DON JUAN MANUEL, Y SUS CASTILLOS
Hijo del Infante Don Manuel, nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X, gozó en la provincia de amplios señoríos
Suele decirse que hubo un tiempo en el que, tan poblada se encontraba la Península, que una ardilla podía cruzarla de extremo a extremo saltando de árbol en árbol. Algo semejante podría decirse de don Juan Manuel, literato, guerrero, príncipe y nunca mendigo, quien pudo recorrer los reinos castellanos, en tiempos en los que los viajes podían llegar a durar varias semanas, o meses, durmiendo cada noche en uno de sus castillos o, quizá, sin salir de sus señoríos, puesto que sus posesiones fueron tan cuantiosas que rivalizaron con las reales, si acaso no las superaron.
Ostentó entre sus títulos y hacienda los señoríos de Escalona, Peñafiel, Cuéllar, Elche, Cartagena, Lorca, Cifuentes, Alcocer, Salmerón, Valdeolivas…, como cabezas principales; a más de señorear sobre decenas de poblaciones, lugares, aldeas, villas… También por nuestra tierra de Guadalajara.
El Infante, que nunca lo fue
Complejo resulta averiguar en qué momento don Juan Manuel se convierte en “Infante don Juan Manuel” para la literatura y la historia, puesto que en realidad don Juan Manuel no era infante por sí mismo, sino que era hijo de infante, de don Manuel, hijo a su vez de Fernando III, y como “hijo del infante don Manuel” figurará a través de las crónicas y el tiempo.
Sus posesiones fueron inmensas, en tierras y castillos a lo largo y ancho del reino, afirmándose que podía ir desde Burgos hasta Murcia durmiendo, como arriba señalamos, cada noche en un castillo o villa de su propiedad. Entre la larga lista de las posesiones, que en tierras de Guadalajara se nos da cuenta de que fue poseedor en algún momento de su existencia, figuran las de Alcocer, Azañón, Cifuentes, Galve, Palazuelos, Salmerón, Trillo, Val de San García, y Viana de Mondéjar, en muchos casos con sus poblaciones aledañas, no por herencia, sino por compra, o apropiación por la fuerza, que tampoco faltó. Sin que se nos aclare mayor dato en cuanto al momento de su posesión, suponiendo que por compra fueron algunas; por herencia otras, y el resto por donaciones reales. Cuando no por el poder de la fuerza de su espada.
Nació en Escalona (Toledo) en 1282, y murió en Peñafiel (Valladolid), en 1348, hijo del dicho Infante Don Manuel, hijo menor de San Fernando, y de su segunda mujer, Beatriz de Suabia. Siendo nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X. La desdicha de su vida lo llevó a quedar huérfano de padre con apenas un año de vida; de madre sin haber alcanzado los diez, por lo que, dados sus antecedentes familiares, no es difícil imaginar que se educó en la Corte, junto a los herederos a los tronos de Castilla o de León; tronos a los que, sin duda, nuestro genio aspiró.
Un hombre de armas tomar
Sus biógrafos nos dicen que su vida reúne los elementos propios de un señor feudal, de los que estamos acostumbrados a ver en las películas americanas de grandes presupuestos, buenos guiones y geniales actores; inmerso en las luchas por el poder en los reinados y minoridades de Fernando IV y Alfonso XI. Nuestro historiador provincial por excelencia, Layna Serrano lo califica a su manera: “Trapisondista, enredador, ambicioso, informal y amigo de pleitos y querellas”, añadiendo: “don Juan Manuel pasó casi toda su vida promoviendo cuestiones y alterando la paz del reino con frecuentes rebeldías, unas veces por creerse postergado, otras por estimar mal pagados sus servicios; algunas llevado de su genio puntilloso y camorrista, pero las más a impulso de una ambición desmedida e insaciable, así de honores y predominio político, como de señoríos y riquezas, aunque unos y otras los poseía en gran cuantía y los acrecentó sin tardanza…” Sin duda, imaginando que algún día sobre su cabeza llevaría una corona.
La misma “Crónica de Alfonso XI” nos da cuenta de cómo don Juan Manuel, en sus mejores años, se enemistó, en una de tantas ocasiones, con el monarca castellano, su sobrino, de quien fue tutor, refugiándose en Aragón, y regresando a Castilla, cuando el rey precisó de su colaboración.
Fue intrigante en los matrimonios reales, y en los propios, pues hasta tres veces se casó: con la infanta Isabel de Mallorca; con Constanza, princesa de Aragón, y con Blanca de Lara, nieta de don Fernando de La Cerda, y en cuyos apellidos recaería el ducado de Medinaceli, entre otros; y sí, sobre la cabeza de sus descendientes se llegó a colocar la corona del reino; su hija Constanza, habida con Constanza de Aragón casó con el rey de Portugal, y su nieta, Juana de Portugal, o Juana Manuel, fue reina de Castilla por su matrimonio con Enrique II de Trastamara, aquel a quien sirvió don Beltrán Duglesclín, quien ayudó a su señor, en lugar de quitar o poner rey.
Entre libros y castillos
A más de guerrero e intrigante, fue don Juan Manuel uno de los más significativos autores medievales, que también tuvo tiempo para dejar correr la pluma, dejándonos algunas de las obras literarias más significativas del remoto siglo XIV; aunque no fueron crónicas al uso, como entonces se acostumbraba; aficionado a la caza, cuando las intrigas se lo permitieron, nos legó a la historia su “Libro de la Caza”, en el que nos señala los mejores cazaderos, sino del reino, al menos de sus dominios; y el “Libro de los Estados”, al que puso fin en tierras seguntinas, sin duda de paso por su estados señoriales de Palazuelos, y buscando el sosiego, o el rumor de las arboledas del siempre apetecible lugar de Pozancos que pasó a la épica literaria de nuestro genio, a través de las últimas líneas de la obra: “Acabó don Johan esta primera parte deste libro en Pozancos, lugar del Obispo de Sigüenza, martes veynte et dos días de mayo, era de mili et trescientos et sesenta et ocho annos. Et en este mes de mayo, gienco días andados del, complio don Johan quarenta et ocho annos”. Que debió de ser por, si sus cuentas no nos fallan, el año de 1330. En Alcocer concluyó su “Conde Lucanor”, sobre 1335.
Sin duda, cuando paró en Pozancos, debía de estar empeñado en levantar las torres de Palazuelos, obras que si comenzó, nunca concluyó; si bien es conocido que alzó en torno a Cifuentes su famoso castillo, cuando la vejez comenzaba a sentarle las ideas, o quitaba ambiciones; a pesar de que, por un ¡quíteme allá!, o un desacuerdo, cuando quiso adquirir Alcocer, la lio parda, arrasando por la Alcarria poblaciones enteras, porque la dueña de aquellas en lugar de a él, se las vendió a su primo, el infante don Pedro. Y es que don Juan Manuel también fue mal pagador y, a pesar del acuerdo de compra, a la hora del pago parece que se echó atrás, y de aquellos barros, los lodos que después llegaron. O al contrario.
La historia cuenta que mantenía, de sus propias arcas, un ejército de más de mil hombres; que llegó a acuñar moneda; que legó a la posteridad ocho de las obras literarias de referencia en la historia castellana, o que, quizá cansado de andorrear de un lado para otro batallando, le alcanzó la muerte en tierras de Córdoba o de Murcia, que en ello no se pone muy de acuerdo la historia, cuando los huesos le doblaban, a los sesenta y seis años, más o menos. Después sus huesos fueron a parar a Peñafiel, donde en el convento de San Pablo, que él mismo mandó alzar, recibieron reposo. Todo un personaje para nuestra historia provincial que legó un buen dicho: “Nuestro señor Dios quiso que naturalmente o como por instinto, todas las criaturas hicieran tres cosas: llorar, temblar y apretar los puños”. Que él, las hizo.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 27 de septiembre de 2024
CIFUENTES, Historia, Crónica y Memoria
Esta es una de las villas más antiguas y de mayor interés histórico de la provincia de Guadalajara. Puesta en el extremo oriental de la Alcarria y al pie de la sierra, debe su nombre a los abundantes manantiales que brotan generosos junto a sus muros por las fisuras de la roca conglomerada que forma el asiento de la villa. Desde esta hacía el Tajo, baja el terreno en pendiente bastante rápida, hasta tocaren el término de Trillo, famoso por sus baños. En aquel territorio se ven también las huellas de la civilización romana en las ruinas de Villavieja, en los barrancos de Ruguilla, en las viñas de Gárgoles y sobre las enriscadas cimas de las Tetas de Viana.
Pero la verdadera importancia histórica de aquel rincón corresponde a la Edad Media. Cifuentes fue cabeza de aquellos lugares, aunque no del insigne monasterio de Ovila, escondido no muy lejos en un ameno repliegue del terreno, junto a las claras corrientes del Tajo. Pasó oscuramente aquella villa los primeros siglos de la reconquista formando parte del extenso término de Atienza, hasta que el amor quizá ya apagado de Alfonso X, la ofreció en señorío con otros lugares próximos a du dama Dª Mayor Guillén, en quien tuvo a Dª Beatriz, reina de Portugal. Ambas y una hija de esta, Infanta algo andariega, fueron señoras de Cifuentes, y por su parentesco próximo con los Reyes de Castilla, alcanzaron para aquel pueblo singulares mercedes.
CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)
Pasó luego aquel señorío al inquieto e ingenioso magnate D. Juan, hijo del infante D. Manuel, y a quien con poca exactitud suele llamarse infante D. Juan Manuel. No perdió Cifuentes con este Señorío, porque hay señales ciertas de que procuró por el bien de su villa, aunque también consta que esta sabía defender sus derechos y sus intereses ante los tribunales y aun ejercitando la fuerza. Todavía está en pie, aunque algo aportillado, el castillo que el célebre magnate levantó junto a la villa, e incrustado en uno de sus muros se ve amplia losa de piedra blanca donde se labraron aquellos blasones, cuyo simbolismo explicó D. Juan Manuel tan doctamente en uno de sus libros; como quedan fundaciones suyas de orden más social y provechoso.
En aquel tiempo, y aun antes, se construyeron murallas y adarves, y aquella iglesia cuyo exterior ennoblece un pórtico cubierto de esculturas muy notables, y en cuyo interior se guardan con algunas obras artísticas los restos del obispo de Yucatán, Fr. Diego de Landa, escritor meritísimo que dejó incompleta la clave de la lectura de los jeroglíficos mayas, restos que tuve la fortuna de descubrir hace algunos años. Además de estos monumentos, se levantaron después otros por la generosidad de la casa de Silva, a la que fue el Señorío de Cifuentes, y que hizo de ella cabeza y título de un gran estado.
Juan-Catalina García López
CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)
SUMARIO:
Cifuentes
Pág. 9
-I-
Cifuentes. Situación, entorno y Geografía
Pág. 11
Cifuentes, cabeza de partido judicial; Demografía de Cifuentes; El Topónimo
-II-
Entre los tiempos remotos, y la reconquista
Pág. 23
-III-
El Señorío de Cifuentes
Pág. 33
Mayor Guillén de Guzmán, Señora de Cifuentes; Beatriz de Guzmán, reina de Portugal y Señora de Cifuentes; Don Juan Manuel; El Castillo de Cifuentes; Doña Constanza Manuel, Señora de Cifuentes
-IV-
El Condado de Cifuentes
Pág. 57
Los primeros condes de Cifuentes
-V-
Cifuentes hasta el Siglo XVI
Pág. 69
Las Relaciones Topográficas de Felipe II
-VI-
Cifuentes en el siglo XVIII
Pág. 81
Cifuentes y el Catastro de Ensenada; Otra visión de Cifuentes, la histórica de Antonio Carrillo de Mendoza; El día que tembló la tierra, el terremoto de Lisboa de 1755
-VII-
¡Guerra a los franceses!
Pág. 97
El 2 de mayo; Los condes del siglo XIX
-VIII-
Cifuentes, Siglo XIX
Pág. 119
Las Guerras Carlistas; La feria y mercado de Cifuentes; Cifuentes, con la Reina; Recuerdos y bellezas de España, Cifuentes, 1853; La visita del Obispo; El final de un siglo
-IX-
Cifuentes Siglo XX
Pág. 141
La visión del inicio del siglo; La feria en el siglo XX; El comercio en los primeros decenios; La crónica del primer decenio del siglo XX
-X-
El Crimen del Ermitaño
Pág. 163
-XI-
La gran riada de 1917
Pág. 183
Cifuentes, 1906; La riada de 1917
-XII-
Cifuentes, década de 1930
Pág. 209
Crónica del decenio de 1920; La Cueva del Beato, 1930; Los tristes días de 1936, Cifuentes en guerra
-XIII-
Cifuentes, El Viaje a la Alcarria, y su Cronista
Pág. 225
La Sociedad de amigos y simpatizantes de Cifuentes; Historia de la Villa condal de Cifuentes; Y la vida sigue
-XIV-
Cifuentes Monumental
Pág. 239
-XV-
Gentes de Cifuentes
Pág. 257
Anexos
Pág. 277
La Iglesia del Salvador de Cifuentes
CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)
Francisco Layna Serrano dio a la luz, en 1955, el hasta entonces mayor estudio histórico sobre Cifuentes, su “Historia de la Villa Condal de Cifuentes”, convertido a partir de entonces en referencia para cuantos autores se han introducido a contar, o descubrir, la historia de ayer y de hoy de Cifuentes.
Con anterioridad a Layna Serrano se introdujo en las páginas de su historia el también cronista provincial Juan-Catalina García López, y entre ambos dejó páginas de estudio otro de los cronistas que dieron luz a la provincia de Guadalajara, don Manuel Serrano Sanz.
De entonces a hoy han sido numerosas las crónicas e historias que han ido apareciendo, teniendo a estos tres autores como importante referencia a la hora de introducirnos en el glorioso pasado de la villa. También en esta obra encontrará el lector interesado las inevitables referencias a quien fue primer cronista oficial de la villa.
En las páginas siguientes encontraremos historias, antiguas y modernas; crónicas cercanas y, ante todo, la esperanza de que, de estas páginas, surjan otras que añadan un poco más de conocimiento a la siempre por estudiar villa de Cifuentes.
CIFUENTES. Historia, Crónica y Memoria (El libro, pulsando aquí)
El libro:
- ASIN : B09QP1Y7RF
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 299 páginas
- ISBN-13 : 979-8405923444
- Peso del producto : 517 g
- Dimensiones : 15.24 x 1.91 x 22.86 cm