domingo, julio 29, 2012

La Colmena. Una Casa Regional, en un café.

La Tertulia La Colmena, una Casa Regional en un café.


La idea original para la constitución de la tertulia La Colmena partía del periodista y escritor don José Sanz y Díaz, nacido en Peralejos de las Truchas, y a quien acompañaba el éxito en sus publicaciones históricas y costumbristas sobre la comarca de Molina de Aragón. En 1943 había sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura, entre otros de los galardones recibidos por esos años.

La finalidad del centro, trabajar en pro de la región con absoluto desinterés político y económico”.

En realidad buscaba ser la continuación de la desaparecida Casa de Guadalajara en Madrid, obligada tras la Guerra Civil a reagruparse en la Casa de Castilla la Nueva, que aglutinó en su seno a los diferentes centros regionales existentes en Madrid y pertenecientes a aquellas provincias.

Casa Regional de Castilla la Nueva de la que no tardó en escindirse la Casa de Guadalajara a través de su entonces presidente, don Francisco Layna Serrano, y cuyo patrimonio fue embargado en su totalidad, junto a la sede social, en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, poco después de la reunificación en 1941:

“...el momento era inoportuno, pues España estaba reducida a escombros, además los delegados para esta ambiciosa organización habían redactado un absurdo e improvisado reglamento que no logré modificar, aunque les presenté otro muy meditado y completo, al que no pusieron un solo pero y quedó sobre la mesa, carecían de un proyecto ad hoc, hicieron caso omiso de las gestoras provinciales, y aunque la Casa de Guadalajara presidida por mí luchó a brazo partido para proceder con orden y defender sus derechos, aquellos organizadores alquilaron un piso palaciego y caro en la Carrera de San Jerónimo, trasladando allí nuestros enseres. Aquello marchaba a la deriva y viéndonos menospreciados, dimitimos los componentes de las gestoras provinciales y pronto vino la desbandada de socios, y también el desahucio por falta de pago, yendo a manos de los acreedores el moblaje y biblioteca de nuestra Casa de Guadalajara”.

Era esta una de las razones principales para que el nuevo centro no tomase el antiguo nombre de Casa de Guadalajara, tampoco sus fines originales, siendo por demás sus fundadores los mismos que, con idéntica denominación, trataban de retomar la actividad interrumpida. Cuestiones legales y jurídicas impedían la denominación anterior, por lo que se buscó nuevo nombre, Casa Cultural de Guadalajara en Madrid.

La primitiva idea de don José Sanz y Díaz, tras encontrar un eco positivo entre un grupo reducido de personas, habitualmente relacionadas en torno a una de tantas tertulias celebradas en Madrid, entre las que se encuentran el poeta y dramaturgo José Antonio Ochaíta García; el diplomático y escritor José María Alonso Gamo o el etnólogo Sinforiano García Sanz, junto a un nutrido grupo de guadalajareños, en su inmensa mayoría miembros de la desaparecida Casa de Guadalajara en Madrid, fue expuesto al cronista provincial don Francisco Layna Serrano para que, como la persona más reconocida de Guadalajara en aquella época, se pusiese al frente de la nueva institución. De tratar de convencerlo se encargarían el cifontino Benjamín Arbeteta y Sinforiano García Sanz.

Anteriores fracasos hicieron que el historiador se mostrase reacio en sus comienzos, no obstante las perspectivas optimistas de quienes promovían la idea, más atendiendo a un nato carácter de liderazgo, salvando sus primeras reticencias, aceptó no solo formar parte del grupo, sino que además se convirtió en su máximo responsable, cabeza visible e impulsor de nuevas ideas, ante todo en la etapa de reorganización, indicando desde el primer momento que debería contarse con el apoyo incondicional de las autoridades provinciales ya que, de no ser así, resultaría imposible el desarrollo de unos planes meramente esbozados y que, conforme la idea primitiva comenzó a extenderse, adquirían tintes que bien podrían calificarse de reformistas para la anticuada sociedad provincial, ya que un constante temor acompañó por aquel entonces algunos de sus actos públicos y privados, el fracaso.

Intentos similares a este fracasaron por falta de ambiente y exceso de palabrería vacua, compañera de un desinterés o indiferencia no por inconfesable menos real.

El programa, ya expuesto por mí años atrás, y que han hecho suyo quienes ahora me alientan para iniciar este nuevo intento es muy amplio e impondrá a todos largos y consecuentes trabajos en el caso de que pueda cumplirse, esto depende del número de adeptos, de un ambiente propicio en la región, y de la colaboración que presten a aquellos las corporaciones y nuestros paisanos en general; el camino es largo, ha de recorrerse por etapas para evitar la fatiga, y a paso lento y seguro”.

Cual era su labor, manifiesto, programa y beneficios esperados para la provincia, quedan definidos en un esbozo de Estatutos que nunca serían presentados ante la autoridad correspondiente, a pesar de que durante los escasos meses que la asociación se mantuvo, fueron los que la debían regir:

Art.1. La Colmena es una hermandad o agrupación regionalista, por completo apolítica, cuyos fines son exclusivamente estos:

1.- Trabajar desinteresada y tenazmente para que en la provincia de Guadalajara, sus distintas comarcas se conozcan y estimen entre sí mas cada día hasta formar un bloque compacto de afectos e intereses, con sano espíritu regional que los lleve a prestarse mutua ayuda para su mejor desenvolvimiento social y económico.

2.- Difundir la historia regional, y velar por la conservación de su tesoro artístico.

3.- Realizar por toda la provincia de Guadalajara una extensa y perseverante labor de difusión cultural, tanto por cuanto hace a historia, arte y otras manifestaciones de la espiritualidad bajo el signo de las gloriosas tradiciones y sentimientos religiosos de España, como a higiene pública y privada; mejor explotación del suelo, manera de fomentar la riqueza y estimular el establecimiento de mancomunidades, indispensables para tal fin.

4.- Organizar y efectuar misiones con objeto de estudiar los problemas de cada comarca en relación a lo antedicho y de dar conferencias sobre las soluciones mas viables para el mejoramiento cultural, higiénico, social y económico en los pueblos de la provincia de Guadalajara.

5.- Procurar por todos los medios posibles difundir el resultado de los estudios previos realizados en el seno de La Colmena, sobre temas concretos relacionados con cuanto queda indicado en los apartados anteriores; hacer ambiente favorable en los pueblos respecto a cuantos proyectos elaborados por las autoridades o corporaciones necesitan para su puesta en práctica, la creación de ese ambiente favorable y el concierto de voluntades, de tal modo La Colmena actuará siempre que lo estime conveniente su órgano rector como voluntario y desinteresado auxiliar entre esta y los pueblos.

6.- Favorecer y procurar la unión de cuantos en la provincia de Guadalajara tengan intereses comunes o análogos, tan importantes que deban dar lugar a la creación de hermandades o sindicatos.

7.- Crear en su día el Centro de Estudios Alcarreños, sin que tal denominación pueda interpretarse en el sentido de dar a una comarca de Guadalajara mayor relieve que a las otras...

Pudiera resultar paradójico que, en años en los que cierto tipo de asociaciones no estaban permitidas, fuese a constituirse una con fines culturales en principio, pero mucho más amplios a todos los niveles una vez estuviese constituida, según se desprende de su libro de actas.

Alguno de ellos: modernización del campo y constitución de cooperativas para la mejor explotación de recursos agrícolas o madereros, incentivados por don Francisco Layna Serrano, defensor en muchas ocasiones de la vida rural y, por supuesto, concienciado con la escasez de recursos del campo y necesidad de una mejor distribución de la riqueza, como ya defendió tiempo atrás, tras conocer, derivado de su profesión médica en cierto modo ambulante por tierras de La Mancha, las en ocasiones penosas condiciones laborales de los agricultores manchegos, ante los que defendió la incautación de tierras, la distribución de su propiedad y, por supuesto, la ley de reforma agraria llevada a cabo durante la Segunda República:

“El marqués de Mudela tenía sin duda de la propiedad privada un concepto tan absoluto como si viviéramos en la época feudal, y no mirando al signo de los tiempos ni a las necesidades de los ciudadanos prefirió darse el gustazo de criar en una hermosísima finca millares y millares de perdices, para organizar de vez en cuando alguna cacería, a la que invitaba a Alfonso XIII y un puñado de aristócratas, en la que cada uno cobrara las perdices a cientos en breve rato. Verdad es que si la nueva República ha cometido errores, en cambio le ha sobrado la razón para incautarse de propiedades como esta, representativas de un trasnochador y obsceno privilegio de casta y de un egoísmo que es odioso. El hecho, el triste hecho, es que por entonces las cañadas y oteros de Mudela, cubiertos de monte alto y bajo, se destinaban a criar perdices. El administrador del marqués abonaba una peseta por cabeza de lagarto cazado, puesto que se comían los huevos, y un duro por cabeza de zorra, que se comían las aves, mientras docenas y docenas de familias pasaban hambre. Comprendo que ese abuso y mal empleo de las fortunas traiga consigo las reacciones de las masas populares, y aún que merezcan disculpa las crueldades y exageraciones de toda acción vindicatoria”.

La asamblea constituyente tuvo lugar el miércoles 15 de enero de 1947. En ella se formalizó la organización, que nombró presidente a don Francisco Layna Serrano, quedando como secretario general don Sinforiano García Sanz.

Tomás Gismera Velasco.
Madrid, mayo 2008.