sábado, abril 22, 2023

LA SERPIENTE CELESTE DE LA TOBA

 LA SERPIENTE CELESTE DE LA TOBA

Un extraño objeto luminoso, similar a una serpiente, se dibujó sobre La Toba en la noche del 24 de noviembre de 1903

 

    Es La Toba una de las numerosas poblaciones que se encuentran a las cercanías del Alto Rey, que vivió en presente el auge minero de la plata ya que, además de encontrarse a las puertas de Hiendelaencina y Alcorlo, mineras por excelencia, a través de la población discurrió el camino que, desde la estación de ferrocarril de Jadraque, conducía a las explotaciones. Camino frecuentado por los industriales de la minería tanto como por los carreteros que desde aquella tenían que trasladar la maquinaria hasta sus puntos de destino, en carretas tiradas por bueyes.

   Singular fue el trayecto que llevaron desde Jadraque hasta las cercanías de Gascueña de Bornova, donde se estableció, una enorme caldera de más de 5.000 kilos de peso, llegada vía ferrocarril a Jadraque y desde aquí subida a un carromato especial que, contaron que tirado por veinte pares de bueyes a cargo de una docena de hombres procedentes de los Condemios, la trasladó a su lugar definitivo, mientras cuadrillas de peones se afanaban en ir por delante preparando el camino del carro; camino que se tuvo que ensanchar al efecto, en 1895, cuando sucedió aquello y que, salvo por una ligera capa de alquitrán que en alguna ocasión se le ha ido echando por encima, podría decirse que viendo la carretera que conduce de Jadraque a La Toba, a más de cien años de aquello, continua como entonces siendo, sin duda, una de las carreteras más tristemente tratadas de la provincia, muy a pesar de que no son pocos los municipios, y vecinos, que la han de utilizar y que aguardan a que, como cuando el mal tiempo azota, la carretera mejore.

 

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La Toba en la Historia

   Desde sus orígenes, fue La Toba uno de los núcleos de población que pasaron a formar parte de la Tierra de Atienza cuando esta pasó a pertenecer a la corona de Castilla, luego de ensancharse las fronteras del reino. Tierra, la de La Toba, que pasó en el siglo XIV a los dominios del tan nombrado señor de extensos títulos, don Gómez Carrillo, hasta que sus descendientes la pusieron en manos del Cardenal don Pedro González de Mendoza de quien, a través de los suyos, abocó en la casa ducal del Infantado.

   Cuando lo hizo, a punto de concluir el siglo XVI, La Toba todavía no había conseguido su título de Villa, lo buscó en los inicios del XVII, de la misma manera que lo hicieron otras poblaciones, tratando de conseguir la exención judicial, en parte, de la villa cabecera de su tierra, Jadraque, comprando al rey el título de villazgo, lo que le daría la jurisdicción, y, con ella, el derecho a ejercer justicia menor, sin tener que recurrir a la vecina del señorío. Algo para lo que había de contar con la autorización y acatamiento de condiciones, obtenidas igualmente bajo el pago de grandes sumas de dinero, del señor de la tierra.

   Obteniendo el título correspondiente mediante cédula signada en Madrid el 12 de enero de 1632, tras el pago de los derechos e impuestos que hipotecarían a la población y sus vecinos por un largo espacio de tiempo, pues las deudas contraídas se mantuvieron a lo largo de este y continuaron en el siglo siguiente. Pocos años antes de que La Toba lograse el villazgo, las arcas reales cobraban por su obtención a razón de 16.000 maravedíes por vecino de media. Manteniéndose obligatoriamente dentro de los estados ducales del Infantado, que continuará recibiendo sus derechos señoriales.

   Alzándose, a continuación de recibir la confirmación de su jurisdicción, la picota y, en el cerro más próximo, la horca: … y podáys poner y pongáys y tener y tengáys en ella y sus términos para la execuçión de la Justicia orca, picota, cuchillo, cárçel, cepo, açote y las otras ynsignias de juridición que se suelen y pueden tener…

 

El Platero Mateo Esteban

   En La Toba nació, mediado el siglo XVII, uno de los grandes plateros de este tiempo, quien dejaría el sello de su trabajo en obras ejecutadas en Madrid, después de formarse en el taller del también reputado orfebre Bartolomé de Llanos, pasando a su muerte a ser titular de su taller, ya que contrajo matrimonio, en 1674, con la viuda del maestro, algo que, según parece, era frecuente en este tiempo, como una manera más de que el taller continuase abierto; su biógrafo, José Luis Barrio Moya, nos dice que: “María Alfonsa de Ortega aportó al matrimonio con Mateo Esteban una cuantiosa dote, evaluada en 100.000 reales "en dinero, plata labrada, joyas y cosas diferentes y tocantes a dicho género y especies, pinturas, ropas, escritorios, sillas y cosas de madera, y lo tocante a cocina y otros bienes muebles y menaje de casa". Registrado en la carta de pago otorgada por Mateo, el 12 de marzo de 1674, en favor de su esposa al recibir su aportación al matrimonio.

   No se conocen obras firmadas por nuestro autor, a pesar de que no se duda que debieron de ser cuantiosas y costosas, tal y como declara en su testamento, mediante el cual dejó a sus albaceas el encargo de cobrar las deudas producto de su trabajo en oro y plata, a fin de que pusiesen aquellos capitales en poder de su única hija, Dionisia Josefa, de tan solo cuatro meses de edad cuando, el 14 de febrero de 1676, murió su padre, probablemente de una apoplejía.

   La distancia, entre la Corte madrileña y La Toba, impidió al hijo despedirse del padre, pues mandado el aviso del estado, salió el padre desde la Toba camino de Madrid, pero, al llegar, encontró que el hijo ya reposaba en el campo santo.

 


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La noche de la serpiente

  No estaba previsto, y tampoco se registró en el mes de noviembre de 1903, el paso de ningún cometa por nuestros cielos, y faltaban muchos años para que los globos sondas y antenas estelares los comenzasen a surcar dejándose ver en ocasiones señaladas, ante todo cuando cielos como los de La Toba y sus contornos se encuentran limpios de nubes y salvos de la contaminación lumínica que se registra en nuestros días, y mucho más a la cercanía de las grandes capitales.

   Aquella noche, la del 24 de noviembre de aquel año, el firmamento se encontraba raso, y a pesar de que se esperaban fenómenos interestelares, tal que el paso de los cometas Daniel o Halley, para la visualización de estos faltaban algunos años; a Daniel se le esperaba para el verano 1907, y a Halley para 1910. Ambos pasaron, fueron vistos y, al contrario de lo que se vaticinaba, ni evidentemente se terminó el mundo, ni ocurrió magnífica desgracia.

   La noche de la serpiente, como la titularon los vecinos de La Toba, sería tema de conversación durante meses. La voz de alerta la dieron dos mozos de la población, Gregorio García y Telesforo Sánchez; a sus voces, y a contemplar el espectáculo, acudieron algunos más, sin poder explicarse lo que sucedía. Pasaban apenas dos horas desde que el sol se puso cuando: “se dibujó en el cielo un resplandor parecido al del relámpago, y al ver que se prolongaba la luz del mismo, se fijaron en el sitio luminoso y vieron la figura de una serpiente de grandes dimensiones en el cielo, como de quince a veinte metros de diámetro; serpiente que después se fue enroscando hasta dejarse ver únicamente la cabeza”, y, según apareció, se desvaneció.

   Nadie supo más, a pesar de que el nombre de La Toba apareció en los medios de prensa nacionales, y no lo fue por el mal estado de su carretera, que también hubiese merecido titulares.

  

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 21 de abril de 2023

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