sábado, junio 08, 2024

SINFORIANO GARCÍA SANZ, Y SUS LEYENDAS

 

SINFORIANO GARCÍA Y SUS LEYENDAS

Al tiempo que buscó botargas, Sinforiano García Sanz nos retrató las leyendas de Guadalajara

 

   La figura risueña de Sinforiano García Sanz se nos hace familiar a quienes seguimos la cultura de Guadalajara desde alguna de sus muchas facetas; pues fue Sinforiano García, o Sinfo, como le conocieron sus más allegados, hombre que no cerró puertas a la hora de ir anotando fiestas, tradiciones, semblanzas, costumbres o leyendas de una tierra que conoció y recorrió, a pie unas veces, en su utilitario las demás, casi siempre en compañía de alguien que le pudiera  contar alguna cosa más, mucho más allá del monumento histórico de la población a la que llegase.

 

Sinforiano García, un hombre de la Campiña

   En Robledillo, cuando el siglo XX todavía no se había hecho mozo, el 8 de junio de 1911, nació Sinforiano, en familia de labradores y destinado, como tantos de su quinta, a buscarse la vida, sino en el campo, con aquello que los tiempos le pudiesen brindar. Ya conocemos que con apenas once años marchó a Madrid para iniciarse en el trabajo como chico de los recados en un almacén de confección, comenzando a aprender el oficio de sastre, y donde permanecería hasta que por edad fue llamado a servir a la Patria. Con anterioridad a su partida al servicio militar se había adentrado en el mundo del libro a través del Centro de Estudios Históricos, donde como ayudante comenzó a relacionarse con alguno de los hombres que por la década de 1920 comenzaban a dar cuerpo a los estudios sobre el folclore, provincial y nacional, que trataban de dejar reseña de lo que fueron algunas de las representaciones que iniciaban en esta parte del siglo un largo otoño, con amenaza de quedar dormidas en el arcón de los recuerdos de los viejos camarotes de las casas labriegas. Tradiciones que, se decía, entroncaban con lo pagano y falto de espíritu religioso, tal que los personajes diablescos que daban vida a las botargas. Al término del servicio regresó a su antiguo trabajo en el Centro de Estudios, hoy Consejo Superior de Investigaciones Científicas, e inició relación más estrecha con los personajes que ya andaban a la caza de botargas, de enmascarados, de viejos ritos de la Semana Santa, de mayos y cantos alcarreños, o de ancestrales festejos en torno a los cuales se reunieron nuestros mayores, cuando pudieron, a rascar la botella de anís sin licor, o sacar sonidos misteriosos de la boca desportillada de un cántaro sin agua.

 


 

 

Paisajes con leyendas

   Fue Sinforiano, sin duda, el descubridor y padre literario de algunos de los etnógrafos y etnólogos de la Guadalajara que, despertando del sueño, abrió los ojos al costumbrismo de los últimos años del siglo XX, y a los comienzos del XXI. Pues continuando su trabajo iniciático supieron sazonar los relatos de un hombre que más que a la floritura literaria se dedicó a anotar eso, la leyenda en ocasiones sin sal que a él contaron, por los altos o los valles.

   De su pluma salieron los más remotos recuerdos de la Laguna de Paredes: “que nos la contó un pastor en Madrigal, cuando por estos lugares caminábamos sin rumbo cierto, sólo con el deseo de andar, de ver, de fundirnos con estas tierras que son algo de nosotros mismos, pues no en vano nacimos en estas glebas guadalajareñas”.

   Laguna y leyenda que surgen, al contar del pastor, de un hecho azaroso y triste, que sin duda quebró los sueños de los vecinos del entorno y que: “Desde entonces, se cuenta, la luna no arranca reflejos de aquellas aguas que, cuando cubren la Laguna, se muestran oscuras, noche y día”.

   Y es que las leyendas tienen ese deje, a veces de tristeza y muchas de misterio; muy a pesar de que las lagunas suelen ser pozo del que sacar un tesoro, como sucede con la de Taravilla, a la que se une la fábula del conde don Julián, aunque esta, la leyenda de la laguna de Taravilla, no pertenezca a la pluma de García Sanz, sino de otro de los hombres que también dedicaron tiempo a esto de anotar historias legendarias, en este caso, las de la comarca del señorío molinés.

   La tristeza de las leyendas que recogió Sinforiano, de sangre y venganzas, a la moda de siglos que quedaron atrás, como lo hace por tierras de Beleña la que nos habla de los Baños de Doña Urraca, que trazó a medias con Sinfo su buen amigo, nuestro Francisco Layna, que nos deja el retazo de la Fuente de Don Sancho que: “según los sabihondos del lugar, lleva este nombre porque la construyó el rey Sancho IV el Bravo, del mismo modo que el antedicho baño o fuente lleva el de la reina doña Urraca, la casquivana hija de Alfonso VI, que allí se bañaba con frecuencia e hizo construir un torreón para evitar que desde el castillo pudieran verla desnuda como una ninfa mitológica”. Claro es que a Layna Serrano no le gustaban este tipo de leyendas, que calificaba de burda patraña.

 

Leyendas de miedo, pecado y desamor

   Sinforiano recogió, más que otra cosa, leyendas de desamor, que son muchas de las que se cantaron en los romances de ciego y cordel por las plazas de los pueblos castellanos. Leyendas de tristeza que guardan en el poso de su ciencia una moralina de la que se ha de sacar la conveniente lección, para no caer en el error.

   La leyenda del Niño Perdido, que tanto predicamento tiene por tierras de Beleña camino de Tamajón, nos relata la triste historia del muchacho que no regresó de apacentar el rebaño de cabras u ovejas; es la leyenda de Los Lobos del Carrascal, de Torrebeleña: “El perro aullaba y aullaba quieto, en lo alto del peñasco, como avisando, como queriendo que allí acudiese la gente. La nieve había desaparecido, y el Carrascal estaba más transitable…”

   En tierras de Peñalver nos retrató la Fuente de la Pecadora, por las fiestas de San Juan, cuando se salía a buscar el trébole: “Dicen que en la madrugada de San Juan, los que no están limpios de pecado, al salir el sol, ven junto a la fuente una columna de humo con la forma de una mujer y un hombre abrazados, que gimen y se lamentan, poseídos del horror que su pecado les causa…”.

   Y en tierras de Uceda, la fantástica lucha del hombre y el dragón; el Dragón de Uceda: “… una noche de invierno, fría y lluviosa, con ráfagas de aire gélido azotando las torres de la fortaleza, los ballesteros que hacían guardia perciben a lo lejos dos luces verdes, centelleantes, que lentamente avanzan hacia el castillo, al mismo tiempo que oyen unos fortísimos silbidos que parten de aquellas luces espantosas…” El caballero que se enfrentó al dragón se encomendó primeramente a la Virgen de la Varga y, después, en los pórticos de la iglesia, quedaron retratados para la eternidad.

   Una leyenda, tomada en Matarrubia, se alzó durante mucho tiempo por encima de las demás, la de Las Bodas de Canrayao, pueblo desaparecido en las márgenes cercanas al Jarama en sus lindes con la Campiña nativa de nuestro hombre; la leyenda en torno al desamor: “El lugar era muy pequeño, pero en él vivían ricos y pobres, con sus pasiones buenas y malas, amores y odios, pero el acontecimiento de un bautizo, una boda o una defunción, los reunía a todos como una única familia. Esta vez fue una boda el motivo que juntó a todos desde la víspera en la ronda de novia cantando… Informado vengo niña/ informado y muy de veras/ de que te casas mañana/ ruego a Dios que pa bien sea/. Caminito de la Iglesia / te irás a la mañana/ llorando lágrimas vivas/ por tus ojos, linda dama”.

   Y continuó Sinfo dándonos cuenta de la leyenda de Valdelagua, de Peñahora, las Cendejas, el Soterraño… y es que hay algo que nunca debemos perder: la costumbre de leer, buscar y escuchar.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria, Guadalajara, 8 de junio de 2024

 

 


 Historia de Beleña de Sorbe, pulsando aquí

 

 

 

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