viernes, noviembre 24, 2023

UN GENIO DE BRIHUEGA: EL PROFESOR MAX

 

UN GENIO DE BRIHUEGA: EL PROFESOR MAX

Fue considerado como “Un fenómeno humano”

 

   Brihuega es una de las poblaciones que más sorprende en la provincia de Guadalajara; por su paisaje, sus monumentos, su historia o, por supuesto, sus personajes.

   Es, tal vez, una de las poblaciones de esta provincia que más nombres ha dejado en la nómina de ilustres paisanos, en todos los ámbitos, desde la literatura a la historia; desde la pintura a la música, pasando por la docencia o la clerecía. También en cuanto hace a hombres y nombres dedicados al mundo del espectáculo, del teatro, o de las variedades.

   Uno de ellos, quizá de los más desconocidos, de historia reciente y con museo propio es, ni más ni menos, que uno de los grandes espiritistas mundiales, al que la fortuna puso un apellido acorde a su dedicación: “Elegido”.

 

 


BRIHUEGA, CRÓNICAS DE UN SIGLO (pulsando aquí)

Brihuega en los tiempos del cólera

La razón de un Centenario

Brihuega, Monumento Nacional

 

Con todos ustedes: ¡El Profesor Max!

   De esa manera lo presentaron en decenas de ocasiones a través de los escenarios de España y medio mundo, en aquellos casi lejanos años que comenzaron a correr mediado el siglo XX.

   Don Julián Cortés Cavanillas, periodista de reconocido prestigio en todo tiempo, quien realizaría a nuestro paisano una de las entrevistas más extensas conocidas, cuando el éxito de audiencia lo acompañaba a través de numerosos países y comenzaba igualmente a ser reconocido en la provincia, diría en la presentación de su artículo: “He aquí a un hombre que produce constante estupefacción entre las gentes de medio mundo. Y el que no se queda estupefacto mientras él quiere, o duerme, o pierde el habla, o tartamudea, o baila, o canta, o corre, o brinca, o asegura que los pájaros se pasean y los peces se cazan. Este español, que es un auténtico fenómeno en el terreno del magnetismo, de la hipnosis, de la sugestión, de la telepatía, conjugando ante el público ciencia y arte, humor y seriedad, se llama Juan Elegido Millán, y ha nacido en Brihuega, provincia de Guadalajara…”

   Esto era mucho antes de que, desde los sofás de nuestras casas, observásemos cómo otro fenómeno era capaz de poner en marcha nuestros relojes de pulsera, o doblarnos, como si fuesen de plastilina, las cucharillas del café. Corría, cuando Cortés Cavanillas escribió lo anterior en uno de los semanarios de mayor distribución del reino, la década de 1960, y como bien dice el autor de las referidas líneas, Juan Elegido Millán era ya conocido en una gran parte del mundo.

 

El nacimiento del genio

   El propio Juan Elegido Millán daba cuenta en cualquiera de sus espectáculos, y presumía de ello, de que nació en Brihuega, en 1914, hijo de uno de los médicos que atendían la localidad en los primeros decenios del siglo XX, don Constantino Elegido, de grata memoria; y sobrino era igualmente, de don Juan Elegido, organista de la iglesia de Santa María de la Peña, y primer director que fue de la notable Filarmónica Briocense. E igualmente nos advertía de que, a pesar de llevar apellido sonante para dedicarse al mundo del espectáculo, prefirió el de “Profesor Max”, pues utilizar su propio apellido, hubiera parecido pedantería.

   Debutó por vez primera ante el público en la localidad salmantina de Guijuelo, entre la expectación e incredulidad de un público difícil de conquistar, encaramado sobre una mesa de billar. La dureza del clima hace que las gentes, en ocasiones, se muestren frías; y fríos se mostraron los espectadores de Guijuelo, por lo que la primera actuación de nuestro hombre concluyó con un fracaso rotundo. Fracaso primero que compensó con el éxito que le acompañó en la siguiente población en la que se presentó, Béjar, en la misma provincia, a tan solo un par de decenas de kilómetros de la primera; tras esta llegaría, siguiendo la línea de la carretera que lo condujo de uno a otro punto, su primera actuación en un teatro, el de Navalmoral de la Mata, en Cáceres; más tarde el teatro de San Fernando de Sevilla, y, al fin, la presentación principal en la capital, en el teatro de la Zarzuela de Madrid, en donde debutó con división de opiniones entre un público más acostumbrado al teatro y la comedia que al espectáculo hipnótico, y después… el mundo, donde se hizo un hombre, y un nombre, en el difícil arte que le acompañó durante más de media vida.

   No sólo ante el público en general actuó don Juan Elegido Millán, ya convertido en el Profesor Max, puesto que fue llamado por personajes de la alta sociedad, e incluso de la realeza, para amenizar sus fiestas privadas, o para comprobar la exactitud de sus experimentos. Tal le sucedió con don Juan de Borbón, para quien desarrolló su espectáculo en la mansión portuguesa de Villa Giralda; ante don Juan y su numerosa nómina de invitados reales en 1953, recibiendo de su alteza real, como regalo extraordinario de su gesta mágica, una pitillera de plata y oro que conservó hasta el fin de sus días.

 

 

 

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De escenario en escenario

   Juan Elegido, el Profesor Max, llegó a actuar en los primeros años de la Televisión Española, así como en numerosos espectáculos transmitidos a través de las ondas radiofónicos, mediante los cuales llegó a hipnotizar a decenas de personas, tal y como recogieron y reconocieron algunos expertos en la materia.

   Viajó por toda España, parte de Europa, América y África, interesándose de manera especial por las miniaturas, en el ánimo de abrir un museo para vivir de ellas, y de las exposiciones, cuando se retirase del mundo de los escenarios, llegando a reunir miles de piezas que, finalmente, expondría en el llamado “Carromato de Max”, en la localidad playera de Mijas. Una sucursal, por llamarla de alguna manera, abriría con sus miniaturas en la veraniega Benidorm, que igualmente le harían popular, ampliando su conocimiento y nombre. Mucho más al dar cuenta de las increíbles piezas que formaban parte de la colección: una cabeza de hombre blanco reducida por los jívaros. El Cristo de Dalí reproducido en una chincheta. La “Última Cena” de Leonardo, en un grano de arroz, una batalla naval pintada en la cabeza de un alfiler, con 37 aviones y 12 barcos… Pintada por un ecuatoriano de apellidos Muñoz Willy.

 

Un Museo en miniatura

   El Carromato de Max, de Mijas, sería declarado a su tiempo, por el entonces Ministerio de Información y Turismo de la época como de Interés Público, y cuando te metes en él (se escribiría en la prensa), te encuentras con la sorpresa de un museo en miniatura. Museo que se valoraba, en los primeros años de la década de 1970, en varias decenas de millones de pesetas, y que reunía en torno a las 30.000 piezas… de todo tipo, en miniatura, todo en miniatura, para verlo como buenos ojos y una lupa; mientras seguía siendo uno de los hipnotizadores más prestigiosos de España y, por supuesto, de Europa.

   Don Juan Elegido tenía, en 1973, otro proyecto interesante, el de fundar en la localidad madrileña de Chinchón, al margen de las ya dos sedes de sus museos de miniaturas, la tercera.

   No le dio tiempo a abrirla, ni a ampliar mucho más sus colecciones. En las vísperas de la Navidad de 1975, el día 20, cuando se dirigía a Mijas con el fin de pasar en la localidad las fiestas navideñas, a eso de las once y media de la noche, al paso por la localidad de Baza, en la provincia de Granada, el coche que conducía, sin saberse cómo ni porqué, se salió de la vía, con fatales consecuencias para nuestro hombre, quien falleció en el acto.

   La provincia de Guadalajara le había reconocido muy pocos meses antes con su “Abeja de Oro”, y marchó sin conocer que, finalmente, su Museo de Miniaturas terminaría siendo una más de las atracciones de su histórica y querida villa de Brihuega. Una villa de Brihuega que tantas cosas tiene que ver, decir y contar. Incluso a pequeña escala.

 

Tomás Gismera Velasco /Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 24 de noviembre de 2023

 

 


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