ATIENZA:
PASIÓN COFRADE
EN
TORNO A LA COFRADÍA DE NOBLES DE LA VERA CRUZ
Tomás
Gismera Velasco
Puede que sea la villa de Atienza una de las poblaciones de la provincia
de Guadalajara que contó, y cuenta, con mayor número de cofradías o
hermandades. Antaño destinadas a mantener o proteger oficios y más tarde al
engrandecimiento del culto de sus santos titulares en sus capillas e iglesias
correspondientes.
De cuantas se fundaron, cuyo número nunca llegaremos a conocer con
precisión todavía quedan, al día de hoy, las suficientes como para hacernos
idea de la importancia cofrade en la villa. Vinculadas en la actualidad a las
iglesias de la Santísima Trinidad y San Juan del Mercado, en su práctica
totalidad. Si bien en tiempos se distribuyeron a lo largo y ancho de la
población, a través de su docena y pico de iglesias.
La mayoría, de las iglesias, ha desaparecido. Pero en el recuerdo quedan
la ilustre Cofradía de Santiago (el
nombre era mucho más ampuloso), perteneciente a la iglesia medieval de
aquella advocación, igualmente desaparecida, y sufragánea del Monasterio de San
Pedro de Arlanza, antes de pasar a la actual iglesia de la Santísima Trinidad.
Igualmente en la desaparecida iglesia –actual ermita- de Santa María del
Val, estuvo la sede de la Cofradía de San Crispín y San Crispiniano, patronos
del gremio de zapateros quienes, curiosamente, celebraban sus oficios
principales en el también desaparecido convento de San Francisco. Zapateros y
curtidores con calle principal en la Atienza medieval, y donde eran conocidos
con el cariñoso nombre de “los crispines”.
En la iglesia de la Trinidad tuvieron cabida no menos de una docena de
hermandades, entre ellas la de Santa Catalina, dedicado al culto de la santa, y
a hacer obras de caridad entre los necesitados de la villa. Y, por supuesto,
que en la mayoría de las iglesias atencinas hubo una hermandad o cofradía de
las Benditas Ánimas del Purgatorio a fin de procurar que el paso de la vida a
la muerte fuese, para quienes habían de darlo, más liviano. Quizá las más
numerosas fueron las pertenecientes a las iglesias de San Gil, en este barrio;
y de San Salvador, en el de Portacaballos.
Por todos son conocidas las de la Santísima Trinidad o la del Santo
Cristo que unida a la Virgen de los Dolores está dedicada al ensalzamiento del
culto de los patronos de la villa; sin olvidar una de las más “jóvenes”, por
definirla de alguna manera, a pesar de sus más de cien años de historia, la
Cofradía de las Santas Espinas de Nuestro Señor, fundada en 1849 en la iglesia
de la Santísima Trinidad cuando en esta iglesia comenzó a darse culto a la
sagrada reliquia que, cuenta la tradición, llegó a Atienza procedente de la
corona de Espinas de la Pasión de Jesús. Sin olvidarnos de la que fundaron los
clérigos y abades bajo el patronazgo de San Lucas: el no menos famoso y
peculiar Cabildo de Clérigos de Atienza.
Hablar de todas y cada una de ellas sería tarea interminable, no
obstante, hay una que por sus características llama la atención: La Noble
Cofradía de la Vera Cruz, que en la actualidad se ocupa de algunos de los
cultos de la Semana Santa atencina. Mermada, por supuesto, en sus funciones.
No estaría de más decir que Atienza, al igual que otras ciudades, tuvo
sus “linajes” de nobles. Y tampoco sería descabellada la idea de enlazar estos
“linajes” con los doce sorianos, puesto que muchos de los apellidos nobiliarios
que en Atienza fueron procedían de aquella tierra, entre los que podría citarse
a los Bravo de Laguna, los Vigil, Quiñones, Ortega o los Elgueta, mientras que
algunos otros llegaron desde tierras alcarreñas, como los Serantes. Apellidos
todos ellos que encontramos en la cofradía de nobles de Santiago de los
Caballeros. Cofradía nobiliaria cuyo servicio les permitía pasar posteriormente
a ser caballeros de la Orden nobiliaria del mismo título.
Tienen, algunas de las cofradías de nobles que nos han llegado, su
origen en la segunda mitad del siglo XVI, favorecidas por una Real Cédula de
Felipe II fechada el 6 de septiembre de 1572, y que nos extracta A. Sobaler
Seco (La Cofradía de Nobles de Santiago de Soria), dándonos cuenta de la orden
del rey para que:
“Los caballeros y hombres principales y de
calidad, fundasen o constituyesen entre sí alguna cofradía o compañía o orden
bajo la advocación de algún santo, con ordenanzas, condiciones y capítulos…”
Y que ordenasen, en días señalados, justas, torneos, juegos de cañas o
ejercicios militares, y en los mismos
lugares, para procurar que la nobleza de caballeros del reino fuesen
instruidos.
Y nos dice nuestra autora:
“Con ese fin se encargó a los corregidores
que reunieran sus ayuntamientos convocando a otros caballeros para tratar sobre
ello y analizar las posibilidades y medios con que las ciudades y la Corona
podían contribuir a la fundación y su mantenimiento”.
Al respecto, y en el mismo sentido, escribe Ramón de Ascanio, uno de los
principales estudiosos en torno a las cofradías nobiliarias surgidas en la
España del siglo XVI:
“Es indudable que la inactividad producida
por los periodos de paz, debió de haberse acentuado en el último tercio del
siglo XVI… corregir tales deficiencias fueron las razones que movieron a Felipe
II a dirigir la Real Cédula de 6 de septiembre de 1572 a los Cabildos de las
ciudades, previas las oportunas consultas que sobre la formación de hermandades
de hijosdalgos se hicieron a los grandes y señores de vasallos…”
Y de esta manera surgió en Atienza, a través del ordenamiento de los
sucesivos corregidores la primitiva Cofradía Nobiliaria de la Vera Cruz que, con
el pasar del tiempo, ha derivado en la que hoy conocemos, destinada a colaborar
en el culto de los actos de la Semana Santa atencina.
Tiempos hubo en los que, para ingresar en la Orden Nobiliaria de
Caballeros de Calatrava, los hijos de Atienza tenían que pasar por esta
Hermandad de la Vera Cruz y, por supuesto, servir en ella todos los cargos.
Que dicho de otra manera, Atienza, en su tiempo, tan puntera fue en
algunos aspectos que contó con las dos únicas cofradías que en la provincia
permitían el acceso a las órdenes militares más representativas: Santiago y
Calatrava.
En la actualidad la Cofradía de la Vera Cruz está compuesta por doce
“caballeros”, que acuden a todos y cada uno de los actos más representativos de
la Semana Santa villariega. Una Semana Santa tradicional y, ante todo,
castellana. De rigurosa capa y austero silencio. De ingreso infantil que
acompaña hasta los últimos días, ya que es la única que en sus filas admite a
pequeñas criaturas: “ángeles del Señor”, que acompañan al Cristo Yacente a su
temporal sepulcro. Acto, el de los ángeles, único en la provincia: Cada cofrade
puede ir acompañado de un “angelito”. Cada uno de estos “angelitos” porta un
emblema de la crucifixión.
En la actualidad la Semana Santa es, en muchos casos, espectáculo. Un
espectáculo cofrade con sonido de clarines y trompetas. Yo invito a darnos una
vuelta por nuestra Semana Santa provincial; esa que se vive en cada uno de
nuestros pueblos con sonido, en algunas ocasiones de dulzaina y que, por
supuesto, nada tiene que ver con la andaluza de palmas y carreras de una a otra
calle para contemplar los pasos peregrinos.
Observar el paso de las procesiones atencinas en el silencio y oscuridad
de la noche descendiendo por las estrechas callejuelas tiene su encanto; y
contemplar la impresionante y sencilla procesión del silencio, con el Cristo
Yacente rodeado de estandartes, angelitos infantiles y faroles de colores con
la estampa del castillo cubriendo las espaldas, no tiene precio. Después, que
tradición es en la Castilla de siempre, limonadas, bacalao, huevos verdes y
torrijas.
Añadir, por último, sobre la cofradía de la Vera Cruz, que desde su
fundación, en aquellos finales años del siglo XVI hasta bien avanzado el XVIII,
estuvo vinculada, principalmente a la familia Serantes, mientras que la de
Santiago –la otra de nobles- lo fue a la de los Elgueta Vigil.
Por supuesto que para ingresar en ella había que mostrar la carta
ejecutoria de hidalguía y, claro está, demostrar la limpieza de sangre. Que la
sangre, tiempos hubo, había de estar convenientemente fregoteada y limpia de
toda mácula.
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