viernes, diciembre 29, 2023

UN STOLPERSTEINE POR ATIENZA

 

UN STOLPERSTEINE POR ATIENZA

En memoria de Gil Ruiz Domínguez, nacido en la población

 

 

   Fue en la década de 1990 cuando el artista alemán Gunter Deming comenzó a colocar los stolpersteines, traducido a nuestra lengua “piedras en las que tropiezas”, en las calles de Alemania; desde entonces, se han ido extendiendo por la práctica totalidad de Europa, sumando ya más de cien mil, en memoria de las víctimas del nazismo en los campos de concentración asesinados entre 1933 y 1945. Las Stolpersteines también han llegado a España; comenzaron a situarse ante los domicilios de quienes se trataba de recordar, en 2019; en Madrid al día de hoy ya son 73 los adoquines colocados con sus respectivas placas de latón dorado con el nombre de la persona que se recuerdan; las últimas se han situado este mismo mes de diciembre, en el barrio madrileño de Arganzuela; una de ellas en memoria de Gil Ruiz Domínguez, nacido en Atienza.

 

 


 Gil Ruiz Domínguez (conoce más, pulsando aquí)

Y Mauthausen, última estación, pulsando aquí

 

El atencino Gil Ruiz Domínguez

   Gil Ruiz Domínguez nació en Atienza el 1 de septiembre de 1901. Su familia hubo de buscarse la vida en la emigración, en Madrid, en donde se estableció en la década de 1920. Aprendió un oficio con el que ganarse la vida, impresor; estando al frente de una pequeña imprenta en el Madrid de mediados de la década de 1920; en ella continuó hasta la fatídica fecha que cambiaría su vida, las vísperas de la Navidad de 1936, cuando comunicó a su familia que se había alistado en las milicias republicanas que defendían Madrid; en plena Guerra Civil. Para entonces se encontraba casado con Juliana Pérez Borderas, y vivían del matrimonio dos hijas, Julia y Mercedes, de cuatro y dos años de edad, quienes también conocieron de cerca los horrores de la guerra. El edificio en el que vivían recibió los impactos de las bombas de la aviación aquel otoño, teniendo que abandonarlo. Gil Ruiz alcanzaría el grado de sargento en las milicias universitarias, hasta que llegó el invierno de 1939, la derrota y el exilio. Desde Madrid viajaron a Gerona y desde Gerona, por los mismos días en los que Antonio Machado abandonó España, y el mismo camino, la familia de Gil Ruiz dejó atrás una vida. Cruzaron la frontera y su mujer e hijas lo vieron por última vez en una estación de tren en las cercanías de Colliure. Gil las subió a un vagón de ganado con dirección desconocida; él no lo pudo hacer, fue detenido por los gendarmes franceses y llevado al campo de prisioneros de Le Vernet, en Ariege; junto a él se encontraron algunos intelectuales españoles, entre ellos el escritor Max Aub.

 

La última estación

   El tren en el que subieron la mujer e hijas de nuestro paisano, junto a algunas mujeres y niños españoles más, se detuvo en la población de Saint Brieuc, en la Normandía. Allí fueron retenidas hasta que su obispo, Mon. Serrand, pidió caridad para aquellas gentes que lo habían perdido todo, desde la identidad, a la patria. Las alojaron en la pequeña población de Champs-Geraux, en una especie de establo que, poco a poco, se convirtió en su hogar.

   Gil Ruiz, en tanto, como muchos otros españoles que pasaron por lo mismo, pasó a las compañías de trabajadores extranjeros del ejército francés, y como tantos más, estuvo fortificando la famosa Línea Maginot, hasta que la compañía a la que fue adscrito cayó prisionera del ejército alemán. Estuvo retenido durante algunos meses, desde julio hasta septiembre de 1940, en una fábrica de zapatos convertida en presidio, en Bataville-Hellocourt; desde allí, el 4 de septiembre de 1940, salió en un camión con destino a la estación de tren; el tren se detuvo días después en Mauthausen. Allí murió, el 4 de noviembre de 1941. La ficha del “libro de los muertos”, una especie de diario de fábrica, de entradas y salidas, que los alemanes registraban con todos los aconteceres de su “mano de obra”, recoge los datos de Gil. Llegó a Mauthausen, procedente de Fallingbostel, el 8 de septiembre de 1940.  Con él llegaron los guadalajareños Fernando Checa Domínguez y Sebastián Mena Sanz, naturales de Olmeda de Cobeta, quienes lograron sobrevivir.

 

Juliana Pérez, su mujer

   A través de la Cruz Roja pudieron comunicarse mientras estuvieron en suelo francés; a partir de su detención e internamiento, en Mauthausen primero y Gusen, su campo anejo después, no volvieron a saber de él; hasta que llegó, al término de la Guerra Mundial, la confirmación de su muerte. Para entonces su mujer, Juliana Pérez Borderas, se había convertido en una especie de heroína para la región, había librado de la muerte a una docena de aviadores ingleses cuyo avión aterrizó de emergencia cerca de donde vivían; los rescató de entre los amasijos del aparato antes de que explotase, y llegó a recibir una carta de felicitación de la casa real inglesa. Sus hijas, Julia y Mercedes, se adaptaron a la vida de Francia, sin renunciar nunca a su nacionalidad española.

   La confirmación de la muerte de Gil Ruiz llegó a la familia a través del Ayuntamiento de Champs-Geraux, donde vivían, cuando estaba a punto de levantarse el memorial en homenaje a quienes murieron en defensa de la libertad de Francia, en la primera y segunda guerras mundiales; el nombre de Gil Ruiz Domínguez fue incluido en aquel memorial gracias al tesón humano, sin duda, de un buen alcalde; caso un tanto excepcional, pues con ello su familia adquiría derechos que hasta entonces se negaban. Es, sin duda, el primer español, sino el único, que figura en uno de estos monumentos que se levantan por todos los pueblos de Francia.

 

Y, ahora, en Madrid

   Quien esto escribe, tuvo la fortuna de poder contar la historia de Gil Ruiz; de conocer a sus hijas, y de poner en contacto a la familia perdida; una parte de ella emigró a Cuba, siguiendo a Claudio Ruiz, hermano de Gil. Julia, la hija mayor, nunca entendió que en España no se recordase la memoria de quienes fueron asesinados en los campos de concentración; Mercedes siempre presumió de su “españolidad”, incluso, para que no hubiese dudas, remitió a este contador de historias su Certificado de Nacionalidad del Consulado de España en Nantes, sellado en 1954. Así como las fotos de su padre, remitidas por la Cruz Roja. Ninguna de las dos ha llegado a conocer que, el pasado día 1, frente a su antiguo domicilio madrileño de la calle de Tarragona número 15, se descubrió uno de estos Stolpersteine, o piedras en las que tropiezas, en memoria de su padre. De conocerlo, quedarían eternamente agradecidas a sus mentores, Jesús e Isabel Martínez.

   Aquél mismo mes de noviembre de 1940 en el que murió nuestro paisano de Atienza, en Gusen, también encontraron la muerte los guadalajareños Ricardo Herranz Martínez, de Esplegares, el día 2; Francisco Moracho Martínez, de Solanillos del Extremo, el 3; Fermín Pérez Aráuz, de Checa, el 8; Quintín Villaverde Foguet, de Masegoso de Tajuña, el 9; Julián Alonso Herranz, de Tartanedo, Estanislao Ruiz López, de Trijueque, Andrés Villanueva Ballesteros, de Albalate de Zorita y Antonio García Hombrados, de Torremocha de Jadraque, el 12; Guillermo Vindel Cucharero, de Viana de Mondéjar, el 14; Nicolás Alabreu Merino, de Medranda, Santos Gálvez Aguirre, de Valdegrudas, Felipe Mellado Mellado, de Milmarcos y Luis Jabonero Arroyo, de Fuentelencina, el 17; Claudio Peñuelas Escarpa, de Gascueña, el 19; Eugenio Martín Sanz, de Albendiego, el 25; Román Alda Bolaños, de Anguita y Antonio Hernández García, de Torremocha, el 28, y Robustiano Diez Aguilar, de Anguita, el 29. Algo más de medio centenar de naturales de la provincia encontraron la muerte en los campos de Mauthausen y Gusen entre 1940 y 1945.

   El nombre de Gil Ruiz Domínguez, natural de Atienza, ya figura en dos memoriales que lo recuerdan, en Francia, y, ahora, en Madrid. Bien es cierto que aquellas muertes, como tantas otras, nunca debieron de haber ocurrido; que las guerras no debieran existir; en el acto tan solo había una petición: ¡paz!; paz en la tierra; esperanza de que, para el nuevo año a punto de comenzar, las guerras no fuesen noticia; a pesar de que… todo es esperanza.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 29 de diciembre de 2023

 

 


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