jueves, enero 07, 2016

REYES EN ATIENZA

REYES EN ATIENZA.

Un día como hoy (5 de enero), pero de 1966, quienes ahora pasamos de los cincuenta pudimos ver, por vez primera en Atienza, uno de esos espectáculos que todos los chiquillos aguardan en noches como esta en las que la magia, la ilusión y unas cuantas cosas más, se dan cita debajo de las estrellas, como se dieron cita debajo del castillo de Atienza a la luz de las antorchas.

¡Increíble! Desde la plaza del Mercado podíamos ver, a través de la calleja de San Pedro, nada menos que a los Reyes Magos de Oriente saliendo de la torre del homenaje de nuestro entonces desmorillado castillo.
Los vimos con su corte de magos de colores bajar del cerro a lomos de unos cuantos caballos; los seguimos dando la vuelta al pueblo, bajando por el Arco de la Guerra, subiendo por la Calle Real y entrando en la plaza por el Arco de San Juan… Allí estaba montado el Belén. Pastoras y pastorcillos al calor de sus hogueras aguardaban el momento de verlos. 



En el portal, levantado con los tableros de la plaza de toros, San José, María y el Niño, con su vaca y su mula. Más tarde, en medio de una plaza abarrotada, se fueron. Después, a través de calles y callejones, el sonido de los cascos de caballos, mulos y asnos cargados de obsequios, los acercaba a cada casa.
Fue una idea de uno de los entonces curas de Atienza, el de la iglesia de San Juan (si no me equivoco), don Alejandro Tabernero; del maestro de los chicos, don Juan Valero; del encargado de la oficina de Extensión Agraria, don Ceferino, y de los mozos del pueblo. Unos y otros hicieron el “casi” milagro de que en Atienza los chicos viésemos a los reyes.

No había presupuesto, salvo lo poco que en cada casa se juntaba para que cada chiquillo tuviese al menos un regalo. Los trajes de los reyes eran las mejores telas que cada uno tenía en su casa; las capas de los pajes unas sábanas blancas… Las chicas de la escuela (las mayores), se afanaban en colorear las caras de los participantes y en ayudar a colocar los mantos, las capas, los turbantes… y compartir la ilusión.
Una suerte esa de que un día te tocase representar el papel de cualquier mago y ver la cara de ilusión de los niños, ajenos a los devaneos absurdos que en ocasiones organizan los adultos buscando un protagonismo que ya tienen, y sobrado, a lo largo del año. 

En dos ocasiones me tocó pintarme la cara de amarillo y representar a Gaspar repartiendo ilusión por las callejuelas de San Gil. 

Son experiencias que nunca se olvidan y que hoy la juventud de Atienza, heredera de quienes un día fuimos jóvenes y pasamos por ello, volverán a repetir, como desde hace cincuenta años.

¡Feliz cumpleaños, cabalgata de reyes de Atienza!


Tomñas Gismera Velasco

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