PUEBLOS DE LA SERRANÍA.
BOCHONES:
NOTAS PARA SU HISTORIA RECIENTE
Tomás
Gismera Velasco
Que Bochones es uno de esos pueblos prácticamente desconocidos de la
provincia de Guadalajara y la Serranía de Atienza, a nadie le cabe duda. Se
encuentra al norte de la villa de Atienza, de la que depende para todos los
servicios, como anexionado municipalmente, si bien y a lo largo del tiempo tuvo
su propia autonomía municipal y contó, como todos nuestros pueblos, con su
propia historia. La población fue agregada a Romanillos de Atienza mediado el
siglo XIX, y con Romanillos anduvo hasta la década de 1880, en que pasó a
depender de Atienza.
Como tantos otros, también Bochones estuvo dentro de los señoríos de los
Mendoza, que por esta parte de la Guadalajara rayana con Soria fueron condes de
Coruña, marqueses de Monteagudo, o de Lanzarote. Dependiendo de los tiempos.
Y a pesar de que los datos censales más comunes a la hora de centrarnos
en el número de habitantes que tuvieron tal o cual pueblo nos remiten al
Catastro de Ensenada, otras referencias nos hablan de que mediado el siglo XIX
era lugar de 45 vecinos y 182 habitantes, con dos edificios de un piso, 41 de
dos y 3 de tres, que hacen un total de 46 casas, de las que permanecen
habitadas a lo largo de todo el año, 43.
En los
tiempos de Ensenada, Bochones era, como Atienza, lugar de realengo. Se
encontraba, como lo ha venido haciendo a lo largo de la historia, en uno de los
tradicionales pasos de la Mesta, la Cañada Real Soriana, con cuyos alcaldes
mantuvo el vecindario largos pleitos por el uso, y en ocasiones abuso, de pastos
de los rebaños que por allí pasaban. Siendo, quizá por ello, tierras de
pastores. Apellidos tradicionales del municipio han quedado unidos al nombre de
muchos de los pastores serranos en un oficio que avanzado el siglo XXI ha
pasado la historia, sin embargo pastores fueron los padres de uno de los más
preclaros hijos del lugar, Fray Jorge Romanillos, y también lo fueron de quien,
en los albores del siglo XX, inscribió su nombre con sangre en las bodas de
Alfonso XIII, como una de las víctimas del atentado, Isaac Romanillos, entre
otros muchos. Y es que este apellido, Romanillos, ha sido la seña de identidad
de Bochones.
Sin embargo, retomando el hilo del vecindario, cuando Ensenada dio a
conocer el resultado de sus averiguaciones catastrales Bochones contaba con
ochenta y seis vecinos, casi el doble de los que llegaron al siglo XIX y, por
supuesto, muchos más de los que cuenta en la actuliad, cuyo número no alcanza a
la media docena.
Nunca, a pesar de que son muchas las interpretaciones, conoceremos con
certeza el por qué de que a los naturales de Bochones, desde los pueblos
limítrofes, se les apode “Monterones”, quizá sea por la montera característica
que usaron para cubrir la cabeza sus pastores. Del mismo modo que tampoco
conoceremos el por qué de la celebración local en torno a la fiesta de la
Virgen de Torralba, con la leyenda a ella añadida, cuando el patrono de la
iglesia es San Bartolomé.
Unido municipalmente a Atienza, en 1834 encontramos el curioso anuncio
mediante el que se solicita maestro de niños, quien a su vez, y como sucede en
los pueblos limítrofes, ha de desempeñar otro conjunto de obligaciones:
Se halla vacante la sacristía,
maestría de niños y fiel de fechos del lugar de Bochones, partido de Atienza, y
la dotación de dichos tres magisterios consiste en veintiocho fanegas de trigo
de buena especie y casa de valde, además de lo que rinda el pie de altar que
vendrá en todo el año en dinero efectivo al pie de media onza poco más o menos…
Compartía médico cirujano, por esta época, con la cercana población de
Cincovillas, como anejos que ambos eran de Atienza en cuanto a la medicina se
refiere. E igualmente compartía con la población de Casilla, cura párroco.
Bochones fue segregado del Ayuntamiento de Atienza en el mes de mayo de 1888,
agregándose entonces a Casillas de Atienza, para ser nuevamente agregado al
municipio atencino en los inicios del siglo XX.
Escuela que funcionó con cierta regularidad, al contrario de lo que
ocurriese con otras vecinas ya que, al contrario que aquellas, que cuyos
maestros no solían tener el cargo en propiedad, sino que lo ejercían de forma
interina, en este caso el maestro e ra titular, por lo que
permanecía en el lugar durante varios años. A pesar de que no
se librarían los chicos del pueblo de que la escuela, como otras muchas, se
encontrase en permanente ruina y desde Guadalajara, ante el mal estado del
edificio y riesgo para los alumnos, llegó la orden en 1927 de que se abandonase
el local, se reconstruyese por cuenta del municipio de Atienza, al que
correspondía hacerlo y que, mientras aquello sucediese, el maestro, ante la
falta de local en el que hacerlo, diese las lecciones en la calle. La escuela
había sido parcialmente reparada diez años atrás, cuando se puso el entarimado
del suelo, se retejó el edificio y se añadieron tres mesas para que los alumnos
pudieran seguir las clases.
Algo similar sucedía por entonces en Casillas, cuyos vecinos, antes de
conocer lo sucedido en Bochones, solicitaban de la inspección provincial que
sus hijos pudiesen asistir a la escuela de Bochones. Así estaba, en el primer
tercio del siglo XX, la enseñanza en la comarca de Atienza.
Era maestro en 1909 don Felipe Illescas Gómez, quien compartió docencia
con don Atanasio Hernández incansable defensor de los derechos de los maestros
desde esta localidad, y de quien ya hemos hablado en esta memoria breve de los
pueblos de nuestro entorno. Don Felipe dejó el pueblo en 1913 para asentarse en
su localidad natal de Fuentes, en la provincia de Toledo.
Por supuesto que también había escuela de niñas, aunque a esta asistían
menor número de alumnas, sobre todo después de 1940. No tenemos los nombres de
las maestras de la población, si bien la memoria de quienes la recuerdan mantienen
el nombre de una de las últimas que dio clase en la localidad, avanzada la
década de 1950, Ángeles Lozano.
Quizá en esa época, primer tercio del siglo XX, uno de los vecinos más
ilustres de Bochones fuese el pedagogo Don Luis Coll, quien a pesar de estar
avecindado en Madrid pasaba largas temporadas en el pequeño pueblo de la
serranía atencina, haciendo constantes paradas, y visitas, a Sigüenza, en donde
conservaba gran número de amigos, así como en Atienza. Visitas a la población
de Bochones que dejaron de prodigarse a partir del verano de 1922, cuando la
casa fue asaltada, de lo que se dio cuenta de la prensa de la época:
En el lugar de Bochones,
agregado de Atienza, ha sido desvalijada una casa en donde suele pasar los
veranos el vecino de Madrid don Luis Coll.
Después de violentar las puertas
de la verja, los ladrones abrieron la de la casa, valiéndose de dos rejas de
arado, y una vez dentro se llevaron varios cubiertos, ropas y otros enseres.
Se sospecha que dicha hazaña
haya sido realizada por tres vendedores ambulantes que el día anterior
estuvieron en Bochones.
Al recibir noticias de ese
suceso se trasladaron a dicho lugar el juez de primera instancia de Atienza y
el alférez de la Guardia Civil de Cogolludo, D. Benigno García.
Luis Coll, además de publicar numerosos escritos en torno a la pedagogía
también lo hizo con alguno que otro ensayo a medio camino entre la política y
la docencia, como: “Educación y socialismo”. Además de ser uno de los sostenedores
de la Cocina de Caridad fundada por el clérigo Hilario Yabén en Sigüenza.
De Bochones fue originario, aunque nacido en Atienza, el conocido
maestro y político guadalajareño Teodoro Romanillos Chicharro, fundador del
periódico “El Magisterio Arriacense”, colaborador de innumerables medios de
prensa de la provincia, y uno de los más activos miembros del partido político
Unión Patriótica, con el que llegó a ser concejal en el Ayuntamiento de
Guadalajara, desempeñando la primera tenencia de Alcaldía y, en 1928, y de
manera transitoria, la Alcaldía de la ciudad, al tiempo que desempeñó otros
muchos cargos como el de Inspector de Primera Enseñanza. Su biografía, en breve
se traza en el blog “Personajes de Atienza”.
Y por supuesto, en Bochones nació igualmente Fray Jorge Romanillos
Romanillos, de quien nos ocupamos en el número anterior de Atienza de los
Juglares. Así como Isaac Romanillos,
quien perdió la vida en el atentado llevado a cabo contra el rey Alfonso XIII
el día de su boda. Isaac Romanillos se encontraba cubriendo carrera, como
soldado del Regimiento del Rey, justo en el portal del edificio desde cuyos
balcones se arrojó la bomba.
Es mucha la historia que queda por escribir
en torno a Bochones, más allá de las crónicas del conde de Romanones, habitual
cazador de codornices en su término; o de aquellas aventuras políticas en las
que se decía a través de la prensa nacional que los electores acudían a
depositar su voto, a la vista de los candidatos que lo ponían en sus manos, en
sobre abierto y custodiados por la Guardia Civil, para que los caciques
provinciales continuasen siéndolo, olvidando las escuelas, y el progreso que
debían haber impulsado a estos municipios, a fin de que no perdiesen el mayor
capital del que disponían: sus habitantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se admitirán mensajes obscenos, insultantes, de tipo político o que afecten a terceras personas.