LA ROMERÍA DE LA VIRGEN MIRABUENO
Que reúne a las poblaciones del entorno, en el mes de mayo
Cuenta Mirabueno con una historia densa, surgida tal vez del paisaje que le rodea, unido a una historia que se acerca y une a la serranía con la Alcarria.
Mirabueno se hizo un hueco en la historia de España a través del batallar de sus gentes en aquello de la francesada de los inicios del siglo XIX, que pasó a la historia de la narrativa a través de dos personajes no menos importantes en la historia patria y, por supuesto, en la provincial, el burgalés don Juan Martín Díaz y el universal don Benito Pérez Galdós, quien retrató al héroe guerrillero y brigadier de los ejércitos en uno de los episodios más memorables que se vivieron en aquel tiempo, en la más que famosa batalla conocida como la acción de Mirabueno, donde los guerrilleros castellanos vapulearon de lo lindo a los enviados de don Napoleón Bonaparte. Y don Benito escribió con la campechanía que le caracterizó: Los españoles nacieron para descollar en varias y estimadísimas aptitudes, por lo cual tenemos tal número de santos, teólogos, poetas, políticos, pintores; pero con igual idoneidad sobresalen en los tres tipos que antes he indicado, y que a los ojos de muchos parece que son uno mismo, según las lamentables semejanzas que nos ofrece la historia. Yo traigo a la memoria la lucha con los romanos y la de siete siglos con los moros, y me figuro qué buenos ratos pasarían unos y otros en esta tierra, constantemente hostigados por los Empecinados de antaño…
Mira Bueno…
Cuenta la tradición que el origen del nombre de la población se encuentra en esas dos sencillas palabras, la del Bueno, nombre o apellido común en algún tiempo en la zona, y la del mira, unidas ambas a la sencilla frase que una chiquilla dirigiese a su hermano cuando, allá por los años medios del siglo XIV, parece que se apareció en el entorno del encinar una hermosa paloma, en historia que compuso don Luciano Ochoa y Ochoa: … una pastora de Mandayona, según la tradición, encuentra en el hueco de una encina una paloma que guarda en su zurrón. De regreso a casa, va a enseñársela a su hermano Bueno, diciéndole: “Mira Bueno”, y nota que la paloma ha desaparecido. Acompañado de su hermano vuelve al lugar en el que la encontró viendo que, de nuevo, está allí en el hueco del tronco. La recogen para presentársela a sus padres. Más, otra vez, al ir a enseñársela, ven que no está en el saco. Ponen inmediatamente el hecho en conocimiento del cura del pueblo y, comprobado después que se trata de una imagen de la Virgen, deciden construir una ermita en el lugar donde la encontraron…
Forma la leyenda parte de la tradición, una tradición que nos habla de la devoción del pueblo de Mirabueno y de su vecino de Mandayona a la venerada imagen a la que, desde aquel entonces, la fecha que se marca es la de 1350, se llamó Nuestra Señora de Mirabueno, a la que levantaron ermita o Santuario y, desde aquellos siglos, hasta los presentes, acudieron los del entorno en romería. La Romería de las Cruces a la Virgen de Mirabueno.
MIRABUENO EN LA HISTORIA. UN LIBRO PARA CONOCERLA (pulsando aquí)
Mayo de campos y romerías
Es el mes de mayo, en el que tiene lugar esta hermosa tradición, un mes que comienza con cantos y concluye en romerías. Un mes por excelencia de alegría en torno a los colores que la ruborosa naturaleza nos muestra por cualquier lugar de esta provincia que comienza y no se acaba.
Y no son pocas las que tienen lugar en el entorno de la Campiña, de la Alcarria o de la Sierra; también por el Señorío Molinés, donde, en representación de todas ellas, se unen los romeros alrededor de Nuestra Señora de la Hoz, la Reina del Señorío.
Por Miedes de Atienza festejan a la Virgen de la Puente; por Barbatona a la de la Salud; por Megina a Santa Quiteria; por Castellar de la Muela a la Virgen de la Carrasca; por El Sotillo a la de Aranz; por Cendejas de Padrastro a la de Valbuena; por Hita a la de la Cuesta; por Hortezuela a la de Océn, cuyo Santuario se asoma al valle al que se trasladó el pueblo desde su cerro; por Valfermoso a la Virgen de la Vega; por Yela a la de los Llanos, y… podríamos continuar hasta completar toda una enciclopedia con mil historias de reyes y de príncipes, de pastores o vaqueros, de caballeros, arrieros o aventureros devotos que marchan en pos de una tradición. En casi todas ellas hay un hecho tenido por milagroso o que busca los recovecos de lo histórico. Sencillo casi siempre y que da origen a la tradición.
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La Romería de las Cruces
Una parte de la vida de Mirabueno y sus poblaciones vecinas ha de continuar girando en torno a la romería de las Cruces, que en algunos tiempos tuvo lugar en los días que anteceden a la Ascensión; y que hasta la población llevaron, en no pocas ocasiones, a los más ilustres personajes de la provincia, comenzando, dado el evento de que se trató, por su Ilmo. y Rvdmo. Sr. Obispo.
Sus disputas hubo entre Mandayona y Mirabueno por la posesión de aquella paloma convertida en Santa Imagen. Luego que se aceptase lo de la aparición milagrosa.
Será el caso que, desde tiempo inmemorial, como suele acontecer, se conservó una parte del tronco y ramas de la encina milagrera que, nos recordaron los antiguos, sucumbieron víctimas del acendrado amor que los romeros y peregrinos le brindaron.
Y nos recordaba el añorado J.R. López de los Mozos, que hasta los inicios de la década de 1990 los romeros podían ver en la cripta del santuario los ya escasos restos de la encina; en la actualidad totalmente desaparecida.
Lo que continúa, tras algunos años de olvido, es la tradición que recuerda, a través de un enviado local, a los pueblos del entorno que, tal día, ha de celebrarse la romería. El veredero en cuestión ha de recorrer las tres veredas que conducen a los treinta y nueve pueblos que se habían de juntar, y enviar sus cruces procesionales, y procesionar ellos mismos hasta el lugar: “y llegaban y se asentaban en su lugar correspondiente (en su rancho). Tal era la organización. Todos sabían dónde habían de descansar a su llegada. Se les salía a recibir con la cruz procesional de plata que se chocaba con la que hizo el camino en señal de abrazo, y en cada sitio hombres y acémilas comían su ración esperando a la misa mayor, a eso del mediodía, y todos querían entrar en el santuario, y los alrededores no daban abasto, ni se cabía por los rincones, y allí un vendedor, y allá otro, y en la tasca el buen vino de la tierra…”
La imagen se nos va a la memoria de don Francisco Layna, quien vivió de chiquillo estas romerías esencia de nuestra tierra: la procesión en marcha, procesión que resultaba un cuadro pintoresco pues la comitiva se dividía en secciones capitaneadas por el Ayuntamiento y el cura de cada parroquia, revestido este con capa pluvial, precedido del estandarte y cruz alzada, siguiendo detrás gaitero y tamboril más los romeros del pueblo en cuestión, ataviadas las mujeres con sus policromos trajes de fiesta y mezclándose la música retozona y pastoril de la dulzaina y el redoblante a los serenos cantos litúrgicos y detonaciones de cohetes…
Las alegres romerías de nuestra tierra que, por estos días de mayo, vísperas de Pentecostés, se nos asoman entre el rubor colorista y meloso de los campos, el sonar alegre de las gaitas, el redoblar de los tambores o el emotivo pálpito de los corazones.
Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria, Guadalajara, 19 de mayo de 2023
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