LA PERLA DEL CARIBE

De madrugada escuché la triste noticia del terremoto que ha asolado Haití, la Perla del Caribe. Las noticias eran confusas, aquí comenzaba a amanecer y allá a anocher. Las noticias hablaban de una desgracia inmensa, de un país prácticamente devorado por las fuerzas de la naturaleza. Uno de los países más hermosos y más desgraciados de la tierra, por su pobreza, por la corrupción de sus políticos, por esa rapiña humana que trata de cebarse con quienes menos necesitan para vivir.

La cabeza se me ha ido, al escuchar las tristes noticias, a aquel terremoto que asoló Managua en 1974, creo que fue. Uno de mis compañeros de estudio en clase de Filosofía, Daniel, tenía allí a toda su familia, y toda su familia murió bajo los escombros que asolaron Managua.

Es triste, muy triste, imaginarse ese tipo de situaciones, ese tipo de incertidumbres de cuando Daniel no sabía que era lo que estaba pasando con sus padres o sus hermanos y trataba de comunicarse desde una cabina telefónica de la Glorieta de Bilbao de Madrid, cuando íbamos a tomar el metro camino de nuestras respectivas casas y esperábamos allí, en la esquina de Carranza con Fuencarral a que el dichoso teléfono dijese algo. Y veíamos a nuestro amigo como le cambiaba la cara, y lo acompañamos, Carranza abajo, y Alberto Aguilera abajo, en silencio, ajenos al escaso tráfico que entonces alborotaba Madrid. Solidarizándonos con él.

Hay una ola de solidaridad en este tipo de casos. Una ola de sentimientos. Un halo de incertidumbre, y una queja que nos queda dentro: ¿por qué, todas esas desgracias, suceden a quienes más desgraciados son? ¿Por qué, todo ese tipo de cosas les ocurren, casi siempre, a los más necesitados?

Hoy todos somos solidarios, desde los países más ricos a los más necesitados. Dentro de unas horas nos moveremos solidariamente. Lo que sucederá mañana es otro cantar.

Y es triste, igualmente, escuchar eso que dicen los informativos: "afortunadamente no hay entre los fallecidos naturales de..."

¿Tan importantes nos sentimos que hacemos de la desgracia dos o tres o cuatro partes? Europeos, occidentales, españoles... Pobres, ricos, clase media, blancos, negros, amarillos... No, por supuesto que no somos racistas, los de este lado somos, simplemente, hijos de la falsedad a que nos conducen los medios periodísticos y, por encima de todos, los políticos, sean del partido que sean, atentos siempre a aprovechar la situación en beneficio propio.

Si hubiese entre los fallecidos, que los habrá, españoles o europeos, los informativos nos dirán: "desgraciadamente había..."  Triste falsedad de la falsedad injusta de la injusticia solidaria en apariencia.

Escucharemos, al descender del avión, a nuestros nacionales rescatados de entre la miseria, dar gracias a Dios por haber podido salir del país, en el que probablemente se encontraban disfrutando y presumiendo de su poder económico. De quienes quedan, allá se las ventilen. Después de todo, Dios los dejó abandonados a su suerte.

Y en unos días, todo olvidado. Ya habrá un partido de fútbol, u una carrera de cuernos en la plaza, o... cualquier cosa, que nos distraiga la atención...

Mi solidaridad, y mi sentimiento.