LA NOCHE DE PASTRANA
(17/18 de julio de 1973)
Cuando la copla, el arte, la cultura y la Alcarria, se vistieron de duelo.
Me han contado que esa noche, por los campos de Pastrana, se sentía un embrujo especial. Un algo de embrujo.
Lo debía de haber, porque Carlos Murciano, poeta de sentimiento y buen arte, había añadido a mi colección de sentimientos sobre aquella noche un poema de urgencia, escrito a máquina y con demasiadas prisas, en el que conjugaba el arte con la poesía y esta con la torería. La torería con el arte y el arte con el sentimiento. El sentimiento con la amistad, y la amistad con el dolor cuando la pena la parte…
Josepe, José Antonio Suárez de Puga, que también estaba allí, como a tantos otros cuando se toca el tema, se le encoge el corazón y los ojos se le ponen turbios, como si mirando a aquel rincón de la Pastrana que se enzarza entre lo morisco, lo judío, lo cristiano y se engarza con retratos de los Fernández de Moratín, deseara regresar a las puertas de la colegiata y decirle a su otro yo: “¡para el tiempo!”.
Esa noche, ahora hace 38 años y parece que fue ayer para tantos. Pastrana y con ella la Alcarria y Guadalajara entera, se vistieron de luto. Se fue José Antonio Ochaíta.
Ochaíta era uno de esos genios que de cuando en cuando salen a la luz de los pueblos, en este caso Jadraque, y dan el salto obligado por las circunstancias y se convierten en una de esas figuras míticas que nunca se olvidan.
Hace años, repasando uno de tantos cancioneros tradicionales, encontré entre sus páginas algunos de esos romances que nuestras abuelas decían que son “de los de toda la vida”, o “del tiempo de los moros” o de “váya usté a saber”. Y no, no eran de aquellos tiempos, eran canciones de esas que habían dejado escritas los dos tríos: Ochaíta-Valerio y Solano, o Quintero-León y Quiroga, o León-Ochaíta y Solano. Los tríos de la copla, que era, y es como decir… (que cada cual se invente su dúo, o su trío).
A la copla, porque dicen que vivió sus tiempos de esplendor en los años tristes, se la ha denostado, se la ha etiquetado, se la ha… y sin embargo, con la copla, que es un arte único y español por los cuatro costados, Manolo Vázquez Montalbán, que no tenía ningún asomo de… de nada con quienes en aquellos años tristes estaban en lo alto de la gloria poderosa de todos los poderes, definió la copla como un arte universal, y Vázquez Montalbán, que de escribir entendía un rato, dejó escrito que la copla “era el arte de escribir un novela en folio y medio, cantarla en tres minutos, y dejarla al juicio de la historia”. Claro, Manolo Vázquez Montalbán era un admirador de la copla, a la que dedicó unos cuantos renglones bien escritos.
Esa noche, volviendo a la noche de Pastrana, cuando José Antonio Ochaíta, el autor de letras que tan bien nos suenan como “La Lirio”, “Eugenia de Montijo”, “Cinco Farolas”, “La niña de Punta Umbría”…. Y así hasta cerca de un millar, que hoy se cantan y recantan en las plazas mayores de todos y cada uno de los pueblos de España…. José Antonio Ochaíta, decía, andaba tristón, como decaído.
Me contaba María Luisa, su sobrina, que José Antonio Ochaíta era mucho de chascarrillo. Que hoy habría triunfado como ¿ “colaborador”, se dice? En cualquier programa de esos que da la tele a cualquier hora hablando de todos y de todo sin aclarar nada, aportar nada y dejar nada de sustancia, o tal vez si, la sesera hueca de los participantes en ellos y… en fin. Cada cual aguante su vela.
Pues esa tarde, cuando Ochaíta y Rafael Duyós, poeta metido a monje, se fueron a buscar a Carlos Murciano, Rafael Duyós ya lo encontró un poco ausente, y al regreso a Pastrana, cuando al pasar por la delantera del cementerio de Hontoba, y José Antonio les dijo aquello de “el mejor cementerio para descansar”, o algo así; para corregir luego que el más hermoso y con mejores vistas era el de Atienza, lo encontraron con un algo de perdido. Y tiene que ser duro eso de tener amores divididos a la hora de que la ceniza ocupe su parte de la huesa. Porque Ochaíta andaba en ello: que si Sevilla, que si Santiago, que si Antieza, Hontoba, Jadraque. Quería, porque no podía ser entonces de otra manera, terminar en Jadraque.
En estos tiempos está la cosa más fácil: te adelantas a los gusanos y divides las cenizas. Yo ya lo tengo decidido, de entierro nada. ¡A la lumbre! A penar con anticipo los pecados si es que los hubo y evitar el tormento de las calderas del infierno. Luego que las cenizas se partan y se esparzan en las dos tierras que forman parte de mi vida.
De poderlo hacer, eso hubiese hecho José Antonio Ochaíta.
Aquella noche, entrando la balanza en la fiel división de los dos días, cuando del escenario de la platea dorada de luna de la noche de Pastrana, don Paco, el mítico don Paco Cortijo de los relatos de Cela (me ha llegado una carta toda llena de sustancia sobre Cela, su Viaje a la Alcarria, don Paco y el alcalde de Budia, en la que Cela dice que don Paco le invitó a vermú y el de Budia, que era “una mula de tirar del carro” lo metió en el calabozo y… otro momento), dio a José Antonio la palmada y le dijo: “¡que te toca!”, lo encontró ausente.
Baldomero García Jiménez, ( ¡Baldomero de la Alcarria!, diría yo, de tiempos en los que no existían intereses y tan solo habían voluntades buenas), había dicho ya aquello de:
-José Antonio Ochaíta, el poeta de Jadraque. Ese hombre que nos parece como un árbol plantado a la orilla de cualquiera de nuestros caminos…
Y Ochaíta sube al escenario, y entonces es cuando tiene lugar ese mágico momento que lo hace pasar a la leyenda. Que lo glorifica para siempre y mitifica en aras de la eternidad.
José Antonio, que suele jugar con sus manos en la declamación de sus versos, mira a la gente que lo ha de escuchar. Me contaba Antonio Herrera Casado, que también estaba allí, que tenía la cara ensombrecida, como…
Y entonces, tras un silencio de segundos que a veces son eternidad, José Antonio comienza a declamar su poema, ese ya mítico poema que quedó incompleto y tanto se ha confundido el nombre con la frase, el verso, el momento o la palabra. Manos nuevas para mi tierra vieja, se llamaba el poema.
Y Ochaíta comienza:
-Tengo la Alcarria entre mis manos…
Atienza, donde los ángeles bailaban un rigodón, a su decir, se relamía de luna de plata; y en Guadalix de la Sierra, donde Lolita Sevilla, del brazo de Paco Morán y Pepe Isbert cantó lo de Bienvenido Mister Marshall y américanos os recibimos con alegría…. Cinco mil pesetas de la época me contaron que cobró José Antonio Ochaíta por escribir la letras de aquellas canciones de la película mítica que nada sería sin la aportación de la letra de José Antonio Ochaíta, que José Antonio las escribió. Y el Porompompero y …. (Si, ya, letras a veces tontas, pero que hoy día, aunque no lo queramos reconocer, son parte de la historia, y hay quien las confunde con esos “romances de toda la vida” y los pone en ediciones financiadas por los altos poderes del Estado), entonces era lo que el pueblo quería. Como ahora quiere recordar el año que España ganó el mundial o que Contador gane el Giro. A cada momento su tiempo y a cada tiempo su momento.
Las piedras de Jadraque, en aquel momento en el que José Antonio Ochaíta comenzaba a declamar su poema, andaban en danza. Por ver cuál de ellas alcanzaría la gloria de ser la almohada de sus huesos: “una piedra cualquiera del castillo…”
Y continúa José Antonio Ochaíta su poema:
… no en las que veis, gusanas viejas…
cansadas de coger del aire
mi voz inútil….
Y el silencio en aquel instante es eterno. El poeta, el inmortal poeta de Jadraque, parece que ha olvidado lo que debía de continuar, lo que debía de decir. Unos segundos, instantes apenas. Una eternidad en quien ve la duda de quien está sobre un escenario.
Y cae el rayo. Es como si la tormenta sin nubes hubiese lanzado todas sus flechas sobre el entarimado de la delantera de la Colegiata de Pastrana. El sonido hueco del entarimado al recibir el cuerpo. El momento de angustia de quienes lo ven caer. El correr de los médicos que allí estaban, ¡más de veinte! Por ver lo que sucede.
José Antonio Ocháita, la voz de la Alcarria, el inmortal poeta al que llegó el momento de no tener que escribir para vivir, porque ya cantaban sus canciones y los derechos de sus canciones le permitían todos los caprichos que le privó la tristeza de la infancia y los trabajos de la juventud, entraba, en brazos, como el torero al que llevan en volandas tras la gravedad de una cogida a destiempo, en la Colegiata de Pastrana.
Don Licinio, que lo conoció mozo allá en Jadraque, ahora, en Pastrana, le daba la extremaunción.
José Antonio Ochaíta había sufrido un derrame cerebral irreversible.
Las prisas. Las llamadas. Las carreras…. La incredulidad de la muerte de José Antonio Ochaíta, a los 67 años de edad…
A la otra mañana, cuando Jadraque se arropaba en llanto todavía, la mítica foto de ese gran hombre retratador de paisajes, hombres y momentos, que es Santiago Bernal, daba la vuelta a España. Era la comitiva funeraria que acompañaba a José Antonio Ochaíta al cementerio. “fue Ochaíta quien me llevó a conocer La Caballada de Atienza”, confiesa una y otra vez Santiago. Yo se que La Caballada es otra cosa. Yo un día, en el escenario de lujo que es la presidencia de la mesa del salón de plenos del Ayuntamiento de Guadalajara, pedí que José Antonio Ochaíta fuese reconocido por La Caballada de Atienza (todos los años iba y la cantaba), pero es otra cosa. También pedí, desde la misma platea, que volvieran los nombres de los míticos personajes de la cultura de Guadalajara a ocupar su puesto en el escalafón de premios provinciales, que a alguien se ocurrió quitar para decir a secas “premio provincia de Guadalajara” en lugar de “premio de poesía José Antonio Ochaíta, de la provincia de Guadalajara, o de historia o narrativa. El entonces presidente de la Diputación que lo había derogado, al tomar la palabra dijo: “¡Volverán los premios a tener sus nombres!” Palabras de político. En mi pueblo dicen: Como los de Marchamalo, mucho decir y todo malo… (con perdón y sin ánimo de ofensa)
En esa foto de Santiago Bernal que dio la vuelta a España, no aparecen Rocío Jurado, ni Manolo Escobar, El Fari o Concha Piquer…. Y tantos más, que tanto debían a José Antonio Ochaíta. Era la foto del pueblo acompañando a su hijo más ilustre de los últimos tiempos.
Me quedo con el recuerdo del poeta que murió, herido por el rayo, en la noche de Pastrana. El que mejor retrató a Jaén, a Guadalajara, a Sevilla. Un poeta desconocido para muchos de los guadalajareños. Uno de esos reyes de la copla.
Me quedo con los últimos versos de Carlos Murciano, en su poema de urgencia a la muerte de José Antonio Ochaíta:
… morir con los versos puestos,
Y entre las manos, tu Alcarria…
Me quedo con los versos de José Antonio Alonso Gamo:
---tengo la Alcarria en mis manos
Hoy, hace 39 años, en Pastrana había teatro, se representaba “La Alcaidesa de Pastrana”, de Eduardo Marquina. José Antonio Ochaíta, que comió y durmió ese día en la misma pensión que Cela, en La Favorita, camino de la representación saludó por el camino a Paulino Aparicio, que representaba a Antonio Pérez.
Eran las fiestas del Carmen en Pastrana…. Hace 39 años, cuando José Antonio Ochaíta pasaba a ser leyenda.
Os invito a que conozcáis a José Antonio Ochaíta, a través de su obra. Merece la pena.
Tomás Gismera Velasco.
“José Antonio Ochaíta: La Voz de la Alcarria”.