FACCIOSOS, SALTEADORES
Y BANDOLEROS EN TIERRAS DE ATIENZA Y GUADALAJARA.
EL CURA DE
PEÑALÉN
Tomás Gismera Velasco
No mucho tiempo anduvo en danza el famoso
cura de Peñalén, del que desconocemos el nombre, y quien en los primeros días
de 1838 se levantó en armas contra Isabel II, declarándose al servicio del
pretendiente don Carlos de Borbón.
Desde el púlpito de la iglesia llamó al
alzamiento popular contra el gobierno de Guadalajara y convenciendo a una parte
de sus feligreses se echó al monte con un par de docenas de mozos del pueblo
recorriendo durante aquel invierno los pueblos del Señorío molinés y parte de
Cuenca llamando al alzamiento popular, al tiempo que haciendo requisas por los
pueblos en los que hacía un alto, bajo la constante amenaza de pasar por las
armas a quienes opusiesen resistencia.
En mala hora entabló negociaciones con otro
de los cabecillas que andaban por aquella tierra, Félix Priego, con quien se
unió en los primeros días de marzo añadiendo a la facción de Priego los treinta
hombres que le seguían, al tiempo que los salvaguardias de Guadalajara lo
perseguían.
Del Gobierno de Guadalajara tenemos una de
las escasas noticias que se publicaron en torno a él cuando desde la provincia
de Cuenca, y Beteta, donde tenían su cuartel general, pasó a Guadalajara:
El cura de Peñalén asociado con don Félix Priego ha reunido hasta 30
infantes y seis caballos con los que ha vuelto a entrar en la provincia y
ejerciendo sus rapiñas en algunos pueblos de cortísimo vecindario es probable
serán destruidos como los otros, poniéndose en combinación las autoridades
locales para su persecución u exterminio.
Esto sucedía en torno al 20 de marzo, lo que
por entonces se desconocía en Guadalajara es que el cura de Peñalén había
partido, como comúnmente se dice, las
peras con Priego, en una agria disputa por encabezar la facción, dejando el
de Peñalén a Priego a merced de los isabelinos por tierras de Durón.
Félix Priego, además de combatir a partir de
entonces con los isabelinos, lo hacía contra el cura de Peñalén, que dejó la
partida del Priego con sus hombres, y llevándose cuanto pudo, por lo que Priego
lanzó desde Huertahernando, a todos los pueblos de la comarca, orden de detener
al cura, y entregárselo, según se desprende de uno de sus oficios signado en
Huertahernando el 1 de abril de ese año.
Circular que llegó a Guadalajara:
Del cabecilla Félix Priego que se titula comandante accidental del
cuerpo del regimiento de infantería del Infante don Sebastián, acaban de
recibir estas justicias el oficio requisitorio siguiente del cual podrán
ustedes inferir el desconcierto en que se hallan los tales facciosos.
Ejército Real. Regimiento Caballería
del Infante don Sebastián. En el momento en que reciban vds. este y con la
estrecha responsabilidad de las vidas de todos los individuos de esa
corporación aprenhenderán Vds. al cura de Peñalén y cuantos le acompañen, quien
es traidor a su rey y patria, ha abandonado las filas de la lealtad llegando
con su vileza hasta herirme en su traidora fuga y hacer el robo más
escandaloso, no solo de mi caballo sino también de los intereses con que
contaba para la subsistencia de mis valientes. Seré inexorable si advierto
alguna morosidad, pues el rey, la patria y mi honor están interesados en la
pronta venganza de tamaña traición. Luego, luego circularán vds. esta a los
pueblos del margen, acusando la hora de su recibo y salida. Los reos se pondrán
al servicio del señor alcalde de esta. Dios guarde a Vds. muchos años.
Peralejos, 1º de abril de 1838. El comandante accidental Félix Priego.
Pueblos: Poveda, Peñalén, Zaorejas,
Villanueva, Armallones, Pelayo, Huerta Hernando, Canales, Sacecorbo, Canredondo
y todos los pueblos circunvecinos.
Por entonces, mientras Félix Priego ordenaba
su detención, el cura de Peñalén se movía por la Alcarria a sus anchas,
entrando y saqueando pueblos con la
bendición divina, liberando a los presos que encontraba en las cárceles
municipales, con el fin de que se uniesen a su partida, o administrando su
propia justicia, cuando las cosas no le iban bien, tal y como hizo en
Peralveche, tras su paso Alcocer, el 3
de abril, donde:
…
halló tres presos en la cárcel por haber
asesinado a un francés; les formó sumario verbal y al autor del delito le
confesó y administró el viático, mandándole fusilar en el acto…
Todavía continuó nuestro cura por aquellas
tierras, y lo que no consiguieron los soldados de la reina ni las tropas de
Guadalajara lo lograron quienes sirvieron a Félix Priego, dándole alcance en
los límites provinciales entre Cuenca y Guadalajara, y sin que conozcamos el
lugar, los comandantes de las tropas de Félix Priego, que de noticiarlo al
mundo si que se encargaron, le formaron consejo de guerra del que resultó, como
no podía ser de otra manera, culpable de alta traición, delito castigado con la
última pena, por lo que fue pasado por
las armas, a mediados del mes de junio de 1838 en algún lugar de la sierra
de Cuenca.