SIGÜENZA, ORTEGA, RUBÍN...
Por
Tomás Gismera Velasco.
Rubín de Cendoya, místico español donde los
hubo, fue uno de esos personajes cuya conversación plagada de amenidades,
pensamiento y anécdotas, debía de ser un placer escuchar, ya como tal, ya como
el José Ortega y Gasset que traspasó la frontera del tiempo dejándonos memoria
viva de su existencia.
Las tierras de Guadalajara son también
tierras místicas plagadas de amenidades, que a veces necesitan el empuje de
muchos Rubín de Cendoya, para darlas a conocer.
A través de él he visto a Rodrigálvarez, el
vaquero seguntino que acompañó a Rubín de Cendoya por éstas tierras, en una
antigua fotografía de aquellos tiempos. También las mulas. La blanca de altas
orejas inquietas y la castaña de andar mohíno y orejas lacias, a su paso por
Horna, camino de Sierra Ministra y de Barahona de las Brujas, y ha ocurrido en
nuestra Casa, en la Casa de Guadalajara en Madrid, en ese rincón que la
provincia tiene en la capital de España, desde donde resurgen con insistente
latido todos y cada uno de los golpecitos que da nuestro corazón en nuestro
pecho.
Venía el recuerdo, la memoria y las fotos,
en las manos de don Miguel Ortega Spottorno, el hijo mayor de Rubín de Cendoya,
que se vino a pasear sus recuerdos por nuestra Casa, la que tiene esa mística
provincia de Guadalajara, ¡cuantas quisieran!, en el Madrid que recibe y lanza
al mundo las claves y la incógnita de las tierras recónditas de pequeñas
aldehuelas y grandes ciudades en el que Guadalajara, por esas cosas de la
cercanía, tiene un lugar de privilegio.
Madrid es mucho, demasiado Madrid para todas
las Españas. Tengo un amigo sevillano, de esos que es difícil olvidar y
despedir, Julián Bazán, hombre sencillo, ameno y elocuente, de extensa cultura
y amplio corazón. Para quien no le conozca, diré que fue el compositor del
"Cocherito Leré", o de canciones de éxito primerizo para intérpretes
como Manolo Escobar, El Fary o Rocío Jurado,, junto con mi admirado y maestro
José Antonio Ochaíta. Julián Bazán para expresar el ambiente madrileño, abre
los brazos y luego los cierra rodeando, atenazando su cuerpo. Por eso no se va
a su Sevilla nazarena. Algún día hablaré de ella, de La Campana, Triana y la
Giralda.
Resulta que a ese Madrid en el que Guadalajara
tiene lugar privilegiado, nos llegó don Miguel, el hijo mayor de Rubín de
Cendoya (José Ortega y Gasset), para desgranarnos, a sus noventa y... muchos
años, sus recuerdos.
Hablamos con don Miguel de sus años de
infancia, de su-nuestra Guadalajara, y de Sigüenza, Jadraque, Almonacid,
Albalate...
Ante todo de Sigüenza y de Jadraque. En
Jadraque dió sus primeros pasos don José
Ortega y Gasset-Rubín de Cendoya, su padre, y a Sigüenza, año tras años,
durante muchos, llevó don José a sus hijos, vivían, cosas del destino, junto a
la casa de los Arce, porque por esos años, la casa de los Vázquez de Arce era
la "Casa de los Arce", fué don José-Rubín de Cendoya, quien bautizó a
Martín Vázquez de Arce con el nombre de "Doncel", "el que no ha
conocido mujer", don José se lo contó a Ricardo de Orueta cuando por
aquellos años daba cuerpo a su monumental "Escultura Funeraria en
España", y don Ricardo lo lanzó a los cuatro vientos, desde entonces, mil
novecientos y poco, Martín Vázquez de Arce es "El Doncel de Sigüenza"
y Sigüenza "La ciudad del Doncel".
Fue en La Casa de Guadalajara en Madrid,
lugar privilegiado de encuentro, de reencuentro de memorias lejanas, un lugar
único por el que todos los días se pasea la historia, como el águila que hace
cerca de cien años sobrevolaba las cumbres de Sierra Ministra, las mismas por
las que Rubín de Cendoya caminó tras los pasos de Ruy Díaz, la historia
provincial de una Guadalajara exclusiva, única, que tiene en Madrid, en la
capital de los sueños, lugar privilegiado para rememorar los sueños de la
infancia y dar a conocer sus historias y vida cotidiana.
Don Miguel Ortega Spottorno, hablando de sus
años infantiles, en su Sigüenza, la nuestra, rejuveneció. Rodrigálvarez, aquél
vaquero seguntino conocedor de todos los caminos se quedó entre nosotros, como
aquella moza casadera "nuestra señora del Harnero" de Romanillos,
como la memoria entera y prodigiosa del comienzo del siglo XX seguntino por el
que pasearon aquellos grandes recuerdos de la memoria provincial de los Layna,
Serrano Sanz, Hilario Yabén, Pérez Galdós, Ortega Munilla...
Fue, no podía ser en otro lugar, en la Casa
de Guadalajara en Madrid, ¿podía ser en otro lugar?
Quienes allí conocimos a Rubín de Cendoya, a
Rodrigálvarez, a Miguel..., hubiéramos dado todos nuestros tesoros por esos
recuerdos. Don Miguel Ortega fué capaz de darnos los suyos por el gusto de
venir a Guadalajara sin salir de Madrid, para recordar, noventa años atrás, sus
viajes a Barbatona, a Palazuelos, a Sigüenza, Alcuneza, Pelegrina..., y por
hacerlo, hubiera dado, si se lo hubiésemos pedido, todos los suyos.