Desde la Serranía de Atienza, al Nuevo Continente
Tomás
Gismera Velasco
Aunque nos parezca extraño, muchas fueron las
personas del entorno de Atienza que a partir de la conquista de América
decidieron iniciar nueva vida por aquél continente. Ya vimos con anterioridad
en Atienza de los Juglares la forma en la que algunos atencinos, y de pueblos
vecinos se prepararon para viajar a aquellas tierras, en esta ocasión
seguiremos los pasos de algunos de nuestros vecinos de la comarca, entre ellos
los de Pedro Lozano, natural de Campisábalos y perteneciente a una de
esas ramas familiares que desde la Edad Media ha llegado prácticamente a
nuestros días. Los Lozano.
El
expediente para el viaje, en unión de uno de sus criados, Pedro Alonso, natural
de Cañamares, hijo de Pedro Alonso y Catalina de Ujados, se autorizó el
21 de junio de 1622. El destino era la Nueva España.
Tenía Pedro
Lozano, hijo de Francisco Lozano y Teresa de Alcolea, veintitrés años. Mediano de cuerpo, barbinegro, con un lunar en el
carrillo izquierdo…
Familiares
tenía en Miedes, en donde se llevó a cabo la información testifical para
probar que era persona de buenas costumbres y, por supuesto de familia con
cierta hidalguía en antecedentes y apellidos.
Ninguno de
los dos, ni Pedro Lozano ni su criado eran casados, ni estaban entre las
personas que tenían prohibido el viaje…
El informe
es extenso, e interesante:
En la villa de Miedes, que es del Príncipe
de Mélito, duque de Pastrana, en el obispado de Sigüenza y provincia de
Guadalajara… El documento se dicta ante don Julián Recacha, alcalde
ordinario de la dicha villa, siendo el escribano Pablo Trujillo Peñaranda.
Declara nuestro
Pedro ser, como ya dijimos, mozo soltero y por casar, de sangre limpia, y con
buenos antecedentes familiares.
Embarcó
camino de Nueva España en Cádiz en el mes de octubre de aquel año de 1622, sin
que de él se volviesen a tener noticias documentales.
Baltasar
Agunde, vecino de Tamajón, también llevó a cabo el largo viaje hacía el
Nuevo Mundo, en este caso con destino a Perú en 1593, reclamado en aquella
tierra por un tío suyo. Se le dio autorización para viajar con su esposa, Ana
Moreno, también vecina de Tamajón, el 2 de abril de aquel año. Se les dio
licencia para permanecer en aquel nuevo territorio por espacio de seis años.
A Santo
Domingo, en 1536, marchó Bernardino Ximénez, hijo de Bernardino Ximénez y
Francisca Jiménez, vecino de Beleña de Sorbe. Y a Nueva España,
concretamente a las minas de Ayuteco, donde encontró la muerte, viajó poco más
adelante un vecino de Miedes de Atienza, Francisco de Rueda, hijo de
Juan López de Rueda y de Catalina de Aguilera.
Francisco de Rueda, quien falleció en 1551,
llegó a hacer cierta fortuna en plata en aquellas minas, ya que se conserva su
testamento, en el que hace diferentes legados a quienes le acompañaban en
aquella nueva tierra, dejando lo remanente para su madre.
Entre los
bienes dejados, y que hicieron el camino desde Ayuteco hasta Miedes, un cofre
de plancha de plata con varios marcos, de plata también; una capa negra sin
guarnición; unas calzas negras nuevas; un espejo de los de la tierra; un jarro
de los de palo de la tierra; un crucifijo de cobre; dos pares de zapatos de
cuero; una vaina con dos cuchillos; once panes de jabón; un libro de doctrina
cristiana; varias monturas de caballos; riendas, espuelas, cinchas… seis
camisas de lienzo; dos espadas de esgrima; unas alforjas; un sombrero de
fieltro; un caballo alazán; un esclavo llamado Tomás…
Gregorio
García de Lezcano también era natural de Tamajón, y marchó a Puebla de
Los Angeles, donde encontró la muerte en 1627, dejó por heredera a su tía Ana
de Lezcano, vecina de Madrid, a quien encargó que con sus bienes fundase en
Tamajón una capellanía de misas.
Juan y
Diego de Ortega, tío y sobrino, naturales de La Toba, se encontraban en
el Nuevo Reino de Granada (en la actual Colombia), en 1578, año en el que
falleció Juan de Ortega nombrando testamentario y heredero a su sobrino Diego,
quien falleció poco tiempo después y quien a su vez nombró herederos de los
bienes propios y de los heredados a una hija natural, Catalina de Ortega.
Lo heredado
llevaba, entre otras condiciones, las de asistir a la redención de cautivos; la
crianza de un tal José de Ortega, hijo de una criolla y de uno de los capitanes
que conquistó aquel reino, Juan de Pineda; fundar una capellanía en Sevilla y
su monasterio de San Pablo; una capellanía de misas en Nueva Granada, otra en
Guadalupe, de Cáceres…
Por último,
un vecino de Hijes, Juan Leal, fraile mercedario, marchó a Perú con
Gabriel de Soro, quien llegó a ser Vicario general en aquella tierra, en
1709. Por aquellas pasó la mayor parte
de su vida, tenía 35 años cuando se embarcó, predicando la religión, según
recogen los libros de la orden.