GUADALAJARA EN MADRID
Recordando que en el mes de junio abrieron sus puertas, en Madrid, la Casa de Guadalajara y el Centro Alcarreño.
Tiene que tener, el mes de junio apenas iniciado, un imborrable recuerdo para cuantos a lo largo del siglo XX, y aún antes, se vieron en la necesidad de dejar sus poblaciones de origen para acudir en busca del futuro a aquellas grandes capitales que podían ofrecerlo. Madrid, a las puertas de Guadalajara, pasó a convertirse en apenas un par de decenios, los primeros de ese siglo XX del que hacemos memoria, en el poblachón más importante de la provincia de Guadalajara, ya que hubo algún tiempo en el que en Madrid residieron más naturales de la provincia, que en la mayor de sus poblaciones.
A Madrid acudieron paisanos a estudiar, comprar, vender, vivir… A vivir se quedaron muchos de ellos, la gran mayoría de los que de la provincia salieron a lo largo del siglo, y es por ello que Madrid continúa siendo, a través de las generaciones, el pueblo, si no con más naturales, al menos con más oriundos de nuestra Guadalajara.
Recuerdos de un 14 de junio
Aquel día y mes, de 1903, ante las puertas del número 8 de la calle de Fuencarral, se reunieron por vez primera varias decenas de paisanos, atentos a las palabras y el hisopo de don Alejo Izquierdo Sanz, uno de los presbíteros más populares de Madrid. Don Alejo era entonces Deán de la catedral madrileña y fue, unos años atrás, el secretario de su primo, don Narciso Martínez Izquierdo quien fuese el primer Obispo de Madrid. Junto a su primo se encontraba el domingo de Ramos en el que el cura Galeote disparó contra nuestro paisano en las gradas de la catedral de San Isidro.
Don Alejo, natural de Campillo de Dueñas, pronunció las palabras de bendición de la que fue primera sede del Centro Alcarreño de Madrid, que aquel domingo 14 de junio de 1903 abría sus puertas a cuantos paisanos residentes en la capital del reino buscaban un lugar en el que reunirse y confraternizar.
La idea había surgido pocos meses atrás entre un grupo de industriales e intelectuales, de aquellos que se reunían en los cafés para hablar de lo propio con la admiración y amor patrio que manifiestan todos aquellos que dejan atrás el pueblo, los amigos, el paisaje y la familia.
La primera Junta Directiva de aquel Hogar que trataba de ser una especie de embajada, o consulado, de Guadalajara en Madrid, estaba presidida por don Marcial Rivera de Diego, un abogado natural de Mondéjar que hizo carrera en Madrid y era, a la sazón, uno de los tenientes de Alcalde del Ayuntamiento de la capital del reino; en la Junta le acompañaban nombres de postín para la historia provincial: el arquitecto Manuel Medrano Huetos, como Vicepresidente primero y el cronista provincial, Juan-Catalina García López, como vicepresidente segundo. Entre el resto de componentes no faltaban apellidos de calado en la industria o la política, como el abogado Miralles Salavert, Enrique Benito Chavarri o el docto astrónomo molinés Víctor Vela.
La sede de la calle de Fuencarral no tardó en quedar chica para tantos paisanos como acudieron a aprender, puesto que el Centro se convirtió en una especie de academia, o escuela de gramática y aritmética, para todos aquellos guadalajareños que llegaron a la capital sin conocer el significado de las letras o los números. Nuestros ilustres médicos, académicos, abogados y políticos, sin distinción de colores partidistas, enseñaban a leer y escribir a las gentes que salieron de nuestros pueblos; y los domingos, para aquellos que no podían costearse la entrada del baile o del teatro, el Centro Alcarreño se la ofrecía de manera gratuita, ya que disponía de sala en la que, los aficionados, se daban a las artes escénicas y, al ritmo de las música de las rondallas locales, los guadalajareños se entretenían después en dar unos pasos de jota, de chotis o pasodoble.
Tamaño fue el éxito de la institución que en pocos meses los directivos se vieron obligados a cambiar de sede, por otra más amplia en la Costanilla de los Ángeles número 1, semi esquina a la calle del Arenal, por donde continuaron pasando los grandes nombres de la cultura provincial del momento, a los que se unieron otros de personajes que formaban parte de alguna manera de la vida de Guadalajara; pues aquí, además de todo lo anterior, se ofrecían conferencias ilustrativas y se cantaban las glorias históricas de nuestros pueblos, pasando por el escenario conferencial desde el ilustre Antonio Pareja Serrada a la no menos insigne Carmen de Burgos, a quien en todas partes se conocía como “Colombí”.
No tuvo largo recorrido. La entonces alborotada vida social, política y económica española le hizo cerrar sus puertas cinco años después de abrirlas, en 1908.
Memoria de un 4 de junio
Desde el sábado día 3, en que se iniciaron los preparativos para el acto oficial de inauguración, no cesó el ir y venir por la acera de la calle de Alcalá, de Madrid, en el tramo que une las plazas de Sevilla y la Puerta del Sol. En aquel tramo, en el número 10 de esa calle, se alzaba el que fuese palacete de los duques de Santoña, a la sazón propiedad de D. José Canalejas. Allí se inauguraba de manera oficial, en las primeras horas de la tarde del domingo 4 de junio, la que sería Casa de Guadalajara en Madrid.
El jardinero mayor del Ayuntamiento de Madrid, don Cecilio Rodríguez, se encargó de ornamentar las aceras con varias camionetas de plantas que se trajeron desde los jardines municipales, y la pastelería que había justo al lado de la sede de los guadalajareños, aquel día, en lugar de vender rosquillas del santo, llenó sus escaparates con los conocidos bizcochos borrachos de Guadalajara, que ya por aquel tiempo encandilaban al público madrileño. El edificio forma hoy parte de esa manzana que se ha dado en llamar “de oro”, del centro de Madrid, en la que se dice se encuentran los apartamentos, pisos y hoteles más lujosos de la capital del reino y sus extrarradios.
Al acto de inauguración asistieron las primeras autoridades provinciales, con el señor Riaza, presidente entonces de la Diputación, al frente. Y por la sede pasaron aquel día, se calcula, más de un millar de paisanos, que se quedaron posteriormente como socios del Centro, un Centro provincial que no tardó en crear su grupo de teatro, rondalla, baile, biblioteca o restaurante, sin que tardase en convertirse en la mejor y más digna embajada de Guadalajara en la capital de España.
Desde las puertas de la Casa de Guadalajara en Madrid, en Alcalá 10, salían semana sí y semana también, autocares con turistas que recorrían nuestros pueblos en un tiempo en el que el turismo comenzaba a ser visto como fuente de progreso y dedicación futura de muchos de nuestros pueblos.
Quizá, de entre todos los paisanos que aquel día y el siguiente pasaron por la Casa, el más popular fuese Mariano Barberán y Trós de Ilarduya, aquel capitán de aviación que estaba a punto de lograr una de las mayores gestas de la aviación mundial, a lomos de un avión construido en Getafe, el Cuatro Vientos.
El éxito de la Casa de Guadalajara en Madrid fue grande, tanto que, de nuevo, y en pocos meses, hubo que mudarse a una sede más amplia, a apenas unos metros de la antigua, en la plaza de Sevilla número 6; casualmente, en el mismo portal en el que nació uno de esos guadalajareños que oriundos de por aquí, ha pasado a la historia de Hita, Manuel Criado de Val, quien fue también historia de la Casa de Guadalajara ya que en ella se creó y dio los primeros pasos el ya más que famoso Festival Medieval de la Villa del Arcipreste cuando corrían los primeros meses del decenio de 1960.
Aquí la Casa la cerró la desventura de la postguerra, pues incluso durante los duros años que fueron de 1936 a 1939, la Casa de Guadalajara en Madrid permaneció con sus puertas abiertas. Hasta que la postguerra, y algunas duras órdenes militares, hicieron que quien entonces fuese su presidente, don Francisco Layna Serrano, a quien a genio pocos ganaban, diese el portazo a todo un general diciendo: ¡Hasta aquí hemos llegado!
Sí, volvió unos años después, en la plaza de Santa Ana número 15. Corría el mes de enero de 1961 cuando de manera oficial abría sus puertas, aunque la inauguración política tendría lugar un poco después. Y aquí estuvo, hasta que, como por nuestros pueblos dicen, Dios lo quiso, que fue un mes de enero de 2015, en que todo lo que la Casa de Guadalajara en Madrid era, tenía y sentía, tornó a Guadalajara.
Sí claro; en Madrid quedaron varios miles, cientos de miles, de hijos naturales y oriundos de Guadalajara. Y es que Madrid sigue siendo el poblachón manchego con más guadalajareños, incluso, que los que residen en la propia provincia. Y hay que recordar que un día tuvieron Casa en Madrid, porque si se olvida… mal nos irá.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 3 de junio de 2022
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