viernes, noviembre 11, 2022

MEMORIA DE VALDELAGUA

 MEMORIA DE VALDELAGUA

Recuerdo histórico de un hermoso pueblo alcarreño

 

   A algunos de nuestros pueblos, sobre todo de los muchos que con el paso del tiempo han quedado prácticamente despoblados, no resulta fácil llegar. Las carreteras, que prosperan a las cercanías de las grandes ciudades, se estrechan y en ocasiones quedan colgadas de pronunciados terreros; sucedió, entre otros, con Valdelagua. Una de esas, en tiempos, hermosas villas que poblaron la Alcarria. Hermosa por el paisaje que la rodea y hermosa por sí misma.

   En la actualidad Valdelagua es pedanía de Budia, y últimamente, conforme al último censo, había dos o tres personas que mantenían su residencia entre su caserío. Un caserío que, en los últimos años, se ha ido renovando, a pesar de que al otro extremo de la villa, en el cerro en el que se recostaron sus bodegones, la mayoría de ellas se muestre con la panza abierta. La panza abierta que deja ver, en su interior, los tinajones que un día contuvieron algunos de los mejores caldos tintos alcarreños, hoy las lame el cardo y las acaricia el polvo.

 


 
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El Sexmo de Durón

   Hay que remontarse mil o mil y pico de años atrás, a los lejanos tiempos en los que los conquistadores, o reconquistadores navarro-leoneses, avanzaron desde la línea del Duero en busca de la del Tajo, dejaron atrás San Esteban de Gormaz y se adentraron en tierras de la que fuese ilustre y señorial villa de Atienza para desde aquí continuar el avance hacia tierras de Cuenca.

   Cuentan unos que por allá, por Valdelagua, anduvieron las huestes de Alvar Fáñez de Minaya antes de que las de Alfonso VIII entrasen definitivamente en Cuenca y diesen cierta estabilidad a esta parte de la Alcarria. Es probable.

   Lo cierto es que, desde que se instauró, por así definirlo, el Común de Villa y Tierra de Atienza, y sus tierras se dividieron en sexmos, los del Bornoba, Henares y Durón, entre otros, Valdelagua perteneció a este último, con Budia, Gualda, El Olivar, Picazo y, por supuesto, Durón, que fue la capital de esta especie de provincia que, con el pasar del tiempo, sirvió como uno más de los regalos nupciales que recibió doña María de Castilla cuando ante el altar, o las autoridades del reino, le dio el sí quiero a don Gómez Carrillo. Claro, doña María de Castilla era nieta de un rey, don Pedro I, así pues, el regalo había de tener relación con la altura de su alcurnia. Recibió algo así como cien poblados, villas y lugares distribuidas por la Alcarria y parte de la Serranía.

 

El cambeo del Cardenal Mendoza

   Cambeo es palabra muy usada en tierras de Guadalajara, a pesar de que, para la historia, el cambeo que hubo entre el Cardenal don Pedro González de Mendoza y los Carrillo herederos de Don Gómez, junto con el caballero arriacense don Alvar Gómez de Ciudad Real, recibió para la historia el nombre de trueque. Y es conocido por el trueque del Cardenal.

   El Cardenal Mendoza, tal vez uno de los hombres más significativos de la Guadalajara inmemorial, cambeó, o trocó, las tierras que recibió de su padre, el gran Marqués de Santillana; cuatro o cinco hermosos pueblos alcarreños, Pioz, Atanzón, Yélamos de Abajo, El Olivar y El Pozo de Guadalajara, por las posesiones que don Alvar Gómez de Ciudad Real tenía en Toledo, y que estaba a punto de perder a causa de sus disputas con el rey, don Enrique IV a la sazón.

   Entre lo que estaba por perder se encontraban Maqueda y su castillo, así que, don Pedro González de Mendoza, acudiendo al rescate, trocó sus pueblecitos de Pioz, Atanzón, El Pozo, Yélamos y El Olivar por Maqueda; don Alvar quedó como Señor de ellos, don Pedro de Maqueda y, para redondear el negocio, antes de elevar al registro las escrituras, ahorrando así tiempo, dinero y papeleo, don Pedro trocó Maqueda por las tierras de Jadraque y el sexmo de Durón al heredero de don Gómez Carrillo, don Alfonso Carrillo de Acuña.

   En el mes de marzo de 1469 se apalabró el cambeo de Maqueda y en el mes de noviembre de ese mismo año, quedó Maqueda por Carrillo, y Durón y Jadraque, por el Cardenal Mendoza.

 


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La Villa de Valdelagua

   No sabemos en qué momento de la historia Valdelagua compró su derecho a ser Villa y administrar justicia por sí misma, levantando en algún lugar de la población la consabida picota, o rollo, y cercano a ella la horca en la que habían de penar el último mal los condenados a semejante pena. Debió de suceder entre los años medios del siglo XV y los del XVI, prueba de que entonces era Valdelagua población de cierta enjundia, ya que la compra de aquellos derechos no era negocio de bajo precio. Poblaciones hubo que, para pagar al rey aquel papeleo, se hipotecaron por los restos, tanto que, muchos hubo, que tardaron en pagar la hipoteca adquirida para llevarlo a cabo, con los intereses correspondientes, más de doscientos años.

   Mediado aquel siglo XVI en el que Valdelagua ya era Villa, el número de sus vecinos oscilaba entre los treinta y cinco y cuarenta que venían a ser poco más de ciento veinte habitantes. Por aquellos tiempos la Alcarria padeció alguna que otra de las grandes pestilencias que se llevaron una buena parte de la población, por entonces desaparecieron, en el entorno de Valdelagua, los poblados de Pumarejos, Peña Rubia y Membrive, cuyas tierras se le unieron y disputó la vecina Budia.

   Se declaraba entonces Villa pobre, a pesar de que pocos años después de iniciarse el siglo siguiente, el XVII, en Valdelagua se procedía a levantar una nueva y elegante iglesia sobre los cimientos de la anterior. En las dovelas de su entrada se puede apreciar la fecha, quizá de terminación de las obras, que la sitúan en el 1683

   Su existencia, la de Valdelagua, no fue dichosa en los años siguientes, sobre todo en los últimos de este siglo XVII y los primeros del siguiente, cuando se disputaron el trono de las Españas el pretendiente de Austria y el de Francia. La corona quedó por don Felipe de Borbón, después de que a Valdelagua llegasen los austriacos y… estando patente el Santísimo en la iglesia, sacaron de ella unos soldados al cura párroco “y le llevaron donde estaba el general, y allí lo despojaron, en cuya ocasión mandó el general Villarroel que fuesen a la iglesia y que la saqueasen, como lo hicieron”. Al cura lo condujeron a Cifuentes no sin querer arrancarle la lengua y aun matarlo, y en la batalla de Villaviciosa lo pusieron en las primeras filas, todo porque era muy partidario de Felipe V, y porque al entrar en Valdelagua estaban cantando el Pange Lingua, por el triunfo del rey.

 

La Valdelagua de hoy

   Nada tiene que ver la Villa hoy de Valdelagua, silenciosa la mayor parte del año, con aquella otra ruidosa, sobre todo en tiempos de guerra.

   Hoy Valdelagua es uno de esos pueblecitos que dan para pensar. Para pensar en los cientos de vidas, y trabajos, que quedaron atrapados entre aquellos barrancales, por donde sin duda laboraron las abejas una de las mieles alcarreñas más exquisitas; A la duquesa del Infantado enviaban los vecinos, por Navidad, en reconocimiento de sus derechos, dos capones y unas cantarillas de miel.

   La iglesia, aquella que se levantó de nuevas en el siglo XVII, ya se derrumbó, como las bodegas que enseñan la panza. En su lugar, todos los años, por la Virgen, los vecinos se continúan reuniendo en la ermita, que ahora sirve de parroquia; y, memorando aquellos tiempos en los que en Valdelagua se laboraban sus tierras. Muchos de sus vecinos, que fueron casi todos, salieron del pueblo, pero tornan, para sacar a su patrona en procesión y continuar diciendo que, a pesar de todo, Valdelagua existe. Y merece una memoria, con recuerdo y nunca olvido.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 11 de noviembre de 2022

 

 

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