EL DÍA DE LA ASCENSIÓN
La festividad, y sus días previos, fueron parte de la tradición de nuestros pueblos
Los tiempos modernos, esos que nos han ido cambiando las hojas de los calendarios y amoldando las festividades a la organización social o laboral de las distintas comunidades autónomas, los pueblos, las ciudades o provincias en las que se nos ha dividido el orbe de nuestro mundo, han dado al traste con toda una serie de tradiciones, dichos, costumbres y refranes que han sido parte de la historia de nuestros pequeños mundos de pueblo.
Uno de aquellos dichos nos decía que: “tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y Jueves de la Ascensión”.
El Jueves de la Ascensión ya ha pasado, estamos en su pascua, y brilló el sol, aunque se olvidó la costumbre, la tradición, la festividad…
Fiesta grande en Sopetrán
Fue, el monasterio de Sopetrán, hoy agazapado tras los álamos que ocultan su ruina al borde del que fuera camino real de Guadalajara a Zaragoza, uno de esos centros en los que los pueblos comarcanos, o provinciales, se dieron cita con harta frecuencia. La ruina de su inmensa mole, o los andamios que sujetan los arcos heridos de su claustro, no hacen sino señalar un poco más que, aquel lugar, está lleno de historias, de leyendas y tradiciones que parecen querer hablarnos a través del muñón sangrante de sus piedras roídas.
A unos pasos de él se encuentra la ermita de Nuestra Señora, que tuvo fama de milagrera más allá de las tierras de Hita. Población desde la que acudían, poco menos que en procesión, sus alcaldes y regidores al frente de los vecinos, para pedir y agradecer, coincidiendo que, por estos días, comienzan los cereales a granar y se prepara la tierra para ofrecer sus frutos. Por ello lo de pedir en rogativa que la mano divina detenga los pedriscos y no altere el tradicional curso de la naturaleza, en bondad sensata. Por lo general, los tres días anteriores a la Ascensión fueron, para los labradores, los de las letanías; a través de las que se pedía que la cosecha llegase a buen término. Para ello no había más remedio que sacrificar algo, y se hacía.
Coincidiendo con ello, con la congregación de gentes en el entorno de Sopetrán, se celebró por estos pagos una de las ferias más populares en esta parte de Guadalajara, la de la Ascensión, que dejaba en Hita algunos ingresos a cuenta de los numerosos puestos de venta que por aquí se establecían y en los que los principales objetos a ofertar, curiosamente, no eran cosas del campo, sino que acá, a la feria de la Ascensión de Sopetrán se traían mayoritariamente a vender, zapatos y calzado, objetos vidriados, y paños de Brihuega, sin que faltasen las tiendas de buhonería.
La Ascensión, en el Alto Rey
También el Alto Rey de la Majestad, la sagrada cumbre provincial, tuvo en este día una de sus grandes festividades. El jueves de la Ascensión se iniciaba el periodo de romerías que llevaba a la cumbre a las distintas poblaciones del entorno. Y tantas eran que cada una tenía su día, fiesta señalada y trocito de pradera en el que dar cuenta de la merienda.
BUSTARES Y EL ALTO REY. El libro del Alto Rey de la Majestad. (Pulsando aquí)
Iniciaba el ascenso en la víspera de esta señalada fecha, la población por excelencia que más tuvo que ver con que, en lo alto de las peñascas, pegado casi a las nubes y tocando el cielo se alzase, cuentan los más tradicionalistas estudiosos, el monasterio templario del que la hermosa maravilla que en celosía de piedra se teje en el valle, Santa Coloma, fue su casa vecina, o primitiva, según quienes: Albendiego.
Tras el ascenso de Albendiego, como para preparar el camino y abrir la puerta enrejada de la ermita, y desde principios de junio a mediados de septiembre, en lo alto de la cumbre no faltó gente. Incluso quiso la desgracia marcar la fecha de la festividad de la Ascensión entre las páginas tristes de la memoria del pequeño santuario. Para cien años va que, en semejante día, jueves de la Ascensión, y en medio de la celebración, una de aquellas tormentas que entonces como hoy se enredan a la cumbre, descargó el látigo de sus rayos, dejando malheridos a una docena de romeros, y dos muertos, vecinos de Albendiego.
Hubo quien culpó de atraer el rayo a un perro, hermoso mastín muerto también a causa de la chispa, que fue propiedad de uno de los más significativos industriales de Miedes, don Donato Gómez quien acudió a la cumbre en compañía de uno de sus hijos.
Aquel año, el de 1923 de la desdicha, el calendario señaló el día de la Ascensión en el 10 de mayo.
La Ascensión, de fiesta y ayuno: Las letanías
La Ascensión fue fiesta señalada en la mayoría de las poblaciones de la provincia, iniciando con ella nuevos ciclos. El final de los días grises invierno-primaverales, y el inicio de los luminosos que dan paso al calenturiento verano.
En Yela, como en otras tantas poblaciones más, este era el día en el que los chiquillos hacían sus primeras comuniones, a fin de que, revestidos de ángeles, participasen con todos los honores en la gran procesión de la festividad del Corpus.
El día de la Ascensión, cuenta el admirado amigo José María Alonso Gordo, se iniciaban en Valverde de los Arroyos los ensayos de las danzas que, en la octava del Corpus, ejecutarán aquellos diestros danzantes. Y es que es, la Ascensión, la puerta que se abre al Día del Señor.
Y, por supuesto, con anterioridad al día de la fiesta mayor, se llevaban a cabo, de manera oficial, las letanías. De las que antes hacíamos memoria. Que hacían salir a las calles de Trillo al pueblo entero, a rogar; lo mismo que hacían en Alocén; y en Benalaque, que ya no existe el pueblo, se encomendaron a esta festividad porque en semejante día hallaron sus vecinos una fuente de buenas aguas, de la que carecían en el municipio.
TRILLO. CRÓNICAS PARA UN LIBRO. (Pulsando aquí)
En otras poblaciones, como Caspueñas, siguiendo el rito religioso que así lo pedía, en semejante día no se comía carne, como ofrenda y sacrificio; en Gárgoles de Abajo, como en tantos más, el día del ayuno antecedía a los dos de rogativas y a la fiesta, ayunándose, o privándose de la carne, el lunes de letanías, dos antes de la Ascensión; lo mismo se hacía en la capital de la provincia, Guadalajara, en Valdenuño-Fernández, Robledillo y… casi todos los más.
Y si quieres tener pollos…
Ya, por nuestros pueblos, tampoco corretean las gallinas, aunque las continúa habiendo. Antes callejeras, ahora la mayoría enjauladas. O al menos recogidas tras los alambrados, como para tenerlas controladas.
Sí, también para las gallinas, contaban las tradicionales mujeres de nuestra serranía, tenía el día de la Ascensión su importancia, unida al dicho popular de que: “si quieres tener pollitos el día del Señor, tienes que echar la clueca el día de la Ascensión”.
Y sigue el baile de números, ese que se nos ha caído con el cambio de fechas de los calendarios. Que ya no nos hacen memoria de los cuarenta días que pasan entre el Domingo de Resurrección, y la Ascensión; o los 21 que han de venir entre la Ascensión y el Corpus. Los justos que tarda la gallina en incubar sus huevos.
De ahí que, el día de la Ascensión, además de todo lo anterior, las mujeres de las casas labriegas, que fueron las encargadas de mantener y aumentar los gallineros, que aportaron una parte importante de la alimentación a la casa, preparasen, para este día, lo necesario: la clueca, la cesta, los huevos…
A este observador de las tradiciones de su tierra le contaron que, el día de la Ascensión, sin saber por qué, cualquier gallina, aunque no cluequease, servía para incubar. Eso sí, los huevos siempre habían de ser nones, mínimo quince; máximo, veintiuno.
Curioso debió de ser, como se contaba, ver salir a las mujeres de la iglesia en el momento en el que la campanilla del monaguillo se disponía a tocar al “alzar a Dios”. Porque ese era, y no otro, el instante mismo en el que la gallina había de situarse en el nidal, y, veintiún días después…
Tradiciones, costumbres, leyendas…, hermosas páginas de la vida siempre viva de nuestros pueblos hermosos que permanecen más allá de lo que marcan las hojas del calendario.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 27 de mayo de 2022
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