LOS
“CRISPINES”;
SOBRE LA
COFRADÍA DE SAN CRISPÍN Y SAN CRISPINIANO,
PATRONOS DE
LOS ZAPATEROS Y CURTIDORES, DE ATIENZA
Tomás Gismera Velasco
Se conservan, en el Archivo de la Clerecía de Atienza, los al parecer
últimos restos de una de las cofradías más desconocidas con las que contó la
villa de Atienza, al menos nada hemos encontrado escrito en torno a ella salvo
las referencias a alguna de sus celebraciones en los libros diarios del antiguo
convento de San Francisco.
Se trata de la cofradía de los Santos Mártires
San Crispín y San Crispiniano, que estuvo adscrita a la iglesia de Santa María
del Val. Lo que se conserva de ella en el Archivo de la Clerecía son los libros
de cuentas que median entre 1702 y 1758.
Evidentemente se trataba como otras
existentes en la villa, de una cofradía gremial, en este caso dedicada a
festejar a los santos patronos de zapateros y curtidores, y reunir en ella a
imagen de la única que nos han llegado, la de arrieros que festeja la cofradía
de la Santísima Trinidad, o La Caballada, a los miembros de aquellos oficios, a
fin de ayudarse entre ellos en asuntos tan humanos como el entierro, la última
enfermedad o la asistencia a la familia del fallecido cuando carecía de medios.
Un simple repaso al Catastro del Marqués de
la Ensenada de 1752, época de la que se conservan las cuentas de la cofradía,
nos dice cuántos y quiénes eran los que en Atienza se dedicaban al oficio,
donde ya se nos habla de la existencia de quince
thenerías, catorce pertenecientes a seculares y la otra al Cabildo
Eclesiástico, así como diecisiete tratantes de suela y cordobán, estos
eran:
-Antonio
de Riaza
-Fernando
de Arrivas
-Joseph
Lázaro Bermejo
-Francisco
Letón, mayor
-Francisco
Letón, menor
-Julián
Llorente
-Juan
Yagüe
-Juan
Ayllón
-Santiago
Hernández
-Miguel
de Andrés, mayor
-Miguel
de Andrés, menor
-Bhaltasar
Aparicio
-Francisco
Bermejo, mayor
-Francisco
Bermejo, menor
-Manuel
Yagüe
-Francisco
Yagüe
-Manuel
Cobeño
El “mayor” o “menor”, se refiere
evidentemente al padre y al hijo, en ocasiones con el mismo nombre, ya que
estos oficios pasaban, como el mismo nombre y apellidos, de padres a hijos,
manteniéndose en las mismas familias a través de los siglos.
Junto a estos, nada menos que veintisiete
zapateros; un oficial y dos aprendices. Por lo que, entre unos y otros, se
aproximaban al medio centenar; a los que habríamos de añadir, como en otros
oficios y aquí vemos por la relación de
apellidos, a sus familias respectivas, lo que nos da un número bien
significativo a la hora de formar entre ellos, para salvaguardar sus intereses,
su propia cofradía o hermandad. O más bien continuar con ella.
Mucho tiempo después, en los inicios del
siglo XX, todavía el gremio de zapateros y curtidores tendrá amplia
representación. Así, por ejemplo, en 1905, en un censo incompleto, teníamos
cuatro zapateros con taller abierto: Donato y Fausto Cabellos, y Emilio y
Tiburcio de las Heras. Mientras que en el censo industrial de 1908 nos aparecen
relacionados con los mismos oficios un número mayor, y acorde a la realidad del
momento. Figurando dos albarqueros: Silverio López y José Arribas; y cuatro
zapateros: Esteban García, Carlos Guijarro, Pedro Galán y Feliciano Esteban.
Nombres que poco a poco, a través del transcurso del tiempo quedarían reducidos
a uno sólo ya avanzada la última mitad del siglo XX, hasta la extinción en
Atienza del oficio.
Desconocemos, por falta de datos, cuando nació la hermandad y cuando
desapareció, todo hace pensar que sus últimos pasos se dieron a fines del siglo
XIX, probablemente en la misma iglesia a la que estuvieron adscritos, la de
Santa María del Val. Pues hasta poco antes de la desaparición del convento de
San Francisco a él pagaban la misa mayor con motivo de su santo patrón.
La mayoría de las cofradías correspondientes
al gremio surgieron en torno a los siglos XIV y XV, por lo que, sin datos que
nos lo confirmen, admitiremos que la cofradía de zapateros de Atienza surgió
igualmente en esta época, la de mayor auge económico de la villa, y por ello de
algunos de los oficios manuales que más renombre dieron a la población en
siglos pasados. Puede que no tenga mucha relación, no obstante la calle que
recuerda al gremio, la Zapatería, por aquellos siglos era la calle principal de
Atienza, la calle Mayor o Real, cuya denominación cambió a partir de finales
del siglo XV o inicios del XVI. ¿Algo a tenerse en cuenta? Probablemente sí.
San Crispín y San Crispiniano fueron dos
hermanos, romanos y de familia noble, que vivieron en el siglo III y murieron
decapitados por Diocleciano. En su huida de Roma se asentaron en Francia, donde
predicaron el cristianismo y se ganaron la vida haciendo zapatos por la noche.
De ahí, todo lo demás. Incluso Shaskespeare los cita en su Enrique V.
Sabemos, a través de los libros de cuentas,
que la cofradía contaba con dos “Baras”
de plata, correspondientes a Prioste y Mayordomo, pues ambas fueron “aderezadas” (arregladas o compuestas) en
1713 por importe de catorce reales, ajustándose la cofradía a un ordenamiento
de mandos similar a las del resto de hermandades, en las que anualmente se
renovaban los cargos, siendo de obligado cumplimiento la celebración del
patrón, el 25 de octubre, así como la asistencia a los funerales y entierros de
los cofrades, los cuales se reunían ese mismo 25 de octubre en comida fraternal
para la que se sacrificaban varios carneros pertenecientes a la propia
hermandad. Hay que recordar que hasta finales del siglo XIX o comienzos del XX
en otros casos, la mayoría de las cofradías de Atienza criaba, para la
celebración anual, sus propios carneros que, en la mayoría de los casos, como
era el de la Santísima Trinidad, pastaban libremente por los campos atencinos.
Para los franciscanos de Atienza, en cuya
iglesia anualmente tenían parte de sus principales oficios como modo de
colaborar en el mantenimiento del mismo, los miembros de esta hermandad eran,
simplemente, los “crispines”, nombre
con el que eran conocidos sus integrantes igualmente en la villa, si hacemos
caso a las cuentas del libro de dicho convento, en el que, además, llevaban a
cabo el relevo de sus mandos.
En San Francisco celebraban sus misas de aniversarios, y el padre
Guardián del convento era contratado
para los sermones de la fiesta patronal. Probablemente como queda dicho
una forma de colaborar con los frailes, sobre todo tras los avatares de la
Guerra de la Independencia que dejaron al convento maltrecho en alguna de sus
partes.
De la cofradía se dejan de tener noticias
con la desaparición de San Francisco y la exclaustración de los frailes. Las
cuentas de la cofradía apenas dejan otras reseñas que los gastos habituales en
misas, funerales, vinos y almuerzos de la hermandad. Probablemente con el
tiempo aparezcan algunos rastros más que nos hablen de los zapateros de
Atienza, de momento, tenemos el recuerdo, y unas líneas dedicadas a la
hermandad. Algo es algo.
Todavía, a lo largo de la primera mitad del
siglo XX se mantuvieron en vigor algunas cofradías en torno a los santos
Crispín y Crispiniano en la provincia, puede que la más reconocida fuese la de
Sigüenza, que todos los años rifaba un cordero con cuyo producto colaborar a
los gastos de la festividad, la celebración religiosa la solían llevar a cabo
en la ermita de San Roque. Algunas otras poblaciones de la península tienen por
patronos a los santos zapateros, por el Levante, y por Asturias.
Tras la Guerra Civil española, con la que
tantas cosas cambiaron dentro y fuera de la provincia, San Crispín y San
Crispiniano fueron declarados patronos del Sindicato de la Piel, con lo que,
quienes pertenecían al mismo, se reunían en su festividad, a fin de acudir a
misa y tras ella, reunirse en el almuerzo de hermandad clásico de tantas
hermandades, al menos en la capital de la provincia.
En Atienza todavía, al día de hoy, queda el
recuerdo del gremio en la calle de la Zapatería, la cual, a pesar de ser
rebautizada como de Cervantes, mantiene la memoria del oficio.
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