viernes, julio 04, 2025

EL CONVENTO DE JESÚS DEL MONTE, EN LORANCA DE TAJUÑA

 

EL CONVENTO DE JESÚS DEL MONTE, EN LORANCA DE TAJUÑA

Aspira a convertirse en Bien de Interés Cultural

 

   Loranca de Tajuña estuvo en tiempos pasados dominada por un castillo o castillete que todavía, mediado el siglo XIX, cuando por aquí pasó uno de los por entonces más destacados escritores de viajes y paisajes, José María Quadrado, dejaba entrever su antigua hidalguía. Hidalguía que tal vez, arrancase de los tiempos en los que esta parte de la Alcarria fue galopada por Alvar Fáñez de Minaya con parte de las huestes de Mío Cid Campeador.

   El relato de Quadrado es evocador de un tiempo y un paisaje que nos hace soñar: “Loranca de Tajuña, dominada por un castillejo, y tomando el nombre del río que a sus plantas corre…, la noche ya cerrada sólo me permitió divisarla entre arboleda y dispuesta en anfiteatro; y la cuesta rápida y larguísima como todas las del país y los densos vapores del valle plateados por espléndida luna, y el murmullo del río, todavía riachuelo, formaban en mi fantasía aquel sencillo y quieto paisaje que adivinar se deja…” El río, Tajuña, forma parte de un paisaje hermoso, de esos que enaltecen la Alcarria, con sus manantiales y fuentes, como declararon los encargados de elaborar la Relación Topográfica que los Alcaldes ordinarios de la localidad respondieron el 2 de diciembre de 1579 diciendo que: “tiene muchas fuentes, especialmente una encima del pueblo que se dice la Fuente de los Olmos; y luego allí cerca, a un tiro de ballesta hay otra en medio de un monte, que se llama la Fuensanta, que la una y la otra están a la salida del pueblo; y otra hay que se dice la Fuente Barrio Nuevo; y así mismo bajo de la Iglesia Parroquial de San Pedro de esta Villa, que se dice la Fuen Cubierta; otra que se dice la Fuente de la Majadilla; otras que se dicen la del Rincón y la del Saúco...”

 


 

 

   Loranca formó parte de la Tierra de Guadalajara, conforme nos dejaron escrito algunos cronistas e historiadores patrios; más adelante tendría un extenso recorrido documental hasta recalar en el condado de Tendilla y marquesado de Mondéjar. Al Marqués pagaban anualmente, mediado el siglo XVIII nada menos que tres mil trescientos veinticinco reales, lo que evidenciaba que era población medianamente pudiente, aparte de ello, y como martiniega o vasallaje, se añadían otros cincuenta y ocho reales; más trescientos cincuenta del regalo navideño que, con algunas colgaduras más, como los gastos de nombramientos de justicias, se redondeaban los cuatro mil.

   Parte de los ingresos los obtenían la villa, y sus moradores, de la panadería, puesto que numerosos de ellos se dedicaban al sano oficio de horneros, sacando el pan a vender a Guadalajara y pueblos del entorno; once hornos de pan cocer se localizaban en Loranca en 1752, con casi dos docenas de panaderos; a más de un buen número de carboneros que vendían este producto por las localidades vecinas. Para entonces el antiguo convento de Jesús del Monte se había convertido en: “casa de recreo o campo, con su iglesia y habitaciones necesarias, a la que asisten los padres de dicho Colegio en el riguroso tiempo de calor, permaneciendo en ella los meses de julio, agosto y septiembre, y en la que solo reside un padre sacerdote y dos coadjutores, el uno cocinero y el otro que sirve para cuidar la labor y hacienda que dicha casa tiene”. Pues como población de poderío, también Loranca de Tajuña contó con convento de religiosos.

 

El Colegio-Convento de Jesús del Monte

   Ya figura en las Relaciones del siglo XVI, que en Loranca de Tajuña se encontraba establecido el Colegio de Jesuitas de Alcalá con la denominación de “Jesús del Monte”: “Se llamaba, como algunas obras semejantes, Jesús del Monte; y parte de ella, donde se levantó la iglesia, fue de la ermita de Santo Domingo de Silos, por lo cual en los días en que escribió el clásico P. Rivadeneyra se veían aún “colgadas cadenas de cautivos cristianos que por sus oraciones lograron remedios de sus trabajos y miserias”. Contaría el cronista provincial don Juan-Catalina García López en los “Aumentos” a sus Relaciones Topográficas”.

   Añadiéndonos que: “El mártir, en las Marianas, P. Diego Luis de San Vítores, pasó algunas veces en San Juan del Monte, desde donde salía a dar misiones por los pueblos de la comarca, según testimonio de su biógrafo P. Francisco García; y en su librería vio más de una rareza bibliográfica el P. Burriel, como resulta de papeles que guarda nuestra Biblioteca Nacional. En esta residencia de Jesús del Monte se detuvo en 1587 el P. Miguel Hernández con el cuerpo de Santa Leocadia, que traía de Flandes a Toledo, según largamente refiere Portilla en “Historia de Compluto”.

    El Colegio de Jesús del Monte estaba vinculado, sin duda, a la familia Mendoza, marqueses de Mondéjar, como nos traslada Miguel de Portilla en la ya referida “Historia de la Ciudad de Compluto”: “Doña María de Mendoza, hija legítima del Marqués de Mondéjar había venido a vivir en Alcalá, por gozar más de cerca y con frecuencia mayor del trato y comunicación espiritual de los Padres de la Compañía, a la cual tenía muy particular afecto. Y queriendo emplear su hacienda en beneficio de la religión, la dio tres mil quinientos ducados de renta a 31 de octubre de 1570, para que con dos mil se dotase una casa de probación y los mil fuesen para el Colegio de Alcalá, y los quinientos del residuo para la Residencia de Jesús del Monte, en la Villa de Loranca…”

   Con la expulsión de los jesuitas de España, en el último tercio del siglo XVIII, acusados de instigar el famoso “Motín de Esquilache”, entre otros cargos, el Colegio de Jesús del Monte de Loranca quedaría abandonado, pasando a la historia, reseñándose poco tiempo después, al hacer inventario de los bienes expropiados a la Compañía: “Esta Residencia dependía del Colegio de Alcalá de Henares, y era una mera Casa de recreo y labranza, cuyo oratorio privado ha quedado sin uso, y todas las alhajas y ornamentos de él es justo se entreguen a la parroquia de Loranca, en cuyo ámbito está situado, quedando la misma casa, con toda la hacienda contigua, o dependencias, sujeta a las ventas decretadas en la Real Cédula de 27 de marzo de 1769, sin necesidad de otra especial providencia”. Y así, efectivamente, parece que sucedió; encontrándose al día de hoy lo que al convento perteneció diseminado entre Alcalá y algunas otras partes. La Biblioteca pasó a la Universidad Complutense y algunas de las columnas de su claustro al palacio de Laredo, de Alcalá; en Loranca se quedó, entre otras cosas, la portada de la Hacienda, que se trasladó a la Casa de la Cultura. También quedó su historia y, con ella, el testimonio vivo de sus antiguos paredones, algunos de ellos diseñados por Bartolomé de Sicilia, y entre los que paseó su figura el insigne genio de las letras, Miguel de Cervantes.

 

Bien de Interés Cultural

   El pasado 24 de junio se presentó la solicitud para incoar expediente de declaración de Bien de Interés Cultural para las nobles piedras del Convento-Colegio de Jesús del Monte de Loranca. Un grupo numeroso de loranqueños, entre los que destaca don Rodrigo Sanz García se han propuesto que la ruina no se apodere del entorno, y que su densa historia no quede en el olvido. El resultado lo conoceremos en unos meses. Por ahora nuestro apoyo incondicional, como ha de ser el de toda la provincia, está en preservar la historia y conseguir que, como Bien de Interés Cultural, poco a poco se recupere la memoria perdida, evitándose en lo posible un deterioro que, día a día, avanza sin que, al parecer, nadie sea capaz de detenerlo.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 4 de julio de 2025

 

 

 

LORANCA DE TAJUÑA EN EL TIEMPO

LORANCA DE TAJUÑA en el Tiempo

 

   El pasado de LORANCA DE TAJUÑA (Guadalajara), es denso. Desde los tiempos primitivos a la actualidad, la historia ha ido pasando y dejando un poso inmenso en sus calles, sus personajes o su patrimonio.

   Forma parte de la Alcarria, a medio camino estuvo entre la actual provincia de Guadalajara y la de Cuenca, quedando incluida finalmente en el siglo XIX en la primera.

   Por aquí pasó Álvar Fáñez de Minaya cuando, junto al Cid Rodrigo de Vivar marchó camino de Valencia, y antes de ello reconquistó la Alcarria. Por aquí pasaron los Mendoza y en Jesús del Monte hicieron un alto los maestros jesuitas de Alcalá.

   Con concisión, las páginas siguientes repasan una importante parte de la historia, el costumbrismo y el patrimonio histórico de Loranca de Tajuña.

 

 

LORANCA DE TAJUÑA, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

 

 

SUMARIO GENERAL:

 

-I-

Loranca de Tajuña

Pág. 9

La Situación, la Geografía, los Orígenes

El partido de Pastrana

Demografía

Loranca de Tajuña en los manuales

Los Diccionarios

Algunos topónimos del término

Callejero tradicional

 

-II-

Entre los tiempos remotos, y la reconquista

Pág. 29

Páginas para la Historia

Alvar Fáñez de Minaya

Loranca de Tajuña, aldea de Guadalajara. Señorío de los Mendoza

 

-III-

Loranca de Tajuña, Siglo XVI

Pág. 53

Las Relaciones Topográficas de Felipe II

 

-IV-

Loranca, entre los siglos XVII y XVIII

Pág. 67

El Catastro de Ensenada

Un personaje del siglo, Manuel Justo Martínez Galiano

El Colegio de Jesús del Monte

 

-V-

Guerra por una Independencia

El Siglo XIX

Pág. 101

El 2 de mayo

Las guerras carlistas

 

-VI-

Loranca de Tajuña, entre el ayer y el hoy

Pág. 121

El Pósito

La asistencia médica y farmacéutica

Loranca de Tajuña s en los tiempos del Cólera

Zofra y ladra o hacendera (prestación personal)

La llegada del Siglo XX

La fiesta, en Loranca de Tajuña

En torno a los Mayos en Loranca

 

LORANCA DE TAJUÑA, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

 

  • ASIN ‏ : ‎ B0BF3GQ6KB
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 153 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8353427568
  • Peso del producto ‏ : ‎ 259 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 0.99 x 21.59 cm

 

 

 

 


LORANCA DE TAJUÑA, EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

 

viernes, junio 27, 2025

ZARZUELA DE JADRAQUE, Y DE LOS ALFAREROS

 

ZARZUELA DE JADRAQUE, Y DE LOS ALFAREROS

La localidad fue conocida en tiempo pasado, de manera coloquial, como Zarzuela de las Ollas

 

   Es más que probable que la mejor historia de Zarzuela de Jadraque, o de las Ollas, para las poblaciones del entorno, la pudo escribir don José Pérez Llorente quien sin duda vivió los tiempos en los que los alfareros de la localidad salieron a correr mundo o provincia con los cacharros a cuestas, o mejor, a lomos de sus animales de carga, para llevarlos a los mercados próximos de Hiendelaencina, Jadraque, Atienza, Sigüenza, Cogolludo, o más allá.

   Pues fue don José Pérez Llorente, uno de esos grandes aficionados a contar cosas de su pueblo haciéndolo con alegría y buen humor, en este Nueva Alcarria que se nos mantiene desde más allá de la década de 1950, cuando a nuestro hombre, como a tantos más, le dio por salir de aquella Zarzuela alfarera que comenzaba a quedar como tantas otras poblaciones al raso del silencio.

   En Zarzuela nació en 1922 y sus primeros pinitos literarios los dio a conocer a través de una de aquellas revistas de Arte y Literatura que surgieron en Guadalajara editadas por la Delegación Provincial de Educación Popular; Reconquista. Revista en la que aparecieron firmas populares en la Guadalajara de la segunda mitad del siglo, desde el añorado García Perdices a José de Juan o Claro Abánades, Sanz y Díaz, Luis Cordavias o Francisco Layna Serrano.

   Don José Pérez Llorente, a más de enamorado de las costumbres de su pueblo era por aquellos tiempos factor de tren en Madrid, de donde pasó a Palencia; entre medias nos dejó todo un sentir y saber de Zarzuela de Jadraque, heredado sin duda de don Canuto Cuevas Domingo, que fue secretario del municipio por espacio de cuarenta años. Por si fuera poco don Canuto Cuevas también tuvo por mujer a una maestra de escuela, doña María Garrido Magro, y por cuñado al párroco de la población, don Pascual. Entre ambos cuñados idearon en aquellos tiempos del auge minero de la tierra, y después de que Hiendelaencina aprobase el establecimiento de un mercado semanal, los domingos, establecer una especie de frontera entre el Alto Rey y la para ellos pecadora población capital de la minería, ya que quienes acudían al mercado dominical se saltaban los preceptos religiosos de dedicar el domingo a honrar al Señor. Don Canuto llegó a escribir una especie de historia de Zarzuela, a mano y con buena letra, que se perdió entre los entresijos del tiempo y los papeles y archivos del ayuntamiento; falleció en el mes de enero de 1914, perdiéndose con su muerte su memoria. Una memoria que por fortuna recuperó de alguna manera nuestro buen factor de ferrocarriles, don José Pérez Llorente. Muy a pesar de que, a don José, tal vez porque se le escapó a don Canuto, no cuenta que allá por 1885, mientras el campanero tocaba a nublo para espantar las nubes, un rayo lo derribó de la torre y, a sus pies, le quitó la vida.

   De aquí también salió, cuando el siglo XX comenzaba su andadura, don Ruperto Merino, quien fue una de las glorias de la medicina provincial, triunfante en el Madrid capitalino después de recibir algunos premios por sus obras, como uno de los primeros investigadores en el tratamiento de las arterio-esclerosis. Don Ruperto nació aquí el 27 de marzo de 1861, abandonando el mundo en el Madrid que lo acogió, setenta años después.

 

 


 

Zarzuela de las Ollas, y del Cid

   Zarzuela de Jadraque es hoy una de las poblaciones que se abrigan con el terruño rugoso que asciende hacia la montaña sagrada del Alto Rey de la Majestad. Bajó su manto se cobijaron y mirando a las alturas fueron desarrollando una de las actividades por las que han pasado a la historia, al menos provincial:  la del barro. Por supuesto que no son los únicos paisanos que hicieron de las entrañas de la tierra arte; artesanos de la alfarería ha habido y algunos quedan, por otros lugares de la serranía y la provincia. Por esta parte de la Guadalajara de las alturas serranas, los de Zarzuela fueron, como dicho está, sin duda, los más significativos. Todavía, entre las entrañas de sus casas, quedan como monumento levantado al tiempo para que no se olvide, el que fuese uno de los hornos comunales de la localidad, el que alimentado por la estepa serrana curó y sanó botijos, cántaros y pucheros.

   Fue, Zarzuela de Jadraque, tierra de Atienza y fue también del poderoso Cardenal Mendoza y del Conde del Cid y de los duques del Infantado; y es hoy tierra de silencio que se estremece con el cierzo, al abrigo siempre de la montaña. De esa que, un lejano día de 1844 cambió el destino de numerosas de estas poblaciones; cuando la plata comenzó a lucir a ras de suelo y, también por aquí, los audaces probaron a mejorar su fortuna al calor de las luminarias de Hiendelaencina.

 

Los alfareros de Zarzuela

   Se desconoce desde cuándo se dedicaron a ello las gentes, hombres y mujeres, de Zarzuela de Jadraque, pues teniendo en cuenta que ya en el siglo XVI, cuando se lleva a cabo el famoso interrogatorio para las Relaciones Topográficas de Felipe II se citan estos trabajos en 1581, la dedicación debía de venirse arrastrando desde tiempo atrás. No es mucho lo que se nos dice, aunque lo suficiente, que viven de hacer algunas hollas

   Años después al elaborarse el Catastro de Ensenada nos dirán que la alfarería ha crecido pues en el término se encuentran tres hornos de cocer cántaros y otras cosas, propiedad de Francisco Llorente, Juan Moreno y Juan Atienza, y al oficio se dedican al menos quince vecinos, sin ser oficio muy productivo puesto que se les regula un beneficio de real y medio al día cuando un jornalero gana dos reales y un labrador tres.

   Más que artesanía, como lo consideramos al día de hoy, el oficio al que aquellas gentes se dedicaban en tiempo pasado formaba parte de la industria del pueblo, ya que algunas familias llegarían a vivir con el paso del tiempo enteramente del producto. Dedicándose los hombres a la labor de dar forma a las piezas mientras que las mujeres se encargaban de llevarlas a lomos de mula a ferias y mercados. Curiosa era la forma del transporte, entre paja y en serones la mayoría de las veces, llevando estos una especie de horquilla que prácticamente rozaba el suelo, con el fin de que la carga no se diese la vuelta y se arruinase la mercancía.

   Los alfareros tenían por lo general el alfar montado en su propia casa; la sobadera o amasadera, donde se preparaba el barro, en el portal; el torno en la cocina, donde igualmente almacenaban los cacharros hasta ser llevados al horno comunal, donde cocían al mismo tiempo las piezas de varias casas, por lo cual, y para distinguirse unas de las otras, cada alfarero tenía su propia marca, o guincho. La industria como tal cesaría en torno a 1970, cuando los últimos alfareros dejaron un oficio que para estos años había dejado de ser productivo, suplido el barro por el plástico o el aluminio. Pasando las piezas que aquellas gentes elaborasen a pertenecer a los coleccionistas, y, sin duda, a ser piezas de museo. Casualmente, la última ocasión en laque alfareros de Zarzuela pusieron sus manos en el barro, según se contó en su momento, sería en 1982 con motivo de unas jornadas organizadas por el que había de ser Museo de Etnografía de Guadalajara y que apenas permanecería unos días con sus puertas abiertas.

   Sin duda, el pueblo, el oficio y el entorno merecen nuestro recuerdo, con él, nuestro homenaje.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 27 de junio de 2025

 

UN LIBRO SOBRE ZARZUELA DE JADRAQUE

 ZARZUELA DE JADRAQUE, y de los alfareros

    Zarzuela de Jadraque es en la actualidad uno de los muchos pueblos de la provincia de Guadalajara condenados a la despoblación; no pasó a la historia por sus yacimientos mineros, sino por el trabajo de sus alfareros. Unos alfareros que le dieron al pueblo un apelativo especial, Zarzuela de las Ollas, en un oficio, la alfarería, a la que en temporadas se llegó a ocupar una buena parte de la población.


  ZARZUELA DE JADRAQUE. El libro, pulsando aquí

 

    En ninguna parte de la provincia se podría aplicar aquel viejo cantar conocido por la gran mayoría de alfareros, mejor que en Zarzuela:

Oficio noble y bizarro,

entre todos el primero,

que de la industria del barro,

Dios fue el primer alfarero

y el hombre el primer cacharro.

 

   El viajero, a las puertas de la iglesia, bajo la campana Santa Bárbara, tuvo ocasión de conocer a uno de los últimos alfareros de la población, ya jubilado desde hacía años, que dejó su oficio como tantos más en la década de los años sesenta, cuando el plástico comenzó a suplir a las ollas; cuando la emigración comenzó a dejar solitarios los pueblos; cuando los botijos se suplieron por jarras de cristal, y cuando los quincalleros comenzaron a cambiar las viejas tinajas de barro por modernos utensilios de metal.

    A través de las páginas de este libro nos acercamos a su historia, su tiempo, su memoria…

  


SUMARIO:

 

-I-

ZARZUELA DE JADRAQUE

Pág. 9

-II-

INTERMEDIO HISTÓRICO

Pág. 19

-III-

LA TIERRA Y SEXMOS DE JADRAQUE

Pág. 31

-IV-

ZARZUELA,

DE LA EDAD MEDIA A LA MODERNA

Pág. 41

-V-

ZARZUELA, EN EL SIGLO XIX

Pág. 47

-VI-

ZARZUELA DE JADRAQUE, SIGLO XX

Pág. 93

-VII-

LA ALFARERÍA EN ZARZUELA DE JADRAQUE

Pág. 109

 

 El libro:

  • ASIN ‏ : ‎ B097WZXTGN
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 179 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8527152777
  • Peso del producto ‏ : ‎ 222 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 13.97 x 0.74 x 21.59 cm 
  •  

  •  ZARZUELA DE JADRAQUE. El libro, pulsando aquí