sábado, diciembre 23, 2023

UNA NAVIDAD PARA RECORDAR, EN BRIHUEGA

 UNA NAVIDAD PARA RECORDAR, EN BRIHUEGA

En Brihuega se documenta el Belén viviente más antiguo de la provincia

 

  Todo guadalajareño debía, al menos una vez en la vida, visitar Brihuega, histórica villa a la que alguien re-tituló como “jardín de la Alcarria”. Brihuega es una de esas poblaciones que, tras recorrer sus calles y empaparse con sus aguas, se queda prendida al embozo de la capa.

   La historia la ha pintado con tintes imperecederos, cosidos al rasgón de sus murallas; a la mole de su castillo de la Piedra Bermeja; a la filigrana de Santa María de la Peña, o la leyenda de la paloma que se posó sobre las andas de la “Señora”, la acompañó durante la procesión y se quedó a vivir en la roca-gruta en la que la Patrona se apareció a la princesa Elima. Cantores ha tenido y tiene Brihuega; cantores para dar cuenta de todos sus acaeceres; desde que don Antonio Pareja, en su oficio de cronista, dejase su monumental “Historia de Brihuega”, cien años hace.

   Por Brihuega se pasearon los lanceros con coraza que libraron aquella famosa batalla, de la que se cumplen en este año los capicúas 313, que pusieron sobre la cabeza del primer Borbón de las Españas la corona real; y en Brihuega se tejieron, tal vez, los mejores paños que se conocieron en la corte; paños, mantones y pañoletas, muchos de los cuales salieron de aquella inmensa “Fábrica” que dio a la villa la majestad de Carlos III. También en Brihuega se batió un buen chocolate no sólo provincial o regional, puesto que, desde sus molinos, recorrió por completo el mapa peninsular.

   Son tiempos estos en los que nos movemos, de dulces. De chocolates y turrones, de peladillas y frutos secos; de villancicos y nacimientos; de tocar la zambomba y dejar que suene la pandereta. También de montar el Belén.

 

 

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El Belén de Brihuega

   Al día de hoy no son pocas las poblaciones que, con motivo del Nacimiento del Redentor, sitúan en algún rincón de sus localidades un Belén, con sus figuritas y paisajes; su castillo, su río y sus puentes. Un Belén en el que los pastores acudan a adorar al Niño después del anuncio de su Nacimiento; por delante de los Reyes, que ya pueden acudir al portal en camello o a caballo, o a pie, cuando ni lo uno ni lo otro quepa en el escenario teatral. En Brihuega también, dibujándose como fondo del pesebre las murallas y el castillo de la Peña Bermeja.

   Igualmente, allá por la década de 1940 o 1950, comenzó a extenderse por numerosos pueblos de la provincia el llevar a cabo la Adoración de los Reyes montando un gran Belén natural. Un Belén Viviente que, al día de hoy, tiene amplia representación en nuestros pueblos, a los que, el día de la Epifanía, acuden los Reyes, de carne y hueso, a adorar al Niño y dejar el regalo al pie de la ventana o en manos de la ilusión de grandes y chicos.

   Y, en la mayoría de los casos, se disputan nuestros pueblos el honor de quién fue primero a la hora de poner en movimiento a los personajes de este Nacimiento natural, del que toman parte los vecinos de las localidades respectivas. En Guadalajara, capital, lo montaron por vez primera a las puertas de Santa María en 1961; en Molina de Aragón ya se montaba, en 1965, a la entrada de San Gil; y a cualquiera de nuestras poblaciones llegan los Magos, para asombrar a quienes por vez primera los contemplan; e incluso en algunos, como en el entorno de Alarilla, se acercan al pueblo planeando desde las alturas.

 

 

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El primero, en Brihuega

   Si, el primer Belén Viviente documentado en la provincia, fue el que se representó en Brihuega. La histórica y emblemática Brihuega, pionera en tantas cosas y, en esto, también. Se formó a la entrada del Ayuntamiento, aprovechando los entonces soportales para convertirlos en la “Cueva” o establo de Belén. Aquellos soportales del edificio consistorial que se levantó en la Plaza del Coso, siendo Alcalde de la Villa don Manuel Abad y Cistué, se dice que según los planos que levantase don Ventura Rodríguez, que alguna obra más dejase en la villa, al margen de las majestuosas fuentes y palacios madrileños. Obra, la del Ayuntamiento, que se dató a finales del siglo XVIII.

   Pues allí sonó el villancico más popular de la villa, y tal vez de la Alcarria, el “Aguinaldo”: Entre la mula y el buey están orando, están orando, y los ángeles cantando…

   Sonó antes y después de la Adoración de reyes y pastores en una noche que congregó, en torno al portal del Ayuntamiento, a la villa entera.

   Nos contó nuestro cronista, cuando los hechos de que hablamos un chiquillo que no levantaba cuatro palmas del suelo, que con los ojos como platos vivió aquello la chavalería; que las encinas y ramajes con las que se convirtió en gruta de Belén la entrada del Ayuntamiento, provenían del encinar del Monte Mayor; el buey que figuraba junto al pesebre era de cartón, y la borriquilla la dejó prestada algún briocense de bien.

   Que para aquel día se aprestaron a preparar en las cocinas los famosos “nochebuenos”, que eran dulces entonces al uso, con abundancia de leche, huevo y manteca, que conformaban unas exquisitas tortas, y que, al cabo de la noche, iluminada la del 24 de diciembre en que tuvo lugar la representación a base de teas y otros artefactos, fueron apareciendo en la plaza las figuras que componen el “misterio de la Navidad”: iban los tres Reyes Magos, que eran D. Mateo Gómez, D. Segundo Torres y D. José Casas, padre de mi querido amigo D. Ramón; recuerdo que el tío Dioz, iba de paje del rey negro, y Salido, conducía el caballo del rey Melchor. Esta comitiva había tomado por modelo para sus ropas el cuadro de la Adoración de los Reyes que existe en Santa María, aproximándose todo lo posible a la tradición…

   Tras la Adoración en el portalillo, en donde aguardaban San José, la Virgen y el Niño; estos montaron en la borriquilla, y, con todo el acompañamiento…: “Marchaban delante los pastores y zagales, comandados por el tío Ciruta, y un pastor llamado de apodo Pantomima; les seguían mozos cargados con leña y unos grandes peroles llenos de migas con leche hechas a la usanza de los pastores; detrás la Virgen a caballo en la burra que San José conducía del ronzal; luego una buena orquesta de guitarras y bandurrias pulsadas por los mejores tañedores; detrás el ángel que conducía la estrella (laborada por el hojalatero Lopecillo y portada por Isidro Marlasca), seguido de los Reyes Magos y su comitiva, y cerraba la marcha todo el pueblo, pues por seguro tengo que quedaron muy pocas personas sin presenciarlo”.

   Y: “Así recorrieron las casas de los párrocos, autoridades, capellanes y personas notables de la población, recogiendo abundante cosecha de turrones, nochebuenos, cascajos y otros comestibles y bebestibles. Por ser enfrente de mi casa, recuerdo que el presbítero D. José Durón, que vivía en lo que después fue confitería de Contreras, les obsequió con un jamón y una buena sarta de chorizos; y el capellán de las Bernardas, sumamente pobre, les entregó las rosquillas y mantecadas con que las monjas le habían obsequiado”.

   Sucedió, nuestro cronista no recordaba la fecha con precisión, en la Nochebuena de 1850, o la de 1851. ¡Tanto da un año u otro! El caso es que, desde entonces, por las calles de Brihuega, recordando aquello, se canta por estas fechas el Aguinaldo, y se canta al Niño, y sale la ronda, a rondar villancicos, y se repite con más ahínco una y otra vez, y desde estas páginas lo hacemos también, lo de ¡Feliz Navidad!; hoy, desde Brihuega; que merece estar, cada día más, en un pliegue de nuestra hermosa capa provincial.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 23 de diciembre de 2023

 

 

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