¿POR QUÉ LO LLAMAN PREMIO, CUANDO TRATAN DE DECIR NEGOCIO?
La noche de Reyes se falló el premio Nadal de Literatura. A eso de la medianoche saltó la sorpresa y se conoció al ganador del premio literario con más solera de España, en este caso ganadora, Clara Sánchez.
He parafraseado, mira que me gusta parafrasear, el título de una de esas películas incomprensibles, o de mucho pensar, de Woody Allen, y el título quiere decir, justamente, lo que dice.
Y conste que nada tengo contra Clara Sánchez, a la que admiro, y me alegro de que se lo llevase ella, entre otras muchas cosas, porque es de Guadalajara, aunque se hiciese mayor en otros lugares. Pero en su carnet de identidad pone que es nacida en Guadalajara, y eso es algo más que un título. Un orgullo compartido.
Yo pienso que los premios literarios, ante todo los que tienen esa solera que les añaden los años, debieran obtenerlos aquellos escritores que presentan sus primeras obras y buscan abrirse camino en el mundo de la literatura. No aquellos otros, ya consagrados, que a través de sus editores o de sus agentes literarios, negocian un premio o una presentación a tal o cual galardón que les supone una campaña publicitaria gratuita y un número de ventas que añade números positivos a la cuenta corriente de la empresa editora.
Conservo una carta de la editorial Destino en la que se me dice que el premio Nadal trata de buscar nuevos valores literarios. No creo que quien obtuvo el pasado año el premio Nadal fuese un nuevo valor literario, puesto que era una autora consagrada, al igual que lo es Clara. Y conste que nada tengo contra quien los ha obtenido, pero siempre queda ese regusto amargo de que los premios literarios los consigan, últimamente, autores consagrados, y en muy escaso número, nuevos valores.
Sucede con el Planeta, que ya se conoce desde el mismo momento de su convocatoria, y con tantos otros. Luego se dice que, claro está, gana la obra mejor, y la mejor siempre es de un autor consagrado, porque sabe escribir. Y no hay más remedio que volver la mirada al momento en el que a Camilo José Cela le dieron el Planeta, y resulta que vendió más Angeles Caso, que fue la finalista, y se consagró entonces.
Hace unos años, siendo jurado en un premio de narrativa, uno de los trabajos que tuve que leer, presentado al concurso, llevaba por título: “El hombre que asesinó a Juan Manuel de Prada”, el relato era malísimo, por supuesto. Y hablaba de cuando Juan Manuel de Prada lo ganaba todo en relato corto, como un medio de vida, al que muchos hemos aspirado, y a muchos les ha/nos ha, librado el final de mes.
Son formas distintas de hacer literatura. Una vez que se llega hay que mantenerse, con el propio trabajo, dejando ese tipo de premios que han de sacar nuevos valores, para quienes vienen detrás.
Clara Sánchez hace ya muchos años que ganó el premio Anagrama, el que la consagró. De aquellos tiempos es la foto que ilustra esta entrada, porque por aquellos años ella me hizo entrega del premio literario con más solera de Guadalajara, y me pareció una mujer estupenda, agradable, sencilla y cuanto se pueda decir de alguien a quien con el tiempo se termina admirando. Por si hay dudas, a ese premio literario, al que se presentaron algo más de cien trabajos, cada autor podía hacerlo con tres obras; yo presenté las tres, una ganó y las otras dos fueron seleccionadas para quedar entre las finalistas.
Dos o tres años después, Almudena de Arteaga, quien me hizo entrega de otro premio literario, cuando ella acababa de conseguir otro de esos que tratan de buscar nuevos valores, el Alfonso X de novela histórica, me decía a través de carta que los escritores, aunque no publiquemos, tenemos mucho trabajo y siempre estamos escribiendo.
Por supuesto que es cierto. Pero yo pienso que los escritores debieran volver a la bohemia. A los tiempos en los que se vivía de los sueños literarios, no del negocio editorial.
Conseguir un premio literario, por segundón que sea, es todo un logro. Conseguir media docena, un triunfo. Alcanzar la cifra de mil, como mi conocido toledano, no tiene nombre. Vivir de los premios literarios de segunda fila, una manera de vivir para quien quiere vivir de la literatura.
Mi enhorabuena a la flamante ganadora del Nadal, Clara Sánchez. Después de todo, es de Guadalajara.
Nota: Nunca me he presentado al premio Planeta, ni al Nadal. En una ocasión (acta para curiosos), me presenté al premio Sésamo de novela corta, tenía catorce años. La obra que presenté era tan mala que ni siquiera, supongo, llegó a valorarse. Entre otras cosas porque, inocencia de los tiempos, iba escrita a mano y en cuartillas.
T. Gismera Velasco
La noche de Reyes se falló el premio Nadal de Literatura. A eso de la medianoche saltó la sorpresa y se conoció al ganador del premio literario con más solera de España, en este caso ganadora, Clara Sánchez.
He parafraseado, mira que me gusta parafrasear, el título de una de esas películas incomprensibles, o de mucho pensar, de Woody Allen, y el título quiere decir, justamente, lo que dice.
Y conste que nada tengo contra Clara Sánchez, a la que admiro, y me alegro de que se lo llevase ella, entre otras muchas cosas, porque es de Guadalajara, aunque se hiciese mayor en otros lugares. Pero en su carnet de identidad pone que es nacida en Guadalajara, y eso es algo más que un título. Un orgullo compartido.
Yo pienso que los premios literarios, ante todo los que tienen esa solera que les añaden los años, debieran obtenerlos aquellos escritores que presentan sus primeras obras y buscan abrirse camino en el mundo de la literatura. No aquellos otros, ya consagrados, que a través de sus editores o de sus agentes literarios, negocian un premio o una presentación a tal o cual galardón que les supone una campaña publicitaria gratuita y un número de ventas que añade números positivos a la cuenta corriente de la empresa editora.
Conservo una carta de la editorial Destino en la que se me dice que el premio Nadal trata de buscar nuevos valores literarios. No creo que quien obtuvo el pasado año el premio Nadal fuese un nuevo valor literario, puesto que era una autora consagrada, al igual que lo es Clara. Y conste que nada tengo contra quien los ha obtenido, pero siempre queda ese regusto amargo de que los premios literarios los consigan, últimamente, autores consagrados, y en muy escaso número, nuevos valores.
Sucede con el Planeta, que ya se conoce desde el mismo momento de su convocatoria, y con tantos otros. Luego se dice que, claro está, gana la obra mejor, y la mejor siempre es de un autor consagrado, porque sabe escribir. Y no hay más remedio que volver la mirada al momento en el que a Camilo José Cela le dieron el Planeta, y resulta que vendió más Angeles Caso, que fue la finalista, y se consagró entonces.
Hace unos años, siendo jurado en un premio de narrativa, uno de los trabajos que tuve que leer, presentado al concurso, llevaba por título: “El hombre que asesinó a Juan Manuel de Prada”, el relato era malísimo, por supuesto. Y hablaba de cuando Juan Manuel de Prada lo ganaba todo en relato corto, como un medio de vida, al que muchos hemos aspirado, y a muchos les ha/nos ha, librado el final de mes.
Son formas distintas de hacer literatura. Una vez que se llega hay que mantenerse, con el propio trabajo, dejando ese tipo de premios que han de sacar nuevos valores, para quienes vienen detrás.
Clara Sánchez hace ya muchos años que ganó el premio Anagrama, el que la consagró. De aquellos tiempos es la foto que ilustra esta entrada, porque por aquellos años ella me hizo entrega del premio literario con más solera de Guadalajara, y me pareció una mujer estupenda, agradable, sencilla y cuanto se pueda decir de alguien a quien con el tiempo se termina admirando. Por si hay dudas, a ese premio literario, al que se presentaron algo más de cien trabajos, cada autor podía hacerlo con tres obras; yo presenté las tres, una ganó y las otras dos fueron seleccionadas para quedar entre las finalistas.
Dos o tres años después, Almudena de Arteaga, quien me hizo entrega de otro premio literario, cuando ella acababa de conseguir otro de esos que tratan de buscar nuevos valores, el Alfonso X de novela histórica, me decía a través de carta que los escritores, aunque no publiquemos, tenemos mucho trabajo y siempre estamos escribiendo.
Por supuesto que es cierto. Pero yo pienso que los escritores debieran volver a la bohemia. A los tiempos en los que se vivía de los sueños literarios, no del negocio editorial.
Conseguir un premio literario, por segundón que sea, es todo un logro. Conseguir media docena, un triunfo. Alcanzar la cifra de mil, como mi conocido toledano, no tiene nombre. Vivir de los premios literarios de segunda fila, una manera de vivir para quien quiere vivir de la literatura.
Mi enhorabuena a la flamante ganadora del Nadal, Clara Sánchez. Después de todo, es de Guadalajara.
Nota: Nunca me he presentado al premio Planeta, ni al Nadal. En una ocasión (acta para curiosos), me presenté al premio Sésamo de novela corta, tenía catorce años. La obra que presenté era tan mala que ni siquiera, supongo, llegó a valorarse. Entre otras cosas porque, inocencia de los tiempos, iba escrita a mano y en cuartillas.
T. Gismera Velasco