ISABEL MUÑOZ CARAVACA, SU DESPEDIDA
COMO MAESTRA
El 17 de agosto de 1902, Isabel Muñoz
Caravaca da a conocer a través de un nuevo artículo en Flores y Abejas que deja
de ser maestra de la escuela de niñas de Atienza:
“En
estos momentos voy a entregar al Municipio la Escuela de Niñas de Atienza, que
he desempeñado durante siete años. Había entrado en ella por oposición; salgo
por mi voluntad; de nada me quejo.
Yo,
sin pensar en mi, me dediqué con ardor a la educación de mis alumnos, que nunca
creí reducidos a las alumnas matriculadas; y siempre consideré prolongado moralmente
hasta el límite de la población, el radio de nuestra influencia educadora; y en
cuanto he podido no ha sido mi clase un recinto limitado donde se dogmatizase a
puerta cerrada, y donde solo iniciados pudieran penetrar. Que mi clase hubiera
sido el pueblo entero, esa era mi aspiración, ese mi sueño.
Yo tuve que empezar por acostumbrar a las
niñas a respetar y a exigir respeto. Yo tuve que acostumbrarlas a reprimir
burlas osadas y sangrientas; derrochando para conseguirlo tiempo, paciencia y
ejemplo sin medida. Yo conseguí ahuyentar el fantasma de la pena de azotes,
enemigo de la educación. Yo llegué a hacer comprender que el cariño educa y el
miedo desmoraliza…
Y en cuanto a la instrucción de la clase sus
deficiencias serán las de mi propia instrucción; nadie puede prestar lo que no
tiene…
Yo pretendía hacer de mi escuela una de las
primeras de la provincia; segura estoy de que mi combinación de sistemas lo
hubiera logrado. Teníamos un local malo, pero íbamos a adquirir uno bueno. Yo
había indicado el sitio antes que nadie, me aprendí de memoria el proyecto del
Arquitecto provincial…
Todo ha concluido, se ha roto el lazo que
nos unía a la escuela y a mi. No culpo a nadie, yo he firmado libérrimamente mi
renuncia.
He vivido muy deprisa en estos siete años;
he hecho arder mi actividad con extraordinaria viveza y todo, la vida y la
combustión, se ha extinguido.
Ya vendrá quien complete mi obra; no hay
nada irreemplazable.
La humana flaqueza, el egoísmo que lo quiere
todo se subleva por momentos, y por momentos enturbia la luz de la razón.
Ante una gran ilusión perdida para siempre,
la cabeza más firme cae sobre las manos, y las lágrimas ruedan entre los dedos…
Pero es momentáneo, es transitorio, dura hasta que la conciencia del deber
cumplido viene a enjugar el llanto y a compensar y a superar el dolor de la
derrota.
He sembrado, el que recoja pronunciará mi
nombre algunas veces”.
En contra de lo que pudiera pensarse, no
deja la escuela por problemas municipales, sino económicos. El Ministerio no
concede las asignaciones prometidas para material escolar y ella, que llegó con
un pequeño capital a la villa, ha arriesgado su comodidad económica, ya no
puede hacer más.
Será sustituida por Teresa Ortego, quien
volverá a tiempos anteriores. No obstante, Isabel continuará en Atienza, dando
sus clases, ahora en su propia casa.