viernes, diciembre 08, 2023

EL CASTILLO DE ATIENZA, PRISIÓN DE ESTADO

 

EL CASTILLO DE ATIENZA, PRISIÓN DE ESTADO

Se convirtió, en el siglo XVI, en uno de los más tétricos lugares de Castilla

 

      Las murallas que defendían la villa de Atienza desde el reinado de Alfonso VIII, incluso antes, eran ya a comienzos del siglo XVI una antigualla, parcialmente desmantelada un siglo antes, ante el creciente desarrollo de la artillería que convertía en vulnerables los en otros tiempos fuertes muros, por cuyo motivo muchas de estas defensas, a lo largo y ancho de Castilla, junto con sus fortalezas, quedaron abandonadas a su ruinoso destino. Algo similar sucedió con Atienza al perder su estratégico valor fronterizo. No así su fortaleza, que, con las reparaciones justas, tras la ruina a que la llevó el condestable Álvaro de Luna, continuó manteniendo por algún tiempo su carácter, “utilizándose como presidio, y enviando a tan incómodo encierro no a criminales vulgares, sino a gente distinguida, castigada por cuestiones políticas”. Nos cuenta la historia.


 El Castillo de Atienza (para conocer más, pulsando aquí)

El castillo de Atienza, de fortaleza a torre (pulsando aquí)

 

Diego López de Madrid

   En Atienza y su castillo estuvo prisionero, con anterioridad al siglo XVI, el auto proclamado obispo de Sigüenza, Diego López de Madrid, del que nada se conoce tras su llegada a la atencina fortaleza, suponiéndose que ella le alcanzó la muerte. Pudo tener el mismo futuro el alcaide Pedro de Almazán, quien en el castillo estuvo prisionero hasta que le llegó el perdón años después, siéndole restituidos parte de sus bienes, y regresando al servicio de la Casa de Mendoza.

   Fueron, los primeros años del siglo XVI, de pacificación en los reinos hispanos y de alteraciones en las posesiones que el rey Fernando I de Aragón y Castilla poseía en tierras de lo que hoy conocemos por Italia, en permanente disputa cuando no con los franceses, con el poder papal.

 Y fue por aquellos años cuando se hizo una especie de censo destinado a conocer el estado en que se encontraban las fortalezas del reino, encontrándonos con que la de Atienza conservaba: …en la casa de la provisión –ubicada en el albacar- 22 tinajones de tener vino y harina; y en la de la armería un tiro de fuslera con su carretón, que parecía ribadoquín; un trueno de tiro de hierro; cinco cerbatanas con sus cureñas de hierro; una media lombarda de hierro con su cureña; un trueno de hierro viejo y un espingardón…, y un ciento de cachivaches más.

   A este respecto diremos que hasta comienzos del siglo XX se conservó en Atienza una de aquellas piezas de artillería (en la actualidad en el Museo del Ejército en Toledo), que fue llamado “El cañón de Atienza”, y es tenido como una de las primeras piezas que se labraron de este tipo de armas, empleado en agujerear la muralla en la guerra de 1446.

   Se conservaban igualmente en estado más o menos decente, la puerta de la barrera –situada entre el acceso a la actual torre y el albacar-, así como algunas otras edificaciones que se ubicaban por debajo de la actual base de la torre del homenaje; en ocasiones denominado “patio de caballos”.

   No era la de Atienza la única fortaleza convertida en prisión de Estado por orden real. Otros castillos y fortalezas del reino cumplían idéntico papel en aquel tiempo para miembros de la alta nobleza. Por la misma época cumplían el mismo fin los castillos de Simancas, Santorcaz, Villalba del Alcor, Mora o los mismos alcázares de Segovia y Toledo.

 

El Duque de Calabria

   De esa manera, en la primavera de 1502, y tras ser derrotado por las tropas del Gran Capitán cumpliendo órdenes de Fernando El Católico en su intención de repartirse con Francia aquellas tierras tras los tratos de Nápoles con Turquía, fue llevado a la Torre de los Infantes del castillo de Atienza el duque de Calabria, heredero del reino Nápoles, apresado el primero de marzo de aquel año, siendo mantenido preso en la siniestra Torre, si bien y según las crónicas de su tiempo con cierta libertad para acceder y pasear por el interior del recinto, donde permaneció por un espacio de tiempo que rondaría los 11 años: “Allí permaneció el desventurado duque once años hasta 1513, en que fue trasladado al castillo de Játiva, donde sus cuitas, lejos de suavizarse, arreciaron de modo que asombra cómo un temperamento tan delicado, culto, sensible y dado a la música como el suyo, pudo resistir pruebas rigurosísimas capaces de blandear, así la voluntad como la salud del hombre más entero”. Nos lo cuenta la crónica de Vicente Castañeda, en torno a la prisión del joven Fernando de Aragón, el duque, quien llevó el mismo nombre que su carcelero, su tío Fernando. Tras ser hecho prisionero y enviado a Atienza con sus servidores, estos fueron ahorcados en su presencia, en el castillo fortaleza. Años después el emperador lo casaría con la viuda de Fernando el Católico, Germana de Foix, y más parte con la Señora de Jadraque, Mencía de Mendoza.

 

El Castillo de Atienza (para conocer más, pulsando aquí)

El castillo de Atienza, de fortaleza a torre (pulsando aquí)

 

   Compartió presidio el joven duque con el obispo de Badajoz, Alonso Manrique, mandado apresar igualmente por Fernando El Católico en 1508, cuando el obispo trataba de escapar de Castilla con rumbo a Flandes, siendo detenido por Francisco de Luján el Domingo de Ramos, 16 de abril de 1508 en las costas cántabras, llevándolo el propio Luján con sus hombres a la torre de Atienza, en la que permanecería por espacio de dos años, hasta ser trasladado a Toledo.

   Lo que nos hace imaginar a la siniestra torre como un lugar con varias dependencias y cierta amplitud para mantener en su interior a distintos personajes; sin contar con las destinadas al alcaide y, por supuesto, a los custodios de los prisioneros.

   Las estancias destinadas a los prisioneros, a pesar de todo, debían de carecer de las más mínimas medidas de comodidad, a juzgar por la queja que pocos años después del traslado del duque de Calabria, con motivo de la prisión de los principales caballeros navarros derrotados en las batallas del Roncal e Isaba, envió el entonces alcaide de la fortaleza, Juan Ortiz Calderón, al Cardenal Ximénez de Cisneros, recibiendo Ortiz Calderón la orden de adecentar en lo posible la torre para cobijar a los nuevos “huéspedes”, en número superior a los que pasaron por ella. Teniendo en cuenta, además, que habían pasado cuatro años sin que la torre tuviese utilidad o fuese reparada, desde que de ella salió el duque de Calabria hasta la llegada de los navarros.

 

Don Alonso de Albornoz

   Con anterioridad a aquellos la torre había “cobijado” igualmente en sus calabozos a otro personaje enviado allí por el Cardenal Ximénez de Cisneros siendo a la sazón Arzobispo de Toledo, en 1496. Se trató del enérgico Alonso de Albornoz, quien ejerciendo el cargo de capellán mayor y canónigo de la catedral de Toledo fue comisionado por los canónigos de aquella para que en nombre de todos fuese a llevar cartas de queja contra Ximénez de Cisneros al propio pontífice de Roma, suplicándole amparase el estado presente del Cabildo e Iglesia contra el Arzobispo. Supo el Arzobispo lo que pasaba, y con su gran valor y magnanimidad, despachó al punto con provisiones reales para que si no se hubiese embarcado el canónigo, le prendiesen, y por otra parte despachó a Roma con gente de mucha inteligencia, para que Garci Lasso de la Vega, embaxador de los Reyes Católicos, embiase preso a España al dicho canónigo antes que llegase a Roma. El embaxador tomó el negocio con veras y llegó antes que el canónigo a Ostia, donde lo estuvo esperando cinco días, y lo envió preso a España y con gente de guarda hasta Valencia y de allí lo pasaron al castillo de Atienza.  Desde Atienza, uno o dos meses después, fue llevado a presencia de Cisneros, quien se encontraba entonces en Alcalá de Henares, donde volvió a estar retenido por espacio de dieciocho días, poniéndose posteriormente en libertad bajo fiado.

   Más dura sería, sin duda, la estancia en la torre de los capitanes que siguieron al V Vizconde de Muruzábal, a partir de 1516, pero esa es ya otra historia.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 7 de diciembre de 2023

 

 

El Castillo de Atienza (para conocer más, pulsando aquí)

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