ZAOREJAS EN EL TIEMPO
En sus tierras se inicia la novela “El río que nos lleva”
Desde las alturas de Zaorejas, a 1.225 metros sobre el nivel del mar, casi se puede tocar el cielo y dar la mano a las cercanas sierras de la provincia de Cuenca, al otro lado del Tajo, a cuyo obispado y común perteneció y del que se eximió obteniendo el título de Villa el 20 de diciembre de 1537. Quizá de entonces, poco más o menos, dataría el escudo imperial que ostentó Zaorejas en la fachada de su Ayuntamiento. Don Juan-Catalina García López nos dijo que aquellas casas municipales se levantaron en la década de 1550, por lo que es más que probable que con ellas se emparentase la piedra heráldica en honor a Carlos I, el rey que junto a la reina Juana su madre concedió a Zaorejas la potestad de hacer justicia.
Por aquellos ya descendían desde las altas cumbres, hasta Aranjuez a través del Tajo, los rebaños de pinos que se empleaban en la construcción de nuevos edificios en Madrid, Toledo o cualquier lugar de esta parte de Castilla. El Gran Cardenal, don Pedro González de Mendoza, cuentan las crónicas que fue sino el primero en utilizar la autopista del agua para el transporte maderero, uno de los primeros en hacerlo, cuando como Arzobispo de Toledo allí dejó su sello a través de los edificios que en su memoria ordenó levantar.
De Zaorejas salieron muchos y buenos madereros que a lo largo de los siglos se emplearon en la conducción de las maderadas, y no faltaron industriales que aquí asentados se hicieron con una más que mediana fortuna; otros pasaron al mundo de la página negra, que para todo dieron las aguas del Tajo y los pinos de las altas cumbres.
Zaorejas fue en el tiempo una especie de capital para los pueblos del entorno, nada que ver con la imagen que hoy nos ofrece; reducida su población a la décima parte de la que tenía cuando comenzó el siglo XX; aun manteniendo, como entonces, una parte de sus servicios. De sus remotos tiempos nos hablan los hallazgos celtíberos de La Cabezuela, poblados al parecer por arévacos, belos y titos, que dieron origen a los belóvacos, en líneas de María Paz García Gelabert, quien estudió la tierra y puso en orden sus hallazgos.
Arrieros y madereros
El duro clima y la dureza de la tierra obligaron a los hombres de Zaorejas a buscar sustento a través de los más diversos oficios, hasta que comenzó a industrializarse el de la madera, que muchos de ellos compaginaron con la arriería.
Una constante fue por esta parte de la tierra de Guadalajara límites del Alto Tajo del Señorío de Molina y Sierras de Cuenca, el que gran parte de los hombres de estos pueblos se dedicasen a llevar y traer mercancías de los más remotos puntos de la península, llevando a ellos lo que por aquí sobraba, cuando lo hacía.
Los hombres de Zaorejas viajaron con frecuencia a tierras de Andalucía cuando la época de la recogida de la aceituna los necesitaba; hasta allá viajaban con sus caballerías en tránsito que entre la ida la vuelta y el ocuparse en los olivares los llevaba de tres a cuatro meses, para regresar cargados de aceite y aceitunas que vendían por aquí. Con las rentas obtenidas aliviaban el año que no cubría la escasa cosecha ni mucho menos los ganados; puesto que los impuestos se llevaban la mayor parte de las ganancias, como solía acontecer en tantos lugares.
No faltarán en Zaorejas los resineros, a cuyo arte, mediado el siglo XVIII, se dedicaban algo más de una docena de vecinos, obteniendo cada uno unas quince arrobas de resina transformada en aguarrás en la fábrica u hornillo de Cristóbal de Sicilia, uno de los más renombrados en esta industria, que se extendía por las vecinas tierras de Villanueva, Armallones o Huertapelayo.
Curioso fue el relato que antes de finalizar ese siglo XVIII ofreció el párroco de la localidad, don Pedro Thomico Larín, al geógrafo Tomás López, a través del obispo de Cuenca, referente a las aguas que abastecían la villa y su llegada a ella: “es la una la fuente que llaman del Campillo, que nace una legua de distancia del pueblo poco más o menos, a la parte del Norte, hacía donde lleva su corriente, que va a parar al Tajo, a donde se despeña a la distancia de setecientos pasos o poco más o menos de su nacimiento, y a la distancia de doscientos pasos está el molino harinero de la villa, y aunque no tiene más que una piedra, pudiera andar otra con la abundancia de agua que mana; y más abajo está el batán; y debajo de este, más inmediato al Tajo, la fábrica de la Herrería. Es agua muy dulce y especial, tanto que por su particular calidad cría abundancia de truchas muy gustosas. La otra es la fuente que nace en lo alto del Carrascalejo, en el regazo que llaman de San Sebastián, que comúnmente llaman el Nacimiento, por ser la que surte al pueblo para el uso necesario, por ser muy dulce, y tiene de singular que naciendo en lo alto de dicho cerro, corre por llano en caños de barro como unos ciento cincuenta pasos hasta donde dicen la Picota que es el principio del cerro, que tendrá de descenso como setenta varas o poco más o menos hasta el barranco de la Pachana y vuelve a subir al cerro que dicen de las Cordelleras, que tendrá de subida cincuenta y cinco varas poco más o menos, y ambas cuestas, que son bien pendientes, se conducen por caños de madera, y desde el desagüe de una pila que recibe el agua de dichas cuestas, corre en caños también de barro, siguiendo por entre llano el expresado cerro de las Cordelleras hasta la plaza de la villa, donde está puesta la fuente. El beneficio y provecho que se sigue al pueblo de esta fuente lo hace más singular la situación de este pueblo, que se halla fundado sobre piedra…”
No se libró Zaorejas de las manos y fusiles de los franceses cuando los de Napoleón invadieron la tierra. Hasta aquí llegaron los hombres que siguieron a don José de Juana, Intendente de la Provincia; por esta parte del Alto Tajo se ubicaron algunas de las fábricas de armas que abastecieron la guerrilla; tampoco faltaron los pasos del Empecinado; ni los imperiales persiguiendo a unos y otros, castigando al pueblo de Huertapelayo entregándolo al fuego.
El río que nos lleva
No concluirá el siglo XX sin dejar para la memoria del tiempo futuro, como arriba se apuntaba, el recuerdo de un oficio al que se dedicarían numerosos hombres de Zaorejas y tierras comarcanas: el de ganchero, o maderero. En definitiva, la conducción de madera a través de las aguas del río. A lo largo de cinco siglos, los hombres vieron pasar los troncos flotando a través de las aguas. Troncos, hombres y aguas que pasarían a ser mundo de libro; letra de novela.
El libro, novela del autor José Luis Sampedro, vería la luz en 1961, recuperando a partir de entonces la memoria de unos hombres que ya habían quedado en el recuerdo, iniciándose el relato en tierras de Zaorejas, a las que con el tiempo volvería el autor para recrear la vida de los gancheros y madereros del Tajo en lo que ya era, a su retorno, una de las numerosas y más celebradas fiestas conmemorativas de la provincia, la de los gancheros que, unidos al tiempo pasado, nos traen la memoria de un pueblo, el de Zaorejas.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria, Guadalajara, 1 de agosto de 2025
UN LIBRO SOBRE ZAOREJAS
ZAOREJAS EN EL TIEMPO
Se encuentra situada la localidad de Zaorejas en la comarca del Señorío de Molina (Molina de Aragón), dentro del llamado Alto Tajo, de cuyos parajes podría ser considerada como su capital, o si no, al menos sí, la localidad más representativa de ella en la parte de la provincia de Guadalajara en la que actualmente está integrada, ya que anteriormente Zaorejas y hasta mediados del siglo XIX, perteneció a la provincia y obispado de Cuenca.
Se encuentra al sureste de la provincia de Guadalajara y noreste de la de Cuenca, en la hoy comunidad autónoma de Castilla-La Mancha; anteriormente Castilla la Nueva.
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Tras su integración en la provincia de Guadalajara, a partir de la ordenación provincial llevada a cabo en 1833, Zaorejas pasaría a pertenecer al partido judicial de Cifuentes, audiencia territorial de Madrid y capitanía general de Castilla La Nueva, a la que ya pertenecía, manteniéndose dentro del obispado de Cuenca, en el que continuaría hasta la nueva reorganización eclesiástica de los inicios del siglo XX, pasando a depender entonces del arciprestazgo de Sacedón.
El río Tajo discurre por su término, dotándolo de paisajes únicos, al tiempo que sirvió para desarrollar a partir del siglo XVI una de las industrias más significativas de esta parte de la provincia de Guadalajara, la del transporte fluvial de la madera, tradicionalmente conocido como “maderadas”, que en muchas ocasiones tuvieron en término de Zaorejas su partida. Siendo igualmente sus montes, debido a las grandes formaciones arbóreas, eje de otra de las industrias surgidas en el siglo XIX y que forjaron algunas economías e industrias dentro del Señorío molinés, la extracción pinariega de la resina.
El agua dio también vida a algunos molinos harineros, batanes e incluso a las llamadas “fábricas de hierro”, las factorías en las que el mineral extraído de aquellos montes se convertía en producto útil para la industria.
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Sumario:
Zaorejas, 1918
Pág. 9
-I-
GEOGRAFÍA DE ZAOREJAS
Pág. 15
-II-
ZAOREJAS EN ELTIEMPO
Pág. 23
-III-
ZAOREJAS EN LA EDAD MODERNA
Pág. 31
-IV-
ZAOREJAS, SIGLO XIX
Pág. 49
-V-
EL SIGLO XX, EN ZAOREJAS
Pág. 79
-VI-
ZAOREJAS
TIERRA DE GANCHEROS Y MADERADAS
Pág. 103
-VII-
LOS CRÍMENES DE ZAOREJAS
Pág. 147
Apéndices
Pág. 163
El libro:
- ASIN : B097STBSW5
- Editorial : Independently published
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 177 páginas
- ISBN-13 : 979-8525495142
- Peso del producto : 290 g
- Dimensiones : 13.97 x 1.02 x 21.59 cm
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