ILLANA, EN LA MEMORIA DE MONTE ARRUIT
En su iglesia parroquial se conservaron las cadenas del general Navarro, el último defensor del fuerte
Es Illana uno de los más hermosos pueblos de la Alcarria de Guadalajara, ubicado donde nuestra provincia comienza a fundirse con Cuenca. Todavía pertenece Illana, con Guadalajara, a la Castilla inmemorial que amplió fronteras en el lejano siglo X u XI, cuando las correrías de los caballeros burgaleses o navarros, que de todo hubo, comenzaron a descender desde las fronteras del Duero a las del Tajo.
Por aquí hubo de batallar aquel caballero audaz que hoy, en imagen de piedra, preside una parte del puente de San Pablo, sobre el río Arlanzón, al paso por el Burgos del Cid Campeador. A Alvar Fáñez de Minaya le guarda la Alcarria, y su capital, honores de conquistador. A Fáñez de Minaya le ensombreció la gloria, sin duda, su pariente, Mío Cid.
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También fue Illana población en la que se fijó otro de los grandes personajes de la España dieciochesca, llegado de tierras norteñas, don Juan de Goyeneche y Gastón quien quiso modernizar e industrializar España desde su rincón de Nuevo Baztán.
En Illana, y su entorno, fundó industrias, y aquí se levantó caserón palaciego. A don Juan de Goyeneche, quien fue Señor de Illana, por compra a la Hacienda Real, le sucedió lo que a tantos industriales antiguos y modernos, sus descendientes no supieron, o no pudieron mantener el legado paterno, que se fue perdiendo con el pasar del tiempo, como se perdió el caserón de reposo que don Juan mandó edificar en la villa y se hizo siguiendo los planos del primer arquitecto del reino, don José de Churriguera.
Aquella de Monte Arruit
También España perdió, en sus posesiones africanas, en los inicios del siglo XX, una parte de gloria y honor, como se canta en algunos himnos militares. Las interminables guerras por mantener lo conquistado en tiempos medievales, más y menos antiguos, hizo que por aquellas arenas desérticas quedase la sangre de miles de mozos que, desde los pueblos más recónditos de la gran España, fueron a luchar por la patria y el rey.
Quizá el mayor descalabro sufrido por los ejércitos españoles en aquellas tierras, que fueron muchos, sucedió en la defensa de Monte Arruit. El famoso desastre de Annual, del que se acaban de cumplir cien años, ha dejado grandes y épicas historias.
Guadalajara, en Molina de Aragón, tiene la memoria del capitán Félix Arenas Gaspar, el ídolo del héroe. Del hombre al que no importó arriesgar y perder su vida tratando de salvar la de sus compañeros de armas y luchas. A don Félix Arenas Gaspar se le reconoció como héroe y pocos años después de su muerte se levantó en su localidad natal monumento desde el que poder entender que nunca las guerras fueron buenas.
El 5 de junio de 1928 tuvo lugar aquella histórica visita del Rey, y sus generales, a Molina de Aragón, donde se descubrió el monumento, se detuvo a comer unas bollejos de chicharrones con Lino Bueno y Cándida Archilla a las puertas de la Casa de Piedra de Alcolea del Pinar, y continuó viaje a Madrid a bordo de su Hispano Suiza.
Aquel día se reunió en Molina de Aragón una parte importante del gentío que habitaba el señorío, y hasta Molina de Aragón llegó incluso quien, en aquellos días, ostentaba el más alto cargo militar de la capital del reino, Capitán General de la Primera Región Militar. Se trataba del mismo hombre al que algunos oficiales, el 29 de julio de 1921, le dijeron aquello de:
— Mi general, la Laureada para el Capitán Arenas
Entre los asistentes a los actos de Molina de Aragón también se encontrada D. Ángel Herráiz, farmacéutico de Illana, a la sazón.
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Las desgracias del General Navarro
Felipe Navarro y Ceballos-Escalera, barón consorte de Casa Davalillos, se llamó el hombre que se vio obligado a rendir el fuerte de Monte Arruit a las fuerzas moras de Abd.el-Krim, después de llevarse a cabo una serie de estipulaciones, entre las que figuraba en primer lugar la de respetar la vida de todos los prisioneros, desde el general en jefe, al último soldado.
Pero sucedió lo que sucedió, las tropas de Abd-el-Krim prefirieron no llevar prisioneros a su casa y, una vez abiertas las puertas del fuerte y hechos prisioneros los cientos de soldados españoles que allí se encontraban…, como entonces se decía, los pasaron por las armas.
Apenas quedaron sanos y salvos medio centenar de oficiales, entre ellos el general Felipe Navarro a quien, por espacio de más de un año, tuvieron preso y atado a una cadena, los rifeños marroquíes.
La liberación, y regreso a España del general, causó una importante conmoción, entre otras cosas porque regresaba derrotado y con la carga de muertos a sus espaldas, de ahí que cuando el farmacéutico de Illana le propuso visitar aquella villa, a don Felipe Navarro le sonó a cosa extraña. Pero no, era cierto.
Illana, y las cadenas del general
En apenas diez días se preparó en Illana el homenaje al general derrotado. Homenaje que, como tantos, había de tener su parte lúdica, y su capítulo religioso.
La lúdica debía de consistir en un gran baile y una comilona ofrecida por las autoridades; la religiosa se fue programando poco a poco, con los detalles que fue añadiendo el general.
Se llevó a cabo el 17 de junio de aquel año glorioso de 1928, un domingo que amaneció vestido de fiesta en Illana, a donde, desde Guadalajara, llegaron todos los mandos militares y civiles de la provincia. El general Navarro llegó con sus asistentes y en su propio vehículo a eso de las diez de la mañana, recibiéndole las autoridades de la villa a la entrada dela población y, en procesión prácticamente, se dirigieron a la iglesia parroquial, la magnífica de Nuestra Señora de la Asunción.
Allí a los pies de la patrona, Nuestra Señora del Socorro, se desarrolló el acto princpal. El cura párroco, D. Rufino Ortiz de Villajos ofició la ceremonia y, en el transcurso de ella, el general Navarro avanzó hacía los pies de la patrona con una bandeja de plata y, embargado por la emoción, hizo uso de la palabra:
Señora: en memoria de aquellos que sucumbieron durante los dieciocho meses de duro cautiverio en poder de Abd-el-Krim, y como obsequio de los que por vuestra intercesión misericordiosa sobrevivimos a sus penalidades, os ofrezco esta férrea argolla que un día fue instrumento de tortura y desde hoy será prenda de fe y gratitud perdurables, si Vos, Señora, os dignáis aceptarla.
Las cadenas y argolla que retuvieron al general durante su cautiverio marroquí, quedaron en Illana como prueba de homenaje. De ello se levantó la correspondiente acta: En la Villa de Illana, a 17 de junio del año del Señor de 1928, reunidos en la iglesia parroquial el pleno del Ayuntamiento, bajo la presidencia del Gobernador civil de la provincia, el pueblo en masa y las autoridades e ilustres personas que suscriben el acta presente, comparece y se postra ante el altar mayor el excelentísimo señor Capitán General de la Primera Región, D. Felipe Navarro y Ceballos Escalera, barón de Casa Davalillos…
Después, visita al Ayuntamiento, donde el general fue nombrado Hijo Adoptivo y Alcalde Honorario de Illana. Nunca antes había estado allí, pero a partir de entonces don Felipe se convirtió en personaje poco menos que habitual; sobre todo, a la hora de echar una mano a don Miguel Palomar, admirado alcalde entonces de la Villa; y a los chiquillos, a los que, de cuando en cuando, envió lo necesario para que merendasen, a su salud.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 4 de noviembre de 2022
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