José Luis García de
Paz, el profesor, el maestro, el intelectual, el estudioso, el amante de
Guadalajara, de Tendilla… Para los amigos Jose, sin acento.
Ha sido un triste
despertar este del 21 de octubre. A las tantas de la noche a Jose se le ha
ocurrido marcharse a investigar el pasado de los Mendoza, allá donde los
Mendoza se encuentran, en el mundo flotante de las nubes, en ese más allá del que
se nos habla y al que no deseamos ir, ha tratado de decirme alguien. El mensaje
venía puesto a las siete y media de la mañana. Imagino como se habrá quedado
Antonio al recibirlo de tu hija. Antonio se imagina como nos hemos quedado tus
amigos. Doloroso para él transmitírnoslo.. En el Clínico no han podido hacer nada. ¡Qué prisas por hurgar en los Mendoza!
Sí, tú tan feliz,
probablemente contando a Martín Vázquez de Arce los entresijos de doña Aldonza,
de tal o cual duque don Iñigo , de don Pedro el Cardenal, del conde de Tendilla…
A los condes de Tendilla, seguro, les va a sacar los colores. Probablemente
también a algún que otro conde de Coruña, de la Coruña del Conde castellana,
que no de la gallega. Nosotros con el corazón arrugado y una lágrima queriendo
escapar.
Los monumentos,
estos monumentos guadalajareños que se nos rompen a pedazos no van a llorar la
ausencia del hombre que se empeñó en dar cuenta de que las piedras se iban
desprendiendo por el cerro de Tendilla primero con aquel monasterio de Santa
Ana, y por los cerros pelados y valles floridos de toda Guadalajara.
Y los soportales de
Tendilla, debajo de la casa de los Díaz de Yela, y todos. Algunos respirarán
aliviados, al sentir que ya no está quien desde el papel, con delicadeza, iba
diciendo: aquí falta una piedra, aquí un escudo, allá un punto y acullá una
coma.
¡Ahora podrás
ajustarle las cuentas al general Roguet! Por lo que hizo en Molina, en Atienza:
¡Que no se valla de rositas. Al Roguet, al Hugo, al Salas… a todos esos que tan
mal te caían porque en aquello de la francesada nos dejaron los castillos al raso.
Seguro que te
encuentras con el Empecinado. No lo cabrees demasiado. Ya sabes que es de genio…
un tanto airado, y Albuín, el manco Albuín que tanto escribiste sobre él…
Las páginas de
Atienza de los Juglares, también te echarán en falta, y algún que otro medio,
pero Atienza de los Juglares mucho, tus consejos, tus ánimos, todas esas cosas
que quedan en los correos electrónicos.
¡Quién iba a
sospechar cuando el viernes me mandabas abrazos, que hoy me hayan despertado con
esa noticia que a todos tus amigos nos ha encogido el corazón!
¡Hasta siempre,
Jose!
Puedes estar seguro
de que tus amigos no notaremos tu ausencia. La sentiremos, y mucho, como tu
mujer y tu hija. Pero nosotros, los que te conocíamos y apreciábamos, no.
Cuando caminemos por nuestra, por tu Guadalajara, te veremos, detrás de cada
muralla, cada monasterio, cada castillo, cada recuerdo de la francesada, cada
escudo mendocino… detrás de tus sueños.
¡Hasta siempre,
amigo! ¡Hasta siempre!
Tomás Gismera Velasco