viernes, noviembre 17, 2023

ATIENZA, Y SU CÁRCEL DE VILLA

ATIENZA, Y SU CÁRCEL DE VILLA

Hasta la década de 1930 la cárcel era un edificio más en la estructura municipal

    Si nos adentramos en las páginas de uno de esos libros oficiales que a día de hoy no dejan de causar cierta curiosidad: “Las cárceles de España”, de 1898, podemos encontrar una guía completa de las cárceles del reino. Al respecto de la del partido de Atienza, leemos que es de sistema de aglomeración con dos departamentos y doce calabozos pequeños que se utilizan para castigos e incomunicaciones y un patio de regulares dimensiones. El agua la compran los presos de su peculio particular. Alumbrado es de aceite común. Oficina y capilla. El edificio se halla situado en la plaza de la Constitución, se ignora la fecha en que fue construida, y solo puede decirse que fue reformado en el año 1876, y que antes de ser utilizado para cárcel sirvió de Pósito y carece de guardia para la vigilancia exterior.

 La cárcel primera

    La más antigua de las cárceles conocidas fue sin duda la del castillo, que fue prisión de Estado en el siglo XVI, albergando a huéspedes ilustres, y cabezas coronadas.

   La descripción que se nos hace en el libro de referencia es de la segunda que tuvo Atienza, y que fue posteriormente calabozo municipal. La cárcel se encontraba en un ángulo del edificio del actual Ayuntamiento, levantado a mediados del siglo XIX. Las paredes de la cárcel eran fronteras con el callejón que, delimitando el edificio, asciende hacía el castillo. Algunas de las dependencias principales tenían vista a la actual plaza de España, hoy ocupadas por el despacho de Farmacia.

   De los datos ofrecidos nos podemos informar que algunos de los gastos son cubiertos por los propios presos. Quienes podían hacerlo; puesto que entrar en la cárcel conllevaba una serie de costas para quien lo hacía, entre ellos la comida, la ropa o el agua.

   Para los presos carentes de recursos estaba el servicio judicial mediante el cual, y a través de la aportación obligatoria de cada una de las 54 poblaciones que pertenecían al partido, repartía entre estos y sus vecinos los gastos anuales. Cada pueblo, conforme al número de sus habitantes, estaba obligado a contribuir al sostenimiento con una determinada cantidad.

   Nos informa igualmente este anuario que la cárcel contaba con dependencias para el alcaide, y capilla. Capilla añadida en las obras del último tercio del siglo. Con la única finalidad de recibir en ella a quienes, a la mañana siguiente, se les aplicaría la última pena. Con el pasar del tiempo, sirvió para que los presos escuchasen la Santa Misa, para lo que fue designado, como capellán de la misma, uno de los clérigos que servían en la cercana iglesia de San Juan del Mercado con el salario anual, desde inicios del siglo XX, de mil pesetas.

   Por fortuna en Atienza no fue aplicada la última pena en demasiadas ocasiones, al menos no nos consta ejecuciones a lo largo del siglo XIX. Menos en el XX.

   Las ejecuciones en aquellos remotos tiempos tenían lugar, por regla general, en el patio de la cárcel. En casos excepcionales en el lugar en que se había cometido el delito. Y echando la mirada atrás, en el cerro “de la Horca”; de ahí su nombre.

 

Historias de la Villa de Atienza (Pulsando aquí)

 

 La cárcel primitiva

   La cárcel se había reconstruido en este lugar, al igual que el Ayuntamiento, después de que los franceses ocupasen la villa e incendiasen parte de ella junto a algunos edificios notables, como el del pósito, el del Concejo o la propia cárcel, en el mes de enero de 1811.

   Entonces la cárcel se encontraba igualmente anexa al edificio del Concejo. En la plaza de San Juan del Mercado, y a pesar de que fue reconstruida, al levantarse el nuevo edificio municipal en el solar ocupado por el antiguo pósito, se incorporó a este la cárcel, en edificio municipal que generaba algunos ingresos al municipio, puesto que entre los gastos anuales se incluía una partida por el alquiler, que cobraba el Ayuntamiento, por prorrateo, a las poblaciones de su jurisdicción.

   Eran tiempos de los que hablamos en torno a los años finales del siglo XIX, en los que se consideraba que el ingreso en la cárcel debía de ser para penar un delito. A pesar de que el paso por ella tenía un fin principal: la espera de juicio; el traslado a otra prisión o penal a efectos del cumplimiento de condena, o la estancia en ella durante algunos días como castigo por faltas leves que en ocasiones no llegaban si quiera al juzgado. También es cierto que entre la ejecución del delito y la condena efectiva no pasaba demasiado tiempo. En tres o cuatro meses se sustentaban los sumarios, y en poco menos de un año se juzgaban incluso los delitos más complejos.

   La vida de los presos era, como nos podemos imaginar, ciertamente dura, puesto que apenas salían de sus celdas, o de la sala en la que se encontraban; por turnos y unos pocos minutos, al pequeño patio que se encontraba frontero al Ayuntamiento. Pudiendo recibir, los más pudientes, y de poblaciones más cercanas, la visita de sus familiares que les llevaban la comida, ropa, o aquellas cosas que necesitasen, siendo de verdadera necesidad. Los considerados pobres tendrían que mantenerse con el “rancho” de la cárcel y, si precisaban ropas, con la caridad de algunas instituciones que anualmente la ofrecían.

   Dos o tres veces al año tenían una comida especial, coincidiendo generalmente con la Navidad y la Semana Santa, días en los que el alcaide de la cárcel comía con ellos.

   El 7 de marzo de 1873 el Ayuntamiento de Atienza, mediante el acuerdo llevado a cabo con los del partido y las autorizaciones correspondientes, procedió a la reforma y mejora de la cárcel en todos sus aspectos, siendo trasladados los presos, durante el periodo de obras, a los calabozos habilitados en el antiguo cuartel de la Guardia Civil, que entonces se encontraba en la calle de Cervantes, junto a la capilla de San Roque. Las obras se darán por concluidas en la primavera de 1874, regresando a ella sus antiguos huéspedes. Mineros de Hiendelaencina en su mayoría.

   Nuevas obras de adecuación, de cierta importancia, volverán a llevarse a cabo en 1904, sin que en los treinta años que median entre una y otra falten en los presupuestos algún tipo de arreglos.

   Nunca contó con una vigilancia especial, salvo casos excepcionales, teniendo por lo general para su atención al alcaide y un guardia. Posteriormente serían dos los guardias que la custodiaron. Por lo que las fugas resultaron habituales.

EL LIBRO, PULSANDO AQUÍ

 

 

La nueva prisión

   En 1908 se proyectaría la construcción de un nuevo edificio municipal destinado única y exclusivamente a cárcel del partido. Se levantaría en terreno municipal, en un ángulo de la entonces plaza de San Juan del Mercado. Las obras se iniciaron en 1909, dándose por concluidas en 1912, tras las correspondientes prórrogas presupuestarias y peticiones a los pueblos del entorno a fin de que abonasen las partes correspondientes. Los primeros presos llegaron a ella en 1915, año en el que definitivamente quedó clausurada la antigua.

   En este edificio, que posteriormente serviría para, entre otros usos, central telefónica u oficina de correos, estaría ubicada la cárcel de Atienza hasta el advenimiento de la Segunda República en 1931, en que las cárceles de partido fueron abolidas, reemplazándose por las provinciales.

   Memoria de unos edificios que nos hablan de un tiempo que, lo queramos o no, también existió.  Tiempo en el que, tener cárcel en la villa era prácticamente obligatorio y necesario. También, para fortuna de los tiempos, la mayoría de las cárceles de villa, que en sus tiempos fueron, son hoy centros dedicados a la cultura. Tal vez, la que en tiempos no tan remotos se echaba en falta.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 17 de noviembre de 2023

 

 

 ATIENZA, DE AYER A HOY. HISTORIA PASADA Y PRESENTE

 

 Atienza de la memoria (Pulsando aquí)

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se admitirán mensajes obscenos, insultantes, de tipo político o que afecten a terceras personas.