UN VALLE CON ENCANTO.
Hacia Anguita la tierra se enrisca, pero deja extensas praderas en las que el cardo se hace dueño, y en donde las primeras aguas del otoño la convierten en una tupida mesa en la que la seta de cardo se deja ver, sentir y degustar al fuego tibio de cualquier hoguera, con un buen cantero de pan y un trago de buen vino.
En Anguita se constituyó el 25 de abril de 1813, festividad de San Marcos, la primera Diputación Provincial de Guadalajara, con siete diputados bajo la presidencia de don Guillermo de Vargas y Ximénez de Cisneros:
“En la expresada villa de Anguita juntos y congregados a las cuatro de la tarde del día veinte y cinco del mes de abril añño de mil ochocientos trece, en sus Salas Consistoriales, los Señores Don Guillermo de Vargas Ximénez de Cisneros, Jefe Superior Político en Comisión de esta Provincia de Guadalajara, y como tal Presidente de la Diputación Provincial de la misma, Don José López Juana Pinilla, Intendente de esta Provincia, y los Señores Diputados Don Baltasar Carrillo Lozano y Manrique, Don Ventura de Zubiaur y Don Fernando García del Olmo, se recibió por dicho Señor Don Guillermo de Vargas el juramento prevenido en el artículo trescientos treinta y siete, a los Señores Intendente y Diputados, quienes habiéndole prestado bajo la fórmula prevenida en el citado artículo fueron puestos en posesión de su encargo, y tomaron los asientos que les correspondían según su antigüedad. En este estado, y acto continuo habiendo acordado nombrar interinamente un Secretario que corra con el despacho y manejo de los negocios que concurran hasta que reunidos todos los Señores Diputados nombren en Propiedad, eligieron por tal Secretario interino al Doctor Don Juan José López Merlo, del Gremio y Claustro de la Real Universidad de Alcalá de Henares, y Abogado de los Reales Consejos…”
Parte de la provincia, y de España, todavía estaba tomada por las tropas francesas, que ya aventuraban su perdición.
Pero aquí, en Aguita, se constituyó la primera Diputación Provincial, que sería luego ratificada días más tarde, con el Presidente dicho, López Merlo como Secretario interino, José López Juana Pinilla como intendente; como diputados Baltasar Carrillo Lozano y Manrique, Fernando García del Olmo, Francisco Hernández de Vargas, Félix Herreros, José López Santa María, Joaquín Montesoro y Ventura de Zubiaur, quedando de suplentes Manuel Sabroso y Huerta, Patricio Sanz Pinilla y Pedro José de Ybarrola.
Entonces Anguita era y lo siguió siendo, famosa por sus telares, por sus alfareros, por sus batanes, tejeros y herreros, los mismos que en invierno dedicaban el tiempo a la alfarería para labrar con sus manos los botijos, asaderos, barreños, bebederos, calentadores, jarros y morteros. El verano lo dedicaban a la tejería y, durante la primavera, empleaban el tiempo en la obtención de la resina de los pinos de su término municipal.
También fue famosa por sus molinos, levantados a la vera de las aguas del recién nacido río Tajuña, y cuenta la historia del lugar, o mejor, la tradición verbal que ha pasado de boca en boca, que en sus cuevas pasó unos días el Cid Campeador.
Desde los cantiles de Luzaga, poco más allá, disparaba Juan Ballesteros, el tirador de Luzaga, o el tío tirador, quien se hizo famoso por su hábil puntería y por la rapidez de sus disparos, lo poco que tardaba en cargar y disparar el trabuco, durante las guerras carlistas del siglo XIX. Y cuentan que, en la batalla del Puente de Alcolea, en la provincia de Córdoba, que se riñó el 28 de septiembre de 1868, él solito derroto a las tropas enemigas disparando a destajo con la ayuda de una docena de mozos que le cargaban las armas. El tirador de Luzaga, Juan Ballesteros, murió en la cárcel de Sigüenza, tras ser apresado en la cueva del tío Lesmes, por el barranco de la Hoz. Se conoce que estaba de parte de los vencidos.
La tierra desciende con lindeza, envuelta en el silencio natural del campo, en los olores tibios de los pinares, en el sentir lejano del murmullo de los regueros que se esconden a la vista, y sin embargo se sienten a través del canto bullanguero del agua, que va repartiendo vida.
Hilos de agua que enlazados en madejas y envueltos en ovillos van descendiendo hacia el no lejano río Linares; al suculento Valle de los Milagros; donde la historia primitiva dejó su sello por las Cuevas de la Hoz y de Los Casares, en torno a Santa María del Espino y Riba de Saelices, por tierras donde el rebollo y la jara se han ido haciendo un sitio entre montes, praderas y tierras de baldío.
El río Linares desciende suave por tierras de Luzón y de Santa María del Espino hacía las afiladas agujas de los milagros naturales, de las tres torretas que se alzan como dedos apuntando a un cielo de un azul espeso, el Puntal del Milagro, la Peña Eslabrada y el Puntal del Canto Blanco. Tres inmensos dedos que aquellos primitivos moradores de las famosas cuevas prehistóricas del entorno debieron de tener por santo y seña en alguna de sus rancias creencias.