LAS TRES CENDEJAS, Y SU ROMERÍA
En mayo, mes romero en la provincia, acuden a la Virgen de Valbuena
Cuenta la leyenda…; sí, también hay leyenda tradicional en torno al nacimiento de las tres Cendejas: Padrastro, Enmedio y de la Torre, pero la dejamos para el final. Aunque la leyenda una a las tres, que surgen en el camino que lleva desde la histórica Jadraque a la no menos de Atienza. Tres Cendejas que se unen en una devoción, a Nuestra Señora de Valbuena.
La romería de Valbuena
No sólo las tres Cendejas acuden por este mes de mayo al vallecito en el que, cuenta la tradición, se apareció la Señora de Valbuena, por los tiempos medievales. La tradición nos la hace aparecerse a un pastor, o a los mismísimos reyes, camino de la hidalga Atienza; sea como fuere, el caso es que, al menos desde el siglo XVI hay constancia de que estos pueblos, con dos docenas de vecinos más, acuden anualmente a su pequeño Santuario a sacar en procesión a la patrona y pasar un día, mitad festivo, mitad devoto, en este entorno por el que parece escucharse la suave cantinela del agua del Henares al abrigo de los castillos que lo cercan, Jadraque, Atienza y el recoleto de Yñesque, cuyas piedras siguen señalando el altozano que gobernó, entre Pálmaces y Angón.
La de Valbuena es, sin duda, la romería de esta tierra, de Medranda, Castilblanco, Pinilla, Congostrina, La Toba, Negredo, Pálmaces, Angón…, y así, hasta las dos docenas, sin que nos falte Jadraque, tierra a la que las Cendejas perteneció luego que el manirroto heredero de Gómez Carrillo las dejase en poder del todopoderoso don Pedro González de Mendoza, Cardenal de las Españas y tercer rey de las Castillas.
Nuestro cronista, don Francisco Layna, con antecedentes familiares en Medranda, en cuya población dio su padre los primeros pasos, y en donde pasó algún que otro verano, acudió también a la romería de la Virgen, entonces por el mes de agosto, de la mano de sus tíos, “el tío Cañamón”, don Luis Cañamares, y “la tía Micaela”, Micaela Layna; ricos hacendados en la Medranda del final del siglo XIX e inicios del XX. Al historiador y cronista se debe, sin duda, uno de los más jugosos relatos de aquella fiesta romera, cuando la edad infantil puede con todo y deja en la memoria el recuerdo de lo vivido con pasión: “Muy de mañana comienzan a llegar al paraje recuas de engalanadas cabalgaduras llevando sobre sus lomos o mejor dicho, sobre los postizos lomillos, una pareja de aldeanos y algún crio de propina, amén de abundantes vituallas entre las que no falta la más que mediana bota de vino; de tal guisa salimos de Cendejas de la Torre unas sesenta personas entre grandes y chicos, apenas comenzó a asomar el sol por los orientales balcones; descendimos la pronunciada pendiente que a Cendejas de Enmedio conduce, subimos la que lleva a Padrastro, y continuamos hasta la ermita a donde ya habían arribado grupos de hombres y mujeres procedentes de Medranda, Castilblanco, Pinilla, Congostrina, La Toba, Pálmaces, Negredo y otros muchos pueblecillos de la comarca, pues esa Virgen goza de privilegiada reputación en el país como abogada contra las calamidades del campo”.
Es por ello, por ser abogada contra las calamidades del campo, que los vecinos acuden en los inicios del mes de mayo, cuando las cosechas comienzan a granar y las tormentas más daño pueden hacerlas, en este, y en los que vienen. Avanzado el siglo XVIII se levantó la actual ermita santuario, a cuyas puertas se juntan los romeros; a cuya pradera sacan a la patrona, y en cuyo entorno tienen lugar misa y procesiones y, tras ello, la reunión en torno a las viandas que lleva cada cual.
El poeta de esta tierra, José Antonio Ochaíta, quien en más de una ocasión también acudió como romero al Santuario, nos dejó igualmente su escrito: “A Valbuena vienen más de 20 cruces parroquiales con sus faldas de brocados enmohecidos por el tiempo, algunas de ellas tan hermosas que parecen haber salido del taller de forja de Becerril. La más hermosa de todas ellas puede que sea la de Bujalaro. Con las cruces han venido los Cabildos Municipales: Jadraque, las tres Cendejas; Matillas, Bujalaro, Jirueque, Negredo, Medranda, Castilblanco, La Toba, Membrillera, Torremocha, Pinilla, Pálmaces, Angón, Santiuste…”
También las cruces romeras llamaron la atención a nuestro doctor Layna: “la comitiva se dividía en secciones capitaneadas por el Ayuntamiento y el cura de cada parroquia, revestido este con capa pluvial, precedido del estandarte y cruz alzada, siguiendo detrás gaitero y tamboril más los romeros del pueblo en cuestión, ataviadas las mujeres con sus policromos trajes de fiesta y mezclándose la música retozona y pastoril de la dulzaina y el redoblante a los serenos cantos litúrgicos y detonaciones de cohetes. Recuerdo algunas cruces, de bronce dorado, pequeña, me parece que románica y creo que de Pinilla de Jadraque, más no en balde han transcurrido muchos años desde entonces, y de las otras no conservo memoria de sus características ni pueblos a que pertenecían, aparte que dada mi corta edad no estaba preparado para discernir sobre su mérito artístico”.
Las tres Cendejas
Similar es la historia de las tres poblaciones que, recortadas en el horizonte, con Matillas al fondo, parece que se quisieran asemejar la una a la otra, si bien destaca por encima de ellas la Torre de la que da nombre a esta, como de mayor población que fue; si bien en la actualidad las tres se debaten en ese aire que sopla en el entorno; el de la emigración y soledad.
A Cendejas de la Torre la cantó en verso don Carlos Carralero, que fue nacido en la Villa y Corte de Madrid y lo mandaron de cura de misa y olla a Cendejas en el primer tercio del siglo XIX; sus impresiones versadas de la vida las recogió en tomo de cuartilla que dio a la imprenta en 1843: “Goza Cendejas de un cielo espacioso, y de un claro horizonte muy sereno; y aunque seco y árida, es inacuoso, es muy fértil en granos su terreno; tiene un pago de viñas muy famoso; y de leñas un monte todo lleno…”
Cendejas de Padrastro estuvo sometida a la Cendejas de Enmedio desde los remotos tiempos del siglo XVI, tanto que incluso la respuesta a los catastros ordenados por el rey, fue conjunta. Si bien, a Cendejas de Padrastro perteneció la tierra en la que se apareció la Señora de Valbuena.
Y la Leyenda
Que a las tres Cendejas une, y ha pasado siglo a siglo, tierra a tierra, una tras otra generación; y es que, cuenta la antigua tradición, que las tres Cendejas formaban parte de una misma hacienda. Al parecer, murió el cabeza de familia, y la esposa casó otra vez en nuevas nupcias, quedando a su fallecimiento los dos hijos del primer matrimonio, y el último marido. De ahí que aquella hacienda fuera dividida en tres partes, las cuales “hacendejas”, fueron distribuidas según la voluntad de la causante. La primera de ellas se llamó del Padrastro, por el viudo, nombre que conserva, y las otras dos, las de los hijos huérfanos, se denominaron de la Torre, y de Enmedio, en orden a su situación… Y ahí siguen las tres, haciendo historia, dando cuenta a la tradición y a la devoción, hasta que, al cabo de la tarde, los romeros, tras la fiesta de Valbuena, emprenden el retorno…
Nuestro buen maestro en temas etnográficos, Sinforiano García Sanz, quien también acudió a rendir culto a la devoción, nos dejó escrito: “Un sencillo altar, adornado con ingenuas pinturas es el trono de la Virgen. Allí es adorada por los fieles en una nueva talla pues de la antigua solamente se conserva el rostro, que como sagrada reliquia se guarda en una pequeña urna. Es acogedor y bello el paraje…” Dicho queda, puesto que los romeros acuden a ella el último domingo de mayo.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 17 de mayo de 2024
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