Los 77 años de la Casa de Guadalajara en Madrid
Cuando el 4 de junio de 1933 la Casa de Guadalajara en Madrid abrió sus puertas en el número 10 de la calle de Alcalá, tenía ya a sus espaldas un largo historial de iniciativas en pro de los hijos de la provincia que la tuvieron que abandonar, así como de promoción, desde fuera, de la Guadalajara original.
Treinta años antes de esa apertura oficial ya se había creado la primitiva Casa, el Centro Alcarreño de Madrid, cuya efímera vida había protagonizado una parte importante de la historia de Guadalajara, a través de la cultura y de un ciento de iniciativas sociales encabezadas por lo más granado de aquellos hombres que, al día de hoy, son referente en amplios campos de las humanidades, el arte o la historia de la provincia.
El Centro Alcarreño, del que formaron parte nombres como Manuel Medrano Huetos, Bruno Pascual Ruilópez, Antonio Pareja Serrada, Benito Chávarri o Manuel Miralles Salavert, por citar algunos nombres, cerró sus puertas en 1908, en la que sería su última sede madrileña, en la calle del Horno de la Mata.
A aquella primera iniciativa de unión provincial en Madrid surgirían otros grupos más aislados, peñas y asociaciones de hijos de un mismo pueblo que, continuando la labor emprendida por el Centro, trataron igualmente desde el exterior, de engrandecer sus lugares de origen, Centro Benéfico Briocense, Peña de Cifuentes o Asociación de Amigos de Sigüenza fueron igualmente referentes madrileños en el campo de la unión y promoción provincial.
Un hecho, aparentemente sin trascendencia, surgido desde Madrid, la celebración del Día de Guadalajara, en 1928, propició que de nuevo volviese a hablarse de la reapertura de la casa regional. Fueron años de conversaciones hasta que, finalmente, aquel 4 de junio de 1933 abrió sus puertas las nueva Casa de Guadalajara en Madrid, con los mismos fines de su predecesor Centro Alcarreño, y con muchos de los primitivos socios de aquel, que aportaron, al tiempo que conocimiento, todo un bagaje de ilusiones.
La Casa de Guadalajara se convertiría en un centro de promoción y exaltación de la cultura de Guadalajara en la capital de España, centro igualmente de acogida y orientación para quienes llegaban de los pueblos en busca de nueva vida, al tiempo que centro de estudios para quienes no disponían de medios suficientes para aproximarse a la cultura.
La Casa, que nació con apenas trescientos o cuatrocientos socios, experimentó un crecimiento rápido y constante a lo largo de los dos años siguientes, 1934 y 35, lo que propició la adquisición de una nueva sede en la calle de Sevilla número 6, a apenas unos metros de su lugar de origen, en el viejo palacete de la duquesa de Santoña.
En la calle de Sevilla la Casa de Guadalajara continuó su promoción de Guadalajara, con conferencias didácticas, la impresión de los primeros folletos turísticos de la mano de Francisco Layna Serrano, así como de la revista “Nosotros”, orientativa tanto en la formación cultural como agrícola para los pueblos de la provincia.
No eran buenos tiempos para España, como lo demostró el estallido de la Guerra Civil Española, que ocasionó el cierre de algunas de las casas regionales entonces existentes en Madrid. La Casa de Guadalajara, que había permanecido ajena a la política hasta aquel momento, tuvo también su particular guerra ideológica, convirtiéndose, a instancias de Julián Gil Montero, y con el seguimiento de varias decenas de asociados, en una comandancia de milicianos, el Batallón de Especialidades Francisco Gonzalo, en homenaje al llamado “carterillo de Sigüenza”, el presidente de la Casa del Pueblo de aquella localidad, asesinado por milicianos de ultraderecha en el mes de julio de 1936. Comandancia a través de la cual se reclutaron milicianos que fuesen a combatir a las tropas “nacionales” en la provincia de Guadalajara.
Su cierre definitivo llegó por orden gubernativa, si bien y a la conclusión de la Guerra Civil la Casa de Guadalajara volvió a reabrir sus puertas en el mes de diciembre de 1939, con nuevo presidente, Francisco Layna Serrano, encargado de la nueva reorganización. Una reorganización que, por motivos políticos, no fue posible, ya que se impuso una organización de estructura militar con la que Layna Serrano no estuvo conforme, como no lo estuvieron la mayoría de casas regionales ubicadas en Madrid.
Se convirtió la Casa de Guadalajara en una tertulia, La Colmena, a través de la que mantuvo la unión de los naturales de la provincia emigrados a la capital de España, y que originó que nuevamente, en 1961, la Casa de Guadalajara reabriese sus puertas en la actual sede de la plaza de Santa Ana, próxima a cumplir sus cincuenta años de existencia.
Desde aquel mes de abril hasta la actualidad la Casa de Guadalajara ha mantenido la unión y ha promocionado desde la distancia una provincia que si bien ahora es conocida en todos los aspectos culturales y patrimoniales, cuando abrió sus puertas era una más de los rincones ignotos de una España sumida en la miseria de la postguerra.
A lo largo de estos casi cincuenta años en los que la Casa de Guadalajara en Madrid ocupa el viejo caserón de la plaza de Santa Ana ha dado lustre y nombre a una provincia, la de Guadalajara, hoy conocida y reconocida en cualquier rincón de España.
Por sus salas ha pasado lo más granado de la cultura, historia y arte de Guadalajara. Nombres como Ramón de Garcíasol, Buero Vallejo, Criado de Val o Jesús Villa Rojo han sido y son pilares de la Casa Regional, lo mismo que anteriormente lo fuesen Camilo José Cela o José María Alonso Gamo.
El folclore provincial, a través de los grupos de rondalla y baile Arriaca han paseado y lo continúan haciendo, el nombre de la provincia por los cuatro puntos cardinales de España, y de la Casa han surgido iniciativas que forman parte ya de la historia reciente de la provincia, desde la exaltación del melero de Peñalver al reconocimiento humanístico del primer obispo de Madrid, natural de Rueda de la Sierra.
Ahora, en estos días de celebración, en los que la Casa de Guadalajara se dispone a conmemorar su 77 aniversario, vuelve más de ochenta años después, a celebrarse un Día de Guadalajara, pero esta vez en Madrid, el lugar de acogida y orientación de muchos de los guadalajareños que tuvieron que abandonar la provincia. Más de cincuenta mil naturales de Guadalajara se calcula que han pasado por la sede madrileña, y más de quince mil han pertenecido en algún momento al centro regional. Todo un logro, y una larga historia imposible de resumir en breves líneas, escrita con la pasión que se añade a las pequeñas cosas que surgen del corazón.
Si larga vida es la que atrás queda, larga, es de esperar, será la que venga.
Tomás Gismera Velasco
En: El Decano de Guadalajara, 9 de junio de 2010