martes, marzo 24, 2015

ISABEL MUÑOZ CARAVACA Y LA ASTRONOMIA.



ISABEL MUÑOZ CARAVACA Y LA ASTRONOMIA.

   Es, igualmente, una apasionada de la astronomía. De la observación de los astros, y del universo y, por supuesto, observadora de los eclipses que tienen lugar en su época:
   “¡Hermoso espectáculo que, por desgracias, no tiene todos los seguidores que se merece!”

   Son varios los eclipses, tanto de luna, como de sol, que tiene ocasión de contemplar, y de los que da cuenta a través de extensos artículos que, en la mayoría de los casos, son discutidos por quienes no la creen capaz, o piensan que una mujer no puede ser capaz, de alcanzar a conocer una ciencia, hasta ese momento dominada por los hombres; ciencia que, igualmente, transmite a su hijo Jorge, quien acompaña a su madre con ocasión de la visita de Flammarion a España a fin de seguir el eclipse total de sol que tiene lugar a finales del mes de agosto de 1905, y para el que, por mejor observarlo, ya que se ha establecido que aquel será el mejor punto, se desplazan hasta Almazán.

   Jorge Moya será el corresponsal especial que cuente, para Flores y Abejas, el desarrollo del acontecimiento desde el campamento que montan en las cercanías de Almazán, lugar al que se desplazan importantes periodistas de toda España; dando cuenta, igualmente, del recibimiento que se le hace al astrónomo francés:
   “A las diez y pico llegan Flammarion y su señora. El Ayuntamiento los acompaña al antiguo palacio de Altamira, propiedad de los señores Martínez Azagra, quienes galantemente ofrecen su casa al astrónomo. Las notas de la marsellesa se encargan de demostrar los sentimientos y el entusiasmo del pueblo de Almazán por la misión francesa… Vamos a la instalación del provisional observatorio, y queda constituida la misión Flammarion”.

   Su relato es apasionado, tanto por lo que observa, como por la calidad de las personalidades que allí se encuentran, entre ellas su madre, doña Isabel, pertenecientes la mayoría de ellos a la Sociedad Astronómica de Francia.

   El estudio de Isabel Muñoz Caravaca sobre el eclipse será ridiculizado por algunos periodistas, no porque sea mejor o peor que el de otros astrónomos, sino porque es una mujer, lo que no causará en ella la más mínima molestia, aunque contestará firmemente a quienes la critican, ante todo al periódico madrileño Gedeón.

   De la mano de Flammarion visitará Francia en más de una ocasión. Unas veces para conocer los estudios de este, y otras para participar en asambleas de la Sociedad Astronómica, y continuará, desde Atienza, observando los astros, la luna, y dando cuenta de sus descubrimientos.

   Incluso en Atienza, escéptica para con ella en tantas cosas, se la respeta por la observación de los cielos, como sucede cuando, en el mes de agosto de 1907, se observa sobre sus cielos un extraño fenómeno que ella describe como el “cometa Daniel”, lo que le da pie para dar toda una lección sobre los planetas que giran alrededor de la tierra, desechando las supersticiones que suelen acompañar estas apariciones:

   “La aparición de un cometa a nuestra vista no tiene nada de anormal en el orden del Universo. Lo vemos porque se acerca, y se acerca siguiendo su camino. Y en cuanto a predecir o anunciar males, no se nos ha ocurrido pensar que anuncie bienes, en cuanto a sucesos futuros, no influirá la presencia de un cometa más que la de Venus, la estrella de la mañana o de la tarde…”

   Supersticiones que volverán con ocasión del paso del Cometa Halley en 1910:
   “Hemos leído horrores contra el sentido común, y lo que nos queda por leer”.
   El paso del Halley le dará pie para, a través de varios artículos que denominará “Actualidades”, desgranar toda su ciencia planetaria, demostrando ser algo más que una simple aficionada.

   Tras su paso, el 19 de mayo, y no sin cierto sarcasmo, se dirigirá a sus lectores:
   “En fin, se acabó el miedo. Ahora quedan comentarios para unos días. Con que adiós hermoso, que no tengas novedad; ya nos dejaste, ahora te veremos como te alejas…”

   Todavía tendrá ocasión de observar otro eclipse de sol en el verano de 1912, será el último para ella:
   “Yo conocí, y recuerdo, el eclipse total del 18 de julio de  1860; tenía yo doce años aún no cumplidos; hizo un día espléndido y vi maravillada aquella magnífica corona solar… Después… a medias, muy a medias, me ha favorecido la suerte en los eclipses totales.

   En mayo de 1900 el eclipse total fue como el del miércoles, parcial para esta nuestra meseta; lo vi en un cielo muy despejado; hice la observación en el campo con mis alumnas de Atienza. En 1905, en Almazán, hice el observatorio, pasamos tremendas ansiedades y una rabieta al fin por culpa de una nubecita… eran cirrus… que se pusieron por delante. Con que hasta el próximo… Será para nuestra Península allá por mil novecientos sesenta… y no se cuantos. Que lo leamos lectores amadísimos, aunque sea con cirrus, cúmulos, o lo que quiera venir…”