sábado, mayo 19, 2018

MEMORIA DE DON CALIXTO RODRÍGUEZ GARCÍA. De la resinera de Mazarete, a los retratos de Sorolla


MEMORIA DE DON CALIXTO RODRÍGUEZ GARCÍA
De la resinera de Mazarete, a los retratos de Sorolla

 
   Fue, don Calixto Rodríguez García, uno de esos hombres todopoderosos que se nos pinta de la España de los comienzos del siglo XX. De la España de los caciques, como se ha dado en llamar a un periodo de tiempo en el que una comarca, pueblo o región estaba dominada, en lo político, económico y social por una persona. En este caso, y en la comarca guadalajareña de Molina de Aragón el hombre, y el nombre, era Calixto Rodríguez García. Un hombre, y un nombre que llegaron aquí de muy lejos, nada menos que del asturiano Gijón, para ser por estos pagos el amo y señor, podría decirse que al estilo medieval, de vidas y haciendas; como por otros rincones provinciales dominaba la mano de don Alvaro de Figueroa. Con quien compartió afición por las codornices.



   Fue, por profesión y afición, Ingeniero de Montes, y como Ingeniero desembarcó en nuestra provincia en 1876, con apenas 28 años de edad; nació en el revoltoso 1848. De su oficio surgió su posterior negocio, ya que conoció los montes y pinares de nuestras tierras y encontró que en la comarca de Molina una de las materias emergentes, la resina, apenas se explotaba. De su mano surgió la Resinera, y las factorías de Mazarete y Anquela del Ducado, entre otras. Factorías en las que ocupó a centenares de hombres que de alguna manera le debían el pan diario y lo consideraron, más que como a un amo, como a un padre, con lo que cuando al pasar del tiempo se dedicó a la política no le fue difícil conseguir los votos que le llevasen al Congreso de los Diputados; a poner y quitar alcaldes y, a medio camino entre los finales del siglo XIX y los comienzos del XX, ser el todopoderoso señor de la tierra molinesa.

   Sus negocios fueron tan prósperos, y su visión para invertir tan ágil, que llegó a convertirse en uno de los hombres más poderosos y acaudalados de España. Por supuesto que también de la provincia de Guadalajara, donde en algún momento de su vida nada escapó a su mirada, forjándose además la idea de hombre amable y bonachón. Al contrario que algunos otros de sus coetáneos. Además, y como por aquel entonces no existían las redes sociales que contribuyesen a promocionar su imagen creó, como solían hacer los grandes personajes de su categoría, su propio periódico a través del que dar a conocer no sólo sus proyectos políticos o sus negocios o sus obras de caridad, que las hacía; también aquellos otros gestos que sin duda contribuían a que su nombre e imagen ganasen adeptos: construyó caminos y carreteras; llevó el agua potable y la luz eléctrica a algunos pueblos, y no faltó su mano cuando alguien le pidió ayuda. Fue lo que se dio en llamar un cacique bueno.



   No sabemos si se la pidió aquel gran pintor de su tiempo que se llamó Joaquín Sorolla y que a Madrid llegó de Valencia trayéndose en sus pinceles la luz del Mediterráneo. En alguna ocasión don Joaquín contó que parte de su éxito se lo debía a don Calixto, quien en sus comienzos le compraba sus cuadros, fuesen malos o buenos, con el sano fin de ayudarle a salir adelante. En otras ocasiones se expresó diciendo que don Calixto, en Madrid, compraba muchas obras suyas. Con lo que hemos de entender que la amistad fue creciendo, al tiempo que la fortuna de nuestro hombre y la fama del pintor, en unos tiempos en los que tener colgado de las paredes de la sala principal de la casa un retrato pintado por un pintor de fama era tanto como tener un título  nobiliario.




   Se conocieron, don Calixto y don Joaquín, en las honras fúnebres de otro gran pintor alcarreño, Casto Plasencia, que dejó  pasar su vida entre Asturias y Madrid, y aquellos días de duelo, mientras Sorolla esbozaba a carboncillo la lúgubre sala mortuoria del pintor alcarreño, dieron pie a que don Calixto se fijase en los colores, en la pintura, en el estilo de don Joaquín, y razón tenía el pintor, fue don Calixto Rodríguez, sin duda, sino el mayor coleccionista de obras de Joaquín Sorolla, al menos uno de los principales.

   Cuando aquello sucedió, la muerte de Casto Plasencia, en el mes de mayo de 1890, don Calixto acababa de adquirir el palacete de la calle de Almagro que se convertiría en su residencia. Allí vivió junto a su esposa, Martina Lorente Soriano y su sobrina María. Y de las paredes de la casa colgaron muchos de los lienzos adquiridos al pintor; quizá los más famosos sean el Voltaire contando uno de sus cuentos, y El Pescador, sin que faltasen las escenas asturianas pintadas sobre cartón, producto de los viajes del pintor a Almiares. Paisajes natales de la tierra de don Calixto. Tampoco faltaron los colgantes florales que nuestro hombre encargó para las cuatro esquinas de la sala. Cuadros que, en su mayor parte, regaló a su mujer.

   Don Calixto pudo permitirse comprar unos cuantos más, encargando al gran Sorolla un retrato de cuerpo entero de su esposa, Martina, quien posó para don Joaquín en 1898. El lienzo es una de las obras más importantes del pintor. También le encargó otro de los retratos que lo hicieron famoso, el propio de don Calixto, pintado un año después que el de su mujer. Ambos debieron de ser encargo para la misma sala, puesto que las posturas de los retratados guardan similitud; aunque el colorido sea mucho más alegre en el de la mujer; y más serio en el varón. Producto de los tiempos.

   Fallecida doña Martina, el 5 de noviembre de 1902, don Calixto contrajo un segundo matrimonio, con su sobrina, con María  Lorente, y de nuevo pidió al pintor que la retratase. Lo hizo en 1905. Del mismo modo que don Calixto volvió a posar para Sorolla y para un nuevo retrato que situar junto al de su  nueva esposa.



   La amistad entre don Joaquín y don Calixto llegaría al extremo de que ambos pasasen a ser familia. Uno de los sobrinos de María, su mujer, contrajo matrimonio con Elena, hija del pintor.

   Don Calixto murió en Madrid, hace poco más de cien años, el 8 de abril de 1917 en su domicilio de la calle de Almagro número 40,  siendo trasladado su cadáver por ferrocarril al panteón familiar de Cervera (Zaragoza). A su entierro acudieron desde el Ministro de Hacienda, al Gobernador del Banco de España. 

   Sus cuadros han ido pasando poco a poco por las salas de subastas de medio mundo, después de que pasasen a pertenecer a su sobrino, José María Lorente Sorolla. Curiosamente, algunos de ellos se encuentran en la colección del Banco de España, del que don Calixto llegó a ser consejero.

   Memoria de un hombre, Calixto Rodríguez, que va más allá de la industria resinera.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la Memoria
Nueva Alcarria. Guadalajara, 25 de mayo de 2018

4 comentarios:

  1. El que se caso con Elena, Victoriano Lorente, no era sobrino de María, sino su hermano

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  2. Dio la carrera a su sobrino, mi abuelo Isidro Rodríguez Zarracina y a sus hermanos. Y de su familia de verdad el autor no dice nada. Asi es la vida. Ingrata. También ha pasado con la memoria de mi padre.

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  3. Y de sus sobrinos de verdad a los que dio carrera, entre ellos mi abuelo Isidro Rodríguez Zarracina, no se dice nada. Asi es la vida de ingrata. Lo mismo que con la memoria de mi padre

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