EN ATIENZA, POR SAN JUAN
Tomás Gismera Velasco
En: Apuntes sobre el calendario festivo tradicional en Atienza, y noticias sobre sus celebraciones.
Cuadernos de Etnología de Guadalajara, núm. 41
Guadalajara, 2009
San Juan. Era en Atienza una de
las fiestas en las que tradición y superstición caminaron unidas a lo largo de
los tiempos. Tradicionalmente, la fecha de los encantamientos.
La noche de la víspera solían salir los
mozos al campo, para regresar pasada la medianoche y “enramar” las puertas,
ventanas y balcones de sus novias o de las jóvenes solteras. Igualmente solían
golpear las puertas con plantas de lampazo.
La víspera de la festividad se prendían
hogueras en diversos puntos de la villa, que permanecían ardiendo a lo largo de
la noche, hogueras que eran saltadas por los mozos de la población en el ya
clásico rito de la purificación a través del fuego. Existiendo la costumbre de,
en el momento en el que el reloj de la villa anunciaba con sus campanadas la
llegada del día del santo, recoger todas las piedras de que cualquier persona
fuese capaz, siempre de una en una. Las piedras habrían de servir,
tradicionalmente, para ser arrojadas en caso de tormenta a lo largo de año, en
la creencia de que al ser arrojada cesaría.
No era la única, igualmente era costumbre
entre las mujeres llenar un caldero de agua y situarlo en una de las ventanas
de la casa, ya que a lo largo de la noche se dibujaría en el agua la cara del
futuro esposo. Poner la clara de un huevo de gallina negra en un vaso de agua,
con el fin de que, una vez cuajada, sirviese como conjuro contra las
enfermedades, e incluso poner ante la puerta de la casa familiar una gran
piedra en la creencia de que, al día siguiente, bajo ella se encontraría un
tesoro.
Tomamos nota de lo escrito por José Deleito
Piñuela en: “Recuerdo de hace tres siglos”:
“… era la noche de la libertad general, en
que todo estaba permitido; noche de aventura, de amor y de alegría, por la cual
suspiraba la juventud desde muchos meses antes; noche sagrada y bruja, de
ilusión y de misterio. Aún las jóvenes honestas que solo iban a misa los
domingos y las fiestas religiosas muy sonadas, salían la noche de San Juan con
ocasión, motivo o pretexto de visitar altares y hogueras”.
Y recogemos alguno de los romances que, en
torno a la festividad de San Juan, se nos han recitado.
MAÑANITA DE SAN JUAN (versión 1).
Yo me levantara,
madre,
mañanica de San
Juan,
vide estar una
doncella
ribericas de la
mar.
Sola lava y sola
tuerce,
sola tiende en
un rosal;
mientras los
paños enjuaga
dice la niña un
cantar:
-¿Dónde fueron
mis amores,
¿dónde los iré a
buscar?
Mar abajo, mar
arriba,
diciendo iba un
cantar,
peine de oro en
las sus manos
para sus
cabellos peinar:
-Dime tú, buen
marinero,
sí, Dios te
guarde de mal,
si viste tú mis
amores,
si los viste por
el mar.
MAÑANITA DE SAN JUAN (versión
2).
La mañana de San Juan
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos
y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas
tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene
señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
de las torres del Alhambra,
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada:
-Con tu licencia, el rey,
te daré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban.
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas
que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos,
hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá,
que la real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban.
Los cristianos eran muchos,
mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,
dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos prenden,
de ellos toman en celada.
Con la victoria, los moros
van la vuelta de Granada;
a grandes voces decían:
-¡La victoria ya es cobrada!
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos
y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas
tejidas de oro y grana.
El moro que amores tiene
señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
de las torres del Alhambra,
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada:
-Con tu licencia, el rey,
te daré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban.
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas
que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos,
hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá,
que la real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban.
Los cristianos eran muchos,
mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,
dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos prenden,
de ellos toman en celada.
Con la victoria, los moros
van la vuelta de Granada;
a grandes voces decían:
-¡La victoria ya es cobrada!
MAÑANITA
DE SAN JUAN (versión 3).
Mañanita de San Juan,
Mañanita de primor,
Cuando damas y galanes,
Van a oir misa mañor.
Allá va la mi señora,
Entre todas la mejor,
Viste saya sobre saya,
Mantelín de tornasol,
Camisa de oro con perlas,
Bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda,
Lleva un poco de dulzor,
En la su cara tan blanca,
Un poquito de arrebol,
Y en los sus ojuelos garzos,
Lleva un poco de alcojor.
Asi entraba por la iglesia,
Relumbrando como el sol.
Las damas mueren de envidia,
Y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
En el credo se perdió.
El cura que dice misa
Ha trocado la licion,
Monaguillos que le ayudan
No aciertan responder non
Y los que lo escuchan todo,
Por decir amen amen
Van diciendo amor amor