundadores, al final de la década de 1920, de “La Voz de Molina”, entre cuyas páginas no faltaba la firma de Felisa García, ya escritora de fama prácticamente nacional desde que, a través de las páginas del “Correo Español”, se diese a conocer como autora de novelas por entregas, “describiendo escenas de costumbres con una sencillez encantadora” En las páginas del Correo dejaría uno de sus primeros trabajos, “Fe en Dios o Los Hijos de la Caridad”, que comenzó a publicarse en el mes de diciembre del convulso año de 1914, y continuó en los siguientes.

   Sin dejar de residir en Molina de Aragón, desde donde lanzó al mundo su novela de mayor éxito: “La mejor de las madres o los niños del milagro”, aunque editase la novela en el Madrid de 1918.

 

 

Mujeres en Guadalajara, un libro, y mil historias (Pulsando aquí)

 

Manuela García Sacó

   Sin duda, como hija de maestros, doña Manuela estuvo destinada, desde su más tierna infancia, a forjarse un futuro de maestra, tras su nacimiento en Guadalajara en 1861; así pues, a los 15 años ya era Maestra elemental, tras realizar sus estudios en Guadalajara, obteniendo después el título de Maestra Superior en la Escuela Central, haciendo oposiciones a la dirección de las Escuelas Normales, que se encontraban vacantes, y obteniendo la plaza. Se especializó en corte y confección, dibujo, arte florista y tejido. Participó en la Exposición Universal de 1877, siendo premiada por los trabajos que presentó.

   Después sería Directora de la Escuela Normal de la ciudad, y una gran difusora de la educación para la mujer, ofreciendo innumerables conferencias en el Ateneo, así como pedagógicas en varios pueblos de la provincia, a fin de que las mujeres accediesen a una educación que casi se les negaba. Fue persona muy apreciada en Guadalajara, donde falleció, a causa de una pulmonía, el 29 de octubre de 1896.

 

Concepción Aparicio Bueno

   Maestra lo fue también doña Concepción Aparicio, coetánea de doña Manuela, pues nació en Guadalajara en 1866, en donde llevó a cabo sus estudios, y en donde, andado el tiempo, fundó la Cantina Escolar, que procuró alimento a muchos guadalajareños cuando los comedores escolares comenzaban a expandirse a través de las ciudades, en tiempos de necesidad.

   Estuvo casada con el también Maestro, y director del Instituto de Guadalajara, don Salvador de Prado, con quien tuvo tres hijos, Salvador, Ernesto y Dolores.

   Se dedicó en Guadalajara a todo tipo de fundaciones, siendo una de las primeras presidentas, y promotoras, de la Comisión Provincial de damas de la Cruz Roja, bajo cuyo mandato se propuso la edificación en el Paseo de las Cruces de un Hospital Clínico. Que llegaría andado el tiempo.

 

Y más nombres…

   Adela Lozano dirigía, en los inicios del siglo XX, los espectáculos musicales y teatrales que tenían lugar en Molina de Aragón, algo que continuó haciendo hasta la década de 1920; Amparo Bravo y Bartolomé, hija que fue del escritor y periodista, a la sazón Presidente de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, Tomás Bravo y Lecea, fue la primera mujer que en Guadalajara obtuvo el título de Bachiller, “dando un mentis a las obtusas teorías de la incapacidad femenina”, cuando corría el mes de mayo de 1917, con veintitrés sobresalientes y diecinueve matrículas de honor; Ascensión Guijarro Pascual, alumna que en Guadalajara fue de D. Apolinar Barbero, natural de Hita, está entre las primeras mujeres que obtuvieron el título de Profesora de Música, por el Conservatorio de Madrid, cuando concluía el siglo XIX; Aquilina María Morterero Felipe, natural de Trijueque, donde nació en 1879, fundó junto a quien más tarde sería gran pedagogo, don  Isidro Almazán Francos-Rodríguez, la primera mutualidad provincial de maestros conocida, y fue la única mujer que formó parte de la Junta Directiva de una Asociación de Maestros, fundada por ambos profesores en Atienza, en l910; Felipa Polo Asenjo, nacida en 1911 en Loranca de Tajuña, dirigió en Madrid una de las más prestigiosas librerías de la conocida calle de los Libreros; Adela Castellanos de Pinazo, natural de Guadalajara, fue prestigiosa cantante de ópera en el Madrid de la restauración Borbónica; Pilar Garrido, de Brihuega, triunfó en los escenarios del Teatro Real entre los últimos años del siglo XIX y los inicios del XX, cuando la muerte le arrebató la vida, en pleno éxito; y junto a ellas, muchas más… la escritora Aurora Quintana; la poetisa Soledad Solís; la profesora de música Ángela Mazo… Nombres de ayer, y de siempre, dignos de recordar, más allá de aquellas que, con letras de molde, se nos asoman de manera habitual.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 8 de marzo de 2024

 

 

 

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