viernes, diciembre 01, 2023

LOS ARRIEROS DE ARBETETA

 

LOS ARRIEROS DE ARBETETA

En número de varias decenas, recorrieron los cuatro puntos cardinales de España

 

   El Mambrú de Arbeteta domina el horizonte de la localidad, como amo y señor de un grandioso entorno natural. Y se alza con su desgarbada figura por encima del castillo que, sin duda, mandaron levantar, o al menos reconstruir, los condes o duques de Medinaceli, que fueron señores del lugar hace seis o siete siglos. Hoy el castillo continúa siendo un monumento a la historia. Un monumento en piedra que se asoma al encallejonado paso por el que la carretera lleva a recorrer tierras de espectacular belleza dentro de la provincia de Guadalajara. Tierras a veces olvidadas de la mano del hombre y que, por ello, son merecedoras de un recorrido calmo, sosegado.

   El Mambrú de Arbeteta también mira de reojo, es un suponer, a su enamorada; la Giraldilla de Escamilla. La historia, o leyenda, ya la tenemos contada, leída o escuchada. Es una de esas que agrada leer en días invernales, al calor de la lumbre, bullendo en el fuego las támaras, como recordó quien a todos nos la transmitió, Francisco Layna Serrano. Allá se señala, sobre la torre del campanario de la iglesia, desde el siglo XVIII, lo menos, al igual que sobre la de Escamilla lo hace la Giralda. Una vida paralela tuvieron ambos desde entonces, puesto a la pareja la destruyó en el siglo XX la tormenta; aunque la mano del hombre los salió a rescatar y situó de nuevo en su lugar. El Mambrú de Arbeteta cayó herido por el rayo en 1987, situándose de nuevo en su lugar al año siguiente, obra del escultor García Perdices. Este es el Mambrú que ahora nos saluda.

   Del castillo, que tiene espesa historia, al igual que la población, fue, curiosamente, uno de sus alcaides, don Gaspar Ramírez de Vargas, quien a su vez fue dueño y señor de las salinas del Gormellón, en Cercadillo, en la tierra más salada de Guadalajara, la que en estos días se debate en pos de alcanzar a ser Patrimonio Mundial.

 

 


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Arbeteta y sus Vidrios

    Mayoritariamente vivieron las buenas gentes de Arbeteta del fruto de su trabajo en la laboriosa industria de la agricultura y de la ganadería, hasta que, en el siglo XVI o XVII comenzaron a levantarse en la comarca algunas otras industrias relacionadas con la cristalería o el vidrio. Principalmente en El Recuenco, población limítrofe. Aquí la industria llegaría sin duda en el siglo XVIII, y es más que probable que desde El Recuenco se trasladasen algunos oficiales de aquellas fábricas a Arbeteta. Es el caso que, de aquí, de Arbeteta, salieron algunas de las piezas de cristal que recorrieron España. Cristales y vidrios que pusieron freno a los malos vientos en numerosas casas, palacios y edificios de la vieja Castilla.

   Mediado el siglo XVIII, cuando en Arbeteta se da respuesta a las preguntas conducentes a la nunca establecida Única Contribución, que ha pasado a la historia como “Catastro de Ensenada”, los regidores de Arbeteta nos dirán que hay en la población: “Un horno de vidrio, propio de Don Diego, Don Baltasar y Herederos de Don Julián Carrillo, que actualmente se halla sin partir y por ahora administra Doña Magdalena de Sicilia, como tutora y curadora de don Baltasar Carrillo…”

   Unos años más tarde, antes de concluir el siglo, quien llevó a cabo el exhaustivo estudio de la industria española de aquel tiempo, don Antonio Larruga, nos dirá, en 1792, que en Arbeteta: “hay fábrica de vidrio ordinario, la estableció Don Baltasar Carrillo, vecino de ella. Los vecinos consiguen grande utilidad con este establecimiento, los unos con los jornales que ganan cada día, ocupándose en sus elaboraciones, y los otros arbitrándose con las cargas de vidrio que despachan en el reino…”

 

Los Carrillo de Arbeteta

   El Carrillo a que alude la relación catastral de 1752 al parecer nada tiene que ver con la familia de tan ilustre apellido, asentada en Cuenca, y que tantos hombres dio a la historia. Estos Carrillos de Arbeteta también dieron nombres y hombres a la historia patria, aunque en otro sentido.

   Este don Baltasar Carrillo, hijo de don Gaspar Carrillo, naturales ambos de la villa, y de doña Magdalena Sicilia, natural de Zaorejas, contrajo matrimonio con doña Brígida Manrique, de los de este ilustre apellido en la serranía, siendo padres de otro Baltasar Carrillo, de grato nombre y recordación en las luchas que por aquí se tuvieron contra los franceses en la Guerra de la Independencia.

   Baltasar Joaquín Mariano, le puso por nombres el señor cura al darle las aguas bautismales el 8 de diciembre de 1770; don Baltasar se pondría después, a elección propia, los apellidos: Carrillo Manrique, desechando los que le correspondían: Carrillo Sicilia Lozano y Manrique. Fue el hombre que viajó por media Castilla en busca de Juan Martín el Empecinado, y lo trajo a Guadalajara en 1809, en nombre de la Junta de Defensa Provincial; y fue, don Baltasar, uno de los hombres que participarían en la gloriosa batalla de las cuestas de Mirabueno, cuando los franceses trataban de llevarse por ellas el trigo de Sigüenza.

   Don Baltasar se asentaría en Atienza, en la casa de sus familiares Manrique; en el palacete que, en el barrio de San Gil, ocupó parte del siglo XX el Cuartel de la Guardia civil; allí le apresaron las tropas del temible canónigo seguntino Vicente Batanero y con ellas lo llevaron por media serranía hasta que en la oscuridad de la noche don Baltasar se les esfumó entre los chaparros de los montes de Beleña. Era entonces, don Baltasar, además de uno de los hombres más poderosos de la provincia, diputado provincial y nacional; inversor minero y gran ganadero, propietario de la fábrica de vidrios de su localidad natal: Arbeteta.

 

 

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Los arrieros de Arbeteta

   Se fabricaban entonces en la fábrica de Arbeteta, mayoritariamente, las piezas más utilizadas por aquel tiempo en nuestras casas, botellas, vasos, porrones, vidrios planos y demás artículos de este género, que salían a recorrer mundo a lomos de las mulas de los arrieros de Arbeteta quienes, para mayor y mejor rendimiento de su industria, parecían tener convenientemente repartido el mapa español en sus cuatro puntos cardinales, preferentemente los norteños. A recorrerlos se dedicaron durante decenas de años familias enteras, con sus caballerías que, cargadas con aquellos productos de la industria local, regresaban con otros con los que abastecer por aquí, de lo que no se tenía.

   Hasta medio centenar de vecinos de la localidad, nos cuenta el suso dicho catastro, partían cada dos o tres meses hacia tierras gallegas, leonesas, zamoranas, salmantinas…

 Manuel Benito Alcalde, con su macho, echaba seis viajes a Tierra de Campos, llevando vidrio y tornando con alubias o sardinas; Antonio Mira marcha a Segovia con lo mismo, y regresaba con piñones y avellanas; Antonio Cobeta viajaba a Valencia y traía cobertores; Antonio Alonso a Guipúzcoa, regresando con sardinas y suela para los zapatos; Julián Martínez a los puertos de Cantabria, de donde traía atún; Francisco Molina Martínez regresaba de Oviedo cargado de tocino; otro Francisco Molina recorría las tierras de Madrid y tornaba con géneros de botica…; y así, hasta completar la nómina que nos da cuenta de que la mayoría de la población vivía de la arriería durante una buena parte del año. La industria del vidrio de Arbeteta llegó hasta los primeros decenios del siglo XIX, después la industria se modernizaría y comenzaría a surgir en torno a las grandes ciudades, quedando nuestros pueblos, faltos de buenos caminos, al margen de aquellas. El coste de los transportes, y seguramente que las comodidades de la vida, hicieron lo demás.

   Pero no está de más recordar que, por aquí, por tierras de Guadalajara, tuvimos gentes que llevaron al mundo el producto de su tierra, y que este, sin duda, en forma de vidrios y cristales en el caso de Arbeteta, por Tierra de Campos, Galicia, Asturias, Guipúzcoa, y tantos más, pregona el nombre de su origen: Guadalajara.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 1 de diciembre de 2023

 

 

 

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